Pero bastó con esa sola mirada breve para que el torrente salvaje de los recuerdos se le agolpara de pronto en las sienes y las hicieran casi estallar. En ese momento no quiso mostrar ningún tipo de debilidad porque siempre había odiado mostrar sus sentimientos en público. No por el hecho de haber nacido hombre, nada de eso. Tan sólo se trataba de una simple convicción estética. Cuando era pequeño había visto a mucha gente exponer ridículamente sus emociones en público y siempre había visto todo eso con desagrado. Principalmente, siempre le había parecido poco estético mostrar esos sentimientos en los cementerios. Era comprensible llorar a lo que se marcha, a lo que se marchita, a lo que ya jamás se va a volver a ver, a no ser que se haga en el lenguaje onírico, pero de ahí a montar un espectáculo delante de conocidos y desconocidos había un abismo. Y él, precisamente, se encontraba en ese momento en un cementerio; y fue en ese lugar, cuando ya salía hacia el exterior, en el que había osado mirar atrás no pudiendo evitar soltar alguna lágrima. Habían sido tantas las horas juntos. Tantas las aventuras y las desventuras. Tantos los viajes realizados en su compañía. Tantas las visitas al taller...,para acabar siendo desguazado en aquel triste cementerio de coches a la salida de la ciudad.
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08 octubre 2013
RELATO BREVE: LA DESPEDIDA
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En fin, a todos les toca, más tarde o temprano, el taller del que nunca saldrán..., incluidos nosotros, miles de robertos y robertas, se irán, los recuerdos para quienes se queden.
ResponderEliminarPor cierto, ¿el camión de bomberos es fruto de los recortes de los pepetas?
Saludos
¿Quién no se acuerda de los coches que nos han ido dejando J. Gerardo?
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