Cuando hacía una pequeña glosa de "Silencio de amor" en el margen derecho escribí de forma expresiva: ¡viva el cine europeo! Esa expresión fue de satisfacción, esa que en ocasiones se siente cuando aparecen las letras de crédito al final de una película. Con ello no pretendía magnificar -y mucho menos convencer- las virtudes de esta película de Phillippe Claudel, simplemente expresaba mi momento emocional tras ver esta excelente película francesa, porque al contrario de lo que les pasa a algunos gabachos con nuestros deportistas de élite, a mi me gusta el cine francés. Tan es así que la he vuelto a ver en un intervalo breve de tiempo y he vuelto a mostrar la misma emoción.
En mi opinión, el buen cine tiene que tener una buena historia o varias y ha de estar aderezada de otros elementos que cada vez voy definiendo con más precisión: rodaje en exteriores -y en ese aspecto Francia gana por goleada no como en otros deportes-, buena banda sonora, sentimientos nobles, que no diabéticos y, sobre todo, si hablamos de cine europeo es convenientes que hable de las personas, de las ciudades (en este caso, Estrasburgo, sede de las principales instituciones europeas), de la sociedad en suma, de la forma de vida en Europa, porque soy europeísta convencido en cuanto a estilo de vida, en cuanto a su cultura, su música, sus conquistas sociales, su arquitectura, su pintura,su literatura... su arte en general, y todo eso a pesar de la Unión Europea y su unívoca obsesión por la pasta. Además, si tiene buena música y poesía, mucho mejor. Y de todo ello hay en esta película, que es la segunda dirigida por un prolífico escritor, ganador del prestigioso Goncourt de novela en 2003 y múltiplemente vendido y premiado gracias a su literatura de estructura sencilla pero muy emotiva, tal vez, como sus películas. Pero nada de él he leído, lo reconozco; por tanto, lo que conozco de su literatura es por testimonios indirectos.
Curiosamente en las pasadas navidades alguien del entorno familiar mostró interés por uno de sus relatos, La nieta del señor Linh, y ese dato y esa búsqueda me llevó a indagar en el autor, para descubrir que hacía pocos meses había visto -sin saber que se trataba de él- su premiada opera prima, una excelente película francesa: "Hace mucho que te quiero". Por tanto, se cerró el círculo con la adquisición de aquella obra y con la visión de esta su segunda película.
Ver este film un par de veces, ya digo, ha sido un enorme placer. Como lo ha sido saborear su música y descubrir la Tarantela, una pieza musical histórica muy cantable y muy bailable por los pueblos del sur de Italia y que es de origen siciliano, de la que se dice que nació para curar amores. E impagables también han sido los versos del poeta y músico siciliano Alfio Antico, cuyo título del poema ha servido para dar nombre en español a esta película. Un bellísimo poema que habrá ocasión de escuchar cantado en esos excelentes fotogramas finales de la película y que reza así:
Te he amado desde la cuna,
te he dado dulzura miga a miga.
silencio del amor que corre por las venas,
me es imposible dejarte.
No lloréis vosotros, los olivos:
el amor y la ternura vienen de lejos.
Mi alegría, mi amada, soplo de mi alma.
Dame tu corazón, yo te daré mi vida.