18 agosto 2020

NOVELA EQUIS QUERÍA CORRER: PRIMERA PARTE DEL CAPÍTULO I

 

UN TIPO GORDO

 1.

 Equis era un tipo gordo, eso nadie lo ponía en duda, pero sus amigos y familia apostarían su hacienda para desmentir que lo era. Y quería correr. No podía hacerlo ahora por circunstancias presentes y pasadas, aunque eso no importaba demasiado. ¿Por qué no podía correr ahora? Por su volumen, por sus pulmones mal oxigenados, por su hígado rehogado en alcohol, por sus desastrosos hábitos alimenticios. Algún día comenzaría. Estaba seguro. Se levantaría una mañana de domingo a una hora desacostumbrada y se iría a correr. No se lo diría a nadie, eso sí. Lo haría sin más, como lo hizo alguna vez en su lejana juventud o no hace tanto tiempo, aunque de eso prefiere no acordarse. Ese había sido, desde siempre, su anhelo. Todo eso lo pensó una tarde lluviosa y melancólica cuando volvía, como cada día, del bar de Javi tras acabar su jornada laboral en la construcción. Fue como una revelación, que le llenó de alegría, como si quisiera despojarse de esa vida que vivía porque dudaba que fuera la mejor posible, como si se tratara de un traje que vestía a diario y que, en algún momento, fue su preferido, si bien cada vez le satisfacía menos. La lluvia fina le rebotaba con suavidad en la cara, sin embargo a él no le molestaba. Es más, disfrutó ese momento de revelación con el mismo cosquilleo en el estómago que sentía cuando, en su lejana adolescencia, creía sentirse enamorado de la nueva chica del instituto. Incluso llegó cantarín a su casa ante la mirada escrutadora de Natalia, su mujer.  Los hábitos que había acumulado con los años suponían un enorme problema; lo sabía: una copa de brandy por la mañana, tras el café, antes de subir al andamio; las tres o cuatro cañas con su respectiva tapa mientras les preparaban el menú del almuerzo; el par de tercios de cerveza y los dos vasos de vino almorzando; el par de cubatas a la salida del trabajo con su amigo y colega Luis, las dos cervezas que siempre acompañaban su abundante cena y, ¿por qué no?, el cubata tras estar viendo tranquilamente los fogosos debates futboleros de la noche o cualquier película de serie B que dieran a altas horas de la madrugada. En fin, lo normal y cotidiano. Pero los fines de semana toda esa secuencia cambiaba de manera significativa: podrían darle las cuatro de la madrugada bebiendo ron con cola en el bar de Javi, a tan solo unos cuantos centenares de metros de su domicilio. Y en cuanto a hábitos alimenticios, pues los de toda la vida, los que había heredado de sus padres, y estos de sus abuelos, aderezados por los nuevos alimentos modernos que su pobre padre (nada más trabajar y trabajar, que siempre decía) no había conocido, aunque sí le dio tiempo a hacerse un devoto de los deliciosos sabores de las hamburguesas de McDonald’s que ingería con indisimulada ansia cuando viajaban a la ciudad; o esas deliciosas patatas fritas, al alcance de la mano en cualquier tienda, esas riquísimas salsas de roquefort, de pimienta verde, de mayonesa acaramelada, de kétchup, por no hablar de los kebab, que comenzaron a ponerse de moda cuando él ya apenas podía comer nada sólido, y otros alimentos deliciosos que habían llegado a su vida demasiado tarde. Vivía tranquilo con toda esos hábitos que había ido construyendo o le habían ido construyendo: los colegas y familia con hábitos idénticos a los suyos, las diversas ceremonias que llenaban su agenda cada fin de semana, la eliminación de la rutina diaria gracias a las continuas visitas al bar. Pero nada de eso tenía que ver con ser gordo. O al menos él no se consideraba como tal ni nadie de su círculo se lo decía en momento alguno. Gordo era su mejor amigo, Luis, que pesaba ciento veinte kilos (eso sí, repartidos a lo largo de ciento noventa centímetros de altura), y fumaba dos paquetes diarios porque adelgazaba lo suyo, solía decir; gorda era su madre y su hermana mayor, y lo había sido su padre; hasta su hermana menor, aún muy joven, también iba camino de ello. Incluso lo fueron sus cuatro abuelos. Era la genética de la familia. No había problema con eso. Para todos, él había sido  siempre el deportista, el más atlético y delgado y, por ello, aún acariciaba la idea juvenil de querer correr. Algunos de sus amigos de juventud, que ahora compartían sus hábitos, lo habían hecho con él por los caminos de esa amplia vega que circundaba el pueblo. Recordaba con orgullo que habían llegado a hacer hasta ocho kilómetros de una tacada. Eran los años deportivos, pero también los hedonistas y dispersos, años en los que se estaba forjando una de las dos opciones: o dedicarse al deporte en el tiempo libre tras una vida ordenada; o bien, dedicarse a una vida más pasiva y hedonista. No había muchas más posibilidades en el pueblo. Y la mayoría se inclinó por esta segunda opción. Ya se sabe: el curro, la mujer, los niños… Poco se podía elegir en aquel ambiente preestablecido. Si es que se quería elegir, que no parecía que existiera mucho interés en hacerlo. Pero una tarde, tras aquella revelación que tuvo días atrás, Equis, se fue del bar de Javi un poco antes de lo habitual. Y, claro, todos sus colegas se mofaron de él: que si te ha dado un toque la parienta, que si ya no aguantas, en fin, toda una batería de frases típicas y tópicas que suelen proferir en los bares al colega que se marcha el primero, precisamente para disuadirlo de que se marche. En absoluto nada de eso que decían le ocurría: se iba a correr. Le había estado dando vueltas a la idea toda la noche y también toda la mañana, mientras trabajaba. ¿Y si no lo dejara para el domingo?  ¿Y si probara hoy mismo? ¿Y si comenzaba a trotar por el camino que arranca cerca de casa y por el que se adentra en el interior de la vega? Ya era hora de retomar esa ansia juvenil, volver a intentar correr obviando lo que le ocurrió cuando probó hacerlo no hacía mucho tiempo y cuyos hechos no deseaba volver a recordar, aun sabiendo que ese verbo parecía estar proscrito en su casa, como ese objeto viejo que se deposita en el más remoto trastero, no porque ya no es útil, sino porque su mera presencia es indeseable. Claro, él había olvidado que correr con unas copas recién tomadas y, además, acompañadas por un voluminoso plato de patatas fritas, un almuerzo a base de morcilla y panceta de cerdo, junto a tres tercios de cerveza y un bocata previo a las doce de la mañana, sin contar con la copa de brandy tras el desayuno, podía ser contraproducente. También había olvidado que correr con unas ajadas zapatillas del mercadillo de los sábados pesando ciento tres kilogramos podía ser más contraproducente aún. Se las arregló para que su esposa no conociera su intención alegando un recado pendiente y se fue andando en dirección al camino, con las zapatillas escondidas en una bolsa de plástico, que para nada hacía sospechar de su verdadera intención a los ojos de su esposa. Se calzó las zapatillas en el balate de una acequia, junto a un frondoso y solitario árbol, y tras trescientos metros recorridos se refugió frente a un arbusto del camino y comprobó que toda esa ingesta era mucha para un solo día. Por un momento, confundió la indigestión con lo que le había pasado no hacía mucho, pero de aquello, una vez más, no quería acordarse, deseaba borrarlo para siempre de su mente, como si no le hubiera ocurrido jamás a él, igual que si se tratara de un mal sueño. Mientras se inclinaba para verter lo que el organismo no deseaba albergar, comprobó que sus voluminosos gemelos adquirieron de pronto un tono morado, y comenzó a sentir unas afiladas y finas agujas clavadas en estos. Se fue a casa frustrado, pensando que debería haber seguido en el bar con sus colegas. En definitiva, tenía cuarenta años y esa era su vida. De nada serviría esforzarse por cambiarla. Esas eran las reglas. Ese era el redil por el que él estaba destinado a pasar. Pero, en puridad, no debería desmoralizarse nuestro amigo por esa nimiedad; al contrario, debería sentirse contento. Si el organismo rechazó toda esa fastuosa ingesta de comida y bebida de todo un día es porque no la necesitaba. Al menos no para correr. Pero ¿y el dolor en los gemelos? ¿Y ese color violeta que iba adquiriendo una tonalidad cada vez más oscura? A medianoche, mientras veía una olvidable peli —y con el pie extendido en el sofá— ya no pudo resistir el dolor y  fue a urgencias. Lo acompañó Natalia, a la que no contó cómo se había provocado esa lesión. Le dijo que se había dado un golpe al bajar del andamio, algo muy creíble y habitual en su profesión de albañil. Si a alguien no debía contarle que había comenzado a correr era a ella, eso lo tenía muy claro. El facultativo le preguntó si había hecho algún movimiento brusco. Y fue cuando comprendió que correr lo era. O al menos, lo era si no se había corrido desde hacía tiempo. Lo negó al estar presente su esposa. Se fue desmoralizado de urgencias. A la mañana siguiente, tras una noche febril en la que se mezcló el dolor de los gemelos —parecía que ahora tuviera cuchillos, en vez de agujas, clavados en los mismos— con un apreciable cambio en su concepción del mundo, se levantó renovado. Sufrió una profunda metamorfosis por dentro, o al menos eso percibió. Había soñado que atravesaba campos en llamas y que, a cada salto que daba para esquivarlas, los gemelos se le desprendían de las piernas. Sin embargo, al despertar, tenía la mente clara y dispuesta. Soy otro hombre, se dijo.


(....)


(Primeros párrafos del primer capítulo de mi novela Equis quería correr. Disponible en Amazon en formatos papel y digital)

15 agosto 2020

EL RITO DEL QUINCE DE AGOSTO

Anoche, mientras veía un reportaje dedicado a la trayectoria de Martín Fiz, tal vez el mejor maratoniano patrio, junto a Abel Antón, no tenía nada claro que pudiera cumplir el rito de correr –siempre el quince de agosto, como cumplo el de correr en Nochebuena y en Nochevieja. Estaba aún semipostrado por decisión propia para esperar que bajara el dolor y alguna inflamación de mi Talón de Aquiles (valga el doble sentido del término), por lo que había decidido un parón de tres semanas, porque sé que es suficiente para volver a iniciar la actividad atlética. Pero la mala fortuna, o la buena, hizo que estuviera de por medio en ese parón voluntario el quince de agosto o, tal vez, el subconsciente fue acumulando las imágenes del documental de Martín Fiz y poco a poco se fue creando en el lugar en el que se genera la voluntad la idea de ir a correr. Aún así, no hice preparativos algunos, que es lo que hago habitualmente cuando tengo programado correr a la mañana siguiente. Decidí sin más dedicarme a leer en mi terraza y el frío de las noches agosteñas del sur aconsejó que me fuera a la cama, donde continué leyendo. Hasta ese momento, la fabrica de la voluntad aún no había acabado su producto y me dormí sin la advertencia subconsciente de que tenía que irme a correr.

Pero llegó la luz de la mañana y di el primer paso en el suelo al saltar de la cama. Comprobé que, como todas las mañanas, al estar la sangre de la zona dañada aún dormida, el dolor afloró, pero no tanto como para que desdeñara salir a correr. Además, me encontraba muy bien. Se supone que había descansado lo suficiente. 

Así que hice lo que siempre hago: tomarme un café solo con cuatro almendras naturales, que tan bien me van para las fuerzas de la carrera y nada impiden la digestión. Busqué un pantalón muy corto, de competición y –curiosamente– al meter la mano en la balda del armario donde tengo sin orden toda la ropa técnica apareció la camiseta técnica de tirantes Joma que me obsequiaron en el Maratón de Sevilla de 2009 en el que pudimos ver a Abel Antón corriendo porque él ganó allí su segundo campeonato del mundo de Maratón. Es posible que el destino, en ocasiones, sea así de juguetón.

Por lo tanto, complacido por mi buen estado y por la casualidad, me fui a correr diez deliciosos kilómetros, para lo cual elegí camino blando –aunque pedregoso– de vega y zapatilla Scott Kinabalu, ultrarreforzada, de trail. No me apetecía jugar a los dados.

Comprobé enseguida que, a pesar de ser aún las diez de la mañana,  no se trataba de una mañana agosteña. El calor no golpeaba como si lo ha hecho hace unos días. Supe enseguida que se trataría de un entrenamiento de quince de agosto muy atípico porque el calor no me azotaría con tanto descaro la cara ni las piernas, a pesar de que calor hacía, cómo no, me dije, si estamos en agosto. Comprobé también que a pesar del parón de dos semanas no había perdido ritmo; en todo caso, apareció un pequeño atisbo de debilidad muscular en las piernas, pero es algo normal, porque es de común conocimiento entre nosotros que el músculo es fuerte, sí, pero también dado a comodidades y se suele desinflar a la menor oportunidad que se lo permites.


Por lo tanto, cuando enfilé este maravilloso camino de vega, cuya vista parcial se aprecia en la fotografía, rodeado de silencio, paz y naturaleza, además de esa presencia permanente de la historia del lugar, junto a la Acequia Gorda, tan dada a épicas históricas en esta tierra granadina, comprendí que todo se confabuló para que pudiera cumplir ese rito del quince de agosto. 

Porque pasan los años y cada vez es menos posible hacer apuestas con el destino, pero reconforta que pasen pudiéndolo cumplir. 


13 agosto 2020

DOS LECTURAS ANTAGÓNICAS QUE SE LLEVAN BIEN

Leo actualmente dos libros, en principio antagónicos, pero que se leen alternativamente bien al tratarse de dos géneros distintos que nada discuten entre sí: Armas, gérmenes y acero: Breve historia de la humanidad en los últimos trece mil años, del norteamericano Jared Diamond y Viaje a Portugal, de José Saramago. Y con las dos lecturas disfruto desde puntos de vista distintos. 

 
 

El primero, se trata de un ensayo largo y denso, pero muy ameno, una investigación prolongada de su autor a lo largo de y ancho de nuestro planeta que intenta demostrar por qué somos lo que somos en la actualidad, de dónde viene la riqueza de algunos países y la pobreza de otros y, en definitiva, el reparto del poder en el mundo, entre otras muchas más explicaciones que siempre dejan en el lector una sed calmada de saber. Es un libro fundamental para entender muchas cosas de nuestro mundo y, quizás, por ello obtuvo uno de los premios internacionales más prestigioso, el Putlizer. 
    
Viaje a Portugal

El segundo, es un libro de viajes, literatura de viajes en estado puro, escrito un literato aclamado internacionalmente hasta el punto de obtener en 2004 el Premio Nobel de Literatura. Nada hay que descubrir de José Saramago a estas alturas y lo sabe cualquier que haya leído alguno de sus libros, principalmente, novelas, pero servidor sí está descubriendo en él un género que no conocía y que tanto aprecio como es la literatura de viajes. Sumergirse en las páginas de su andanza a lo largo y ancho de su país, Portugal, conociendo el lector muchos de esos lugares o comarcas que cita, es toda una delicia veraniega que se saborea con delectación, sobre todo para quienes, desde hace tiempo, el estilo literario del escritor portugués afincado en España, ya desaparecido, nos conmovió desde que leímos su primera obra, en mi caso, como en la de muchos, su claustrofóbico Ensayo sobre la ceguera. 
    ¿Aconsejo ambos libros? Queda claro por las palabras que aquí escribo que sí: encarecidamente. Son muchas horas de lectura, porque ambos son voluminosos, pero a cambio, el lector obtendrá un placer  y quién sabe si también una visión del mundo más rica y compleja. 


09 agosto 2020

LISBOA (EBOOK: RELATOS Y ARTÍCULOS DE VIAJES, -AMAZON, 2018)

RELATOS Y ARTÍCULOS DE VIAJES: Impresiones de un viajero eBook ...





En mi libro (eBook), publicado en Amazon, Relatos  y artículos de viajes, dediqué unas páginas a varias ciudades visitadas de nuestro país vecino, Portugal. He aquí las palabras dedicadas a su peculiar y encantadora capital.


Lisboa

 

Alguien contó al viajero que Lisboa ha sido la única ciudad en la que ha quebrado un McDonald`s. El viajero no tiene datos para confirmar tal rumor, pero da por hecho que si en algún lugar ha podido fracasar la franquicia multinacional norteamericana de la prescindible alimentación no le cabe duda de que ha debido de ser en Lisboa. Y eso es así porque la capital de Portugal tiene otro aíre, es distinta. O al menos lo es en lo que realmente interesa de la ciudad, que es casi todo, si bien será imprescindible visitar todo su centro histórico, sus barrios Alto y Alfama, así como su Castelo de S. Jorge. El resto es nuevo y moderno como cualquier ciudad occidental que se precie, pero siempre interesante. No obstante, nada en ella pierde su sabor portugués y esa modernidad ha sabido implantarse de manera inteligente y ordenada, o al menos, es lo que ha podido deducir el viajero en sus distintas visitas a la ciudad del Tajo (o Tejo).

Porque Lisboa no es tan solo su elevador de Santa Justa ni tan siquiera sus tranvías, es mucho más. No hay duda de que los tranvías que suben hasta las partes altas de la ciudad, hasta las Siete Colinas o el Castelo de S. Jorge ofrecen un sabor especial, pero será pateando cuando el viajero descubrirá una ciudad con muchos matices y a medida que obtenga mejor panorámica (el Castelo de San Jorge le parece un lugar ideal) podrá observar la magnífica ubicación de esta antigua ciudad, enclavada en la desembocadura del Tajo, que es un mar, con el océano Atlántico de fondo.

Un aspecto importante para él es que en esta ciudad no parece existir el estrés. No solo por el carácter apacible y tranquilo del portugués medio, sino por la propia configuración de sus calles y plazas. Un paseo tranquilo por el Chiado es imprescindible, sobre todo considerando que es posible llegar a pie desde este lugar a los lugares más simbólicos de la ciudad, incluido el Barrio Alto, lugar repleto de restaurantes económicos en los que por la noche será posible cenar escuchando un buen fado. Y si el viajero echa de menos esa modernidad a la que antes se hacía referencia, interesante también es lo nuevo, lo moderno, que podrá encontrar en el recinto donde fue celebrada la Exposición Universal de 1998, un vasto espacio repleto de restaurantes y locales de ocio junto al río Tajo. O bien, dirigirse a la otra parte de la ciudad, cerca de la desembocadura del Tajo y visitar su magna Torre de Belém, su Monasterio de Los Jerónimos de Santa María de Belém y no olvidarse jamás de degustar un pastelito de Belém en el sitio original, que es lo que hizo con gran deleite.

Pero de todo, se ha quedado con la impresión de que Lisboa es una especie de reserva espiritual de Europa, a pesar de que siempre ha tenido una amarga sensación de que eso pueda cambiar con la llegada voraz de la modernidad, sin alma. Porque las ciudades tienen alma, eso lo sabemos, pero en ocasiones se vende al diablo por poco precio. Se especula, se destruyen lugares icónicos y bellos…, todo en nombre del progreso y la modernidad. Craso error. El progreso tiene sentido si se conserva lo histórico y bello, lo que perdura. Que Lisboa pueda vencer la llegada de ese pretendido progreso dependerá de muchos factores, pero para él tiene que una ciudad con tanta personalidad jamás puede perder su esencia. Y espera que así sea.

05 agosto 2020

DIARIO DEL ESTADO DE ALARMA: UNA NUEVA PUBLICACIÓN EN BREVE

Verificador de síntomas COVID-19


Amigos, ayer, cuatro de agosto, acababa mi primera revisión de mi Diario de Alarma, que cuenta con un nuevo título como anunciaré en breve. Y justo hoy comienzo la revisión definitiva (que nunca lo es del todo). 

Inserto el primer día del diario, que es una especie de prefacio, horas previas a la entrada en vigor del Estado de Alarma oficial, que se alargó durante noventa y ocho días, sin contar este sábado, 14 de marzo previo, toda vez que entró en vigor en la medianoche del 15 de marzo. Por tanto, son 99 nueve diarios escritos hasta el 21 de junio, último día oficial de la última prórroga.



Sábado, 14 de marzo, cayendo la noche. Horas previas del Estado de Alarma

 

 

El gobierno de España ha declarado el Estado de Alarma. Es el de perfil más bajo de los tres regulados en el artículo 116 de la Constitución española de 1978, junto a los de Excepción y Sitio, este último más propio de situaciones bélicas. Estos dos últimos (sobre todo el de Sitio) son muy estrictos y solo se pasaría a Excepción si tras la prórroga del de Alarma, este, fuera insuficiente. La prórroga del Estado de Alarma exige autorización del Congreso de los Diputados, mientas que el inicial nace del gobierno, que lo publica bajo la forma jurídica de Real Decreto y tan solo es necesario comunicarlo al Congreso. Estos tres estados se han regulado por medio de Ley Orgánica, una norma que exige ser aprobada por mayoría absoluta en las Cortes Generales. En la España democrática es la segunda vez que se declara. La primera se debió a la huelga de los controladores aéreos y duró muy pocos días, además de ser muy polémico. Este no ha sido polémico y se agotará con toda seguridad, hasta es posible que pueda ser prorrogado. Todo dependerá de la evolución del COVID-19 o la entrada en el mercado del fármaco que lo combata.

Dicho esto, es impresionante la respuesta positiva del país, sobre todo la del comercio, establecimientos y locales a los que en el Real Decreto se les obliga a permanecer cerrados por no pertenecer al grupo de prioritarios. Esto es fundamental para que nadie tenga la tentación de acudir a ellos, sobre todo en lugares turísticos, que en España son muy abundantes (madrileños y demás población con segunda residencia, tomad nota y dejad de miraros vuestro propio ombligo). El aplauso de homenaje al personal sanitario desde terrazas y balcones, el sábado, 15 de marzo a las 22 horas, horas antes de que se hiciera efectivo oficialmente el Estado de Alarma, fue algo singular. Ayudará a elevar las buenas vibraciones.

     En el momento en el que escribo esto ya es casi medianoche y el silencio es hiriente.

 

04 agosto 2020

LOS BLOGS NUNCA MUEREN

He comprobado (o me he ratificado) que los blogs aún no han muerto y tienen su importancia. Es posible que aún más importancia. 
Resulta que –como muchos amigos conocéis– yo vengo del mundo del blog y que, tras la irrupción de las redes sociales, como nos pasó a muchos, lo abandoné (aunque nunca del todo). Así que hace un mes decidí retomarlo, haciendo lo contrario a lo que había hecho: dar un paso atrás en las redes sociales. Y el resultado no ha podido ser más interesante. Cuando decidí retomarlo, justo el treinta de junio, las estadísticas de visitas eran algo más de 2500 al mes, resultado de las búsquedas aleatorias en Google casi siempre de temas que el blog incluye (cine, música, reflexión, etc.). 

8574 (número), la enciclopedia de los números
Tras un mes de actividad y 17 entradas julio ha arrastrado una estadística de más de 8574 visitas, más del tiple de los datos que arrojaba hasta entonces, un dato exponencial que demuestra que cuando un blog se actualiza las visitas se disparan. Nunca fue mi fin competir en este aspecto y escribir para que las visitas se disparen (de lo contrario escribiría sobre Belén Esteban y los hermanos Matamoros) sino de intentar introducir contenidos originales e imprimirles la máxima calidad de la que sea capaz. Cuando me siento a escribir una entrada en el blog, me muestro igual de concienzudo que cuando me pongo a escribir un libro. Eso no puede ser artificioso en absoluto. O escribes en serio o no escribes, no hay otra opción. Al menos, en mi caso. Porque intento ser concienzudo, incluso, hasta para escribir un guasap. 
No obstante, dejé abierto el canal de mi página de autor en Facebook para compartir los contenidos del blog, que suelen ser del orden de dos a cuatro semanales, porque a diferencia de las redes sociales los contenidos en los blogs permanecen y suelen ser más largos y trabajados, por lo que no conviene ser demasiado prolijo en entradas, si bien es cierto que hay veces que escribo una cada día, todo depende de la temática, la extensión, la inspiración, el tiempo disponible y las ganas.
Tampoco ha sido mi fin último que los comentarios en el blog sean infinitos. Es cierto, que en esta etapa son muchos menos (aunque los que hay son extraordinarios) que en la época dorada de los blogs en la que los comentarios mismos, en ocasiones, oscurecían la entrada, creándose verdaderos debates de alto nivel, pero espero que poco a poco vayan llegando más. Es decir, ir consiguiendo atraer a amigos de las redes sociales hacia el blog porque creo, sinceramente, que a quienes nos gusta escribir y leer con mayor profundidad, el blog nos brinda verdaderas experiencias de conocimiento y comunicación. 
Por lo tanto, satisfecho por la decisión tomada ese treinta de junio pasado. 
Y muchas gracias por vuestro seguimiento.

03 agosto 2020

EL CANAL DE YOUTUBE DE PACO MONTORO. UNA MAGNIFICA IDEA MUY NECESARIA.

Cuando mi amigo Paco Montoro, el vocacional corredor malagueño, amante del cine, de los libros, de la música y, obviamente, del correr, y de tantas cosas más, me comunicó que iba a crear un canal en Youtube en el que incluiría, entre otras cosas, reflexiones del gran filósofo de este deporte, el prestigioso Dr. Sheehan, del gran Toni Lastra, otro filósofo español del correr que vivió toda su vida apasionado por este deporte, practicándolo y escribiendo sobre él, y que también incluiría reflexiones de servidor, no pude más que sentirme abrumado a la par que de dichoso. Y como sé que Paco es persona de principios y hacedor de ideas –como ya demostró en su muy seguido blog Correr para vivir mejor dedicado al mundo de correr– coetáneo a este o bien al que antecedió a este, sabía que pronto tendríamos una primera reflexión de un servidor, incluida en el libro Corriendo Entre Líneas, iniciativa de la que estoy sumamente agradecido. 
Sobre todo porque la conexión de lo que uno escribe con lo que escribe y piensa Paco siempre ha sido muy estrecha, y esa misma conexión se intercala como si tratara de un puzzle universal con las de los grandes escritores citados ya desaparecidos, cuyas obras siempre perdurarán entre nosotros. 

Conocí a Paco virtualmente en la época de los blogs, no recuerdo bien en qué primeros años de la década del dos mil. Como era habitual, quienes corríamos y escribíamos sobre ello lo hacíamos en nuestras bitácoras porque aún las redes sociales no existían. Ambos de la misma generación, posteriormente, tuvimos la ocasión de conocernos físicamente, lógicamente, en una de las carreras a las que ambos acudimos, no recuerdo si en la durísima Media Maratón de Montaña de Calahorra-La Ragua o, si por el contrario, ya nos habíamos saludado antes en Órgiva o, tal vez, en alguna otra carrera. Pero bastaron esos breves encuentros para sellar una gran amistad, que aún perdura, a pesar de que tenemos pendiente esa gran charla con unas cervezas tras devorar unos lúdicos kilómetros que mucho me gustaría pudieran ser en la Vega granadina o, tal vez, en Los Montes malagueños, lugares tocados por la naturaleza que, respectivamente, ambos adoramos y por los que han transcurrido muchos de nuestros entrenamientos y nuestras reflexiones. De hecho, ya me referí a él y a su blog en una entrada de mi blog titulada El correr como vida,  el día 17 de noviembre de 2010. Pero no fue la única que hablé de él, hubo más ocasiones en mi blog y en las redes sociales.
Era muy necesario que la gran orbe virtual contara con un canal en el que tuvieran encuentro estas reflexiones, que no son tan habituales en nuestro mundo como corredores, aunque una cosa es cierta: todos los corredores y no corredores las disfrutamos por una sencilla razón: están escritas desde la experiencia y desde la emoción que nos ofrecen las zancadas que damos por caminos, carreteras y veredas, casi siempre en solitario, porque es muy necesaria la soledad como corredor para que surjan reflexiones que nacen necesariamente de la introspección. 
¡Larga vida a este canal de Paco Montoro! Del que soy seguidor desde el primer minuto de su creación. 




UN VIAJE A PARÍS (I)

Existen ciudades que pueden ser contadas y otras que tiene que ser visitadas para poder contarse. Entre estas últimas está París.      No es...