11 octubre 2013

PLAZA NUEVA Y LA TORRE DE LA VELA


Cuando el peatón llega al final de la calle Elvira y dobla su mirada a la izquierda, se enfrenta con la anchura ornamental de Plaza Nueva y comprueba con estrépito de los sentidos que presidiendo la plaza se alza esbelta y sólida la Torre de la Vela. No es una imagen a la que te acostumbres por mucho que la hayas visto porque determinados paisajes arquitectónicos, aunque estén entre nosotros, en el mundo real, parecen sacados de un mundo onírico. (Comienzo de un artículo en el que estoy trabajando, inspirado por esa fotografía). Fotografía de J. Antonio Flores

09 octubre 2013

MÚSICA: THE MISKOLC EXPERIENCE, DE THERION

Como ya sabéis los más antiguos de este lugar siempre que he tenido ocasión he hablado de Therion, una banda sueca muy heterogénea que cultiva el metal, pero que se atreve también con otros contenidos, o al menos, le gusta acompañarse de otro tipo de músicos. En su último disco 'Le fleur du mar' se han atrevido, incluso, a versionar éxitos pop de Francia de los años 60 y 70. Y, asimismo, fue una de las primeras bandas de metal que iniciaron experiencias musicales conjuntas con sinfónicas consagradas. De hecho, la música clásica está muy presente en su trayectoria musical. 
Lo que os mostraré a continuación es una prueba de ello. Se trata de su actuación en el festival de ópera 'The Miskolc' en Hungría (2007), que grabaron en CD y DVD. Y en este festival consiguen sacar adelante un trabajo doble fantástico dedicado en en su primera parte a grandes compositores de ópera, versionando operas de Verdi, Wagner, Mozart, Dvorak y Saint-Saens.
Ese tipo de cosas lo pueden hacer pocas bandas (Rage entre ellas) porque se exige una puesta en escena muy compleja, arriesgada y ambiciosa. Pero se da la circunstancia que Therion es una banda que está integrada por muchos buenos músicos, los cuáles se van intercambiando en función de qué tipo de concierto tengan programado. Si se trata de un festival tipo Wacken aparecen con sus miembros más aguerridos y metálicos. Pero si se trata de una actuación tipo 'Miskolc' aparecen con sus miembros más introducidos en el universo de la música clásica; o bien, van mezclando ambos géneros y entonces aparecen en escena todos, incluso los de voces guturales. 
Y todo se debe a la forma de ver la música y el metal que tiene su líder y creador,  Cristofer Johnsson, un tipo muy inquieto y con una visión global de la música. 
Aquí inserto el comienzo del festival anunciado, que cuenta para esta ocasión con Lori Lewis, una norteamericana provista de una voz soprano-lírica que, últimamente, se está convirtiendo en fija tanto en los conciertos que Therion ofrece acompañados de alguna orquesta sinfónica como cuando actúan aferrados a sus raíces metálicas como es el caso del Gothic Live de Polonia. No os perdáis esta excelente actuación: 

    

08 octubre 2013

RELATO BREVE: LA DESPEDIDA

Cuando Roberto miró para atrás comprendió que no tenía que haberlo hecho. Fueron tantos los recuerdos que se agolparon de pronto en su mente que tendría que haber evitado que afloraran. Pero no pudo evitarlo. Se dijo que tan sólo lo haría una vez: echaría un pequeño vistazo y, luego, no volvería a mirar de nuevo. 
Pero bastó con esa sola mirada breve para que el torrente salvaje de los recuerdos se le agolpara de pronto en las sienes y las hicieran casi estallar. En ese momento no quiso mostrar ningún tipo de debilidad porque siempre había odiado mostrar sus sentimientos en público. No por el hecho de haber nacido hombre, nada de eso. Tan sólo se trataba de una simple convicción estética. Cuando era pequeño había visto a mucha gente exponer ridículamente sus emociones en público y siempre había visto todo eso con desagrado. Principalmente, siempre le había parecido poco estético mostrar esos sentimientos en los cementerios. Era comprensible llorar a lo que se marcha, a lo que se marchita, a lo que ya jamás se va a volver a ver, a no ser que se haga en el lenguaje onírico, pero de ahí a montar un espectáculo delante de conocidos y desconocidos había un abismo. Y él, precisamente, se encontraba en ese momento en un cementerio; y fue en ese lugar, cuando ya salía hacia el exterior, en el que había osado mirar atrás no pudiendo evitar soltar alguna lágrima. Habían sido tantas las horas juntos. Tantas las aventuras y las desventuras. Tantos los viajes realizados en su compañía. Tantas las visitas al taller...,para acabar siendo desguazado en aquel triste cementerio de coches a la salida de la ciudad. 

07 octubre 2013

'FUNCIÓNFLAUTA' (IDEAL, 7/10/2013)

'Perroflauta',  'Yayoflauta'...¿quién no ha escuchado estos términos? Términos que se usan de manera diaria en el periodo de crisis. Pero van surgiendo nuevas derivaciones. Una que escuché a un compañero de trabajo y que me pareció muy representativa es 'Funcioflautas', para hacer alusión a las serias dificultades económicas por las que atraviesan determinados colectivos de funcionarios que ven que sus sueldos en vez de aumentar o mantenerse, bajan cada año, pero no sus obligaciones económicas ya de por sí paupérrimas. Así que me pareció interesante escribir un artículo de nombre genérico: 'Funciónplauta', el cuál ha salido publicado en Ideal en la edición de 7 de octubre de 2013. Por si no lo habéis leído en papel aquí tenéis su versión digital.    


FUNCIÓNPLAUTA 


Enferma tiene que estar una sociedad cuando aplaude los veinte kilos de euros anuales de Cristiano y vitorea a Messi en la puerta de los juzgados cuando acaba de declarar por presunto delito fiscal, al tiempo que raja contra los mil quinientos euros de sueldo de un policía. Podría tratarse de una burda simplificación, es cierto, pero a grandes rasgos así funcionamos en este país.
               Hay que decirlo claro: probablemente seamos el país democrático que más machaca a su función pública, la cual inspira en el imaginario colectivo una especie de rechazo por la fijeza del puesto y el sueldo fijo. Una fijeza del puesto cada vez más debilitada y un sueldo fijo progresivamente mermado hasta el punto que ya hay quien denomina a la función pública como 'funciónflauta', como bien me decía Eduardo, un compañero de trabajo, la otra mañana. Una denominación que deja a las claras las penurias económicas por las que atraviesan un enorme porcentaje de funcionarios de nivel medio y bajo tras años de estudio, para poder justificar que hay sectores en la sociedad que aún están peor. O sea, una especie de redentores modernos.
               Analizar de dónde viene esa aversión a los servidores públicos en este país no es tarea fácil. Probablemente de cuando el funcionario no era más que un protegido del político de turno, un recomendado, un cesante. Pero desde aquellos tiempos hasta ahora muchas cosas han cambiado a pesar de que ese imaginario colectivo aún sigue muy vivo.
               Gran parte de culpa de la persistencia de esa idea global la tiene el político que entró con la democracia. Y, particularmente, el de los últimos diez o quince años. De hecho, la función pública en España -cuesta creerlo- se comenzó a fomentar en serio en el tardofranquismo y bastaron un par de legislaturas democráticas para que comenzará a hacerse  añicos. Se confundió el servicio público, por medio de un sistema bien estructurado de igualdad,  mérito y capacidad, por el del pretendido servicio público basado en el clientelismo. Es decir, se vuelve de nuevo a los años en los que la función pública no era más que el capricho de políticos descerebrados e inmorales.  Políticos que confunden gobernar con apropiarse de lo que gobiernan; ser elegidos en las urnas con ser dioses.  Y en su endiosamiento no comprenden que hacen un flaco favor a la función pública como concepto, haciendo abstracción de las personas que la integran. La prostituyen y luego la arrojan a la basura sin que lleguen a comprender que lo que están haciendo es debilitar uno de los pilares más sólidos del Estado y de la democracia. Precisamente su solidez deriva de las ideas de los revolucionarios franceses al comprender que tras remover los cimientos políticos del país necesitaban la presencia permanente de un ente que preservara y continuara esos valores (la muy lúcida pregunta-metáfora de ¿quién ha de abrir la puerta del ministerio cada mañana?). Pero todo eso está siendo olvidado. Y por políticos demócratas, precisamente.

               De forma paralela a esa ceguera  de la clase política la sociedad, azuzada por ésta, amplifica ese desdén y lo eleva a categoría de plaga, al no comprender que la función pública real como concepto -no esa que ha entrado por la puerta de atrás del clientelismo-, es el valor más sólido de su vida diaria. El maestro, el médico, el policía, el funcionario de los juzgados y de la administración, el guardia civil de la carretera, el operario del ayuntamiento, el cartero, el inspector de Hacienda, el de Trabajo, el juez, ....Mucho más fácil: comiencen a contar desde que se levantan hasta que se acuestan el número de funcionarios que le atienden de manera gratuita a usted y a su familia (ya verá cómo en esa lista no aparecerá ningún asesor político) y a continuación compárenlos con los servicios que le ofrecen Cristiano y Messi. O, incluso, con los que les ofrecen esos políticos que les gobiernan. Y luego, me lo cuentan.    

03 octubre 2013

EL PUEBLO MACHACA A LOS BORBONES

Venía el otro día en un autobús urbano y unas mujeres de edad madura que, por lo que deduje, se dedicaban a tareas de limpieza comenzaron a machacar al rey y a toda la Casa Real. Me sorprendió y agudicé el oído. No me podía perder lo que decían porque en raras ocasiones esto ocurre entre gente llana y trabajadora, que por falta de información, miedo a la crítica o, qué se yo, abducidos, quizá, como están con tanta tele tonta palmera de los borbones, jamás se les ha ocurrido pronunciar una mala palabra sobre ellos. 

Hablaban con espontaneidad, mezclando las criticas con las gracias de sus nietos o las penurias de sus hijos e hijas. Y al escucharlas me pregunté si el pueblo llano ya estaba comenzando a abrir los ojos. Entonces aludieron al asunto de la enésima operación de cadera y criticaron con dureza que se haya operado en un hospital privado y 'con los dineros de todos', dijeron. Luego vinieron los reproches a las 'bribonás del yerno' o lo bien que vivía él y su familia a costa de los demás, y 'mira nosotras como estamos, sin un duro pa'na'. Y fue ahí cuando comencé a perder el interés. O sea, que estaban criticando al rey porque a ellas les gustaría estar en su lugar, pero no por un sentido democrático, o al menos ético. No, nada de eso. La crítica era porque vivía muy bien (y ellas vivían muy mal). Reconozco que ahí me enfríe. Había picado como una mosca y me ilusioné pensando que el pueblo ya había captado la verdadera razón de ser y de existir de la corona. Pero no era así.
Y caí entonces en la cuenta del por qué la escasez de crítica en los años anteriores del pelotazo urbanística. No sé sí era el caso de esas señores, pero en esos años mucha gente llana vivía muy bien, casi tan bien como los mismos borbones. Mucha gente se había hecho de oro especulando con la construcción desenfrenada. Más o menos todo el mundo sacaba tajada. Unos vendiendo terrenos baldíos a precio de oro para que otro especulador aún mayor pudiera construir. Ese otro construyendo y vendiendo pisos o casas a precios disparatados sin que fuera necesario que arriesgará ni un euro, toda vez que el banco -que daba más de lo que se le pedía- avalaba la promoción y luego conseguía magras hipotecas. Alrededor de toda esa construcción todo el mundo cercano a ese sector se ponía las botas: las empresas de materiales no dando abasto, las tiendas de muebles sin stock, los fontaneros y pintores con lista de espera y, mientras, las Administraciones Públicas a través de sus haciendas ingresando cantidades ingentes vía tributaria. Además, como la economía era tan boyante, se vendían más coches que nunca y había más viajes al Caribe por persona que nunca. Los restaurantes siempre estaban llenos y encontrar una plaza de hotel en una playa por muy cutre que fuera era misión imposible. En toda esa orgía económica, casi todo el mundo pillaba algo, incluso, los funcionarios recogían migajas: al menos, no les bajaban el sueldo. Y las notarías  y los registradores de la propiedad tenían que incrementar sus plantillas porque no se amontonaban en los despachos las escrituras de compraventa.
Por su parte, los gobiernos -central, autonómicos y locales- gastaban sin miedo. Hacían aeropuertos e instalaciones deportivas o culturales sin reparar en su coste ni en lo que costaría mantener todo eso. Y, claro, en ese despelote económica la Casa Real, tan dada a gastar tan generosamente lo que es de los demás, no paraba de viajar, trincar, disparar con pólvora de ídem o hacer con el dinero público, que generosamente les asignaba el erario, lo que les daba la gana, sin necesidad de justificar ni un euro. Por tanto, en ese panorama no existía crítica por aquello de que todo el mundo estaba contento con su vida. A lo más, éramos cuatro los que criticábamos la incomprensión de la mayoría que afirmaba que lo que se llevaba la Casa Real era el chocolate del loro (frase típica donde las haya). Pero ahora el loro ha crecido de forma descomunal a los ojos de los españoles y ya parece que nadie quiere que se le dé ni una onza más a ese pájaro charlatán. 
No obstante, a servidor le gustaría que la crítica a la monarquía y no viniera por esa vía. Porque se trata de una vía en cierto modo interesada y egoísta. Le gustaría que viniera por la vía de la reflexión y a través de la crítica meditada y serena que tuviera como argumento serio el valor y el por qué  de la monarquía en un Estado que se considera democrático. Una monarquía que, además, no es nada transparente, como sí lo son las de nuestro entorno europeo. 
Y por ese motivo perdí tan pronto el interés en el discurso de esas mujeres del autobús. 
      

CINE: OBLIVION (USA, 2013)

Partiendo de la base que cada vez me cuesta más divertirme con una película (estoy volcado en las series, muchas más imaginativas y de mayor calidad, por lo general) he visto 'Oblivion'. Había decidido ya no verla (más de lo mismo, exterminación del planeta, máquinas infernales....), pero mi amigo Juan Carlos la había visto y me dijo que merecía la pena. Y, aunque, es un poco más de lo mismo, tal y como suponía, hay que darle la razón a Juan Carlos cuando decía que merecía la pena. Me fió de él.
Una enorme visualidad y un gran sonido, buena banda sonora, amén de determinados efectos originales y una excelente interpretación de Tom Cruise, gran actor donde los haya. Sin él, tal vez, la película hubiera hecho aguas. Encomiable el esfuerzo del pequeño (pequeño de estatura, pero grande en talento) actor norteamericano. Su trabajo para sostener y dar credibilidad a algo que tenemos la sensación de haber visto ya es destacable. Además, resulta excesivamente larga, porque lo que quiere contar se puede contar en mucho menos tiempo, pero me imagino que este tipo de superproducciones necesitan gran metraje para amortizar todo el ingente gasto tanto de atrezzo como de efectos digitales. De ahí sus 126 minutos. 
Intentan su director y guionista sorprendernos con un final sorprendentes -valga la redundancia-, pero para mí que no lo consiguen demasiado. No obstante, sí que encierra algo de sorpresa y giro ese final, pero nada del otro mundo. Así que quien pretende ver en esta película algo equiparable a los grandes clásicos de la ciencia ficción, en mi opinión, no lo conseguirá, pero en cambio pasará un rato entretenido de sábado o domingo mientras se toma un güisqui, un gin-tonic, un ron con coca, un té, un café o lo que quiera que gusten ustedes tomar mientras ven una película.       

01 octubre 2013

RELATO: EL VIAJERO SIN MEMORIA

No recuerdo en qué momento olvidé el número de la habitación que me habían asignado esa misma mañana en el hotel de ciudad en el que me alojaría durante cuatro noches. Para colmo, tampoco encontraba la tarjeta digital que seguramente me habían entregado en recepción en ese momento de excitación, confusión y nerviosismo que sufro siempre que llego a algún hotel.  Probablemente se tratara de uno de esos olvidos livianos que acaban creciendo exponencialmente hasta agotar por completo toda energía por intentar recordar. Había pasado una noche sumido en sueños febriles y tenía sensación de haber perdido cierta noción del tiempo. En estos sueños yo era un viajero errante que se encontraba siempre en el hall de algún hotel de ciudades lejanas. Era común que en los últimos meses tuviera ese tipo de sueños.
               Es más, no era la primera vez que había sufrido esa crisis de la memoria, pero en mi propio ámbito domiciliario no suponía ningún tipo de problema porque todo me era familiar y acababa finalmente recordando. Las calles, la silueta de los edificios, los establecimientos comerciales, incluso, los rostros de las personas con las que me cruzaba en la calle me eran totalmente reconocibles y bastaba con hacer un pequeño esfuerzo y asirme a elementos comunes para acabar recordando. Pero en aquella ciudad tan alejada de la mía nada me era familiar ni reconocible. Nada sería igual, por lo que esos olvidos podrían acabar por convertirse en un problema.
               De todas formas, el olvido del número de la habitación no debía suponerle. Cuando haya regresado al hotel, daría mi nombre e, inmediatamente, el atento personal de recepción me daría amablemente una nueva tarjeta digital para acceder a mi habitación. Sería uno de los asuntos más comunes que solían atender a diario. Así que dejé de preocuparme y decidí sumergirme en la ciudad y disfrutar de sus calles, de sus museos, de sus restaurantes y de sus espectáculos. Sin lugar a dudas, era la ciudad española que con más ahínco deseaba visitar y estaba cumpliendo un antiguo sueño. No iba a permitir ahora que un asunto menor me lo estropeara.
               Cuando regresé al hotel inmediatamente indiqué que había extraviado la tarjeta y que no recordaba el número de la habitación. La joven que atendía la recepción, a la que no conocía porque seguramente había entrado en un nuevo turno, me sonrió con condescendencia y me preguntó por mi nombre y apellidos. Me llamo Juan Bermúdez -le dije con seguridad-, e inmediatamente ella comenzó a teclear mi nombre en el ordenador. Su sonrisa inicial se fue desdibujando poco a poco hasta que finalmente me dijo con cierto tono de preocupación que mi nombre no se encontraba registrado en el hotel. Es imposible -le dije- he llegado esta misma mañana. La chica me miró con cierta preocupación que, probablemente fuera debida más a su falta de pericia en encontrar mi nombre que al hecho de no estar yo registrado. Siguió tecleando no se sabe qué en el ordenador, pero al no encontrar resultados satisfactorios y tras dudarlo unos segundos, descolgó el teléfono y habló con alguien en un tono levemente servil. Aguarde unos minutos -me indicó- que enseguida vendrá el gerente a hablar con usted. No pude evitar indignarme un poco toda vez que mis escasos días en la ciudad ya comenzaban a complicarse.
               A los pocos minutos llegó un señor joven, pulcramente vestido, que se presentó como el gerente del hotel. Lamento comunicarle Señor Bermúdez -me dijo con educación y tacto profesional- que usted no se encuentra registrado en este hotel. Según nuestros datos -continuó diciendo- la reserva para estos días la hizo usted en un hotel de París, perteneciente a nuestra cadena.          

UN VIAJE A PARÍS (I)

Existen ciudades que pueden ser contadas y otras que tiene que ser visitadas para poder contarse. Entre estas últimas está París.      No es...