30 noviembre 2008

NUEVA ENTRADA PROYECTO FLORENS: LA PRIMERA CARRERA DE X.


Bueno amigos, ya tenía ganas de incluir en este nuevo blog una entrada del Proyecto Florens, que como sabéis los más antiguos del lugar es un proyecto a cuatro manos con mi buen amigo Jesús Lens y que compartimos a través de nuestras dos bitácoras.
También los más antiguos del lugar, os acordaréis de X. Aquel tipo que sin nada que ver con el mundo del correr, totalmente alejado de hábito deportivo alguno, aficionado a los bares y nada dado a llevar una vida sana, un buen día, influido por el frutero del barrio, decide correr. Claro, toda esa metamorfosis produce un cambio, además de en él, en su vida, como pudimos comprobar en su X quería correr que publiqué en el fenecido Diario de un Corredor, y que podéis consultar para refrescar la memoria, o sencillamente si jamás llegasteis a leerlo.

Ahora os dejo con esta nueva entrega del Proyecto Florens, que consisten en nuevas peripecias en el arriesgado camino de nuestro X hacia la búsqueda de la idoneidad atlética.


LA PRIMERA CARRERA DE X

(o X tiene un problema)

Cuando llegó a casa tras hacer por primera vez 15 kilómetros de manera ininterrumpida no podía afirmar si estaba pletórico de felicidad o si por el contrario su debilidad le producía alucinaciones. Sin capacidad para resolver esa duda, y por si la solución se hacia esperar, casi instintivamente abrió la nevera y seleccionó la cerveza más fría. Curiosamente la mejor opción al tacto consistió en una sugestiva Voll-Damm, doble malta, su preferida, que se encontraba junto a una estimulante 1925, que comenzaba ya a mostrar síntomas helados a tenor del envolvente vapor frío que suele adherirse a su vidrio verde y envejecido. Tomó un sorbo largo e inmediatamente sintió un sudor frío, acompañado de una ligera sensación de flaqueza en sus piernas. Intentó restar importancia a esos síntomas y se sentó ante el reciente ordenador que había comprado, principalmente para poder conectarse a Internet y visitar páginas relacionadas con el correr y blogs de corredores. Pero se sintió mal nada más sentarse. Conchi, que seguía sin asumir que X se dedicara a perder el tiempo de aquella manera, primero corriendo y posteriormente sentándose ante el ordenador horas y horas, que además había costado una pasta, sufría -según sus propias palabras- directamente todo aquel radical cambio de vida que había experimentado su esposo desde que comenzó a correr, hasta el punto de percibir que se estaba desorientando el aparentemente estable y tácito equilibrio que existía entre ellos antes de iniciar X su nueva vida. Estaba realmente desesperada y se sentía francamente desgraciada por ser víctima de bromas y sarcasmos de familia y amigos. Y todo por aquel incomprensible capricho de su X. No podía evitar pensar que lo había perdido. Para siempre. Mientras pensaba en ello, comprobó cómo pasó su esposo raudo por el pasillo en dirección al cuarto de baño. X, lógicamente, intentó no quejarse de nada que pudiera perturbar aún más las opacas entendederas de su esposa que, curiosamente, apenas se enfadaba cuando llegaba a casa pedo perdido, a altas horas, del bar de Camilo, en compañía de sus amigotes, es más, aquellas situaciones le hacían una gracia infinita y lo comentaba con sorna, asomándole cierto orgullo de satisfacción cuando se lo contaba a sus amigas a la mañana siguiente mientras tomaban café y fumaban un cigarro. Añoraba aquella época, cuando X aún era normal. Sin embargo, desde que corría le arrebataba siempre un monumental enfado. Hábito incomprensible de todo punto ya que su esposo además había dejado 10 kilos y todo el mundo –incluida su madre, mujer de amplias proporciones- sostenía que parecía mucho más joven, y eso no podía significar otra cosa que un asunto de faldas. Mientras, X sabía que su mujer se había convertido en su mayor enemiga. Mucho más que Luís, su mejor amigo, que reticente como un burro, probablemente pudiendo más la gratitud y la amistad, había llegado a admitir que X le acompañara al bar de Camilo, aunque no probara ni un solo combinado, y se conformara tan sólo con aquélla cerveza de cristal verde, que casi costaba como el cubata. Sólo cerveza. Luís, salía como siempre pedo perdido, aferrado a sus cuitas, aullando sus frustraciones, apoyándose en el ya delgado hombro de X, y todo el mundo tan contento. Lo de siempre. Es lo que siempre habían hecho, si bien en el pasado el apoyo tenía que ser mutuo para que se compensara la pérdida de la verticalidad de ambos. Esa había sido su adolescencia en el pueblo y de esos materiales se había configurado la amistad entre ambos, una amistad sincera, pensaba X, pero que ahora se ponía a prueba, de manera definitiva.

X intuía que su existencia le cambiaría enormemente cuando se dedicara a correr de manera regular. Sabía que sus hábitos de toda la vida eran totalmente incompatibles con su nueva actividad. Que su entorno familiar, sus amistades, se resentirían de manera extraordinaria y que en ese camino arduo y espinoso, muchas de las cuestiones que se habían convertido en sólidas murallas de convicción, se derrumbarían como naipes en cuanto se calzara las zapas. Intentaría hasta que fuera posible simultanear algunos de los hábitos antiguos, pero pronto descubriría que serían muy pocos los compatibles. Tarde o temprano habría que asumirlo. Pero era esa su decisión. Probablemente la primera que por sí mismo había tomado en su vida.

De hecho, su primera carrera, sería el siguiente domingo. Una carrera de 13 kilómetros, ante la que se mantenía nervioso e ilusionado como un chiquillo. Una carrera que le había anunciado su mentor en materia atlética, su amigo el frutero, aquel tipo saludable y enjuto que le servía la fruta y siempre mantenía una sonrisa en su rostro. Pero X sabía que aquella carrera sería decisiva en muchos aspectos. Podía ser el comienzo de una nueva vida, al tiempo que, probablemente, el final de otra. Resulta que el día anterior, sábado, se celebraba la boda de Dieguito, el sobrino adorado de su mujer.

Desde hacía varias semanas toda la familia y los amigos, estaban calentando el ambiente: la cena que se iban a dar, las copas que se iban a tomar. Pero, claro, no había que culparles: es lo que habían hecho juntos toda la vida, con él a la cabeza. En todo caso, el culpable único era X. Él era el que realmente había elegido un camino distinto. Los demás, dentro de su error, eran totalmente coherentes con su vida, con su pasado, con su presente y con su futuro. Nada había que objetar en su comportamiento. En todo caso el que había cambiado la trayectoria no era otro que X. Él era el intruso.

Había logrado escabullirse de la grandilocuente despedida de soltero la semana anterior, excusando su asistencia por un fingido catarro, excusa que pudo arruinar amistad y familia, toda vez que cuando salía a entrenar el domingo a las 8 de la mañana, casi se cruza con los invitados de la despedida, que venían canturreando soeces coplillas incomprensibles. Pero aquella boda podía ser para X todo un drama, y lo que es peor: no sabía como evitarlo. Llegado el ágape, intentó guardar las formas, buscando la manera de irse justificadamente a la cama a una hora prudencial, que coincidía plenamente con la hora en la que los amigotes y la familia comenzaban a descorchar champán como aperitivo previo a las copas en la barra de la discoteca al aire libre del restaurante.

Conchi estuvo durante todo el tiempo escoltando literalmente a X, advirtiéndole mientras le pellizcaba en la cintura que no se le ocurriera irse, que era la boda de su sobrino predilecto, no vayas a lucirte como vienes haciendo últimamente.

X miró a su alrededor y no atisbó al frutero, muy amigo de la familia. Aquel individuo había sido, en opinión de Conchi, el que había creado todo el conflicto, una especie de alcahuete que había logrado que el correr sedujera a su X. Y para colmo su amigo frutero había tenido toda la sangre fría necesaria para no acudir a la boda, excusando cualquier cosa. Sabía que a estas horas ya se encontraba durmiendo, descansando para intentar mañana en la carrera de 13 kilómetros correr por debajo de los 4 minutos y 10 segundos el mil. Qué envidia. Tan evidente era la imagen de sus pensamientos en su rostro que Conchi soltó un fuerte suspiro y se levantó enfadada de la mesa, justo en el momento en el que Luís lo arrastraba literalmente a la barra, mientras comenzaba a tronar una abominable pachanga de canciones populares. La suerte ya estaba echada. Ahora ya daría igual que se quedara o que optara por marcharse. Así que, decididamente se marchó asumiendo todas las consecuencias. ¿Tan fuerte era su determinación?

19 comentarios:

  1. El pobre X !!! No sabe la que se le viene encima. No veáis el otro día una pelea con una amiga por estos temas. Ya os la contaré.

    Alter, perfecto ejemplo de lo que supone convertirse en corredor. Es más, mucho más que sólo hacer ejercicio. Pienso. Es como decía en la columna del viernes, ver la vida de otra forma.

    Excelente continuación de la historia de X, que va más allá de lo puramente deportivo. De diez.

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  2. Ahí estamos de nuevo con X, Alter. El hombre cada vez con más problemas. Y es que es lógico: el cambio ha sido radical. Una nueva entrada para nuestro proyecto, que celebro te haya gustado.

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  3. Como esta entrada la lea mi chica, me va a decir que estais hablando de mi. Jajaja, Pero gracias a Dios mi chica, salvo alguna "puntaita" es muy comprensiva sobre mi obsesión por el deporte.
    Enhorabuena. plas, plas, plas, plas.. y por favor que siga el Sr.X con sus aventuras.
    Saludos Aleandro.

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  4. El famoso X, ahí está sacrificando una vida social muchas veces vacía y absurda por una actividad saludable y gratificante. Grande X por su determinación. Muy buena entrada Florens. Un saludo

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  5. Que grande Jose Antonio!!! hay que alabar a las acompañantes eternas sufridoras...soportarnos a veces tiene mas merito que correr...

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  6. José Antonio, has escrito un relato tan real como la vida misma. El pobre amigo X, además de dejar una vida de malas rutinas, alcohol y degradación, al final resulta que tanto su mujer como la mayoría de sus allegados lo ven con malos ojos y él se observa así mismo como un incomprendido.

    Creo que todos podemos ver similitudes en X. Yo conozco a un tal "A", que le gusta mucho la Voll-Damm, pero también le gusta hacer deporte (sobre todo una mezcla de andar y correr) y cada día se encuentra mejor. Ahora hace -incluso- hasta 12 kms. en algunas ocasiones. A mi amigo "A", también lo observan como un bicho raro.
    Pero ¿ quién es el más raro en todo esto ?

    Muy buen y reflexivo relato amigo.
    Saludos deportivos. Toni Sagrel

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  7. Gracias Aleandro, jeje. Yo creo que "nuestras" todas, se vean a ver identificadas, no digo con Conchi, que es insensible como una piedra, pero sí en cuanto a cierta incomprensión hacia nuestro hábito. Seguirá x contándonos sus andanzas.

    Victor, en ese X nos vemos reflejados, en parte, todos nosotros. Un día decidimos llevar una vida más saludable y eso tuvo sus detractores-as.

    Paco, sí ellas son sufridoras, pero a Conchi la vemos claramente afectada. A ver cómo acaba nuestro X, jeje. Gracias amigo.

    Toni: X podríamos ser todos: con sus incomprensión alrededor, sus supuestos seres queridos que no quieren que se escore al lado sano ¿ es curioso verdad ? Se supone que nuestros seres queridos querrían que estuviéramos más sanos y felices. A ver cómo acaba este hombre, que ha dado un giro de 360 grados a su vida.
    Gracias por tus palabras y confío que el correr entre completamente en tu vida. Ya sabes, tienes un grupo verde esperándote. Saludos.

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  8. Bueno, bueno, celebro el retorno de Mr.X. Ese hombre. Excelente metamorfosis, sobre todo porque sabiamente has mantenido un estrecho vínculo con el pasado: el vidrio verde. Y es que en la mezcla, en la integración, está la sabiduría, jeje. ¡ Viva correr y el vidrio verde! Y menos mal que nuestras "Conchis" son más comprensivas...

    Enhorabuena por la entrada!

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  9. Javi, nuestro X nos dará muchas satisfacciones, pero tendrá que solucionar con su "Conchi" sus cuitas. Pero tiene una determinación inquebrantable. A ver por los derroteros que lo llevamos en los próximos capítulos. Gracias amigo.
    ¡ Deseando ver ya las Brooks !

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  10. Las Brooks ya abandonaron Obama Land y vienen de camino, dispuestas a ser quemadas y maltratadas por sus dueños.

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  11. Esto se pone interesante. Enhorabuena por la entrada. Poco que añadir a la peripecia de X y al rechazo que suscita en sus allegados. Igual está un poco exagerado. Igual no. En cualquier caso, la exageración ayuda a que el mensaje se entienda perfectamente. Me ha gustado mucho la intriga de qué ocurriría en la boda. Según leía, pensaba que nos dejarías con la incógnita, con X acercándose a la barra y sin saber aún si escabullirse o quedarse. Seguiremos pendientes. Ahora toca la crónica de la carrera.

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  12. Manolo, te aseguro que conozco situaciones casi calcadas a las vividas por nuestro X. Sin ir más lejos, hace poco, un compañero de entrenos almerienses, ante una cita ineludible -una boda, fue a regañadientes y acabó con una bronca tremenda por parte de su mujer (que, claro, quería prolongar la fiesta), pero él se largó dejándola allí. Al día siguiente tenía una media maratón (1h 26'). Le ha costado casi un mes de rechazo matrimonial e incluso familiar, pero él sólo habla de lo maravillosa que fue su carrera.
    ¡Ah! Y en la boda cambió el entrecot a la pimienta por una ensaladita y un poco de jamón serrano, jeje. Una copita de vino y agua. Y marchando.

    Creo que esos personajes se proyectan en personas en muchos entornos, pero sobre todo, como bien cuenta la historia, en pueblos, donde los amigotes se tornan en implacables enemigos, incitadores de la vida malsana.
    No puedo dejar de sentirme un poco-bastante identificado con X.

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  13. X, un poco de todos por aqui, a veces gana X' y con igual satisfacción

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  14. Un momento, un momento. Tampoco se trata de ponerse integrista y sacrificarlo todo por el correr. Es decir, una bronca familiar con la novia/mujer, etc. tampoco es para estar contentos. Creo que, como en todo, se trata de encontrar el punto medio y no pensar que estamos en posesión de la verdad solo porque correr sea más sano que trasnochar en una boda. Tiene que haber un poco de todo en la vida y nunca hemos de olvidar que somos 'populares'.
    Que igual que muchas pueden ir diciendo por ahí "dejé a mi marido porque prefería estar con sus amigos de marcha a ir al cine conmigo", otras pueden empezar a decir "dejé a mi marido porque prefería una tirada larga o unas series a ir al cine conmigo".
    Y donde se ponga un entrecot ¡que se quiten las ensaladas!

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  15. Por supuesto, Manolo! Pero si te doy toda la razón! Cuando me contaba la anécdota de la boda, no pude evitar mirarlo con una cara un poco rara, porque desde luego vi una clara obsesión en su actitud. Hay que equilibrar, por supuesto, todo en su justa medida.
    El problema, creo yo, es que la tendencia de X del pasado era la de la barra de bar y simplemente en los primeros momentos, cuando te inicias en la vida digamos, sana, una invitación a una copa puede suponer una tentación. Pero viva el término medio, si no soy yo el más apropiado para defender la integridad atlética, jeje.
    Yo tampoco diría que no a un entrecot en una boda.
    SALUDOS

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  16. Hay que cuidarse... lo justo. Siendo populares, no hay media maratón que justifique una bronca (gorda) con la parienta, igual que no hay boda que deba suponer, por ejemplo, renunciar a la Maratón de Nueva York.

    No sé si me explico...

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  17. Javi, Manolo, Mario, Jesús..de eso se trata, de que nuestro amigo X vaya recorriendo los vericuetos del correr. Ahora le va a costar cambiar de vida, porque ya tenía una propia, pero si eso es lo que quiere tiene que luchar. En mi opinión, nuestro amigo X está siendo un poco exagerado, como bien dice Manolo, pero es cierto que debe generar esa impronta en sus amistades y familia para que vean que va en serio. A ver como acaba con Conchi. Atentos a la tercera entrega, jeje.

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  18. Es cierto que te miran mal por ser corredor. La gran mayoría de las veces que no me identifico con lo que me rodea y es por ello por lo que me encuentro "ausente", pensando en esas malas o buenas sensaciones que he tenido en mi última carrera, o porque no, en esa próxima hora de correr que me espera.
    Celebro al fin estar conectado, leer entradas como estas, las echaba muy, muy de menos...
    Saludos

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  19. Algo nos faltaba Paco: tus comentarios. Gracias y bienvenido.

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Sin tu comentario, todo esto tiene mucho menos sentido. Es cómo escribir en el desierto.

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