18 junio 2021

ACERCA DEL PRIMER BORRADOR DE UNA NUEVA NOVELA DE TÍTULO PROVISIONAL: UN MENSAJE DESCONOCIDO

Ayer, día 17 de junio, escribí la mágica palabra «FIN» a una de las novelas en las que estoy trabajando, de título aún provisional Un mensaje desconocido.

Esta novela comenzó a fraguarse hace algunos años y pretendía ser una novela corta continuadora del relato de mismo título publicado en mi libro Conversación en la taberna y 41 relatos. Fue creciendo, extralimitando los muros de lo que podría considerarse una novela corta, para convertirse en una de tamaño medio: cuenta en su primera redacción con cerca de 72.000 palabras, que para un libro de tamaño estándar supondría unas 350 páginas. 

Se trata de una novela que aborda elementos sobrenaturales y misteriosos, impregnados de la cotidianidad normal de que me gusta impregnar mis relatos y novelas.

Como es preceptivo, ahora reposará algún tiempo antes de comenzar el trabajo, desde mi punto de vista más importante: la reescritura. 

Me considero un autor que suele ser bastante fiel a la redacción original de un texto literario, pero es inevitable que sufra modificaciones, muchas de las cuales serán importantes. En una primera escritura no es conveniente detenerse demasiado en estructura y posibles incoherencias, así como en un desarrollo no completo de los personajes, entre otras muchas cosas. Todas estos elementos quedan para esa reescritura, que sufrirá una segunda antes de ser enviada a un grupo selecto de escritores cero y, posteriormente, a revisión profesional. Si, finalmente, acaba en una editorial es inevitable que pase por el matiz y filtro de ésta; de lo contrario, si se publica en Amazon de manera independiente, que es como estoy publicando mis últimos libros, ese filtro se detendrá, además de lo que se admita como válido de las sugerencias de los escritores cero, en la revisión profesional a la que será sometida. Un proceso arduo que suelo asumir con bastante tranquilidad. Son pasos muy estrictos y delicados que hay que dar para que el producto literario cuente con la calidad suficiente en el mercado literario. 

Por lo pronto, queda el disfrute de haberla escrito y del que vendrá, junto a grandes rasgos de sufrimiento, en la reescritura. 


17 junio 2021

RELATO: LAS CUATRO ESQUINAS (INCLUIDO EN EL LIBRO PÉRDIDA Y OLVIDO)

Siempre suelo decir que mi creación literaria no bebe de la memoria, y esto es cierto por lo general, aunque no siempre. Por ejemplo este relato sí bebe de aquélla o, al menos, de lo que mi memoria actual conserva. Este relato se titula: 

LAS CUATRO ESQUINAS*


Aunque la taberna Las Cuatro Esquinas no abría hasta las cinco y media de la madrugada, era habitual que Andrés ya tuviera amarrada su vieja mula en la fuerte argolla de hierro incrustada en la fachada encalada, a las cinco. Encendía el tercer celtas cortos y ordenaba mientras abría el zurrón, en el que portaba los aperos de labranza y el almuerzo, que no era más que un trozo de tortilla de patatas que había sobrado de la cena, que su mujer le guardaba, añadiendo si acaso unos trozos de queso en aceite y pan. Sabía que era dado a la comida frugal porque, Andrés, siempre había preferido beber. Es por eso por lo que estaba ansioso y comenzaba a mirar el reloj, cada vez con más insistencia, porque era raro que Manuel abriera la taberna después de las cinco y media. Manuel ya sabía quién le estaba esperando, tras repetirse esa escena casi todos los días, hasta el punto de preocuparse si algún día llegaba a la calle solitaria para abrir su establecimiento, pero no estaba Andrés esperándolo. Por suerte, llegaba a los pocos minutos, mientras él encendía las luces, conectaba la cafetera y abría la otra puerta que daba a la calle más ancha. En varias ocasiones, Andrés no apareció, pero era su mujer, Rosario, la que, sin entrar, asomaba la cabeza a la puerta de la taberna, aún casi vacía, y anunciaba a Manuel que su esposo había pillado la gripe, pero aun en esos días febriles, Andrés sacaba fuerzas de aquel cuerpo pequeño y brioso y acudía a la taberna, a eso de las ocho de la mañana, una hora intempestiva para él. No obstante, eso ocurría muy poco; acaso, un par de veces cada dos o tres años, porque lo habitual era que ya estuviera tomándose su primera copa de anís fuerte a las cinco y media de la mañana, que él mismo se servía, casi siempre, mientras Manuel llevaba a cabo todos esos preparativos para poner el negocio en marcha.

Solía decir a todos los clientes (en realidad, todos amigos), sin dejar la copa en la barra ni un segundo, que esa mañana tenía que regar alguna de sus hazas en la vega, quitar las malas yerbas, escaldar la tierra o abonar, en función de la época del año; y si era verano, mas valía que lo hiciera antes de las once de la mañana, porque después sería imposible, cuando el sol estuviera por encima de su cabeza, abrasándole con los casi cuarenta grados que acostumbraban a marcar los termómetros en aquella parte del sur de la Península. Pero, daban las siete de la mañana, y Andrés aún seguía asido a su enésima copa de anís, viendo cómo entraban y se marchaban raudos todos los campesinos y la- bradores, clientes habituales de Manuel, que tomaban el café de un sorbo y se llevaban dos o tres medidas de aguardiente o coñac, en botellas de cerveza de un quinto de litro. En ocasiones, les pedía a sus vecinos de predio que le fueran abriendo la compuerta de la acequia, para que se fuera regando su haza, que él llegaría en unos minutos. Pero casi nunca llegaba. Y como ya lo conocían, era habitual que sus propios vecinos de finca regaran por él. Sabían que, cuando volvieran al bar de Manuel a tomar unas cervezas o unos vinos, una vez concluidas sus tareas agrícolas, él aún estaría allí; no ya con una copa de anís en la mano, sino con un vaso de vino para el que rechazaba la tapa, y agradecido por la labor de sus vecinos en su haza, los agasajaba hasta cansarlos, no dejándoles pagar ninguna de sus consumiciones ni dejándolos marchar. Incluso, era habitual que alguno más piadoso, acarreara con la mula y la llevara al establo de Andrés, para que el pobre animal no tuviera que sufrir la penuria de las muchas horas atada, dócil y silenciosa, a la argolla de la fachada de la taberna, sobre todo, en los meses del estío. Pero eso se solucionó fácilmente, cuando Andrés cambió la anciana mula, que pasó sus últimos días en un picadero, por una mobylette, ciclomotores eficaces y útiles, que estaban comenzando a llegar al pueblo y que era como una bicicleta con motor. Entonces, ya no había razón para que no pudiera estar en la taberna de Manuel todo el tiempo que quisiera, refiriéndose sin parar, con una copa de anís o un vaso de vino perenne en la mano, a las muchas tareas que tenía que hacer en el campo esa mañana y para las cuales madrugaba cada día.


* Las cuatro esquinas está incluido en el libro de relatos cortos Pérdida y olvido, disponible en Amazon. Puedes acceder desde aquí a la página del libro. Disponible en eBook y papel.


14 junio 2021

«ESO ES MUY MALO SUDANDO»

-¡Eso es muy malo sudando!
Yo dejaba caer el agua de la fuente sobre mi cabeza, mientras escuchaba esa frase de advertencia. Siempre lo hago con temperaturas altas. Nada hay más placentero que estar en la mitad de una ruta de entrenamiento y poder sentir cómo el agua fresca recorre tu cabeza y se desliza a través del cuello apagando el fuego de la alta temperatura. Ese agua se va fundiendo con el sudor y los primeros metros tras reanudar la ruta son también deliciosos al percibir el frescor del agua. 


Estaba en algún punto de la vega y me faltaban unos tres kilómetros para acabar mi entrenamiento y llevaba ya recorridos casi el triple de esa cifra. Eran más de las doce del mediodía y el termómetro en plena ola de calor debía estar en los treinta y cuatro grados, sino más. Por tanto, tenía sentido lo que me decía ese hombre de campo, de edad avanzada y con una sabiduría popular muy certera. Le expliqué que lo era, pero no si se hacía bien: refrescando los centros de refrigeración del cuerpo: nuca, frente y muñecas, y bebiendo poca agua y a pequeños sorbos. Se tranquilizó. «Una vez vi a un corredor que bebió agua y se mareó», me dijo a modo de título de  la explicación. Posteriormente se detuvo y fue más detalloso: iba el hombre por un camino y vio cómo un corredor iba perdiendo el conocimiento, y con esa pérdida el equilibrio, tras beber agua en abundancia en una fuente. La bonhomía del hombre hizo que se acordara de aquel suceso y me quiso advertir. Podía haber hecho caso omiso, seguir su ruta sin más, pero decidió prevenirme. E hizo bien, porque cuando un corredor es novato, cuando hemos sido novatos, cometemos esas imprudencias y, quizá por eso, dejamos de cometerlas cuando somos veteranos. Y así se lo expliqué, asintiendo el hombre con la tranquilidad de a quien se le ha aclarado muy bien alguna duda que albergaba. 
Correr tiene este tipo de cosas; correr cuenta con estas anécdotas humanas y especiales. Es una de las facetas que siempre más he admirado cuando me han ocurrido y es por ello, tal vez, por lo que me empujé a escribir mi libro Corriendo entre líneas, el cual está plagado de ellas, y así las conté (la mayoría de ellas) en este blog con anterioridad a plasmarlas en el libro.
¿Y me preguntáis por qué me gusta correr? Entre otras muchas cosas, por las grandezas que se viven en ruta.

02 junio 2021

UNA SOCIEDAD CADA VEZ MÁS HEDONISTA

 Cuando el virus se cebaba con todo el planeta o eso nos dijeron, llegué a considerar en serio que la humanidad iba a dar un importante vuelco hacia la sensatez, pero me asomo a mi terraza y veo la del bar de enfrente y concluyo que no, que nada ha servido para que el humano hiciera autocrítica. Veo a hordas de gente vociferante ansiosos de consumir, pugnando por encontrar una mesa y sentarse en mitad de la vulgar acera intentando imaginar paraísos que solo tiene en su imaginación. No hay más.


sería injusto si considerara que lo que veo desde mi terraza es el resumen del comportamiento de la humanidad. No en absoluto, porque de ser así estaríamos más que perdidos, aunque es un ejemplo bastante representativo, que se extiende a lo largo y ancho de cualquier punto geográfico, confirmándose que el hedonismo mal entendido ha cogido las riendas de la existencia de muchas personas. Por el contrario, hay gente muy decente que ha sabido tomar nota de la situación del planeta; que ha comprendido que el planeta, como órgano vivo necesita lo que le dimos en los primeros meses del confinamiento. La mala noticia es que esa clase de gente es poca en comparación con la que ha decidido hacer de este mundo una especie de uso tangible, sin importarles el medio ambiente, los animales o, sencillamente, el respeto a los demás.

Los vociferantes de la terraza de enfrente se complementan con los gritos de sus hijos a los cuales les han colocado unos parques infantiles la mar de cómodos junto a la terraza del bar. Y aquí habría que considerar también la ineficacia municipal, el no saber considerar que existen otras personas ajenas con derecho, sencillamente, al descanso o, simplemente, a no estar contaminado de ruído. Ayuntamientos que facilitan el caos.

Y es que la sociedad está a una letra de denominarse suciedad. Una suciedad que creamos los humanos por pensar que somos lo únicos dueños de la creación. Pero para crear hay que tener valores y reflexionar. No es posible ser responsable de nada sin valores y sin reflexión. Ese es uno de nuestros principales déficits. 

Creer que el ser humano, por serlo ya es garante del orden y la preservación del planeta es el principal error (inducido, en mi opinión) que históricamente ha cometido la humanidad. Tras la pandemia o aún saliendo de ella, yo ya tengo claro que la humanidad ha dado un paso atrás, se ha vuelto aún más egoísta e inconsistente, ha interpretado que es posible que el futuro no exista y ha decidido arrojar a la alcantarilla lo poco que vislumbra de él. Lo creo firmemente por lo que observo a mi alrededor. Cada vez interesa menos la reflexión, la lectura, el arte, el silencio o sencillamente una vida consecuente con lo que nos rodea, principalmente, el medio ambiente y los animales. Sí, lo creo firmemente porque lo veo cada día. Pocas personas escapan a ese aciago futuro.



30 mayo 2021

AGOTAMIENTO (DIARIO IDEAL, 30/5/2021)


Hay agotamiento. Los ciudadanos dan muestras de agotamiento en su comportamiento. También las Administraciones Públicas ofrecen lecturas nada disimuladas de agotamiento y se arrojan los trastos a la cabeza las unas a las otras. Las Comunidades Autónomas recriminan al Gobierno central que haya eliminado el toque de queda, dejándolas inermes; y los municipios critican a las Comunidades Autónomas por los cierres perimetrales, que consideran caprichosos. Todo el mundo ya está agotado y la poca luz que se ve al final del túnel provoca que el agotamiento se convierta en ansiedad.
Lo ves en las calles, en las terrazas, en las playas; lo deduces de los discursos de los políticos cuando un día afirman lo contrario de lo que afirmaron el anterior. Todo el mundo está agotado.
Y con ese agotamiento en el cuerpo y en el alma la gente se agarra a lo que puede, ya sea la vacunación o el alcohol. Porque los políticos están preocupados por el excesivo consumo de alcohol que beben los jóvenes, que beben y beben como si no hubiera un mañana. Porque eso es también síntoma de agotamiento. Y de desesperanza. No es nada nuevo, ya se decía en la antigua Roma.
Desesperanza en el futuro, que ya era oscuro antes del virus. Y eso también forma parte del agotamiento. Y si una sociedad da muestras de agotamiento no dispondrá de energía suficiente para afrontar el futuro.
Aunque es posible que el futuro, tal y como lo concebimos, ya no sea más que un producto de la imaginación. Eso ya lo advirtió Henry David Thoreau en su obra Walden al decir que «cuando un hombre reduzca un hecho de la imaginación a un hecho de su entendimiento, preveo que todos los hombres establecerán su vida sobre esa base».
Y es que la clave está en entender cómo saldrá de todo esto la sociedad, es decir, en qué situación quedará el mundo tras una pandemia universal; la primera pandemia universal moderna. Entender si seremos mejores seres humanos o, por el contrario, agotados y desesperados, mucho peores.
Cuando en los primeros compases del confinamiento se alzaron voces sobre lo necesario que era que el mundo se detuviera por un tiempo, mucha gente comenzó a albergar esperanza. No eran voces mesiánicas, sino contrastadas. De gente con discursos serios, con empleos serios, con libros escritos serios, con estudios serios. Gente solvente. Asimismo, los amigos del medio ambiente y de los animales se felicitaban por la vitalidad que estaba adquiriendo el planeta. Incluso las grandes agencias espaciales publicaron fotos con las pruebas de esa vitalidad de la tierra, que parecía sonreírnos desde esas fotos y decirnos: «seguid así, chicos, lo estáis haciendo bien». Animales salvajes se acercaban a los núcleos urbanos y a las costas, y especies que se presumían no existían comenzaron a pasear cerca de los humanos. Fue entonces cuando rebrotó la esperanza. Pero la esperanza no es más que un producto de la imaginación y no del entendimiento. De ahí que durara tan poco.
Porque el sistema no puede detenerse, dijeron los más interesados en que el sistema no se detuviera. No es el mejor sistema, pero es nuestro sistema, justificaron. Y la vorágine de los días, y el confinamiento que no terminaba y las restricciones que aumentaron y las mascarillas que afloraron y la desesperanza en general hicieron el resto.
Creo y creemos muchos que se perdió una gran oportunidad al no saber convertir la imaginación en entendimiento. 
El medio ambiente se ha vuelto más gris y los animales salvajes ya no pasean entre nosotros. 



26 mayo 2021

BARON NOIR (SERIE FRANCESA -HBO, 2016-2020-)

 

QUIENES en su día vimos embelesados aquella mítica serie francesa titulada Braquo, que constó de 32 capítulos a lo largo de 4 temporadas (2009-2016), descubrimos que nuestros vecinos gabachos saben hacer buenas series, además de buen cine (eso ya lo habían demostrado desde siempre).
Reconozco que, desde entonces, no había visto ninguna serie francesa más, pero sí mucho cine. Por supuesto, me arrepiento de no haberlo hecho. Y cuento esto porque hace no mucho tomé la sabia decisión de ver Baron Noir, que emite la plataforma HBO y que consta de 24 capítulos a lo largo de 3 temporadas.
Baron Noir es una serie negra sobre la alta política francesa, que no por ser ficción está alejada de la realidad, la cual seguramente es mucho más cruda de lo que la serie cuenta. Una serie negra, al más puro estilo del "noir" francés, que no se permite ni un minuto de humor (algo habitual en el cine francés, pero no tanto en las series) ni de un minuto de relajación para que el espectador no se despiste y vea cómo su adrenalina va surcando por sus venas hasta llegar a su cerebro, preguntándose constantemente si todo lo que ve ocurre en el mundo real. Pues os diré, amigos míos, que sí, que seguramente sí ocurre; lo sabemos, porque quienes vivimos muy cerca de Francia y compartimos con ellos más valores de los que suponemos y ya sabemos cómo se la juegan los creadores de la Revolución política más importante de todos los tiempos que cambió para siempre la forma de entender poder y hasta el mundo. Nadie mejor que ellos conocen los entresijos políticos y por eso son tan buenos haciendo este tipo de series. 
A diferencia de las series del mismo estilo americanas o, incluso, británicas, Baron noir supone para nosotros, sus vecinos españoles, algo muy familiar, que nos habla con un lenguaje que conocemos porque es común entre nosotros, a pesar de la diferencia de forma política del Estado: el nuestro monárquico, el suyo republicano. Partido socialista francés, de estructura muy similar al español, Unión Europea, Euro, Gran Deuda Fiscal y los ajustes y multas de la UE cuando se incumple, congresos de partido con infinitas puñaladas...
Obviamente aquí no vamos a ver a un Jefe de Estado monárquico, sino republicano, con mucho más poder (en teoría) y más conectado con el gobierno del país, formado por el primer ministro y su gabinete de ministros. En este sentido, sería fundamental que esta serie fuera vista por los muchos republicanos españoles que sueñan por ver convertido su país en una República, entre los que me cuento. Y lo digo no con velada mordacidad crítica sino como aprendizaje de lo que nos esperaría: más poder de partido a cambio de eliminar para siempre a nuestros Borbones, tan corruptibles ellos, que son (vaya paradoja en este caso) de ascendencia francesa. 
No me alargaré más. Tan solo aconsejo a los lectores de este blog que se den una oportunidad y ven Baron noir si les gusta este tipo de series o si les gusta, sencillamente, la trama de alta política existente en cualquier país. Seguramente no se arrepentirán. 

24 mayo 2021

CORRER BAJO LA LLUVIA PARA CURARME

 Los dos última ocasiones en las que el agua ha caído casi torrencialmente en Granada he salido a correr. No se trata de que la lluvia me haya cogido desprevenido corriendo en algún punto remoto de esos caminos de vega que frecuento, sino que he optado por correr con la lluvia ya comenzada. He de reconocer que es mucho más agradable que la lluvia te coja ya en ruta, mucho más que dar el primer paso y que un reguero de agua penetre en tu cuello (porque jamás uso gorro), pero una vez superado ese primer momento incierto e incómodo todo son parabienes y poco a poco te vas mezclando con la lluvia que cae del cielo y con la que pisas en el suelo.

La última vez que lo hice fue ayer domingo, 23 de mayo. Cuando acababa de pasear a mi perro Odín comenzaron a caer las primeras gotas, de las que huimos porque mi perro no es un perro que se lleve bien con el agua en ningún sentido, a otros los ves pasear bajo la lluvia como si nada pasara, pero el mío, no; el mío huye de la lluvia. Así que fue en esos momentos cuando forjé la decisión de correr, cambiarme rápidamente y vestirme con malla técnica larga (porque también era baja la temperatura) y chubasquero. La idea era acumular tan solo ocho kilómetros porque el día anterior había acumulado diez y medio; y aunque estoy saliendo del bache de la lesión aquilea, no es conveniente jugar con el diablo en estas cosas.

Planeé un recorrido en el que había ciudad, asfalto y camino. Sabía que el camino estaría embarrado porque la lluvia era cada vez más intensa, pero aún así, nada me detuvo. Ya no me importaba esquivar los charcos que sí esquivaba en los primeros kilómetros. Ya daba igual, lo importante era sumergirme en ese mundo mágico de la lluvia bajo la épica de los kilómetros. La lluvia fue arreciando poco a poco y es obvio decir que no me encontré a ningún corredor. 

Eso hizo más especial mi gesta, que no es una gesta de héroe, sino una gesta personal. Una opción nacida del libre albedrío que me sirve para congraciarme con el mundo, la naturaleza y conmigo mismo.

Además, ayer era un día que necesitaba resetear la mente porque lo que ahora me interesa no es otra cosa que ir alejándome poco a poco del mundanal ruído, de las cosas que antes tenían un sentido, pero ya no.

Porque la vida es demasiada ingrata; y demasiada corta para desperdiciarla con malos rollos. 

Y correr es el antídoto verdadero. Al menos, lo es para mí.

Tal y como sospechaba, cuando acabé mi ruta, mientras estiraba en la puerta de casa, ya bajo techado, no recordaba cuáles eran esos malos rollos: correr bajo la lluvia me había curado.

¡Gracias, de nuevo, correr!

¡Gracias, de nuevo, correr bajo la lluvia!




19 mayo 2021

SOY CORREDOR (DEL LIBRO CORRIENDO ENTRE LÍNEAS)





Comentaba en algún sitio que lo importante es que llegue el día en el que digas sin fisuras y con convicción espartana: soy corredor. Pero ese momento no llega ni de manera automática, ni como resultado de una metamorfosis mental inmediata. Ese día llega porque así lo has experimentado y así lo sientes como consecuencia de un proceso continuado. Antes de eso, todos hemos jugueteado en alguna ocasión con esa presunción, afirmando en la primera ocasión que se nos ha presentado: 'soy corredor'; probablemente porque haciéndoselo saber a nuestros interlocutores nos reafirmamos más en ese papel que anhelamos. En otras ocasiones, cuando aún estamos en esa fase indiciaria previa a ser corredor, nos hemos acercado a alguna tienda especializada y nos ha elevado sobremanera vernos inmersos en viva charla con otros corredores que sí lo son. Hemos preguntado por una marca y modelo de zapatilla técnica y cuando nos ha sido entregada, nuestras cejas se han enarcado como queriendo transmitir criterio y conocimiento acerca de la mercancía solicitada. Incluso, es posible que a la primera de cambio nos hayamos sorprendido intercambiando opiniones sobre carreras que, en algunos casos, no hemos corrido pero que pretendemos hacerlo en breve. Hemos escuchado a dos corredores hablar de la última maratón en la que han participado y en nuestro fuero interno nos hemos sincerado con nosotros mismos diciéndonos que aún estamos lejos de esas metas.
En otras ocasiones hemos acudido a comprar algún producto idóneo a algún herbolario, de esos que a veces solemos comprar los corredores, y no hemos dudado un segundo en decir al dependiente o dependienta que nos dedicamos a correr. O, incluso, en ese afán de convertirnos en corredores rápidamente hemos sido presuntuosos con nuestra delgadez cuando alguien nos ha comentado que nos ve más delgado. 'Es porque soy corredor', solemos responder. Son fanfarronadas inocentes e útiles que ayudan a crecer, como siempre mantengo.
Y qué decir cuando nos hemos ido apartando de manera voluntaria de fastos y farras, ante la extrañeza de nuestros amigos o pareja por nuestra decisión de prescindir de aquella fiesta o esta boda, esbozando una sonrisa, al tiempo que diciendo aquello de que 'no voy a ir porque no bebo y, además, me es muy molesto el humo del tabaco. Es más, mañana tengo que entrenar'. Y eso no es ficción, ya que a todos los corredores (o a casi todos) tarde o temprano nos ocurre. Un conocido mío, gran corredor, incluso pactó con una hermana si habría sala de no fumadores en un evento familiar.
Y también ocurre otro tanto con las comidas. Lo perciben tus compañeros de trabajo en los desayunos o en las cervezas del mediodía. Del suizo mixto que pedías habitualmente pasas a la media tostada de pan integral con aceite; y del tubo de cerveza pasas a la cerveza sin alcohol. Y claro, ellos que aún no saben que corres de manera cada vez más regular acaban por preguntarte el porqué de tus nuevos hábitos alimenticios.
Y toda esa travesía del desierto es la que, sin tu saberlo, paso a paso, te va convirtiendo en corredor, así que cuando ya lo eres todos esos hábitos inusuales, que quienes te rodean a veces censuran, son tu mejor carta de presentación. 
Es con el movimiento, la dedicación y el ejemplo cuando todos comprenden y acaban por respetar que eres corredor, con todo lo que eso conlleva.

ESTE LIBRO ESTÁ DISPONIBLE EN VERSIÓN DIGITAL EN AMAZÓN EN EL SIGUIENTE ENLACE: 






14 mayo 2021

ESCRIBIR ¿PARA QUÉ?

¿Por qué escribimos los que escribimos?  ¿Pretendemos hacernos famosos? ¿Vivir de la literatura? ¿O, sencillamente, escribir es nuestra rendida vocación?

Nada de eso. O, al menos, nada de eso encaja en mi concepción de escribir.

No hace mucho, me planteé no seguir escribiendo, pero al poco caí en la cuenta que lo que no quería, por ahora, era seguir publicando, en un mundo en el que cada vez es más difícil vender libros, mucho menos si no son de un género demandado, que no son muchos: histórica, thriller, romántica y poco más, y todo eso si hablamos de géneros literarios, porque no haré referencia a otro tipo de seudoliteratura, de libros que se venden como churros porque lo firma un alguien determinado con mucha hondura mediática, pero carente de talento literario. 

Sin embargo, no me refiero a nada de eso. Me refiero a gente normal que escribe y que lo hace, casi siempre, de manera independiente, como es mi propio caso. Y que, además, no frecuenta ninguno de esos estilos, sino otros que salen de mi propia concepción de la literatura, historias o libros que me gusta escribir porque sí, sin ataduras ni directrices del mercado. A eso me refiero.

Y por eso decía que confundí no escribir más con no publicar por ahora; y mucho menos me interesa vagabundear por las redes sociales para que compren mis libros, ni decir cosas que puedan parecer interesantes para captar lectores. Nada de eso. Yo no sé hacer eso, pero tampoco quiero. Mis lectores son los que son y serán los que serán, nada más. Y a estas alturas, ya sé quién no me va apoyar jamás, por muy cercano que esté a mí. Lo realmente emocionante es que un buen día entres en Amazon y compruebes que alguno de tus libros ha sido descargado o leído (que no es lo mismo), en algún lugar del territorio donde opera Amazon Estados Unidos, Amazon México o Amazon Alemania, o cualquier otro lugar. Eso sí que es emocionante. Y lo es porque sabes que quien está comprando tu libro es alguien que no sabía segundos antes que tú existías (y sigue sin saberlo) y tan solo le interesó la temática o el argumento del libro, que es lo que realmente debe de existir para el lector. Eso es muy emocionante, pero tampoco tiene nada que ver con escribir en un sentido puro.

Siempre he concebido la literatura como algo muy relacionado con el libre albedrío y la libertad de elegir. Cuando comienzo a leer una novela, al margen de los autores que tengo como referencia, jamás veo la biografía del autor, previamente. La leo sin más, porque no busco que ese autor me impresione ni saber qué ha hecho o está haciendo con y en su vida. Simplemente busco que su novela, su libro me diga algo, me llene, y que esa lectura me haga descubrir buena literatura y si es novedosa, mucho mejor.

Y por eso, tras reflexionar un buen rato sobre ello, decidí que iba a seguir escribiendo porque estaba confundiendo los conceptos. 

Escribir siempre. 

Como algo que nace del interior, a pesar de que no soy el tipo que piensa que me moriría sin escribir, como muchos dicen, nada de eso; ni que escribir sea para mí el aire que respiro; el aire es aire, que es una sustancia invisible y vital que necesitamos para vivir, y escribir es otra cosa: algo que nos gusta y nos reconforta, pero nada más.

INVENTANDO HISTORIAS

Me he inventado muchas historias a lo largo de mis años como escritor. Historias cortas e historias largas, y es eso lo que siempre me ha gustado hacer: inventarme historias, esa es la esencia de escribir. 

Y como no me gusta demasiado el mercado editorial, me da una pereza enorme enviar manuscritos a no sé quién para que los publique; no, no tengo paciencia para eso. Ni la suficiente energía (que nace de la paciencia). Y por eso me convertí en un autor independiente.

Esto que escribo no es mi credo, pero sí parte de él. O no, nunca se sabe. 

UN NUEVO PROYECTO ARRIESGADO

  Tras acabar mis dos últimas novelas, Donde los hombres íntegros y Mi lugar en estos mundos , procesos ambos que me han llevado años, si en...