Arde Atenas. Y arde Sevilla. Y no pensemos que los motivos son muy distintos: motivos económicos, en suma.
A Grecia, todos sabemos que la están machacando de lo lindo. Vale, todos sabemos que los griegos han sido un desastre, mucho más cigarras que hormigas y que su clase política se podría considerar de la más despreciable de Europa por hacer de la cuna de la democracia occidental un pozo de corrupción, nepotismo e intereses (creo recordar que alguna griega ocupa una de las más altas instituciones de nuestro Estado). Supieron despojarse de una corrupta y decimonónica monarquía de vocación autárquica pero instauraron una supuesta democracia basada en clanes y oligarquías y así les ha ido.
Sin embargo, de ese error histórico no son responsable solamente ellos y el círculo se cerró cuando sin control de sus balances entraron en la Unión Europea. Por tanto, al no estar cuadradas sus cuentas, Grecia, se ha convertido en un pozo sin fondo financiero que está poniendo al borde del abismo la moneda de los mercaderes europeos.
Ese bocado de deuda es tan enorme como cuásar del que intentan sacar provecho los banqueros alemanes y franceses que al ver que la deuda comprada al país heleno puede ser no cobrada están poniendo a trabajar a sus títeres gobernantes: Merkel y Sarkozy.
Y, claro, quién acabará pagando todo esto: ¡premio! los ciudadanos, ¿quién si no? Por tanto, éstos, los más activos, están quemando la ciudad griega como si de una nueva Roma neroniana se tratara.
¿Y qué otra ciudad está ardiendo? En esto caso metafóricamente, sí, pero ardiendo a fin de cuentas: Sevilla. O mejor dicho el rancio poder sociata sevillano, nerviosos ante la perspectiva cada vez más cierta de que perderán el poco poder que aún les resta: la Junta de Andalucía. No hace mucho tenían múltiples opciones de acomodar a sus huestes en alguna lista electoral, alguna empresa pública, alguna fundación, alguna aberración jurídica de esas que ellos crean para colocarse..., pero todo esto ya se acaba. Y lo saben.
Y como resulta que estos prebostes de socialismo andaluz, tan hombres de estado que son, ven cómo se le acaba el alpiste ahora comienzan a picotearse entre ellos. Algo muy similar a lo que contemplamos en los documentales de la 2 con las hienas: cuando no tienen donde hincar el hocico acaban devorándose entre ellas.