Por tanto, tras la preventa, que siempre es una herramienta para darlo a conocer, la venta definitiva de esta novela, tanto en versión digital como en tapa blanda, será el seis del próximo junio de 2025. ¿Qué ocurrirá con esta novela? Eso nunca lo puede saber nadie, ni tan siquiera el propio autor. Leo y escucho a muchos escritores independientes lamentarse porque sus obras no tienen visibilidad, y razón no les falta; tambien las mías adolecen de ese problema (lo es para muchos escritores, incluso de editorial), pero ocurre que en una sociedad como la nuestra, el libro, leer, cada vez tiene menos importancia; y lo que no tiene importancia no suele estar presente en la vida de la gente, así que el sistema editorial ha buscado una vía para que esa importancia no caiga del todo: apostar por unas pocas obras que estén escritas o bien por gente muy conocida, o bien apostar con mucho marketing y dinero por unas pocas. En ocasiones, en esto de los libros dos y dos no es siempre cuatro y algún que otro libro despunta, con independencia de cómo esté publicado.
Obviamente, la historia que escribe cada autor, por muy modesto que sea, es decir, su propia historia es para él la más importante y la más genial, porque son muchas las horas dedicadas y la relación que se genera con ella es muy sólida y afectiva, pero hay que tener los pies en el suelo, es decir, saber el terreno que se pisa; de ahí que desde hace tiempo comprendí que poco o nada tiene que ver escribir, incluso escribir bien, con ser leído o muy leído. Es por eso por lo que cada vez me interesan menos las redes sociales como el oráculo que creíamos que eran para la promoción de las obras. Siempre he puesto este ejemplo con relación a Facebook y los libros: Facebook es la sociedad actual trasladada a lo digital. Es la calle, los bares, los mercados, los estadios de fútbol, las discotecas, los puesto de trabajo..., y nadie va por esos lugares con un libro en alto vendiéndolo, como aquel vendedor de rosas que se inmiscuye en la privacidad de los grupos de personas para venderle unas rosas (o venderle cualquier cosa). Es más factible decidir llamar al vendedor de rosas y comprarle unas cuantas, porque para el comprador existe una necesidad emocional de hacerlo. Es por eso por lo que he dejado casi por completo las redes sociales y solo asomo cuando el comprador (lector) sé que quiere comprar esa rosa que para mí es tan preciada.
A los libros hay que tratarlos como a lo seres vivos. Me ocurre mucho cuando algún pájaro anida en mi terraza. Sufro por él y por su progenie cuando llueve, cuando hace frío o lluvia. Me pregunto qué hará la madre o el padre para que esas crías coman y beban, cómo las resguardarán del frío, de la lluvia, del calor. Así que deseo ayudarles, pero en la medida que pretenda hacerlo sé que les estaré perjudicando. Al poco tiempo, me asomo al nido y ya no están: han crecido y han volado sin que nadie les haya echado una mano. En ocasiones, en muchas cosas de la vida (y los libros forman parte de ello), la mejor ayuda es dejarlos a su albedrío y, con el paso del tiempo, dejarlos marchar. Es así como un libro crece y se forja un camino. Muchos, tal vez la mayoría, acabarán su camino muy pronto (como esa cría que en ocasiones cae del nido) y otros lo continuarán hasta el infinito.
Seguimos.
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