Tal vez influenciado por la vasta presencia de películas basadas en el Imperio Romano, decliné en un primer momento ver esta película porque pensaba que podría ser más de lo mismo. Pero no, la visión que se ofrece del genio guerrero romano es muy otro porque existe una visión alejada de la que nos acostumbra a ver el cine de Hollywood cuando se trata de este tipo de películas. Y esa visión viene de la mano de Neil Marshall, un joven director británico, que como tal ha intentando poner cierto orden y reparo en cuanto a la grandilocuencia de la mítica 9ª Legión romana, que pasó a la historia por ser la más inmisericorde y dura.
El cine nos acerca a la historia. En ocasiones busca narrar sucesos reales y en otras hace una recreación sobre lo que debió suceder. Y ha sido precisamente el cine el que nos ha mostrado lo mejor -casi siempre- y lo peor de Imperio Romano y sus batallas. Eso ya nos lo sabemos. De memoria. Por tanto, esta película protagonizada soberbiamente por el ahora muy mediático actor alemán Michael Fassbender es interesante tanto por lo que cuenta como por cómo lo cuenta, porque es muy probable que la historia se manipule o se malinterprete, pero los hechos rebelan -y lo destacan la cultura de los pueblos, su idioma, su derecho...- que no siempre la enorme y sofisticada maquinaria de guerra romana consiguió su objetivo de colonizar toda civilización que fuera encontrando por el camino. De hechos, las hordas salvajes del norte de Europa fueron mucho menos permeables y más resistentes a la bota romana y gracias a esa contumaz resistencia todos los europeos no hablamos una lengua de origen latino ni todos tenemos un derecho de origen romano. Por tanto, que el cine nos muestre estos elementos del pasado es de agradecer.
Aconsejable ver esta película por esa particular visión pero también por su ambición en cuanto a casting y exteriores. En ese sentido, que nadie se pierda el making of porque es soberbio.