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27 diciembre 2012

RELATOS BREVES DE INVIERNO (EN DOS ACTOS)


¡QUÉ BELLO ES VIVIR! (O CENA DE NOCHEBUENA EN DOS ACTOS BREVES)

Primer Acto

           Nada más asomar la cabeza en el hall de la casa, ya se apreciaba ese agradable olor que vaticina una cocina a pleno rendimiento; incluso, la temperatura es alta en toda la vivienda debido a los elevados grados de los fogones. El calor va en aumento por la cada vez mayor presencia de miembros de la familia que  para celebrar la Nochebuena se reunirán,  al menos, una vez al año. Curiosamente muchos de los hermanos, cuñados, sobrinos y primos no se han visto apenas a lo largo de los trescientos sesenta y cinco días y, lógicamente, tienen pocas cosas en común, pero la tradición es la tradición. Al menos, mientras vivan los progenitores.  Lo haremos por ellos, es la frase más utilizada por todos.
        Preparadas las viandas, comienza la cena para aproximadamente 13 personas, entre adultos y niños; y con ella comienzan las primeras conversaciones, que parecieran forzadas, según observaría un testigo imparcial. 

  Segundo Acto

        Rompe el hielo la madre y abuela; la progenitora y dueña de la casa. Mujer de bastante edad, la experiencia le ha enseñado que es ante una buena mesa cuando pueden ocurrir las mejores y las peores cosas. Consciente de ello comienza a hablar nada más sentarse todos a la mesa:
        -Bueno, ¿qué tal vuestras vacaciones? -hace la pregunta genéricamente a grandes y pequeños-
      Los niños son los primeros en contestar: ¡ya no tenemos cole hasta enero! es la frase más utilizada; pero los adultos siguen guardando silencio. Así que la madre y abuela cambia la estrategia, consciente de que muchos de sus descendientes y parejas apenas se han saludado.
       -¿Y qué tal el trabajo? -pregunta dirigiéndose en concreto a los adultos?
      -¿Qué trabajo mamá? ¿No sabes que lo perdí hace nueve meses? -contesta secamente el hijo mayor ante la inquisitiva mirada de su esposa-.
     -Pero los demás sí lo conservamos. Siempre piensas que las preguntas solo van dirigidas a ti -le reprende con dureza el segundo de los hermanos-.
     -Sí, claro que lo conservas. No todos pudimos disfrutar de tus privilegios -se defiende el hermano mayor-.
      -¿A qué privilegios te refieres? -le pregunta molesta a la esposa del segundo de los hermanos-.
     -Nadie ignora en esta casa que mientras yo me tuve que quedar cuidando el pequeño negocio familiar al enfermar mi padre, tu esposo querido pudo acabar la carrera de Veterinaria en Córdoba -contraataca el mayor de los hermanos-.
     -Sí, claro. Yo no tuve que joderme, quedándome en casa a cuidar de papá cuando tuvo la trombosis cerebral -intervino la hermana pequeña-. Por si no os acordáis tuve que dejar la carrera de Derecho en segundo, ya que el hermanito cerebro tenía que acabar Veterinaria.
   -Que yo tenga más inteligencia que vosotros dos juntos, no es culpa mía -dijo con malicia y mordacidad el veterinario-.Jamás pudisteis aceptar eso. 
    -Siempre has sido un miserable, un creído y un mal educado -terció el hermano mayor-.
  -No te permito ese tono....-dijo el segundo de los hermanos, haciendo ademán de levantarse de la silla-.
    -¿Vas a agredirle, en vez de estarle agradecido? -le preguntó amenazante la esposa del hermano mayor-.
     -Te dije que era mejor que no viniéramos a comer esta noche -le reprendió el joven esposo a su esposa, la hermana menor de la familia-.
     -No hubiera sido mala idea, de todas formas nadie te hubiera echado en falta -dijo con intencionada maldad la esposa del segundo hermano, que jamás tragó al joven esposo de su cuñada-.     
    El padre que no podía articular palabra desde la trombosis cerebral, comenzó a hacer grandes aspavientos con las manos, hasta el punto de tirar la sopera. Tal era su enfado ante el espectáculo que estaba presenciando, impotente y dolido. Mientras tanto, la madre, que con tanta ilusión había preparado la cena para la reunión familiar de Nochebuena, no pudo evitar dejar la mesa llorando, dejando caer la silla al suelo al levantarse enérgicamente.
    Mientras tanto, en la Primera, el aspirante a ángel de primera clase, Clarence, saltaba desde el nevado puente a las frías y turbulentas aguas del río, emulándole inmediatamente un atormentado George Bailey.
     No ajenos a la situación, los niños perdieron progresivamente el interés por el juego y la sopa dejó de elevar al aire sus anárquicos hilos de vapor que presagiaban un sabroso y cremoso sabor.    


(ESTE RELATO ES PURA FICCIÓN, PERO QUIÉN SABE SI, EN OCASIONES, LA FICCIÓN NO ES MÁS QUE UNA TORPE IMITACIÓN DE LA REALIDAD).  

Por José Antonio Flores Vera

25 diciembre 2012

RELATOS BREVES DE INVIERNO

Bueno, pues a pesar de que el día se ha levantado levantisco -valga la redundancia- por el sur, no hay que olvidar que seguimos en Navidad, y nada mejor que un pequeño relativo que funcione como Cuento de Navidad.  



LAS LUCES DE LA CIUDAD



Cuando llegó el día anunciado y el mayor y más conocido centro comercial de la ciudad no encendió sus luces navideñas, casi todo el mundo sintió indiferencia. No hubiera sido así en años anteriores, pero ese año que ya se iba evaporando no había sido en absoluto el mejor de todos. De hecho, la mayoría de la gente, una vez diagnosticada su situación, la de su familia y mejores amigos, prefería que las cosas que le rodeaban no tuvieran un brillo especial y mucho menos que ese centro comercial se dedicara a repartir destellos a lo largo y ancho de su enorme y bien situado edificio en el centro de la ciudad. Mucho mejor así, se dijeron unos a otros.
  Sin embargo, un grupo más pequeño de ciudadanos aguardaron gran parte de la tarde para convencerse que el tardío y anunciado encendido de las luces navideñas no se había llegado a cumplir por mor de alguna avería sin importancia. Eso produjo expectación y bromas, creando en el ambiente cierta algarabía y cierto aire festivo a mitad de camino entre la incredulidad y el desconcierto. Todo el mundo en esos momentos apostaría todo lo que llevara en sus bolsillos a que en un par de horas todo estaría solucionado y ese centro comercial, el más famoso de la ciudad, acabaría por conectar toda su luminaria. Pero eso no ocurrió, ni esa tarde ni en las siguientes.
  Por su parte los munícipes, encerrados en sus despachos hacían comentarios entre jocosos y nerviosos, toda vez que la iluminación de ese centro comercial significaba la única esperanza de que hubiera algún alumbrado navideño en la ciudad, ya que el presupuesto no había permitido ni tan siquiera poner una mínima bombilla.
  El grupo de los escépticos, los que habían mostrado total indiferencia ante la falta de iluminación del establecimiento comercial, casi se regocijaban y consideraban justo que no hubiera más iluminación que la de ordinario hay el resto del año. Sin duda, su pensamiento estaba amordazado por su estado de ánimo, el cual se había ido ennegreciendo a medida que iba transcurriendo aquel año horrible. Se asomaban curiosos y divertidos a las puertas del centro comercial y disfrutaban que éste siguiera sin dar señales de luz alguna.
  Entonces, los periódicos de la ciudad centraron sus críticas en el ayuntamiento, acusando a los munícipes de irresponsabilidad ante la falta de luces festivas en la ciudad en fechas tan señaladas. Ese asunto provocó un agrio debate entre los que consideraban que no habría que gastar dinero en algo tan fatuo y los que consideraban que era necesario gastar dinero para significar esas fechas tan señaladas.
  Pasaron los días y la ciudad seguía sin contar con una bombilla festiva, así que una comitiva de ciudadanos celebérrimos se dirigieron a la dirección del centro comercial amenazando con no hacer gasto alguno si no encendían las luces como todos los años. La dirección alegó que por solidaridad y ante el oscuro estado de ánimo de gran parte de los ciudadanos de la ciudad habían decidido ser consecuentes, pero esa argumento no convenció a nadie. Ni tan siquiera a los escépticos que a esas alturas, comprobando que ya pasaban demasiados días y que su frustración no era tampoco de tan largo alcance -y mucho menos en fechas tan señaladas- comenzaron a echar de menos esas luces navideñas, muchos de ellos presionados por sus propia familia y amigos.
  Ante la sorpresa de todos, tanto un grupo como el otro -el de los celebérrimos y el de los escépticos- decidieron unir sus fuerzas y organizarse; unos irían a visitar a la dirección del centro comercial y otros al ayuntamiento. Ante esa tesitura ni el centro comercial ni el ayuntamiento supieron que contestar, confundidos por esa reacción unívoca.
  -Mucho tiempo llevo en la vida pública y sigo sin conocer a los ciudadanos que intento gobernar -dijo el alcalde al director del centro comercial en la reunión urgente que convocaron -.
  -Yo estoy aún más confundido, alcalde, ya que tras muchos años dedicado al comercio, este año he comprendido que hay cosas que no están en venta.
Lógicamente, ante el cariz que habían tomado las circunstancias y con una semana de retraso, tanto el ayuntamiento como el centro comercial llenaron de luces la ciudad.    

18 diciembre 2012

CONOCER A TOLKIEN

'El Señor de los Anillos', 'El Hobbit'. Todos conocemos ya estas obras. Es probable que no las hayamos leído, pero hemos visto o estamos viendo sus versiones cinematográficas. 
Poco puedo decir de 'El Hobbit', tan sólo que me negaré a verla en 3D. Deseo verla como vi 'El Señor de los Anillos', en su versión extendida y con toda la pureza de la pantalla plana.
Recuerdo que en el desaparecido cine Aliatar proyectaron la versión extendida de la Trilogía de 'El Señor de los Anillos' en tres sesiones distintas, después del éxito arrollador en salas convencionales, y a las tres asistí con deleite y satisfacción, mucho más al comprobar que éramos cuatro gatos los que estábamos allí. A partir de ahí, cuando hube de pedir un regalo prometido dije que fuera la versión coleccionista de la Trilogía en DVD; y desde entonces la disfruto una vez al año con toda su pureza, color y sonido. Así que es de esa manera como quiero ver la precuela, conformándome con que tenga la poética narrativa que Jackson le dio a la anterior Trilogía. 
Pero conocer la obra de Tolkien y no conocer el proceso creativo y vida de su autor es un delito. Pero de todo eso hablaré en su momento.

04 diciembre 2012

RELATOS BREVES DE OTOÑO

SOLILOQUIO DE UN ALCALDE ARREPENTIDO

Preludio 

Nada me podrá hacer disfrutar de estas fiestas venideras tan entrañables. Y aún estoy sorprendido de lo rápido que se ha sucedido todo. Porque parece mentira que haya pasado tan sólo un año desde que yo era razonablemente feliz. 
Conseguí mi sueño. Ser alcalde de mi ciudad; de la ciudad en la que nací y crecí; de la ciudad de mis antepasados. Desde siempre quise ser el Alcalde como ya lo fue mi bisabuelo hace más de un siglo. 

Parte Primera


No paro de preguntarme cómo no he podido evitar todo esto. ¿Por qué no supe ver lo que se estaba tejiendo a mi alrededor? Todas aquellas francachelas excesivas. Esas amistades peligrosas. Esos regalos admitidos, que nunca debieron serlo. Esas adulaciones gratuitas. 

Parte Segunda 

Debí decir no desde el principio al constructor Ramirez. Total, ya todos lo conocíamos en el pueblo. Sus relaciones con el anterior alcalde, mi antecesor, y la caída fulminante de aquél, debieron ser mi mejor lección aprendida. 
Así me lo ha insinuado esta misma mañana el secretario general de la agrupación local de mi partido, el mismo que apostó por mí para sustituir al alcalde dimitido. Pero los hombres jamás aprendemos. Y mucho menos los políticos, que solemos dejarnos embriagar por el elixir del poder y la gloria. Es la vanidad. 

Parte Tercera 

En principio, nada malo había en aceptar aquella invitación a cenar de Ramírez. En realidad, son muchas las cenas a las que voy. Va en el cargo, pero aquella fue la más indigesta. Tampoco interpreté negativamente que viniera a la misma mi concejal de urbanismo, un chico joven bien formado y de mi confianza, que había comenzado trabajando para el constructor como arquitecto técnico. No supe ver la red que me estaban tejiendo. Pero tras la cena vino el viaje con todos los gastos pagados a Estados Unidos para mi mujer y para mí; y después el coche y... esa cuenta, que ha resultado ser mi ruina. Qué paradoja. Me sentía el amo del universo y creí de veras que nada de eso jamás se sabría. Y en mi seguridad acartonada, no me molesté en comprobar que el solar recalificado para construir el centro comercial contenía unos humedales protegidos ¿Cómo pude ser tan idiota, conociendo aquella zona como la palma de mi mano? ¿No era allí dónde me bañaba de niño? ¿No era allí donde crié mi primera cerceta pardilla? ¿Por qué no fui advertido por la Comisión Provincial de Urbanismo? ¿Por qué ignoré el dictamen desfavorable de la arquitecta municipal? ¿Por qué traicioné a mis vecinos, traicionándome yo de camino? Ya no tengo respuestas a esas preguntas.

Desenlace 

El Juez de Instrucción acaba de leerme los cargos, pero el sargento de la policía local me ha tranquilizado. Es un buen hombre. Mañana mismo, sin demora, convocaré el pleno de mi dimisión. He de llamar a la familia. Y al abogado del partido.     


Autor: José Antonio Flores Vera

27 noviembre 2012

RELATOS BREVES DE OTOÑO

EL VULGAR CARTEL 

El lunes por la tarde al salir del portal de mi piso observé un vulgar cartel escrito torpemente a mano con rotulador de trazo negro que anunciaba, de forma torticera, que el próximo miércoles a las 20,30 horas se enfrentarían en el pabellón cubierto del barrio dos equipos de la NBA: Los Angeles Lakers vs Toronto Raptors, dos destacados equipos de las Conferencias Oeste y Este, respectivamente.
El vulgar cartel tapaba por completo el portero automático, por lo que me pareció una broma de mal gusto de algún gamberro con el suficiente tiempo libre y demasiadas ganas de llamar la atención. Sin embargo, a pesar de que lo arranqué y lo tiré a la papelera, no pude evitar esbozar una leve sonrisa ante la inventiva gamberra del tipejo o tipeja que, probablemente, era el mismo o la misma que, hace unos años, recién inaugurado el edificio tuvo la ocurrencia de marranear la fachada con el siguiente texto escrito en gruesas letras: 'Libertad para el Tibet', una reivindicación que, al margen de que pudiera parecer justa o no, no encajaba con las típicas inscripciones habituales que uno ve en las fechadas de los edificios de cualquier ciudad española: 'No hay pan para tanto chorizo' o 'Políticos corruptos'. Cosas así. ¿Libertad para el Tibet? ¿Qué curioso? 
Pero no menos curioso que este último cartel que anunciaba un partido de la NBA, entre dos de los más destacados equipos de la liga americana de baloncesto, en un barrio del extrarradio de una ciudad de provincias. Sin lugar a dudas, se trataba de alguien con la mente dispersa e imaginativa.
Como digo, rompí el cartel pero el asunto estuvo un par de días en mi cabeza. Valoré esa inventiva y ese ingenio a medida que pasaban las horas. Había en aquello cierta poesía, algo parecido a lo de aquel poeta francés que firmó una hoja de las páginas amarillas de París, diciendo que era su mejor verso. Además, fuere quien fuere el autor o autora de aquel cartel había tenido la delicadeza de no pintar directamente en la fachada. Eso no significaba que se hubiera ganado mi simpatía, pero al menos, su gesto le honraba.
Cuando llegó el miércoles por la tarde calcé mis zapas e inicié mi ruta hacia el Albayzín, como suelo hacer algunas noches en los meses de otoño e invierno, pero al pasar por el pabellón deportivo del barrio recordé ese cartel bromista y sin saber por qué me detuve y me acerqué a la puerta del mismo. 
Como es propio de estos pabellones pequeños, el ruido del juego se escucha fácilmente en la misma entrada al recinto; y ese ruido era descomunal para un día ordinario. Eso llamó mi atención. Así que entré. 
En ese momento Pau Gasol acababa de errar un mate ante la ágil oposición de Jose Calderón. Entre el público tan sólo se encontraban dos adolescentes aburridos con pinta de grafiteros, la limpiadora del pabellón haciendo su trabajo, el conserje, por obligación, un par de madres que esperaban a sus hijos y un señor mayor impecablemente vestido de traje y corbata que, muy atento al juego, tomaba notas de vez en cuando en un cuaderno pequeño. 
Uno de los adolescentes grafiteros me miró irónicamente y esbozó una enigmática sonrisa.  

Por José Antonio Flores Vera      

06 noviembre 2012

LA RENUNCIA DE JAVIER MARÍAS

La reciente renuncia por parte del escritor Javier Marías al Premio Nacional de Narrativa otorgado por el Ministerio de Cultura ha traído cola. Y lo ha hecho porque no es normal que sea así, ya que no se dan por estos lares esos signos de coherencia personal.
Los que leemos a Javier Marías desde hace años no nos sorprende ya que ha renunciado a otros premios públicos, sencillamente porque siempre ha sido muy crítico con el poder y con el español más aún si cabe, algo que siempre ha expresado, principalmente, en sus artículos. Y porque no es posible, siendo intelectual independiente, tener buenas migas con los titulares de este régimen corrupto en que se ha convertido España, un país que se está vanagloriando y africanizando a pasos agigantados, que a lo mejor es lo que quieren los poderosos de la UE. 
Pero, claro, es tanta la arrogancia en este país por parte de la clase política, que al bueno de Javier Marías le han caído hostias por doquier por parte de políticos adeptos, tertulianos y articulistas del régimen. Y sencillamente por ser coherente y renunciar a algo que no encaja con su predicamento. Además, ha aconsejado que los 20.000 € que conlleva el premio se dediquen a abrir bibliotecas que buena falta hace, previo agradecimiento al jurado, que es probable que haya actuado de buena fe, estoy seguro. 
Hace falta gente así, qué duda cabe. Gente que vomite ante la estulticia corrupta y de pensamiento único en el que se ha convertido España, gobernada por una clase política que ya no se corta un pelo en trincar  amparándose en razones de Estado o razones de Autonomía, que para el caso da igual. 
Bien por Javier Marías.  

25 octubre 2012

RELATOS BREVES DE OTOÑO

UN DÍA ORDINARIO 


Ahora que cuento con la tranquilidad necesaria, me pregunto porqué un cotidiano accidente en una calle cualquier de una ciudad cualquiera se convirtió en el punto de inflexión más importante de mi existencia. Pero cómo lo iba a saber yo en ese momento.

Estás con tu motocicleta en ese semáforo que casi siempre está en rojo justo en la esquina del gran banco, ese que ahora exige ser ayudado por el gobierno; estás allí, aguardando el cambio de color de luz led de la señal de tráfico y nada puede hacerte sospechar lo que viene a continuación, porque imaginas que lo que viene a continuación no es otra cosa que lo predecible. Es decir, que el semáforo se pondrá en verde y tu retorcerás el puño de la moto y saldrás progresivamente hasta el próximo semáforo; o bien, te dará tiempo a superar dos o tres semáforos más hasta girar a la derecha, muy cerca ya de donde sueles aparcar. Nada tan ordinario y tan cotidiano como eso.

Pero nada de eso ocurrió. De un millón de ocasiones, tan sólo una de ellas podría salir mal. Una entre un millón. Y salió mal. Pero ocurrido lo ocurrido, te preguntas cosas: ¿por qué a mí? ¿por qué aquel día y no otro? ¿por qué en aquel semáforo ordinario por el que pasaba a diario y no en otro?

De nada vale ya lamentarse. De hecho, mi abogado está consiguiendo poco a poco demostrar que nada tenía yo que ver con aquel individuo que salió disparado del banco con una bolsa en la mano y que sin mi permiso y a traición se instaló en el asiento trasero de mi moto y me obligó a alejarme de allí a punta de pistola, asegurando al policía que nos detuvo al final de la calle que yo era su cómplice.

19 octubre 2012

RELATOS BREVES DE OTOÑO















LA LIEBRE

Cuando quiero hacer cuestas me voy al Torreón de Albolote. Se trata de un espacio natural protegido, un frondoso bosque de pinares que preside el entorno del Pantano del Cubillas. Temo subir allí, pero al mismo tiempo brindo al cielo haberlo hecho, porque todo el entorno es excepcional en esa subida: la fuerza necesaria para subir esos repechos y esa naturaleza tan primigenia. 


Cuando subí la otra tarde, horas antes había llovido. No había barro en el camino pero sí abundantes charcos. Así que intenté en la medida de lo posible esquivarlos con desigual suerte. Cuando estaba a punto de llegar a la parte asfaltada, en la encrucijada que orienta el camino, o bien al Torreón o bien a la Ermita de los Tres Juanes, intenté esquivar un charco que abarcaba todo el camino, para lo cual tuve que correr durante unos metros por la maleza que brotaba anárquica en el borde del camino. A los pocos segundos de introducir mis pasos en aquella maleza presentí, más que percibí, un movimiento que me inquietó. Casi me detuve, pero no lo hice, porque no es prudente detenerse en plena cuesta. No obstante, intenté evitar aquello que se movía, fuere lo que fuere.  Superado el charco volví a introducirme en el camino y fue cuando la vi. Se trataba de una liebre de las muchas que a veces he visto atravesar raudamente el camino, como asustadas. Sin embargo, aquella que vi -y que con toda seguridad era el movimiento que noté en la maleza-, estaba allí plantada justo delante mía, casi impidiéndome el paso. Me miraba directamente a la cara de manera amenazante y no tuve más remedio que decirle que se apartara del camino si no quería ser pisoteada por un 10,5 UK. Inmediatamente, al tomar conciencia de que le estaba hablando a una liebre, me sentí ridículo. Su mirada era tan expresiva que consideré que tenía delante a una persona. Probablemente a esas alturas de cuesta iba tan cansado que ya no controlaba, me dije.
Para mi sorpresa la liebre me contestó. No se trataba de una alucinación ni nada por el estilo, sencillamente, la liebre me contestó. Se dirigió con perfecta pronunciación -nada de dialecto de liebre- y me reprochó que no respetara su espacio. Ante tal fenómeno extraordinario, me detuve. Lo que estaba sucediendo era incompatible con correr. La liebre siguió hablando. No recuerdo bien todo lo que me dijo pero retuve algunas de sus frases: me reprochó que los humanos no respetáramos su entorno y que actuáramos como si fuéramos los reyes de la creación. No tuve más remedio que contestarle, a pesar de que sentía que aquello era más una ensoñación que una realidad. Le refuté su argumento diciéndole que probablemente fuera cierto lo que decía, pero que no considerara que correr por un entorno natural fuera sinónimo de no respetar su entorno, todo lo contrario. La conversación siguió durante un buen rato de esa guisa: 
-Los animales de este bosque estamos más que hartos que los humanos invadáis nuestro territorio -dijo enfadada la liebre-.
-Comprendo vuestro enfado, pero no es justo que a los corredores nos integréis en ese grupo genérico de 'humanos'. 
-¿En que grupo, entonces, debemos integraros?
-Te diré una cosa: hay una cosa que odio probablemente más que tú: los domingueros que vienen en masa los fines de semana. Vienen con sus coches y comienzan a sacar viandas, poniéndolo todo perdido. Además despliegan un ruido ensordecedor.    Seguramente son esos los que os fastidian. De hecho, a mí también me fastidian y por eso intento no venir por aquí los domingos.
-Sí, esos son los peores. Luego están los que se niegan a andar un poco y acaban subiendo en coche hasta lo más cerca posible del Torreón. Esos son odiosos.
-Pienso lo mismo. A mi también me incordian con sus coches cuando subo corriendo. 
-Luego están todos esos que vienen con sus ruidosas motos...
-Sí, esos son los peores pero, supongo, que no me meterás en ese grupo...
-Bueno...no exactamente.
-Vamos a ver liebre, te enfadas conmigo porque he osado pisar la maleza para esquivar un charco, cuando sabes certeramente que quienes corremos por aquí somos los más respetuosos con la naturaleza. Mucho más, incluso, que los ciclistas.
-No digo que no. En realidad, jamás nos habéis molestado. Os vemos correr desde nuestras madrigueras y eso nos agrada...
-Luego, a qué viene esa molestia, ¿porque en una sola ocasión y por una causa justificada he pisado la maleza?
-En realidad tienes razón, pero estoy tan molesta con los humanos que visitan este entorno que he acabado por incriminarte, y ahora comprendo que sin razón. 
-Supongo que estás más que justificada. Te diré una cosa: corro mucho por aquí y os he visto a vosotras, las liebres, he visto pájaros, he visto algún reptil en los meses más tórridos y me ha gustado, precisamente, porque eso me hace sentir en armonía con vuestro entorno y con vosotros mismos. Jamás, ni yo ni ningún corredor, os hemos importunado. Todo lo contrario: siempre hemos tenido hacía vosotros, los animales, un reverencial respeto.
La liebre se ruborizó un poco al escuchar mis sensatas y  sentidas palabras. Parecía arrepentida de su mal genio. Comprendí su desazón y le extendí la mano. Ella me abrazó y me dijo que le gustaría verme corriendo por allí siempre. Me emocioné y le devolví el abrazo.  

17 octubre 2012

ACIERTA EL PREMIO PLANETA CON LORENZO SILVA


Que el escritor Lorenzo Silva haya ganado la 61ª edición del controvertido Premio Planeta de Novela, me parece una excelente noticia. Principalmente, porque un premio de esta envergadura ha de aliarse siempre con la calidad literaria y ésta rebosa de la pluma del escritor madrileño. No siempre ha sido así y todos recordamos ediciones en las que el ganador nada o poco tenía que ver con la calidad literaria, ni siquiera con la literatura, pero se trataba de una persona mediática que aseguraba el éxito comercial del libro, que es de lo que se trataba. Incluso, el rumor que afirmaba que estaba más que otorgado era insistente, una situación muy poco edificadora que provocó -también por otros motivos- la renuncia de su jurado más brillante, Juan Marsé. Pero parece que se están reconduciendo las cosas en los últimos años.  
Lorenzo Silva fue abogado hasta no hace mucho, hasta el día en el que la literatura le ofreció una forma solvente de ganarse la vida. Hasta ese momento, compaginó ambas cosas, que en el fondo tienen mucho en común, aunque no lo parezca. Recuerdo que en cierta ocasión le pregunté a través de un correo electrónico de qué forma compaginaba el despacho y la escritura -ya había ganado el Nadal con 'El alquimista impaciente'- y me contestó que no era nada fácil y que su secreto era echarle muchas horas. Pero también es necesario contar con mucho talento para novelar historias negras, aunque también ha escrito mucho sobre literatura de viajes y otro tipo de narrativa; también escribe habitualmente artículos en los medios de Vocento y en otros muchos. De hecho, es el 'cartero' de las cartas que los lectores envían al XL Semanal, que se entrega los fines de semana con los periódicos de Vocento, labor que en mi opinión lleva a cabo de manera muy acertada. Imprescindibles son sus comentarios a las cartas recibidas en la semana.
Por tanto, estamos ante un buen tipo, que se moja y suele poner a parir a la clase política; y estamos ante un escritor prolífico, muy dedicado a su tarea, que ha encontrado en la saga de parejas de Guardías Civiles, Chamorro y Bevilacqua un filón para producir novela negra, de forma casi inilimitada. Y ha sido el séptimo caso de estos abnegados Guardias Civiles el que ha conseguido el Premio Planeta de 2012, con la obra denominada 'La marca del meridiano', que será de lectura obligatoria, entre otras cosas porque abarca esa turbulenta relación entre Madrid y Barcelona -no hablamos de fútbol-, tan en boga ahora con la fiebre independentista actual. 
Como bien me venía a decir la otra noche, mi amigo y Álter, Jesús Lens, que es un verdadero especialista en la materia, la novela negra tiene el valor añadido de escrutar la sociedad en la que se desarrolla. Y desde este punto de vista, es totalmente apasionante. De hecho, los libros de Lorenzo Silva tienen la particularidad de radiografíar el contexto social en el que se desarrollan las investigaciones de los agentes, donde cabe desde la corrupción política hasta los turbios negocios de las altas esferas, pasando por los rincones y los sucesos más negros, criminales y oscuros de nuestra enferma sociedad. De hecho, me cautivó tanto el 'trabajo' de Victoria Chamorro y Bevilacqua, que regalé el libro a un amigo Guardia Civil que prestaba sus servicios en el, por entonces, encendido País Vasco. Y le gustó, según me dijo.        
     

16 octubre 2012

RELATOS BREVES DE OTOÑO


EL BAR DE LA ESQUINA


   A eso de las ocho p.m., siendo noche cerrada, Julio salió del piso en el que residía, ubicado en un  bloque de viviendas residenciales del extrarradio, al norte de la ciudad. No solía salir de casa más tarde de esa hora, pero sintió de repente unas ganas tremendas de salir al bar de la esquina a leer la prensa del día, cosa que no había podido hacer a lo largo de la jornada.
  Pediría una cerveza en el que más que seguro bar vacío y se acodaría en la barra a leer plácidamente la prensa, ya que no le gustaban las mesas de los bares. Él siempre había sido de barra. 
   Estaba seguro que el bar estaría vacío porque era lunes y con la crisis la gente cada vez salía menos entre semana. Ese vacío de los bares en días ordinarios y grises le atraía sobremanera, pero al mismo tiempo le hacía sentir una inmensa tristeza. O tal vez, melancolía.
   Fuere como fuere, lo importante es que había sentido unas ganas tremendas por salir y su esfuerzo le había costado cambiarse la cómoda ropa de estar en casa. Además, hacía frío y había llovido durante toda la tarde. Pero, bueno, aprovecharía para arrojar la basura al contenedor.
   Llegó al bar, y para su sorpresa, no estaba vacío en absoluto. Es más, estaba totalmente lleno, a rebosar. Si nadie le dijera que es lunes, podría pasar perfectamente por ser un sábado por la tarde, a la hora del partido televisado. Eso le extrañó. Tuvo suerte y pudo enganchar el diario local y mientras pedía una cerveza al conocido camarero, intentó observar la expresión de su cara. No se debe tener la misma expresión estando el bar vacío que estando el bar lleno, a rebosar. Pero no logró descifrar ningún tipo de expresión especial en la cara del camarero. Incomprensiblemente parecía aburrido. Éste le saludo de manera formal y relajada, pero también cálida, como siempre. Un saludo que no era de familiaridad, dado que rara vez iba Julio a aquel bar. Si acaso a ver algún partido de fútbol de pago o a leer la prensa, como era el móvil de hoy. Pero eso lo había hecho en ocho o diez ocasiones en los dos años que llevaba el bar abierto. Así que el saludo del camarero era completamente coherente con el rol que él asumía como cliente. Como debe ser, pensó Julio para sí, porque nunca le había gustado la excesiva familiaridad de los camareros hacia él, a no ser que hubiera frecuentado el bar durante mucho tiempo y hubiera surgido ya algún rayo de amistad.
A pesar de que el bar estaba lleno, a rebosar, Julio pudo leer tranquilamente la prensa, sin ruido de fondo. Mientras se felicitaba por ello, el camarero se acercó desde el otro lado de la barra y, de manera casual, de esas que se utilizan para entablar conversación amistosamente, mientras se afanaba en secar una copa con una servilleta, le dijo a Julio: 'está la cosa muy jodida. Con usted, es el tercer cliente que entra en el bar en toda la tarde. Este país se está yendo a la mierda'.

                     

31 agosto 2012

TIEMPO DE LEER

     
Tiempo de leer. Y nada mejor que comenzar otra novela histórica que, si está bien construida y apunta muestras de veracidad histórica, puede ser la mejor lectura para esta época, aún veraniega. 
Así que me he sumergido en la Mérida del Siglo IX, con esplendoroso pasado romano, pero que aún se mantiene viva en este siglo. Dependiente del enorme califato de Córdoba, gobernado por Abderrramán II y en la que conviven en aparente armonía cristianos, muladíes, judíos y musulmanes, éstos últimos polarizados en árabes y bereberes. Sin embargo, el reparto de poder no es demasiado equitativo ya que los cristianos, siendo mayoría en la ciudad, no están destinados al gobierno de la misma -aunque si cuenten como notables algunos de sus representantes-, la cual está dirigida, lógicamente, por los musulmanes, delegados del poder central califal. Sin embargo, los árabes, en mayor número que los bereberes, parecen no llevar muy bien que sean estos últimos los ostentadores del poder. Y como telón de fondo, un descontento genérico de toda la población por la alta presión fiscal a la que están sometidos y, seguramente, un descontento encubierto por el mal reparto de poder. 
En fin, un tapiz muy interesante para sumergirse en aquella Al-andalus del siglo IX de nuestra era, un territorio éste, que coincide en buena parte con lo que hoy es España, excepción hecha, lógicamente de los reinos castellanos del norte y la infranqueable cornisa cantábrica. 
Lógicamente, estoy refiriéndome a la última novela de Jesús Sánchez Adalid, 'Alcazaba', un autor extremeño que aborda el genero histórico novelado con maestría.  


 

Al tiempo, vuelvo a releer algunos capítulos del excelente libro de literatura de viajes dedicado a catedrales españolas 'Las rosas de piedra' del leonés Julio Llamazares, que hace un ejercicio literario muy original. Lo hago siempre que planeo un recorrido en el que se encuentran catedrales reseñadas por el autor. Lo hice el año pasado, visitando algunas de las por él reseñadas y sus descripciones tanto de las catedrales como su entorno urbano y apuntes sobre bares y restaurantes cercanos, resultaron decisivas en mis visitas al tiempo que convirtieron esas visitas en más literarias si cabe.
En ese sentido, fue particularmente emocionante poder charlar sobre este libro con el guía de la enigmática y preciosa catedral de Burgo de Osma que el mismo Julio Llamazares cita en su obra. Es el poder cautivador de los buenos libros.     

NUEVOS PROYECTOS LITERARIOS YA CONSOLIDADOS

  Me refiero a nuevos proyectos literarios ya consolidados, porque por su propia naturaleza un proyecto no es otra cosa que una intención qu...