06 junio 2025

MI NOVELA MI LUGAR EN ESTOS MUNDOS YA ESTÁ DISPONIBLE EN AMAZON

 


Ya está disponible mi tercera novela Mi lugar en estos mundos. La plataforma elegida, una vez más, es Amazon; pero en esta ocasión estará en exclusiva en esta plataforma. 
Inserto el primer capítulo de la novela: 


Cuando ya se había rebasado la medianoche del día de Nochevieja de 2019 comenzaron a entrar en mi teléfono móvil mensajes de felicitación propios de este día: «con mis mejo- res deseos para el Año Nuevo», «A ver si nos vemos más», «Que el nuevo año te traiga lo mejor»... Amigos, familiares y gente conocida, por lo general. Pero de entre todos los mensajes recibidos uno aún me silba en la cabeza, a pesar de que han transcurrido ya cinco días.
  Estaba escrito en una letra digital extraña, distinta a la de los demás, y el número que lo enviaba, que era convencional, no se en- contraba en mi agenda. «Sencillamente se trata de un número de alguien conocido que no tengo en la agenda», me dije. Y con esa frase dejé de dedicarle más tiempo, en esa noche tan especial, al supuesto enigma. Pero no lo olvidé del todo:

Es mi deseo sincero que encuentres mucha felicidad para el nuevo año 1920, de todo corazón. Ojalá nuestros caminos se crucen más a menudo en el nuevo año.

    Sin lugar a duda, un error; o bien un mensaje escrito con excesiva rapidez en mitad de una celebración, con un teléfono de teclado minúsculo y por alguien con un alto grado de presbicia. Pero no cabía duda de que se trataba de un mensaje extraño; eso sí, hubiera sido mucho más lógico haberse equivocado en la última cifra e, in- cluso, en la penúltima, pero ¿en las dos primeras cifras? Es decir, un error que retrotraía cien años el cómputo temporal.
    No sabía con seguridad si realmente me intrigaba la elaborada redacción, nada propia de los mensajes digitales tan dados al uso de palabras escuetas, si no abreviadas, la procedencia desconocida del mensaje o ese error en las dos primeras cifras, aunque me inclino más por esta tercera opción. A medida que transcurrían los días, el asunto fue creciendo en mi mente, hasta convertirse casi en una obsesión. No hacía más que leerlo una y otra vez, rebuscar de nuevo en mi agenda de contactos por si estuviera el número por algún lugar, hurgar en los mensajes recibidos que aún conservaba el teléfono; incluso, iniciar una meticulosa consulta en la agenda del teléfono móvil que tuve con anterioridad y que aún conservaba. Todo intento fue infructuoso.
    Finalmente hice lo que solemos hacer cuando tenemos una llamada perdida o un mensaje innominado: llamar a ese teléfono. En el primer intento no hubo respuesta, aunque sí dio tono de llamada; en el segundo intento, saltó enseguida un contestador automático de la operadora invitándome a dejar un mensaje, que decliné; en el tercero, la misma voz de la operadora me indicaba que no había ninguna línea en servicio con esa numeración. El intervalo temporal entre la primera y la tercera llamada fue de apenas cinco minutos. Jamás había asistido a circunstancias tan diferentes cuando llamaba a un número en tan poco margen de tiempo.
    Al cabo de dos horas, volví a llamar de nuevo y en esta ocasión me atendió una voz femenina:
  —Hola —saludé expectante—. Mi nombre es Miguel Ángel Gonzálbez y tengo un mensaje de este teléfono.
    —Con quién quiere hablar —preguntó la voz femenina, interrumpiéndome sin miramiento alguno, como si estuviese muy ocupada.
    —Es eso lo que pretendo averiguar ... ¿Con quién estoy hablando? —Está hablando con la funeraria Salmoral.
    Esa respuesta me inquietó, pero aun así pedí disculpas y colgué. ¿La funeraria Salmoral?
    No me era familiar en absoluto, o al menos no me constaba que hubiera ninguna que respondiera a ese nombre en mi ciudad.
    Busqué en Google.
  Como sospechaba, en el buscador no aparecía ninguna funeraria de la ciudad que respondiera a ese nombre, ni siquiera de la provincia, pero sí había una con ese nombre en un perdido pueblo de Toledo, desconocido para mí.
  ¿Qué relación podría haber entre ese mensaje recibido en mi móvil y el desconocido pueblo de Toledo?
  Lejos de que ese último dato me tranquilizara, aumentó mi inquietud. Conseguí obsesionarme aún más, algo en mí habitual: ya solo vivía para aquel asunto. Iba a trabajar como cada mañana, pero, a los pocos minutos de comenzar el trabajo, ya estaba planificando en la libreta que siempre llevo conmigo la siguiente tarea para intentar averiguar este enigma, que igual no lo era, sino una pequeña confusión; me enganchaba a ver alguna de mis series norteamericanas favoritas y a los pocos minutos perdía el hilo de la historia porque la mente se llenaba de interrogantes sobre la procedencia del mensaje. Así que decidí llamar de nuevo a la funeraria. En esta ocasión no contestó nadie. «Lo volveré a intentar más tarde», me dije.
 Y así lo hice. En esta nueva ocasión, la enésima ya, sí volvieron a contestar.
 —¿Funeraria Salmoral? —pronuncié con decisión.
  —No, se ha equivocado de número —contestó al otro lado una voz masculina no demasiado amigable.
 —Disculpe, pero no es posible. Llamé hace unos días y...
 —¿Cree usted que no sé qué teléfono es este al que usted llama? —dijo con tono molesto pero educado la voz masculina al otro lado del teléfono.
 —No quería decir eso, es que..., verá..., este número que he marcado correspondía hace unos días a la funeraria Salmoral de Ortaz, en la provincia de Toledo. ¿Estoy llamando también a un teléfono de esta localidad?
  —En efecto.
 —Por tanto, supongo que el abonado habrá cambiado de número hace pocos días y le han podido adjudicar su número a usted — esgrimí como teoría probable.
 —No es posible eso que usted me está diciendo, yo llevo con este número casi veinte años. Es uno de los primeros números de telefo- nía móvil de este pueblo.
 —De acuerdo. Disculpe que abuse de su tiempo, pero ¿me permite que le enumere la cifra para comprobar si he podido equivo- carme?
  —Sí, adelante.
 Repetí el número, tal y como habíamos acordado.
 —Sí, el teléfono que usted ha enumerado es el mío, no se ha
equivocado —contestó ahora con exquisita amabilidad mi interlocutor, aunque con cierto tono de ironía, tal vez porque pensaba que estaba hablando con un desequilibrado o alguien con excesivo tiempo libre.
  —Pues no lo entiendo. En todo caso, disculpe las molestias. 
  —No importa, se supone que son cosas que pasan. Adiós. Cuando colgué el teléfono todo daba vueltas a mi alrededor. Me sentía como embriagado y el estómago comenzó a tensarse como un arco. ¿Qué estaba ocurriendo? Me sentí bloqueado y sin capacidad alguna de acción. Sencillamente no sabía qué pasos seguir dando. Llamar de nuevo era absurdo; es más, podría complicarse aún más el asunto.  Podría pasar que ese número correspondiera a otra persona distinta y entonces me sentiría aún más confundido. Las opciones que me quedaban eran pocas y, aunque necesitaba hacerlo, no quería contarle el asunto a mis más allegados, porque segura- mente lo atribuirían a mi calenturienta imaginación, que es lo que siempre solían decir cuando les planteaba algún asunto que ellos veían normal y yo no.
  Y es que aquel sí que no era normal, desde mi punto de vista, pero ¿cómo explicarlo?
  Así que decidí seguir la línea argumental de la primera llamada y dar por sentado que el número y el mensaje eran de esa tal funeraria Salmoral. Para ese fin me fue útil la amistad que había tramado con Dionisio, un empleado de funeraria que participó como alumno en un curso que impartí sobre aspectos legales relacionados con las causas derivadas de la muerte violenta. Dado que él trabajaba en una funeraria, era probable que pudiera aclararme algo sobre qué significaban este tipo de mensajes, pero también que aquello le sonara a chino.
  Pero no, no le sonaba a chino.
  —Puede parecer extraño lo que te voy a decir; en ocasiones ha habido casos de personas que se han dirigido a la funeraria para que les gestionen cosas inconclusas tras su fallecimiento. Obviamente, se debería tratar de asuntos que no pudieran solucionarse por la vía legal y notarial. Es una tradición muy antigua.
 —Explícate, Dionisio. ¿Qué significa eso de que «les gestionen cosas inconclusas tras su fallecimiento»?
  —Sí. Es como una especie de testamento vital relacionado con las cosas más íntimas que ha atesorado el finado en vida o que están pendientes aún de realizarse llegado su ocaso.
  —No sabía yo que las funerarias se dedicaran a eso.
 —En realidad, las funerarias nunca se han dedicado a eso, sino a algo mucho menos prosaico, como todos sabemos, pero existió esa tradición en determinados lugares. Una especie de arraigo consuetudinario, sin regulación legal alguna. Lo leí en un libro que abordaba la historia de las funerarias en España cuando me preparaba para este puesto. Ya sabes que lo mío con estos asuntos funerarios va más allá de mi profesión; una pasión que ni yo mismo sé de dónde viene. El contenido de los mensajes puede consistir en la comunicación de algo que el fallecido no haya querido contar en vida, revelar algún secreto que no ha querido llevarse a la tumba, el lugar donde ocultó algo valioso que no quería que trascendiera hasta después de su muerte o, sencillamente, como en el caso del que llegó a tu teléfono móvil, saludar o felicitar a una persona concreta con el fin de que no se pierda la relación tras la muerte de uno de ellos.
 —Me imagino que sería únicamente en lugares pequeños, en los que solo existiera una funeraria, porque, de existir más de una, ¿cómo se podría asegurar que esa especie de testamento vital tras la muerte de una persona se iba a llevar a término? Las pompas fúnebres y toda la gestión del enterramiento podrían ser llevados a cabo por otra funeraria que nada sabría del encargo que dejó escrito el fallecido.
  —Lo has clavado, Miguel Ángel. Eres un hábil observador, algo que ya descubrí cuando te tuve de profesor.
  —Gracias por tus zalameras palabras, las que siempre tenías para mí cuando cometía un pifiazo —dije sonriendo, sabedor de la habilidad de Dionisio para tratar a las personas, algo que le sería muy útil en su profesión, supuse—. ¿Y esa tradición aún existe?
 —Es posible que en poblaciones muy pequeñas y donde solo exista una funeraria, como bien decías, aún podría existir, aunque de manera muy residual. ¿Ese dato arroja alguna luz al asunto de tu enigmático mensaje?
  —En realidad, no lo sé. Siento que estoy cada vez más perdido. Te preguntaré algo y me gustaría que fueras totalmente sincero: ¿tú crees que un mensaje podría ser una vía válida para comunicar esos secretos, lugares donde encontrar algo valioso o, sencillamente, como es en este caso, una felicitación, es decir, en definitiva, la exteriorización de esa especie de testamento vital al que te referías?
 —Puede ser que sí; de hecho, la mayoría de las gestiones encomendadas, según leí, se referían a mensajes relacionados con asuntos que han quedado pendientes o inconclusos, es decir, mensajes que no han sido enviados a tiempo por las causas que fuesen y que el interesado quiere que se lleven a cabo tras su fallecimiento. Es, al menos, lo que leí en este libro que te indicaba. Gracias a ese libro conozco esta práctica. Se comienza con un mensaje, que bien podría ser del tipo del que tú recibiste un mensaje de felicitación o algo así, y de ahí se deriva a mensajes más concretos, hasta llegar al principal, que es el objeto de la encomienda a la funeraria. En otros casos, tan solo se trata de un único mensaje y punto, una mera felicitación. Curioso, ¿no?
  —Por lo tanto, sus instrucciones conllevan el nombre exacto de la persona receptora del mensaje.
  —Sí. Aunque sea algo no oficial, consta de todos los elementos formales y solemnes de los documentos oficiales. De otra forma, el titular de la funeraria no se arriesga a cumplir esa misión, por muy insignificante que sea.
 —Pero si todo está perfectamente claro y escrito, ¿por qué la funeraria no se identifica cuando envía el mensaje?
 —No puede hacerlo. Así son las normas, (no escritas). Se supone que la persona que recibe el mensaje sabe muy bien de qué persona procede. La funeraria es el instrumento y no ha de tener protagonismo alguno.
 —Pero deduzco, en el caso de que se tratara de este asunto, que habrá habido algún error en cuanto a la recepción del mensaje. Por ejemplo, en una de las llamadas que hice se identificaron como funeraria Salmoral, lo que significa que dejaría en evidencia a la propia funeraria poseedora del encargo. Posteriormente, en las siguientes llamadas, eso ya no ocurrió.
 —No son descartables los errores, pero es muy difícil que se cometan. Suele haber muchos controles y comprobaciones previas, aunque es probable que en este caso, si es que se trata de un caso de este tipo, los controles han podido fallar. Los mensajes, cuando son telefónicos, han de venir con un número porque técnica y legalmente es lo que se exige y sabedora de ello, la funeraria solicita a la operadora que lo encripte. Lo que ha podido ocurrir es que la encriptación, que no es más que un programa informático, haya fallado.
 —No obstante, se lo enumeré al abonado que cogió el teléfono en la última llamada y coincidía con su número. De hecho, no lo había cambiado desde hacía casi veinte años, me dijo.
 —Entiendo que eso puede formar parte del supuesto fallo de la encriptación informática.
 —Sin embargo, me parece muy extraño que un mensaje que, en teoría, procede de hace un siglo utilice las nuevas tecnologías.
 —No tiene por qué ser extraño. El mensaje bien se pudo escribir en 1919, pero eso no impide que la funeraria lo entregue utilizando las nuevas tecnologías. El Quijote no se escribió en libro electrónico, pero se puede leer en ese formato.
 —Sí, tienes toda la razón. Mi observación ha sido un poco ingenua.
 —Solo otra pregunta, —añadí— que supongo que tendrás trabajo que hacer: ¿crees sinceramente que ese mensaje que recibí en Nochevieja es de esos? —me aventuré a preguntarle de manera directa.
 —En principio, basándome en que una de las llamadas se identificó una funeraria, tiene toda la pinta.
 —¿Y por qué soy yo el receptor?
 —Eso no lo sé, pero si quieres puedo indagar más e intentar averiguar con más detalle cómo funcionan estas cosas. Ya te dije que este tipo de asuntos no están legislados ni nada parecido, por lo que la única forma de obtener información es llamando a algún colega de funeraria que conozca ese funcionamiento y que quiera contarlo, claro está.
 —Ajá. Por cierto, ¿podrías hacer una cosa, si no es muy gravoso para ti?
 —Soy todo oídos.
 —¿Por qué no llamas con cualquier excusa a esa funeraria Salmoral de Ortaz, obviamente no a este número tan misterioso, sino al que aparezca en su sitio web o en Google y...?
 —¿Y preguntó así, sin más?
 —No, claro que no, pero sí podrías llamar con la excusa de algún aspecto entre colegas..., ya sabes..., y de camino acercarte a este asunto.   Más o menos con el mismo tacto que empleabas en clase cuando yo erraba en alguna explicación.
 —Tienes buena memoria, profe. De acuerdo, dame un poco de tiempo y pensaré en algo.

Enlaces de Amazon: 


02 junio 2025

SINOPSIS AMPLIADA DE LA NOVELA MI LUGAR EN ESTOS MUNDOS


La inusual historia que se narra en esta novela comienza con un misterioso 
mensaje recibido en su teléfono móvil por el protagonista, Miguel Ángel Gonzálbez, en la Nochevieja de 2019, vísperas de Año Nuevo de 2020... Un mensaje con un texto extraño, expresado con un lenguaje que parece de otro tiempo; de manera muy distinta a como se suelen enviar los mensajes en el día de hoy, y que retrotraía a cien años el cómputo del tiempo. Miguel Ángel Gonzábez podría haber pasado página entendiendo que se trataba de un error y haberlo ignorado, pero el mensaje se instaló en su mente casi de manera obsesiva, como si algo le dijera que debía de investigar la procedencia del mismo, que desconocía. E hizo lo que solemos hacer la mayoría cuando recibimos un mensaje de un número desconocido: llamar a ese número.
La llamada, lejos de aclararle el asunto, lo confunde y le intriga, sobre todo, porque tras varios intentos fallidos le responde una funeraria de un perdido pueblo de Toledo, que desconocía que existiera... Es a partir de entonces cuando comienza para el protagonista un viaje sin precedentes.
A través de este viaje, el protagonista explora no solo las extrañas circunstancias que lo rodean, sino también sus propios miedos, recuerdos y deseos ocultos.

José Antonio Flores Vera nos brinda una novela que combina elementos de lo sobrenatural con una profunda reflexión sobre el paso del tiempo y los lazos entre el pasado y el presente.

28 mayo 2025

REFLEXIONES SOBRE LO QUE RODEA AL ENTORNO DE MI PRÓXIMA NOVELA MI LUGAR EN ESTOS MUNDOS (Y DE LOS LIBROS EN GENERAL)



En pocos días mi tercera novela Mi lugar en estos mundos verá la luz en la plataforma de Amazon, que a pesar de lo criticable que pueda ser (y las razones nunca faltan) acoge a escritores independientes como yo sin exigir nada apenas. La exigencia debe ser del propio escritor: debe exigirse subir un texto decente, corregido profesionalmente tanto a nivel ortográfico como en estilo, bien maquetado, con una portada profesional..., es decir, debe de tratarse del libro que pudiera publicar cualquier editorial seria, si no más. Esa ha sido siempre mi premisa; sin ella, por supuesto, no publicaría. No se trata tan solo de respetarse como autor, sino de respetar a los lectores, por pocos que puedas tener.

Por tanto, tras la preventa, que siempre es una herramienta para darlo a conocer, la venta definitiva de esta novela, tanto en versión digital como en tapa blanda, será el seis del próximo junio de 2025. ¿Qué ocurrirá con esta novela? Eso nunca lo puede saber nadie, ni tan siquiera el propio autor. Leo y escucho a muchos escritores independientes lamentarse porque sus obras no tienen visibilidad, y razón no les falta; tambien las mías adolecen de ese problema (lo es para muchos escritores,  incluso  de editorial), pero ocurre que en una sociedad como la nuestra, el libro, leer, cada vez tiene menos importancia; y lo que no tiene importancia no suele estar presente en la vida de la gente, así que el sistema editorial ha buscado una vía para que esa importancia no caiga del todo: apostar por unas pocas obras que estén escritas o bien por gente muy conocida, o bien apostar con mucho marketing y dinero por unas pocas. En ocasiones, en esto de los libros dos y dos no es siempre cuatro y algún que otro libro despunta, con independencia de cómo esté publicado. 

Obviamente, la historia que escribe cada autor, por muy modesto que sea, es decir, su propia historia es para él la más importante y la más genial, porque son muchas las horas dedicadas y la relación que se genera con ella es muy sólida y afectiva, pero hay que tener los pies en el suelo, es decir, saber el terreno que se pisa; de ahí que desde hace tiempo comprendí que poco o nada tiene que ver escribir, incluso escribir bien, con ser leído o muy leído. Es por eso por lo que cada vez me interesan menos las redes sociales como el oráculo que creíamos que eran para la promoción de las obras. Siempre he puesto este ejemplo con relación a Facebook y los libros: Facebook es la sociedad actual trasladada a lo digital. Es la calle, los bares, los mercados, los estadios de fútbol, las discotecas, los puesto de trabajo..., y nadie va por esos lugares con un libro en alto vendiéndolo, como aquel vendedor de rosas que se inmiscuye en la privacidad de los grupos de personas para venderle unas rosas (o venderle cualquier cosa). Es más factible decidir llamar al vendedor de rosas y comprarle unas cuantas, porque para el comprador existe una necesidad emocional de hacerlo. Es por eso por lo que he dejado casi por completo las redes sociales y solo asomo cuando el comprador (lector) sé que quiere comprar esa rosa que para mí es tan preciada. 

A los libros hay que tratarlos como a lo seres vivos. Me ocurre mucho cuando algún pájaro anida en mi terraza. Sufro por él y por su progenie cuando llueve, cuando hace frío o lluvia. Me pregunto qué hará la madre o el padre para que esas crías coman y beban, cómo las resguardarán del frío, de la lluvia, del calor. Así que deseo ayudarles, pero en la medida que pretenda hacerlo sé que les estaré perjudicando. Al poco tiempo, me asomo al nido y ya no están: han crecido y han volado sin que nadie les haya echado una mano. En ocasiones, en muchas cosas de la vida (y los libros forman parte de ello), la mejor ayuda es dejarlos a su albedrío y, con el paso del tiempo, dejarlos marchar. Es así como un libro crece y se forja un camino. Muchos, tal vez la mayoría, acabarán su camino muy pronto (como esa cría que en ocasiones cae del nido) y otros lo continuarán hasta el infinito.

Seguimos. 

 

21 mayo 2025

UN VIAJE A PARÍS (II)

 


París, como todas las grandes ciudades, te puede abrumar; pero en esta ciudad, sentirte abrumado no será tan solo por su enormidad (que lo no es tanto si tan solo nos centramos en los distritos que hay que visitar), sino por su atractivo, por el descomunal despliegue de opciones que ofrece. La uniformidad de sus edificios, será una de ellas, pero, por supuesto, no la única.
    El viajero comprenderá al poco de llegar que se encuentra en una ciudad pensada para la vida, pese a que el clima, por lo general, no acompañe siempre; de ahí que haya sido cantada como una de las ciudades -si no la más- más bonitas bajo la lluvia que, como decía en la primera parte de esta bitácora, suele ser abundante y persistente. Pero eso no importará, sobre todo al residente, que no renunciará a sus coquetas terrazas, muchas de ellas floreadas.
    En París hay rincones que son espectáculos al aire libre, pero su interior encierra aún mucho más, formando todo un carrusel perfecto de lugares únicos e inimitables. Por ejemplo, sus museos. Los hay grandes e importantes en todas las ciudades que se precien, pero en París son aún más grandes e importantes y señorean una especie de insignia de liderazgo sobre los demás que pueblan el mundo entero. Hablemos de dos de los más importantes, si no los más.

EL LOUVRE

    Conozco el Museo del Prado y conozco la National Galery. En ambos he disfrutado. Y no diré que he disfrutado más de las pinturas de El Louvre (El Prado siempre será para mí el predilecto), pero sí de su enormidad, su descomunal enormidad. Es difícil pasear por las orillas del Sena y no tener casi siempre a la vista el edificio de este descomunal museo. Por supuesto, el valor de sus obras es incalculable, como lo son las que alberga El Prado e, incluso, la National Galery. Sin embargo, el Louvre, por varios motivos es excepcional. Ya he hecho alusión a su enormidad, pero también a su peculiar entrada a través de la conocida pirámide; otro muy importante es su inventario de esculturas de todas las culturas y épocas. Es, tal vez, uno de sus principales valores. Pongamos por ejemplo la famosa Venus de Milo o La Victoria alada de Samotracia, erigida sobre el 190 antes de nuestra era cristiana. Pero estas dos, siendo de las más conocidas, son tan solo un pequeño ejemplo de lo que podremos encontrar en este majestuoso y fastuoso museo.
    En cuanto a pintura, no será necesario preguntar a cualquiera de sus vigilantes, porque la masa humana te llevará automáticamente a la principal y más mediática: La Gioconda (o La Monalisa) de Leonardo da Vinci, un cuadro pequeño que de tan mediática, tan cinematográfica, tan famosa hará las delicias de quien consiga observarla desde no demasiada lejanía, por poco que se entienda de pintura. Esta obra, junto a La libertad guiando al pueblo, de Eugéne Delacroix, pasan por ser de las más visitadas. 
    Hay que mencionar como aspecto negativo, a pesar de su enormidad, el volumen de visitantes. No será demasiado problema en muchas de sus infinitas salas, pero sí cuando se trata de las salas más visitadas. No obstante, la organización es excelente y la libertad de movimientos es completa, pudiendo salir y entrar a lo largo del día. Una recomendación, que es extensiva a todos los grandes museos del mundo: no se pretenda visitar todo en un día; y lo que se seleccione se debe de hacer con mesura y criterio, con los convenientes descansos en las zonas comunes, sus muchos espacios hosteleros o cómodamente sentado en alguna de sus grandes salas. Es la mejor manera de salir indemne de este gran espacio. Conviene ir ya con la entrada comprada.

EL D'ORSAY 

    Se trata del otro gran museo de la ciudad, en este caso dedicado a la pintura impresionista occidental del siglo XIX y principios del XX. Allí se encuentra, si no toda, sí la más importante. De ahí su importancia. 
    Ocupa, igualmente, un vasto edificio que albergó la antigua estación ferroviaria de Orsay. Es algo que advertirá el viajero nada más entrar. Pero, también, como ya ocurría en el Louvre, las colas son tremendas y conviene ir con la entrada ya en la boca, es decir, comprada de antemano a través de Internet con el máximo tiempo de antelación. 
    Uno de los mayores problemas de este museo es su masificación, como ya ocurría en el anterior. Una masificación que se aprecia más al estar sus obras más mediática en salas más angostas. Por supuesto tampoco será necesario preguntar por las obras de Vincent Van Gogh, ni por las de Claude Monet, entre las de otros impresionistas conocidos por el gran público. Tendrás suerte si consigues acercarte un poco para ver La noche estrellada o Los nenúfares; por supuesto, lo podrás hacer con paciencia, porque la ventaja es que la mayoría de la gente apenas se queda observando los cuadros, todo lo más, hacen su foto de rigor y se van. No obstante, hay que advertir que puede ser agobiante y claustrofóbico. De ahí que para nada se te ocurra ir en los meses de mayor turismo. 
    Una buena solución es comer en su coqueto restaurante reservando mesa. Eso te permitirá recargar fuerzas y seguir observando porque hay mucho que ver, mucho. 
    Una anécdota: si viste la popular famosa de Mr. Bean, lo último en cine catastrófico, no te pierdas el cuadro protagonista de la película, La madre de Whistler. Te encantará estar delante del icónico cuadro y no podrás dejar de recordar con suma hilaridad cómo quedó en manos del desastroso Mr. Bean. 



    

07 mayo 2025

UN VIAJE A PARÍS (I)

Existen ciudades que pueden ser contadas y otras que tiene que ser visitadas para poder contarse. Entre estas últimas está París.

    No es fácil saber si es por la configuración de sus calles, por su luz, por su río, por sus terrazas, por sus comercios, por su historia, por sus museos, por la variedad de su gente... No, no es fácil saberlo; es probable que por su suculenta mezcla. Podrás poner la máxima atención a lo que te cuentan sobre ella, incluso, las personas más afines a ti, pero jamás, ni tan siquiera el mejor orador, podrá describir con palabras lo que necesita ser visto con los ojos. Con los ojos personales. 
    Yo era uno de los que me resistía a visitarla porque no estoy cómodo en las grandes ciudades; me altera ver tanta gente junta; me estresa tanto ruído: de vehículos, de sirenas, de obras, de gente chillando..., tanta vocación comercial y consumista por doquier, tantos estímulos, tanto por ver y por no ver, así que me resistía. 
    Pero fui. Como antes había ido a Londres, a Roma, a Dublín, a Bruselas... 
    Ahora tan solo pienso en lo que pensaría si, tal como pensaba, no hubiera ido. Por supuesto, no hubiera superado esa frontera entre contarte y ver; y hubiera sido del pelotón del que se habrían de conformar con lo que le cuentan. Por suerte, ahora soy del pelotón de los que han visto.
    Pero ¿es tan magnífica esta ciudad como para que merezca la pena escribir estas palabras panegíricas iniciales? Sí, están justificadas. Ahora, vayamos con el viaje. 

En mi caso, fueron necesarias tan solo dos horas y pocos minutos más de viaje (Granada-París). En el vuestro haced las cuentas; pero no debe ser gravoso porque París está repleta de gente del lejano Oriente y aquellos me temo que necesitan mucho más de dos horas y pocos minutos. Así que el problema, la dificultad, la pereza, no debe estar en lo que se tarde en llegar; mucho más duro es regresar.
   

París y la Torre Eiffel, desde el avión, minutos antes de aterrizar en el aeropuerto París-Orly.

Del aeropuerto de París-Orly a la gran ciudad no emplearás mucho más de media hora si vas en taxi o vehículo con conductor (tipo Uber); y aunque fueras en transporte colectivo, tampoco vas a tardar una eternidad. Algo más si tu vuelo te deja en el otro gran aeropuerto, el Charles de Gaulle, aunque nada que te haga perder el sueño. 

Conviene que la estancia en París sea lo más céntrica posible; al menos, dentro del perímetro de la urbe de poco más de dos millones de almas; aun así, lo que no conviene es estar demasiado lejos de los distritos centrales (el II, el V, el XII, el XIV...), en los que tienen su sede los principales monumentos, iglesias y museos, y radican las más fabulosas calles, comercio y coqueta hostelería, es decir, no lejos de sus dos ilês más emblemáticas: La Cité y St. Louis; pero es más caro. La otra opción, más económica, es alojarse en el Grand París, con sus casi once millones de habitantes, pero eso supondrá muchos kilómetros de transporte público y un empleo considerable de tiempo para ver lo que hay que ver en realidad. 
    
Alguien dijo que los monumentos de París son sus avenidas, sus plazas, sus calles, sus espacios verdes. Yo lo suscribo. Callejear por esta ciudad es una gran experiencia, probablemente la mejor experiencia que echarás en tu zurrón; pero no hay que dejar de ver, al menos, sus dos museos franquicia: el Louvre y el d'Orsay (más adelante, contaré sobre estos museos y sus monumentos imprescindibles; los que pude ver, claro está), aunque en ninguno de los dos te sentirás solo, sea la época del año que sea. Y hablando de épocas, yo no iría en los meses del estío porque las grandes temperaturas ya no son patrimonio de los países del sur y en una ciudad como París hay que andar. Y mucho. Ir en mayo es fantástico: días largos, mucha luz y con un poco de suerte no demasiado calor ni tampoco excesiva lluvia (aunque París sea una ciudad con una pluviometría alta).

Callejear es la estrella, en mi opinión. Es lo que hicimos, nada más llegar, mis acompañantes y yo. Callejear sin brújula. Empaparse del ambiente de la ciudad, atravesar su río y entrar y salir en y de sus islas emblemáticas a través de alguno de sus largos puentes..., ya habrá tiempo de planificar visitas, en función, claro está, de los días de estancia. Una semana es un periodo perfecto para saborear la esencia de esta mágica ciudad. Más tiempo, mucho mejor; menos, mucho peor.
    Y si vas a callejear, propongo que, en principio, sigas la ruta de su gran río, el Sena, y entres y salgas de sus islas y alrededores, como antes decía. El río es un punto de referencia vital para esta ciudad, a cuyas orillas están sus monumentos más representativos.
    «Pero ¿por qué aún no has citado su monumento estrella, la torre Eiffel?», me preguntaréis algunos. Y yo os responderé que eso exigiría una capítulo aparte. Y como la ciudad es inabarcable y hay que abordarla por etapas, este relato viajero también lo hará por partes. 
    Aquí acaba la primera. 

    
    




    

09 abril 2025

UN UNIVERSO DE IDEAS, UN MUNDO DE PROYECTOS



He de decir que soy más de proyectos de futuro sin detenerme demasiado en lo que ya está publicado, por aquello de la máxima cervantina que me invita más a disfrutar del camino que de la posada. Y es por eso por lo que vivo con renovada ilusión la próxima publicación de la que será mi tercera novela Mi lugar en estos mundos que surgió del relato Un mensaje desconocido integrado en Conversación en la taberna y 41 relatos

Esta novela surge del deseo personal de conocer más. Los relatos, como sabemos, tienen la extensión que tienen y a mí me suele gustar dejarlos abiertos para que sea el lector quien intente imaginar el final. Es probable que hiciera una lectura del relato años después y, como lector, querría saber más; el resultado ha sido una novela que constará de unas 350 páginas y que se publicará, si todo va como está previsto, en Amazon (tanto en papel como en ebook) en mayo de 2025. Formará parte del concurso anual de esta plataforma, pero, con la idea única de darle alguna visibilidad, no de optar al premio (optar a este premio es siempre una ventaja, claro que sí, pero el primer filtro tiene un componente muy comercial y mi audiencia no se puede comparar a la de otros autores, sobre todo los que cultivan los géneros negro y romántica). 


Otros proyectos literarios empujan tras la publicación de esta novela y ya tengo ganas de centrarme en ellos. Son muchos los iniciados, pero no todos van a tener el mismo desarrollo por obvios motivos de tiempo y espacio. 

El más avanzado es Cuando fui carnívoro, una novela de autoficción con muchos elementos de ensayo, que contará en capítulos alternos la visión del autor cuando era omnívoro versus cuando se convirtió en vegetariano. Este argumento servirá para reflexionar sobre la voraz industria cárnica, la ganadería industrial, la ética animal y un sinfín de cuestiones. Actualmente cuenta con unas 20 000 palabras escritas y la idea es que llegué hasta las 50 000 palabras. Soy consciente de que será una novela de temática sectorial, pero uno escribe no lo que debe sino lo que prefiere.

Otro proyecto iniciado es el desarrollo de un relato titulado Una cuestión ética, que fue seleccionado para una antología nacional de cien relatos jurídicos. La idea es que se convierta en novela corta al tratarse de género literario negro, que no he trabajado demasiado. 

Y si el tiempo lo permite, seguiré trabajando en lo que podría ser mi novela más personal: un recorrido vital desde que uno recuerda. Se trata de una novela y, por tanto, es ficción, pero cuenta con muchos elementos autobiográficos. 

Los demás proyectos deberán esperar, pero puedo contar que entre ellos está una novela histórica basada en el poblado ibero-romano de Ilurco (ubicado a la salida de Pinos Puente), que ha obtenido un fuerte respaldo arqueológico gracias a las últimas prospecciones realizadas; el otro proyecto son las memorias apócrifas de un escritor diletante, pero es probable que o bien no se escriba jamás o que, tal vez, tome el relevo a otro más avanzado. Y, por supuesto, sigo abierto a nuevas ideas. Siempre es más probable que ellas te encuentren antes de que tú las busques. 

26 marzo 2025

EN PLENA REVISIÓN FINAL DE MI NOVELA MI LUGAR EN ESTOS MUNDOS


Actualmente, me encuentro en pleno proceso de revisión de mi última novela a publicar: Mi lugar en estos mundos, en el proceso de revisión tras el trabajo del corrector profesional. Lo hago a un ritmo ni rápido ni lento, un ritmo pausado, artesanal y concienzudo. Tiene que ser así, siempre ha de ser así cuando se trata de lanzar una obra al mercado: por respeto a los lectores, por respeto a mi propia marca de escritor. Nunca tengo prisa para publicar un libro, pero en mis comienzos (es lógico) sí la tenía. Escribir es un aprendizaje, el proceso editorial (mucho más cuando eres un escritor independiente) mucho más. 

No obstante, estoy cumpliendo los plazos autoimpuestos y la obra estará lista para la primera semana de mayo de 2025, que es cuando se subirá a Amazon, tanto en papel como en eBook eso sí, siempre que el profesional que se encargará de la maquetación y la portada también cumpla sus plazos. 

Hasta el momento, el trabajo que realizo cada día es ilusionante porque como la frase que se atribuyó a Cervantes (probablemente apócrifa) siempre es mejor el camino que la posada. 

MI NOVELA MI LUGAR EN ESTOS MUNDOS YA ESTÁ DISPONIBLE EN AMAZON

  Ya está disponible mi tercera novela Mi lugar en estos mundos. La plataforma elegida, una vez más, es Amazon ; pero en esta ocasión estará...