15 septiembre 2010

CRÓNICA DE UN ENTRENAMIENTO




Muchos, antes de dormir, cuentas ovejitas. Pero el corredor -que suscribe- suele relajarse visualizando el entrenamiento que ha hecho ese día o si no lo ha hecho, el circuito que hará el próximo día. Así que la noche anterior buscaba el sueño visualizando el circuito que haría a la mañana siguiente. Pero no tenía claro qué circuito haría. Había hecho uno por la Vega hacía dos días y le apetecía cambiar de recorrido. Podría subir desde Pinos Puente al Pantano Cubillas y luego volver, pero eso le supondría hace casi diecisiete duros kilómetros y no estaba seguro de querer hacerlos (el corredor aún no sabía que la realidad luego se impondría), así que una opción excelente podría ser volver a un circuito últimamente muy olvidado aunque duro: el que conduce a Tiena. Dejaría el coche junto a la tapia principal del campo de Fútbol de Pinos Puente e iría calentando motores por el camino de asfalto, que tras pasar por los dos cementerios -el viejo y el nuevo- de la localidad enlazaría con el camino asfaltado que junto a las instalaciones de tenis del club privado de la localidad, (al cual fue invitado a pertenecer, pero el tenis nunca ha sido su obsesión) desemboca en la carretera comarcal que conduce a Búcor, en primer lugar y posteriormente al Cortijo de Enmedio, Tiena, Olivares -e incluso hasta Moclín y Colomera-.
Nada más penetrar en esa maltrecha carretera el corredor observa que está en obras. Y ahora recuerda que la última vez que pasó por allí fue en bicicleta y las obras ya estaban comenzadas pero mucho más allá, más cerca de Tiena que de Pinos Puente. Por fin alguien ha tenido la genial idea de reformar esa vieja carretera.
Las obras para nada debían ser un obstáculo para el corredor, todo lo contrario: si se evita el tránsito de coches él podría correr a sus anchas, por medio de la carretera que es lo que siempre le ha gustado, pero que casi nunca ha podido hacer. Sin embargo, algunos coches entran sin que el corredor se explique cómo, lo que hace que desista de ir demasiado tiempo por mitad de la carretera.
El día es claro y se presume que será soleado y caluroso, así que más vale no permanecer hasta más de la once por esas secas carreteras. Todo dependerá del número de kilómetros que desee hacer esa mañana.
En principio no lo sabe. Lo único que sabe es que volverá por el mismo lugar, por lo que bastará con multiplicar por dos los kilómetros que haga en la ida.
Cerro de los Infantes

Nada más comenzar la ruta en la carretera -apenas kilómetro y medio desde que saliera junto al campo de fútbol- el correr tiene ante su vista uno de sus lugares favoritos: el Cerro de los Infantes, así denominado porque en él fueron abatidos dos importantes infantes: el Infante Juan de Castilla, hijo de Alfonso X el Sabio y el infante Pedro de Castilla, hijo de Sancho IV, el Bravo, cuando ambos comandaban las tropas castellano-leonesas en su incursión por estas tierras, por entonces, bajo el dominio del Sultán Ismail I, de Granada. Corría el año (del Señor) 1319 -en concreto el día 25 de junio de ese año-. Si bien, ese hito histórico documentado fue importante, no se puede negar que esa zona es mucho más conocida por haber dado abrigo a una ciudad íbero-romana denominada Ilurco, según los expertos con los que el corredor pudo hablar en sus tiempos de Concejal de Cultura y cuyas inscripciones decoran la sala de entrada del Museo Arqueológico de Granada y a cuyo lugar he de llevar (al Cerro de los Infantes, no al museo) algún día -porque se lo tiene prometido- al escritor granadino José Luis Serrano cuando éste se lo pidió al corredor.

Media luna de <span class=

Contemplar esa zona -ahora a la izquierda del corredor- junto al río Velillos mientras se corre hace que transcurran los kilómetros sin apenas percibirlo hasta llegar a otro lugar no menos bello: la Media Luna de Búcor, obra civil árabe que aún sigue conservándose a pesar de los pesares.
En la curva que hace la carretera junto a este monumento arquitectónico el corredor se encuentra ya las primeras máquinas que están levantando la carretera hasta convertirla en un polvoriento camino. El corredor agradece que desaparezca el asfalto aunque sea por unos metros, pero no sabe qué se encontrará más adelante aunque ya ve mucho movimiento al fondo. Un poco más adelante le tranquiliza ver que un coche viene en dirección contraria.
Sobre el kilómetro tercero, la carretera serpentea y se convierte en una especie de tobogán, volviendo a romperse de nuevo por mor de las obras a la altura del bucólico cortijo de las "Dos Hermanas", en cuyo lugar -dicen- se celebran las mejores nochebuenas de la zona y a las que siempre ha estado invitado y nunca ha ido. Ahora sabe que ya nunca irá porque no le interesa en absoluto celebrar las nochebuenas -ni casi nada- fuera de su hogar. Sin embargo, la visión de ese cortijo, encerrado entre olivos y plantas ornamentales le es siempre grata.
Al final de la cuesta -no demasiado pronunciada- de ese cortijo, como suele ser habitual, comienza un descenso desde el que ya se atisba el cortijo de Búcor, que en su momento fue una pequeña población y que ahora no lo habita nadie de forma permanente. El corredor mira su Forer y comprueba que ya está cerca del kilómetro 4 y que las obras están a esta altura en su punto más álgido.

Sierra de <span class=

No sospecha de hasta qué altura hasta que no enfila la larga recta que conectará un par de kilómetros más adelante con el Cortijo de Enmedio, ya en la frontera con el municipio de Moclín. El ruido y el ajetreo de máquinas y obreros le avisan que ese lugar será de difícil tránsito cuando comprueba que un gran tajo rompe por completo la carretera.

- Se puede pasar- pregunta el corredor a un obrero.
- Sí, los turismos están pasando por los olivos- responde el hombre con amabilidad.

Así que tras correr unos veinte metros en falso, confundiéndose de carril, acaba por lanzarse por un pequeño balate para conectar con el carril que se adentra entre los olivos, siguiendo las huellas de los coches que ya han pasado por allí.
El camino entre los olivos no tiene mal piso pero es completamente asimétrico e inclinado hacia la izquierda -en la vuelta se compensa-, pero impide que el corredor tenga que dar la vuelta, algo que no le apetecía en absoluto porque aún no llevaba ni cinco kilómetros.
Vuelve a la carretera porque a partir de ahí se acaba la obra y comienza una nueva carretera recién arreglada pero mucho más dura en su orografía. Ahora, la opción será si llegar hasta el cruce de Tiena -y de Olivares- y volver; o bien, seguir hasta Tiena -u Olivares-. Todo dependería de qué kilometraje se marque hasta dicho cruce.
Un poco antes de llegar al cruce el corredor ve un coche aparcado a la sombra de un árbol y dentro un operario de las obras de la carretera enfundado en un mono amarillo, seguramente indicado para trabajar de noche si fuese necesario. El corredor llega hasta el cruce y comprueba que el Forer acabar de marcar el kilómetro ocho en un tiempo de 41 minutos y con unas pulsaciones de 144 latidos por minuto. Por tanto, se ve bien para continuar y el calor aún no acecha todavía. Son las diez y diez minutos de la mañana.
Pero acechará en breve, así que bajo un árbol orina y comprueba que ese par de minutos bajo la sombra demuestran que el sol ya está atacando fuerte. Abajo, al fondo ve las primeras casas de Olivares, población que está a apenas dos kilómetros perteneciente al municipio de Moclín al igual que Tiena, pero decide visitarla en otro lugar. Así que se da la vuelta consciente que le darían más de la once en ruta.
El corredor no tiene sed, pero comprueba que el trabajador del mono amarillo continúa aún allí y hacia él se dirige:

-Hola, ¿tienes agua? -le pregunta tuteándole el corredor, porque es joven.
-Si, pero está helada- contesta el joven.

Efectivamente, la botella apenas tiene agua porque es casi una pieza de hielo. Se nota que el joven la mete en el congelador toda la noche para que se mantenga fresca el resto del día.

-Mejor -dice el corredor y toma un trago-.
-Ésta es nuestra gasolina -continúa diciendo el corredor para dar un poco de conversación-, además me quedan aún ocho kilómetros.
-Y porque aún no hace demasiada calor -dice el joven, quedándose indiferente cuando escucha lo de los ocho kilómetros. Se ve que no ha corrido nunca.
-Adiós y gracias.
-Adiós. De nada.

Con esa gasolina en el estomago el corredor sigue su curso que ahora es favorable ya que hay una ligera bajada, lo suficiente para ir cogiendo fuerzas que, aunque aún no perdidas, irán desapareciendo poco a poco.
El corredor vuelve de nuevo a la zona de obras y dobla hacia el camino de olivos. A los pocos metros, superada las obras y las máquinas, vuelve a salir a la carretera, pero comprueba que ese desvío le ha cansado las piernas más de lo esperado. Así que decide bajar un poco el ritmo hasta subir la cuesta que hay nada más pasar Búcor. Inmediatamente comienza otra pequeña bajada, pero ya se ve con fuerzas suficientes para subir algo el ritmo y correr durante varios kilómetros entre 4'45'' y 4'55'', manteniendo las pulsaciones en torno a las 150 ppm.
El corredor va tranquilo y no demasiado cansado, así que va pensando en sus cosas. Mira el Forer y comprueba que ya lleva casi 14 kilómetros, es decir, que está a dos kilómetros de la llegada. No siente ansiedad por llegar porque va cómodo, pero sabe que la entrada a Pinos Puente es a través de una cuesta algo dura y que el calor va acechando. No en vano ya son más de las 10,30.
Sube la cuesta y ya ve ambos cementerios en un hondonada y a continuación las tapias más septentrionales del campo de fútbol. Ya sólo le queda hacer lo que hace siempre: apretar para llegar a su destino a un ritmo inferior a 4'30''.

11 septiembre 2010

MUCHO QUE CORRER

Media Maratón JaénNORMATIVA CIRCUITO GRAN PREMIO DE FONDO DIPUTACION-CRUZCAMPO 2010Media Maratón Granada



Mucho por correr en los próximos meses. Medias maratones, principalmente. Y es que, en principio, apetece correrlas todas pero hay fechas muy próximas y aunque es muy recomendable hacer cada semana una tirada de 21 kms., no lo es tanto competir en esa misma distancia. Porque, por lo que sé, entre la Media Maratón de Jaén y la Media Maratón de Granada tan sólo dista una semana -31 de octubre y 7 de noviembre, respectivamente, si no recuerdo mal-. Por tanto, entre estas dos hay que optar, o bien tomarse ambas -o al menos la primera de ellas- como un entrenamiento rutinario, algo de difícil ejecución cuando se trata de competir.
No obstante, antes hay dos medias maratones de mucho atractivo: la Media Maratón del Melocotón de Guadix y la Media Maratón de Motril -ambas integradas en el Circuito Provincial de Diputación-, que retrasa su fecha para hacerla coincidir con el campeonato de España de Media Maratón si no estoy mal informado. La primera de estas dos será pronto: el 26 de septiembre y la segunda el 17 de octubre. Por tanto, se trata de una acumulación de cuatro medias maratones cercanas en un plazo de mes y medio y -no hay más remedio- que optar.
Y en esas estoy. Intentando hacer kilómetros para poder llevar a cabo al menos tres de ellas -las cuatro con casi toda seguridad no las haré-.
Iré a Guadix y sufriré lo indecible porque es una media maraton rocosa, pero será un buen punto de lanza para afrontar las siguientes. Y entre medias está programada la prueba de Almuñecar, que a pesar de no constar de 21 kilómetros si lo hace con 15 que puede venir bien para ponerse a punto.
En fin, como decía al principio, mucho que correr para acabar bien el año.

07 septiembre 2010

VIAJANDO Y VIENDO ROSAS DE PIEDRA



Muchos de los viajes que narra literariamente Julio Llamazares en "Las rosas de piedra" están produciendo en mi una recreación de viajes ya realizados y, entre otras cosas, siempre coN el emocionante motivo de ver esas rosas de piedra como llama el escritor leonés a las catedrales. Además está sirviendo su lectura para descubrir nuevas rosas de piedra que quien esto escribe no ha visto y, es más, ni tan siquiera ha sospechado que pudieran existir, tales como las catedrales de Ciudad Rodrigo o El Burgo de Osma -la quinta en importancia de todo el país-.
Coincido con Julio Llamazares en dos cosas: me gustan las catedrales, pero no la iglesia católica, a la que se le supone patrocinadora o mecenas de estas enormes grandes obras de arte (la mayoría gótico, pero también con presencia románica, barroca, plateresca y renacentista e incluso -las más modernas- neoclásica. Y es que -pienso yo- nada tiene que ver el ser religioso con el ser artístico. El arte es arte, con independencia de donde proceda, produciéndose en este punto un inacabado debate sobre si el arte justifica todos los fines. Probablemente todos no, pero sí una gran parte de ellos.
Soy consciente que estas grandes obras hechas entre los siglos XII y XIX -las más importantes- se hicieron a costa de ignorar la enormes carencias del pueblo llano, pero también es cierto que no por ello hay que destruirlas. Y ahí entroncamos con otro gran debate: la quema de iglesias y templos religiosos por grupos izquierdosos, algo que, desde mi punto de vista, siempre ha sido un error y que sin esa acción mejor hubiera ido a la Segunda República española, por poner un sólo ejemplo, aunque no sé si se reconoce ya a estas alturas que no fue el poder dirigente de esta etapa histórica española la causante de este estropicio sino grupos radicales no demasiado amigos de una república burguesa, como ellos solían denominar...pero en fin, eso es otra historia, que nada tiene que ver con esta entrada.
Hablaba de este magnífico libro de Julio Llamazares, con el estoy disfrutando y viajando y expectante que pronto esté publicado el segundo tomo, en el que se completará ese largo viaje por todas las catedrales españolas.
Un libro que recomiendo.

04 septiembre 2010

ANOTACIONES

"Me he encontrado en una forma excelente. Correr fácil, soportando ritmos -sin proponérmelo- en la segunda mitad muy fáciles muy por debajo de los 5'. Excelentes sensaciones. Uno de esos días en los que acabas y te enorgulleces de tu afición".
Esas eran las palabras que anotaba esta mañana en la bitácora del Sport Track tras hacer 10.5 kms., suaves y sencillos a las 9,30 horas de la mañana, una hora en mí inusual pero bastante cercana a mis entrenamientos matinales de los fines de semana -en otoño, invierno y primavera- toda vez que la temperatura ya se va moderando en el sur del país.
Con ese lenguaje coloquial con el que me gusta hacer las observaciones en el Sport Track expresaba muy a las claras la grandeza de sentirse bien tras una sesión de entrenamiento, algo que he de reconocer me sorprendió tras los diecisiete kilómetros del miércoles y los casi cuarenta kilómetros pedaleando de ayer viernes (y hubiera ido a la prueba de 10 kms en Santa Fé, donde, incluso, me atrevería a emular mi mejor marca de hace unos años, pero, sorry, estoy de viaje vacacional).
Y es que esas observaciones -que todos hacemos en nuestras respectivas bitácoras sean físicas o electrónicas- son un buen termómetro para sacar conclusiones en una expectativa temporal concreta. Yo las hago siempre, con independencia del estado en que me encuentre. Es más, si estoy mal intento ser más preciso en las sensaciones: si he corrido con mala digestión; si esa mala digestión está provocada por un alimento que no va bien para correr; si la zapatilla no ha ido bien en un camino determinado; si el pantalón me ha rozado en la entrepierna; si la nueva camiseta tenía más vocación de globo que de camiseta; si los calcetines han provocado un fatídico roce en algún dedo del pie; si ha sido imprudente tomar la tercera cerveza con los compañeros de trabajo; si he comenzado como una tortuga y he terminado como un impala; si he comenzado como un impala y he terminado como una tortuga; si la nueva zapatilla me ha rozado a la altura del espolón; si un camino se embarra con facilidad aunque caigan cuatro gotas; si una carretera local está demasiada confluida de tráfico a una determinada hora; si una nueva ruta no ha respondido a mis expectativas; si me he sentido pesado y torpe como un burro ...No sé, hay miles de argumentos para anotar, tantos como sesiones de entrenamiento se contienen en un año.
Y vosotros-as ¿Qué soléis anotar tras vuestro entrenamiento -si es que anotáis algo-?


01 septiembre 2010

¿POR QUÉ EL GOBIERNO ESPAÑOL SE BAJA LOS PANTALONES ANTE MARRUECOS?


¿Por qué nos bajamos los pantalones ante Marruecos? Es decir: ¿por qué el gobierno español se baja los pantalones ante Marruecos? Es algo que parece no conocer nadie, pero el gobierno español, con su presidente a la cabeza, permanentemente, rinde pleitesía al vecino país africano y no cesan las ayudas hacia sus nacionales ya sean por medio de becas de estudios en nuestras universidades andaluzas -principalmente, la de Granada, ciudad a la que tienen apego los marroquíes- o invitándoles a que disfruten de nuestro estado de bienestar sin contraprestaciones algunas, algo que está viniendo muy bien a los súbditos de Mohammed VI.


Pero ocurre que el trato que dispensan las autoridades marroquíes a ciudadanos y funcionarios españoles no es recíproco, tal y como hemos podido comprobar en los hechos recientes de la frontera de Melilla, donde nuestras mujeres policías son sistemáticamente ultrajadas y hasta agredidas (lástima que la Bibi estaba de vacaciones, qué se iban a enterar los moros maltratadores éstos, que esa niña de Cádiz es de armas tomar) o los hechos recientes acaecidos en la capital del Sáhara Occidente, El Aaiún, con los activistas españoles que estaban expresando su opinión, algo que no parece sentar bien al rey hermano del nuestro y por eso envió a sus perros policías, eso sí, vestidos de paisano para que no se mostrara el cinismo que profesan, que es una de sus especialidades máximas, junto a un complejo de inferioridad que maquillan de orgullo.


En fin, que ocurren cosas extrañas. Porque Marruecos, tras Perú, es el país que más dinero recibe a fondo perdido del gobierno español, pero no parece que ese dinero sirva para que esta gente comprenda que lo que han de hacer es crecer como país y acceder a una democracia real y no morder la mano que te da de comer.
Además del gobierno español, es conocido que la Junta de Andalucía tiene enormes proyectos en el país alauita, tales como colegios, pabellones deportivos y hasta plazas públicas y es mucho el apego el que le tiene el ineficaz Chaves a esta tierra, aunque eso no creo que tenga nada que ver con el chalé en primera línea de playa que tiene su amigo Felipe González en Marruecos. A Chaves le preguntaron -como a todos los dirigentes- qué patrimonio declaraba y dijo no tener apenas nada. Supongo que la pregunta se circunscribía a patrimonio territorial español.
Pero, en fin, volviendo a la filosofía que mueve esta entrada, voy a expresar mi opinión por muy polémica y visceral que pueda parecer: a los súbditos de Mohammed VI parece que sólo les interesa de España nuestro estado de bienestar y el buen estado de nuestro paritorios, además de Ceuta y Melilla, que reclaman como propia, ocultando un dato histórico que no se debe pasar por alto: Marruecos obtiene la independencia de Francia -e incluso de España, ya que ésta disponía allí de bastante territorio y lo cedió- en 1956 y Ceuta pertenece a España desde el año 1668 en virtud del llamado Tratado de Lisboa, a través del cual España y Portugal -anterior poseedora de la ciudad norteafricana- reconocen la soberanía española sobre esta ciudad. Melilla ya pertenecía a la corona española desde 1556 (con anterioridad había pertenecido al ducado de Medina Sidonia, asentado en Andalucía). Luego, ¿qué derechos históricos posee Marruecos sobre estas dos ciudades norteafricanas? (Probablemente sean mayores los que España posea sobre Gibraltar y no se ven a los españoles de La Línea lanzando priedrecitas a los "bobys" gibraltareños).
Por tanto, estos datos hay que hacérselos saber a este Mohammed VI para que se deje de pamplinas.
Y, bueno, tras tanto rollo que os he insuflado, me sigo preguntando: ¿Por qué tanta genuflexión ante Marruecos? ¿Vosotros tenéis la respuesta?

30 agosto 2010

UNA SITUACIÓN ESTRESANTE

Escritos unos cuantos relatos breves dedicados al mundo jurídico, que da mucho juego, le dedicamos uno a nuestro mundo, al de correr, con tensión y resultado incierto... Veamos.

J.L, ha planificado la tarde para correr, porque no en vano es uno de esos días en los que ni el Diluvio Universal le haría desistir de su cometido atlético. Además, está en juego su libertad personal y la demostración a sí mismo acerca de su capacidad para buscar tiempo libre dentro de su apretada agenda profesional y familiar.

Por tanto, desea hacer suya la mítica frase del doctor Sheehan, cuando pronunció aquello de “dejad que me ausente”.

El principal escollo, la agenda familiar, parece que está solucionado y nada parece que vaya a trastocar su sesión de correr en ese aspecto, pero cabe la posibilidad que su jefe le llame, como hace muchas tardes, para que ajuste el informe sobre la posibilidad de vender al por mayor esa marca de dentífrico blanqueante que acaban de exportar de Canadá y necesitan introducir en el mercado español. J.L., sabe que su trabajo no tiene horarios preestablecidos, a pesar de que en el contrato una cláusula asegura que su horario será de 8 a 15 horas. La empresa, lógicamente, incumplió desde los primeros días y luego llegó la crisis, etc., etc.

No obstante, siendo ya las cinco de la tarde y habiendo hecho la digestión debidamente –porque no en vano salió de la oficina al bar de la esquina a tomar un bocata de jamón con una cerveza 0,0-, el teléfono corporativo de la empresa aún no ha sonado por lo que abriga una racional esperanza de que no suene ya en toda la tarde.

Decidido –no puede esperar más porque le caería la noche corriendo- enfunda su ropa deportiva en el bolso y se dispone a elegir las zapatillas más adecuadas para el terreno por el que piensa correr. Baja al garaje y arranca el coche, experimentando en ese momento una confortable sensación de libertad. Justo en el momento en que se está abriendo la puerta del garaje el corazón, pareciendo imitar ese movimiento mecánico, se le vuelca y acelera porque acaba de sonar el teléfono corporativo de la empresa. Se compadece de su mala suerte y la autoestima se le cae mucho más abajo que donde pisa la suela de la zapatilla e incluso mucho más abajo que donde radican los infiernos. En ese momento se siente mucho más insignificante que el mismo Gregorio Samsa cuando una mañana despierta convertido en insecto. Hundido presiona el botón de recepción de llamada y escucha nítidamente la voz de su jefe que con su tono habitual, entre jovial y solemne, le dice:

-J.L, dime exactamente a dónde vas, que quiero ir a correr contigo. Que si me va bien me gustaría que corriéramos todas las tardes.

27 agosto 2010

EL OFICIO DE CORREDOR O COSAS QUE OCURREN CUANDO ERES UN CORREDOR HABITUAL


Correr, correr, correr... Qué gama más amplia de matices y secuencias ocurren cuando corremos.
Nuestro cuerpo y nuestra mente van perfectamente compenetrados. No hay apenas sufrimiento. La respiración va como la seda. Las piernas frescas y fuertes. La mente relajada. Vas tragando kilómetros. Por caminos. Por veredas. Por carreteras locales. Vas observando a tu alrededor todo lo que se mueve. Y lo que no se mueve. Corres al compás y al mismo ritmo que el transitar suave del agua de las acequias en la Vega. O corres cerca de los impertérritos olivos en el secano. O pasas junto a cortijos y casas de campo en carreteras locales casi despobladas. Lo ves todo como un cinematográfico antiguo. Y muy de vez en cuando te cruzas con personas. Que andan. Que también corren. Que van en bicicleta. Que van en coche. Que sencillamente están trabajando en el campo o viven por allí. Y todo pasa ante tus ojos que, relajados, van captando todas esas imágenes.
Ocurre que todas estas cosas que narro ocurren en la mente y el sentimiento del corredor ya avanzado. Aquel que no tiene que estar demasiado pendiente de su correr, de sus movimientos, de su esfuerzo. Es algo que nos ocurrirá más tarde o más temprano a los corredores (aquí sería el momento de mandar el mensaje a los corredores -como Miguel- que ahora empiezan para que comprendan que poco a poco su cuerpo y su mente serán como un reloj que nada necesitará para que funcione).
Y en el correr diario ocurren anécdotas, pasan cosas. Aunque sólo fuera por el índice de probabilidades, las situaciones en las que nos vemos los corredores son tan diversas como los días en los que sales a correr.
Podrá ocurrir que vayan acumulándose las sesiones de entrenamiento y nunca parezca que pase nada, pero de golpe y de manera inopinada, sin que ni siquiera lo adviertas salta la anécdota o la situación agradable o no agradable, que de todo hay: el perro que se lanza hacia tí no se sabe con qué intenciones, el trabajador en el campo que te dice: ¡eso tiene que ser trabajoso!, el bromista que te anima diciéndote que vas el primero -y el último, le replicas tú-, el conocido que te anima diciéndote que llevas buen ritmo, la persona que ante la lluvia o la nieve, te dice que hay que tener valor, la rata que asustada corre a tu par unos metros, la serpiente que se cruza en tu camino, el coche que pasa a una velocidad desmesurada, el camión que casi te echa a la cuneta, el chori-moto que aumenta la velocidad cuando pasa a tu lado por un camino de tierra, la señora mayor que está regando en su puerta y te ofrece agua, el anciano que ante una nevada y un frío siberiano te insiste en que te montes en su coche, la noche que cae sobre tí y aún te quedan tres kilómetros para llegar a tu destino, la detención en terreno de nadie por mor de un desgarro fibrilar en el gemelo, la avispa que te pica en un brazo, las ramas que te arañan las espinillas, la pájara que te da en el kilómetro siete cuando aún te faltan ocho para terminar la ruta, el perro de apariencia pacifica que resulta ser un león, el perro con apariencia de león que resulta ser pacífico, la gigantesca segadora que te obliga a saltar una acequia porque necesita todo el camino, las ganas de defecar en mitad del campo, sin un papel mínimo que te asista, la mente que no va, el flato que no te deja respirar, perder la verticalidad unas cuantas veces, el rebaño de ovejas que casi te detiene en seco, peinarte con unas graciosas ramas de un díscolo árbol del camino, el terreno inundado que te obliga a dar la vuelta y de camino echar por tierra la ruta planeada...
Podría estar días escribiendo sobre anécdotas y cosas (todas reales) que ocurren cuando eres corredor habitual. Seguramente que con algunas os identificaréis y, con toda probabilidad, vosotros, apreciados amigos-as podéis aportar otras cuántas...¡ Venga, haced memoria!

24 agosto 2010

RELATOS BREVES DE VERANO


Continuamos con los relatos breves de verano, una serie de diez basados en entorno del mundo. Vamos con éste denominado "Unos segundos de mala suerte":




Cuando la procuradora de los tribunales Marta Bermúdez salía de su domicilio a eso de las nueve de la mañana, impecablemente vestida con un traje azul marino y complementada con un bolso Tous, ni por asomo podía imaginar lo que le iba a deparar el día. Acostumbrada a la rutina diaria que consistía en andar los trescientos metros que separaban su despacho de la Audiencia Provincial, no reparó en aquel individuo que en pocos segundos tiró de su bolso Tous y cayó a la calzada tras romperse el asa del mismo –lo que dejó a las claras que era de imitación- con la mala fortuna de resultar atropellado por el autobús de la línea 9 que en ese momento pasaba atiborrado de usuarios.

Por motivos oscuros o desconocidos todos los transeúntes presentes, y algunos más que se sumaron sin estar presentes, convinieron unánimemente que aquella chica joven e impecablemente vestida, había esperado fríamente a que pasara el autobús para zafarse del bolso, acto meditado que provocó que el ladronzuelo –un ecuatoriano sin papeles- cayera de espaldas en la calzada con las consecuencias fatídicas de ser atropellado por ese autobús de la línea 9. Ya lleva veinticuatro horas en el calabozo de los juzgados y aún nadie del despacho de abogados con el que trabaja de manera asidua se ha molestado en visitarla, aunque se tratara de una visita más profesional que personal. Y lo que es más curioso, nadie de su propio despacho de procuradores de los tribunales parecía haberla echado en falta en el restaurante Dios Baco en el que habían quedado a almorzar con motivo de su veintisiete cumpleaños.

22 agosto 2010

DOS FORMAS DE VER UNA CIUDAD (PUBLICADO EN IDEAL EL 22/08/2010)



Dos formas de ver, dos formas de mirar. La importancia de tener la capacidad de mirar con distintos ojos, como me decía Jesús Lens. Algo que, generalmente, pasa desapercibido, pero que es primordial. Vamos a otra ciudad y miramos con otros ojos y otros nos visitan y miran nuestra ciudad también con otros ojos. Ese fue el hilo de reflexión para elaborar este artículo, principalmente, la observación de lo que cuento en el último párrafo.

Si no habéis tenido ocasión de leerlo este domingo en papel -algo totalmente asegurado en el caso de quienes no viváis en Granada-, os reproduzco el artículo completo.

Cuando por placer visitas otras ciudades miras con los ojos del turista que eres en esos momentos y buscas aquello más simbólico que te permite o crees que te permite conocer la esencia de esas ciudades. Los monumentos más singulares, las calles más céntricas, los establecimientos más señeros, las estatuas de los personajes locales más insignes, los lugares históricos citados en la última novela histórica del momento, todo visto como a vista de pájaro en pocos días u horas con la misma predisposición que se visita un parque temático.

Supongo que esa forma de viajar tan denostada por tanto viajeros literarios es inevitable dado el poco tiempo de que se dispone, aunque hay otra forma de viajar, de mirar, de ver, aunque conlleve perderse algún monumento que otro.

Particularmente cuando viajo soy un turista más –si bien procuro no enrolarme en grupos organizados- y aunque siempre acabo visitando los lugares señeros que ya llevo previamente señalados, cada vez más intento olvidar ese traje turístico y asomarme a la ciudad que late ordinariamente sin oropeles ni artificios.

Reconozco que no es fácil llevar a cabo ese ejercicio ya que la ansiedad por no dejar de ver nada se apodera de nuestro plano repleto de puntos que visitar, pero una vez superada esa ansiedad y abandonamos los circuitos turísticos se abre ante nuestros ojos una ciudad nueva, una ciudad no muy diferente a la tuya, pero al mismo tiempo totalmente distinta, con señas de identidad propias.

Tomarse una pinta de cerveza en un barrio sin huella en la tumultuosa Londres o adentrarse en un parque de barrio del Este menos mediático de Berlín hace que el turista deje por unas horas su uniforme y se sienta más viajero o quién sabe si no integrante de esa ciudadanía anónima que hace su vida de espaldas a la ciudad turística e incluso alejada de ella (en ese sentido sería muy interesante hacer un estudio sobre el escaso nivel de conocimiento que tienen los lugareños acerca de los sitios turísticos de su propia ciudad. A saber, cuántas veces al año, por ejemplo, subimos los granadinos a la Alhambra).

Como curiosidad, o tal vez como experimento, he buscado en Granada hacer lo contrario, es decir, ver la ciudad con los ojos del turista que llega hipnotizado por su presencia mediática en medio mundo, y más en estos días que aún estamos con la emoción a flor de piel por mor de la visita de la primera dama mundial, que bien podría dar para la segunda parte de la memorable película de Berlanga. Decía, que he buscado ver la ciudad con esos ojos turísticos perdiéndome por las angostas calles de la Alcaicería, por el sin par Albaicín o el amplio espacio urbano de Plaza Nueva, y ese ejercicio me ha ayudado a comprenderme más como turista cuando visito otras ciudades.

Y al volver de nuevo a la Granada real, a la Granada de las obras del metro, del enfurecido ruido, del tráfico surrealista, de los jardines maltratados, de las aceras sucias y pegajosas de las terrazas urbanas, de la anarquía de la carga y descarga, he comprendido que nada tienen que ver entre sí la ciudad que mira el turista con la ciudad que mira el residente habitual, algo que debe ser común en todas las ciudades del mundo.

Porque también existe una predisposición concreta a mirar con unos ojos o con otros, algo que comprendí con nitidez cuando en cierta ocasión pasando por la Plaza de la Pescadería observaba cómo unos turistas fotografiaban admirados a una anciana vendedora ambulante de flores mientras mis ojos, acostumbrados a mirar de otra forma, sólo veían a una mujer mayor que lleva a cabo su trabajo diario con indisimulado esfuerzo.

20 agosto 2010

EL CORRER ES SIEMPRE MENOR DE EDAD



Es curioso esto del correr, que siempre se comporta como un menor de edad, tan imprevisible, tan inestable, tan irregular...Me explico.
Hace apenas unas entradas -es decir, hace unos días- comentaba que algo no funcionaba; que corría entre treinta y cuarenta kilómetros semanales; que me iba encontrando mejor; que no sufría atisbo de lesión alguna, pero algo muy interior no funcionaba.
Pero hace casi dos semanas opté por subir al Torreón, que para algunos podrá ser una subida imposible mientras que para otros podrá ser una tachuela, pero para mí es una subida talismán, a pesar de que no estoy huérfano de subidas en mi historial, porque el Torreón ofrece al corredor un verdadera sentimiento de subida, algo que es evidente cuando se está arriba y puedes ver Granada a vista de pájaro prácticamente y los más avezados MTB se quedan colgados en algunas de sus rampas.
Por tanto, esa subida supuso para quien esto firma comenzar a ver las cosas de otra forma, aunque aún no sentía la confianza de antaño.




El recorrido de 15 kms. del pasado lunes

Pero la mañana del lunes temprano, cuando las playas comenzaban a ponerse hostiles, a eso de las 8,45 de la mañana, en un horario atípico para mí, decidí hacer quince kilómetros por la Vega de Pinos Puente y Fuente Vaqueros, un recorrido que ya había hecho en muchísimas ocasiones y que había sido básico para preparar el Maratón de Sevilla de 2009. Sin embargo -y ahí es cuando aprecias que el correr es siempre menor de edad- desde la lesión de agosto no lo había hecho o lo había hecho muy poco, y en estos dos últimos meses en los que me propuse rodar e ir afinando la forma ni siquiera lo contemplaba. Así que aupado por la subida al Torreón decidí hacerlo con un resultado tan inesperado que casi concluí la ruta con la emoción a flor de piel. Emoción por haberlo culminado con una facilidad pasmosa -sin propuesta previa, solamente disfrutando del rodaje por sensaciones, la media fue de 4'57'' el mil, una media que fácilmente dominaba en los primeros meses del año, que alcancé un estado-forma muy adecuado, pero que últimamente ni por asomo conseguía-. Y lo que es mejor: las pulsaciones en ningún momento superaron los 145 ppm, a excepción del sprint en los últimos quinientos metros. También he de reconocer que correr por la mañana, con la digestión de la cena más que hecha, con el cuerpo descansado, con una climatología de 25 o 26 grados, son claras ventajas.
Por unos motivos o por otros, esas dos últimas salidas han logrado que me reencuentre con el "yo corredor" que tanto trabajo me estaba costando.

El rocoso recorrido de 12 kms. de hoy jueves, 19 de agosto

La confirmación de todo lo que digo ha llegado hoy. No he corrido en las mejores condiciones, no ha habido una digestión suficiente, no estaba especialmente motivado, pero cuando la mente y el cuerpo funciona todo es más fácil. Hoy, esta tarde, en la ruta de 12 kilómetros rocosos por la zona del Pantano del Cubillas y Caparacena me he encontrado fenomenal. He podido rodar más fuerte pero me encontraba muy cómodo rodando suave a una media de 5'16'' el mil, si bien el recorrido era complicado.
Lógicamente, las sensaciones han sido tan buenas que las he guardado bajo llave para seguir posibilitando aquello que me propuse al principio del verano, que no es otra cosa que acumular kilómetros, bajar las pulsaciones y perder entre dos y tres kilos. Todo parece que se está consiguiendo, porque todo suele venir en el mismo paquete. Lo importante es perserverar.

17 agosto 2010

RELATOS DE VERANO



EL JUEZ


Cuando el juez Gonzalbez contempló su pequeño pero coqueto chalet a la luz de aquella impresionante luna llena que decoraba el agua del estanque de su abigarrado jardín se enorgulleció de que esa bonita propiedad a las afueras de la ciudad fuera el fruto de aplicar justicia, si bien hubo de admitir que el espléndido y potente coche aparcado en la puerta, que adquiría una tonalidad muy sofisticada por mor de esa luna llena, era el fruto de dejar de aplicarla.

UN VIAJE A PARÍS (I)

Existen ciudades que pueden ser contadas y otras que tiene que ser visitadas para poder contarse. Entre estas últimas está París.      No es...