31 agosto 2011

WACKEN OPEN AIR: MOTÖRHEAD

Qué decir de Motörhead, la banda británica que fue fundada el mismo año en que murió el dictador de nuestra piel de toro y más antigua que nuestra Constitución, esa que Angela Merkel ha ordenador reformar, por ser chicos malos y gastar lo que no tenemos.
El bueno de Lemmy es totalmente incombustible y su banda no es una banda, es una institución. A decir de Lemmy, su banda hace un rock and roll puro, pero es innegable que despliegan ritmos metálicos en muchos de sus temas. Pero, es cierto, no se puede considerar una banda metálica aunque sí están en esa clara transición del rock al heavy metal clásico. En fin, que Motörhead pasa por ser una banda única, inclasificable. En términos librescos, podría considerarse un incunable.

29 agosto 2011




Verano, tiempo de lecturas. Leer debe ser un hábito, de lo contrario los días pasan raudos y la lectura escasea. Un hábito que debemos imponernos si nadie lo ha hecho por nosotros en nuestra infancia; y si lo ha hecho, un hábito que no debemos perder. Pero, claro, existe una premisa principal: ha de gustar, porque no a todo el mundo le gusta la lectura -no hablo de cualquier lectura-, en definitiva, esa que te aporta, te enriquece, te emociona, te hace un poco más erudito, y más humilde ante la avalancha de saberes. Por tanto, hay que excluir mucha lectura que nada de eso aporta; es más, embrutece más que otra cosa.

Pero dentro de esa premisa principal, cada uno se ha de diseñar sus gustos lectores. En mi caso particular, frecuento mucho la novela, pero no olvido la historia ni los ensayos e, incluso, de vez en cuando me adentro en algo de poesía, pero, sin embargo, jamás leo teatro, por poner un sólo ejemplo y apenas tengo hábito de leer comics -excepto mi dedicación semanal a la revista satírica El Jueves-, a pesar de que siempre me lo reprocho. Pero veamos ese desorden lector en qué se ha concretado en las últimas fechas:


"Memorias de un preso", de Mario Conde



Me interesaba de este libro, no ya la particular existencia en los últimos años de este ídolo caído de las finanzas españolas, sino ese cambio antropológico sufrido por una de las personalidades más controvertidas de los últimos años en este dolorido Estado. Conocer cómo se interpreta estar en lo más alto y en lo más bajo. Lógicamente, no nos encontramos ante una prosa exquisita, pero sí ante reflexiones y puntos de vista interesantes. En absoluto se puede menospreciar la talla intelectual de este ex-banquero.

"Lanzarote", de Michele Houellebecq



Escrita en el más puro estilo ácido y agrio a que nos tiene acostumbrados el escritos francés, prácticamente afincado en España. Lanzarote no podría pasar la prueba de sátira porque es agria pero existe ironía descarnada y pasiones humanas encontradas.

"Madrid", de Luis Carandell



Nadie mejor que el ya fallecido cronista del Congreso de los Diputados para escribir curiosidades sobre un Madrid que tan bien conocía, a pesar de ser catalán.

Un delicioso librito que para quienes gustamos de la capital de España nos muestra y nos enseña.


"El Castillo de Velillos", de Mariano Martín García y José María Martín Civantos.

El mítico Castillo de Velillos, que según la historia, la arqueología y literatura de guerra, estuvo situado a la salida de Pinos Puente en un paraje que llamamos Cerro de los Infantes. El primero que habló de esta fortaleza fue el monarca nazarí Abd Allah, que en sus memorias se refiere a este enclave construido por el poderoso Rey de Sevilla al-Mu'tamid para intentar tomar el Reino de Granada, allá por el siglo XI.

De este Castillo apenas quedan restos porque es una zona que ha sido muy expoliada, pero se sabe que estaba construido sobre una fortaleza romana, tropas éstas que tomaron la antigua ciudad íbera de Ilurco, allí situada.

He disfrutado con esa pequeña obra a mitad de camino entre la historia y la arqueología. La tenía pendiente.

En este lugar fallecieron el Infante Juan de Castilla, hijo de Alfonso X el Sabio y el Infante Pedro de Castilla, hijo de Sancho IV el Bravo, en su intento de tomar el Reino de Granada al. Eso ocurrió a principios del siglo XIV y desde entonces el cerro es llamado "Cerro de los Infantes".

"La Prueba" de Carmen Gurruchaga.


Me llamó la atención que que esta novela fuera el primer galardón del Premio Abogados de Novela, convocado por el Consejo General de la Abogacía y la Mutualidad de la Abogacía. Una novela entretenida pero también repleta de tópicos que habría que englobar en el concepto de novela negra y novela de abogados, estilo poco frecuente en España. Se lee bien.

Volumen 10 de la "Historia de España", de Historia 16



En mi afanado reto por conocer la Historia de España desde un ámbito académico más que ensayístico, acabo el volumen dedicado al enorme predominio de Castilla. sobre todo a partir del S. XV. Ahora me adentro en el volumen 11 dedicado a los Edificios e Imágenes Medievales, que pinta muy sugerente.

"Viaje a la Alcarría", de C.S. Cela.



Probablemente el libro con el que más he disfrutado en el último año, ahora que visitaré esa desconocida zona de España.

Cela se adentra en una Alcarria del año 1946 y nos relata con maestría un viaje por los pueblos más señeros de esta parte de la provincia de Guadalajara: Brihuega, Pastrana, Cifuentes, Tendillas, Trillo, Sacedón. A ver si me organizo y me da tiempo de verlos todos antes de llegar a Sigüenza. Imprescindible será ver Pastrana, patria chica de la controvertida Princesa de Éboli y Brihuega, pueblo con un enorme pasado histórico.

Y seguidor como soy de la literatura de viajes me he enfrascado ahora en un libro inspirado en el clásico "Viaje de España", del escritor y viajero valenciano Antonio Ponz, una ambiciosa obra de 20 tomos escrita en el último tercio del S. XVIII que retrató una parte importante del patrimonio histórico español -principalmente religioso-, sus gentes y sus costumbres, aunque dejó incompleta porque le sobrevino su fallecimiento.

Esa obra fue una respuesta, digamos, patriótica, a la avalancha de críticas y sarcasmos sobre nuestro país y el lamentable estado de conservación de nuestro patrimonio histórico, por parte de prestigiosos viajeros europeos. Pero no contento, Antonio Ponz, también escribió un obra denominada "Viaje fuera de España", en la que demostraba que en todas partes se cuecen habas y ofrecía gráficas descripciones de cómo estos paises también descuidaban sobremanera su patrimonio histórico.

Lo que fue nuestro patrimonio en aquella época y lo que es ahora nada tiene que ver. La vorágine de la restauración aún no estaba en boga y muy probablemente los monumentos antiguos que hoy contemplamos en todas las ciudades españolas, tal vez, tengan más de artificioso que de real, por no mencionar el patrimonio ya desaparecido o expoliado. Sin embargo, otros muchos monumentos -y sobre todo obras de arte pictórico y escultural- siguen mostrando sus rasgos originales.

De todas formas, los viajeros actuales, aún, somos agraciados por poder contemplar el legado histórico a pesar de la invasión agresiva de nuevas construcciones y vías de comunicación que, con toda seguridad, son los mayores elementos destructivos de ese patrimonio y lo más triste es que detrás de toda esa destrucción se encuentran en la mayoría de los casos quienes tendrían que estar destinados a conservarlo: las administraciones públicas.

27 agosto 2011

Y ESTO, ¿QUIÉN LO PAGA? (IDEAL 26/8/2011)


"EL ELECTOR LO QUE HACE ES FIRMAR UN CHEQUE EN BLANCO A UN DESCONOCIDO, QUE EN MUCHAS OCASIONES CAMINA OSADO HACIA EL PRECIPICIO EN EL QUE NOS DESPEÑA A TODOS"

Con esa frase lanza IDEAL mi artículo en la edición del viernes, 26 de agosto. Siempre me parece oportuno insertar aquí mis artículos porque muchos lectores del blog no han tenido o no tienen acceso a las páginas de Ideal.

Y ESTO ¿QUIÉN LO PAGA?


Afirman que cuando el escritor catalán Josep Pla llegó Nueva York y vio la ciudad de los rascacielos en la noche, luminosa y encendida, preguntó socarrón: ¿y esto, quién lo paga? Sin saberlo el peculiar autor de "El cuaderno gris" estaba poniendo el dedo en la llaga sobre el interrogante que ahora, muchos lustros después, nos estamos haciendo los ciudadanos. Una pregunta que debería de estar en el catecismo ideológico de todo partido político con pretensiones de gobernar.

En España la cultura del endeudamiento y el gasto está muy arraigada, actitud que hubiera continuado sin control si las circunstancias económicas desde hace tres años no fueran tan adversas. Pero cuesta aún comprender que se está llegando a un fin de ciclo económico como aseguran los economistas y que el gasto debe ser cada vez más responsable.

En el ámbito público y con independencia del color político, en nuestro país y en cada una de las tres administraciones públicas territoriales, se han acometido proyectos megalómanos y políticas públicas con escasa lógica y rentabilidad, a no ser que sea la meramente electoral, que es la que posibilita estar en el poder para seguir inventando proyectos ruinosos, una absurda espiral de la que pocos políticos quieren salir una vez dentro. Lo que realmente ha ocurrido es que los representantes electos amparándose en una supuesta mejora de la ciudad, de la calidad de vida de los ciudadanos o de una hipotética creación de empleo y riqueza, actuando en nombre de la administración que dirigen, se han embarcado en gastos que han hipotecado el presupuesto anual durante muchos años y que han tenido que financiar con préstamos bancarios provistos de intereses galopantes.

Una empresa apuesta por una inversión que puede ser rentable o no porque ese es el juego que impera en el mundo empresarial. El empresario arriesga un dinero y probablemente jamás lo recupere. Si ese es el caso, este empresario podría entrar en un proceso de quiebra y necesitar una administración judicial para viabilizar su empresa.

Sin embargo, cuando esas inversiones ruinosas se ejecutan desde la arrogancia y la autorización mal entendida que ofrecen las urnas, las circunstancias son totalmente distintas. El político hace y ejecuta presupuestos basándose –se supone- en un plan de gobierno que, en teoría, debería conocer el votante. También sería lógico que el votante, el ciudadano, conociera las inversiones y políticas públicas más costosas y de esa manera votar en consecuencia. Pero la democracia es imperfecta y no existen esas premisas. Luego, el elector lo que hace es firmar un cheque en blanco a un desconocido, que en muchas ocasiones camina osado hacia el precipicio en el que nos despeña a todos. Así de triste es la democracia representativa.

Uno de los problemas básicos de nuestra democracia es que el político basándose en una elegibilidad amparada por las normas jamás responde de su gestión ruinosa. En la actualidad, en parte debido a la crisis, estamos asistiendo a la quiebra técnica de ayuntamientos, diputaciones y comunidades autónomas, siendo probable que, incluso, a la del propio Estado. Esa crisis ha posibilitado que las cuentas no cuadren y que los ingresos no suplan los enormes gastos como sí parecían cuadrar hace no muchos años (aunque en realidad jamás los ingresos han bastado para financiar esos desproporcionados gastos sino que se han ido pagando con deuda pública y prestamos bancarios).

Esas absurdas inversiones, que hubieran llevado a la ruina a cualquier multinacional, al margen de responsabilidades jurídicas que se deduzcan contra el empresario, no tiene similares consecuencias en la actuación del político que un buen día decidió hipotecar el futuro de los ciudadanos a los que, en teoría, representaba. Es más, esa clase de políticos siguen ahí medrando, ocupando cargos de alta alcurnia, sin consecuencias negativas de ningún tipo. Solo se van, dicen, si me echan las urnas, como demócratas convencidos que son.

Obviamente, -con independencia de reivindicaciones indignadas- todo eso tiene que cambiar porque lo que está pidiendo el nuevo orden mundial no es sólo una más clara y austera utilización de los recursos sino un radical cambio en la forma de gobernar las ciudades y los países. Pero ese cambio no operará si se pretende ejecutar desde este mismo modelo económico y político, como tampoco podrá producirse con los mismos actores, que aferrados al poder no quieren comprender que la primera regla que ha de cumplirse es la salida de ellos mismos.


Afirman que cuando el escritor catalán Josep Pla llegó Nueva York y vio la ciudad de los rascacielos en la noche, luminosa y encendida, preguntó socarrón: ¿y esto, quién lo paga? Sin saberlo el peculiar autor de "El cuaderno gris" estaba poniendo el dedo en la llaga sobre el interrogante que ahora, muchos lustros después, nos estamos haciendo los ciudadanos. Una pregunta que debería de estar en el catecismo ideológico de todo partido político con pretensiones de gobernar.

En España la cultura del endeudamiento y el gasto está muy arraigada, actitud que hubiera continuado sin control si las circunstancias económicas desde hace tres años no fueran tan adversas. Pero cuesta aún comprender que se está llegando a un fin de ciclo económico como aseguran los economistas y que el gasto debe ser cada vez más responsable.

En el ámbito público y con independencia del color político, en nuestro país y en cada una de las tres administraciones públicas territoriales, se han acometido proyectos megalómanos y políticas públicas con escasa lógica y rentabilidad, a no ser que sea la meramente electoral, que es la que posibilita estar en el poder para seguir inventando proyectos ruinosos, una absurda espiral de la que pocos políticos quieren salir una vez dentro. Lo que realmente ha ocurrido es que los representantes electos amparándose en una supuesta mejora de la ciudad, de la calidad de vida de los ciudadanos o de una hipotética creación de empleo y riqueza, actuando en nombre de la administración que dirigen, se han embarcado en gastos que han hipotecado el presupuesto anual durante muchos años y que han tenido que financiar con préstamos bancarios provistos de intereses galopantes.

Una empresa apuesta por una inversión que puede ser rentable o no porque ese es el juego que impera en el mundo empresarial. El empresario arriesga un dinero y probablemente jamás lo recupere. Si ese es el caso, este empresario podría entrar en un proceso de quiebra y necesitar una administración judicial para viabilizar su empresa.

Sin embargo, cuando esas inversiones ruinosas se ejecutan desde la arrogancia y la autorización mal entendida que ofrecen las urnas, las circunstancias son totalmente distintas. El político hace y ejecuta presupuestos basándose –se supone- en un plan de gobierno que, en teoría, debería conocer el votante. También sería lógico que el votante, el ciudadano, conociera las inversiones y políticas públicas más costosas y de esa manera votar en consecuencia. Pero la democracia es imperfecta y no existen esas premisas. Luego, el elector lo que hace es firmar un cheque en blanco a un desconocido, que en muchas ocasiones camina osado hacia el precipicio en el que nos despeña a todos. Así de triste es la democracia representativa.

Uno de los problemas básicos de nuestra democracia es que el político basándose en una elegibilidad amparada por las normas jamás responde de su gestión ruinosa. En la actualidad, en parte debido a la crisis, estamos asistiendo a la quiebra técnica de ayuntamientos, diputaciones y comunidades autónomas, siendo probable que, incluso, a la del propio Estado. Esa crisis ha posibilitado que las cuentas no cuadren y que los ingresos no suplan los enormes gastos como sí parecían cuadrar hace no muchos años (aunque en realidad jamás los ingresos han bastado para financiar esos desproporcionados gastos sino que se han ido pagando con deuda pública y prestamos bancarios).

Esas absurdas inversiones, que hubieran llevado a la ruina a cualquier multinacional, al margen de responsabilidades jurídicas que se deduzcan contra el empresario, no tiene similares consecuencias en la actuación del político que un buen día decidió hipotecar el futuro de los ciudadanos a los que, en teoría, representaba. Es más, esa clase de políticos siguen ahí medrando, ocupando cargos de alta alcurnia, sin consecuencias negativas de ningún tipo. Solo se van, dicen, si me echan las urnas, como demócratas convencidos que son.

Obviamente, -con independencia de reivindicaciones indignadas- todo eso tiene que cambiar porque lo que está pidiendo el nuevo orden mundial no es sólo una más clara y austera utilización de los recursos sino un radical cambio en la forma de gobernar las ciudades y los países. Pero ese cambio no operará si se pretende ejecutar desde este mismo modelo económico y político, como tampoco podrá producirse con los mismos actores, que aferrados al poder no quieren comprender que la primera regla que ha de cumplirse es la salida de ellos mismos.

25 agosto 2011

JOSE YA CONOCE EL PANTANO


Por fin, esta calurosa tarde de jueves, cuando agosto está quemando sus últimas naves y de qué forma, José -del Oliver-, ya conoce una de las rutas más señeras del Pantano de Cubillas, tantas veces referidas y aún pendientes.
Así que esta mediodía, cuando parroquianos y turistas abarrotaban el preciado bar donde mi amigo presta sus servicios desde no se sabe cuántos lustros, y mientras que, con la diligencia acostumbrada, José, me servía una fresquísima cerveza y una tapa de paella, le solté: hoy corro por el pantano, así que no te escapas. Y, efectivamente, a eso de las siete de la tarde iniciábamos una ruta rocosa de doce kilómetros, penetrando por carriles de olivos rompepiernas, secos como mojama y solitarios como un eremita que, efectivamente, es esa la sensación que sientes cuando en el seco estío te ves rodeado de un mar de olivos, dormitando a la espera de su mejor época creadora. Una especie de ruta de campo a través aderezada de lugares de asfalto, sin que ese elemento perturbara un ápice la tranquilidad y quietud de la ruta.
Una fuente de agua en el camino, en Caparacena y cuatro kilómetros finales dificultosos hasta volver de nuevo al Pantano, han completado esa ruta tranquila que Jose y yo hemos hecho a una media aproximada de 5' el mil, un ritmo cómodo que nos ha posibilitado hablar durante todo el trayecto de lo humano y lo divino.
Pero la realidad, como le indicaba a Jose, en mi organismo algo está débil. Sin duda, las secuelas del Veleta que ahora se manifiestan de manera más clara que en los primeros días.
Aunque Jose opina que debo cambiar el "chip", porque a nivel físico me ve bien. Lo ha dicho un experto.

21 agosto 2011

WACKEN OPEN AIR: APOCALYPTICA

Apocalyptica es una banda de Finlandia que tiene ya casi veinte años de vida, conocida como la banda de los chelos. De hecho son músicos de conservatorio. En realidad, se trata del chelo clásico al que ellos le dan ritmos metálicos. Se dice que hacen un estilo de heavy metal sinfónico, repleto de guiños a la música clásica, pero también explotan de vez en cuando con ritmos duros. De hecho, se trata de una banda metalera.
Comenzaron versionando temas de Metallica y otras bandas consagradas, pero cada vez adquieren más personalidad. Su último disco, "7th Symphony", -que adquirí hace casi un año- denota unos conceptos musicales cada vez más propios y definidos, sumando la batería a los chelos, a pesar de que éstos (tres) son los grandes protagonistas. Se supone que es una banda de estudio y arreglos, pero en directo suenan realmente bien a tenor del vídeo que inserto.
En el Wacken de este año gozaron de una magnífica oportunidad de mostrarse ante sus miles de seguidores, acompañando que ya cayera la noche -que no es igual que tocar a las cuatro de la tarde-. A mi me parece un concierto sorprendente:

17 agosto 2011

WACKEN OPEN AIR: SEPULTURA



Hace unos pocos días -entre el 4 y el 8 de agosto- se ha celebrado el festival anual Wacken Open Air, que es una de las citas mundiales más importantes con el Heavy Metal en sus muchos subgéneros y que se celebra en una pequeña localidad así llamada al norte de Alemania. Acuden una media de 70.000 espectadores de todo el mundo y por allí pasa lo mejor del metal mundial. Tienen la virtud de ofrecer sus conciertos completos con gran calidad de imagen y sonido en YouTube. Y, claro, desde esa ventana "asisto" a los conciertos de mis grupos predilectos y descubro e indago en otros no conocidos o menos conocidos. Si no recuerdo mal, por ese festival aún no ha pasado ningún grupo español, ni siquiera Mago de Oz, aunque sí es bastante usual que el grupo madrileño de Metal Folk acuda a los mejores festivales de Folk Metal de Europa.
Por tanto, comenzaré por insertar esos conciertos a modo de entrada en el blog, que es un excelente documento visual y sonoro de los grupos más señeros, interesantes, novedosos, etc., etc.
Comenzaremos por Sepultura, un grupo brasileño fundado allá por 1984 por los controvertidos hermanos Cavalera, que cultivan un Thrash Metal rotundo, con sonidos más "death" que los que cultiva Metallica, tal vez, porque introducen otros elementos sonoros cercanos al Death Metal.
Es un grupo veterano con muchos adeptos que sin llegar a fascinarme como Metallica (aunque no se trata, por supuesto, de idéntico estilo) me gusta la puesta en escena de su música.
Este concierto en el Wacken de este año es particularmente interesante.

15 agosto 2011

BENDITA NORMALIDAD

Cuando hacía los test especializados de cara a la subida al Pico del Veleta, a pesar de que me encontraba a gusto haciéndolos y son muchas las mejoras que he experimentado, no podía evitar pensar en volver a la normalidad una vez acabada esta dura prueba.
Tras seis días sin correr desde el pasado siete de agosto -porque el descanso es tan necesario o más que el propio entrenamiento y la competición-, el sábado por la tarde me iniciaba con una pequeña rutina placentera de nueve kilómetros suaves por la Vega de Pinos Puente y Fuente Vaqueros (que he repetido al día siguiente por Caparacena, algo más duro). No existía propósito de subir el ritmo, pero encontraba las piernas ligeras, descansadas y fuertes, así que la medía bajo de 5' el mil sin que existiera ese propósito previo.
Cuando surcaba esos caminos secos propios de agosto en la Vega, a lo lejos veía el Veleta y, efectivamente, como ya apuntaba en el análisis de Ideal, lo veía con otros ojos. Con ojos de osadía por haberme atrevido a llegar hasta allí, que visto desde la Vega pareciera más la línea que divide el cielo de la tierra. Así que satisfecho y corriendo con muy buenas sensaciones me centré en los arroyos frescos de la Vega en dirección al cruce de Pedro Ruíz -pedanía de Santa Fé-. Fue un reencuentro con la normalidad, tal y como había imaginado. Una sensación de haber hecho los deberes correctamente.
Entrenamientos de este tipo serán los previstos para lo que queda de agosto. Entrenamientos cortos y pocos intensos con la idea de no perder el tono muscular y el ritmo de cara a los medios maratones de otoño, que prometen ser muchos e intensos.
Y para seguir con las buenas sensaciones, si sois amigos de la música fuerte no os perdáis este vídeo que inserto. Es más, poned a tope los altavoces si no es una hora intempestiva. Se trata de "Rise Of Sodom And Gomorrah" de Therion:


11 agosto 2011

DESMITIFICANDO EL VELETA



Con Luis y Jesús, antes de la salida, ilusionados, dispuestos a comerse el Pico como si fuera un merengue.

LA CARA: Subiendo sin demasiado esfuerzo las duras rampas dejado Pinos Genil. LA CRUZ: Andando por el Dornajo, incrédulo y contrariado por los problemas musculares surgidos.


El esforzado corredor, José Antonio Flores, en sus inicios como corredor, compraba y leía con avidez la revista Runner’s, pero no se detenía jamás en las páginas dedicadas a media maratón y maratón –a cualquier maratón-, probablemente por considerar que aquella no era una prueba para él y, tal vez (uno jamás sabrá los recovecos de nuestra alma), por miedo a lo desconocido, por negación a algo que no formaba parte de su entorno.

Correr, sí, pero correr tranquilo, correr distancias cortas, correr contemplativo. Con su ilusión de bajar de 50 minutos en 10 kms., por sus añorados caminos de la Vega le bastaba.

Sin embargo, en esto del correr como en la vida misma, las sorpresas, lo desconocido, lo imprevisto, está a la vuelta de la esquina, mucho más cerca de lo que creemos. Por tanto, si dando el primer paso se comienza a correr, conviene meditar muy en serio si conviene darlo porque una vez dado todo lo demás ya forma parte del destino.

Y el destino quiso que se acabara inscribiendo a una primera media maratón. La de Granada, en octubre de 2005. Ajeno aún a esa barbaridad de 21 kms., y con diez kilos más que hoy y un mayor porcentaje de grasa, la semana anterior a la celebración de la prueba y con el miedo escénico metido en el cuerpo, midió con el coche 21 kms., exactos y se dispuso a correrlos. Los hizo despacio y acabó totalmente derrotado, imbuido al terminar de un miedo escénico aún mayor ante la prueba oficial de la semana siguiente.

Y con esas dudas y temores se presentó en la salida de su primera media maratón, en la que faltando tres kilómetros casi desfalleció. Llegó en 1 hora y 51 minutos, que no estuvo nada más dada la escasa preparación que tenía. Su primera barrita energética –que luego ha utilizado muy poco- no era de la marca Isostar. Se llamaba “Huesitos”, que devoró en el kilómetro 18. Evidentemente, estaba escaso de esa sapiencia correril, como bien dice Alfredo.

A partir de aquel día, comprobó que no sólo leía con delectación los reportajes sobre media maratón sino que se detenía, por curiosidad, a ojear –y hojear- lo que se escribía sobre maratón, aquella barbaridad de prueba, opinión que aún mantiene.

Como ocurría en la excelente obra de Jonathan Swift, Los viajes de Gulliver, todo es relativo y dependerá del contexto y de la situación. En Liliput serás el más grande porque todo lo que te rodea es pequeño; pero en Brobdingnag será al contrario, un ser diminuto que podría ser aplastado por cualquier bebe del país sin apenas esfuerzo. Por tanto, la dualidad pequeño-grande es muy relativa, algo similar a lo que ocurre en el atletismo. Llegas a meta en el mismo tiempo que gente de la que nada sabes y te preguntas: ¿son excelentes corredores porque han llegado a tu par? O por el contrario: ¿son corredores del montón porque han llegado a tu par? Y esas preguntas adquieren una especial relevancia en pruebas dantesca como la de este tipo. Todo, totalmente relativo.

Y uno es grande en sus propósitos de acuerdo y – y no es una redundancia- con sus propios propósitos que para nada tienen que ver con los de los demás. Ahí estriba la grandeza de correr.

Y esos propósitos pueden ser infinitos. De hecho nuestro corredor acabó haciendo su primera maratón tan sólo año y medio después de correr su primera medio maratón.

Por tanto, desmitificó la distancia reina de una forma más sencilla de lo que había previsto y esas páginas dedicadas al maratón de revistas especializadas se convirtieron a sus ojos tan placenteras y normales como las demás que hablaban de correr.

La vida se cuenta por etapas. Por ciclos que se cierran, como tanto gusta referir a su amigo y Álter, Jesús Lens. Superada la etapa del maratón, tenía mitificadas –como nos ocurre a todos- pruebas como la Subida al Pico del Veleta, pero como todo es relativo, no es exactamente lo mismo lo que uno se imagina sobre lo que serán las cosas con lo que son las cosas en realidad. Y se puede asegurar que la imaginación siempre altera la realidad, lo mismo que la memoria deforma los acontecimientos pasados.

Sin embargo, no se inscribió -según cuenta- en la prueba del Veleta para desmitificarla y afrontar el miedo a lo desconocido porque si así fuera a lo largo de su vida hubiera hecho cosas imprevisibles, como por ejemplo, rodear su cuello con aquella serpiente pitón que le ofreció un conocido dueño de una o haber hecho parapente ante la insistencia de otro conocido, que además era monitor de esa disciplina. No, al Veleta se apunté sin reflexión, sí, –acuérdense de su artículo en Ideal sobre la revelación- pero considerando que contaba con la preparación básica para afrontar esta prueba.

Pero la desmitificación de esta prueba, que se basa en acabarla, se consigue sin demasiado esfuerzo; de hecho, en su fuero interno considera que cualquier corredor bien preparado puede acabarla (igual que defiende que cualquier persona puede acabar una maratón), sabiendo que alternará correr con el andar. Ahora bien, si de lo que se trata es de trepar hasta la cima del Pico corriendo, la mitificación aún tiene cierta vigencia, piensa.

09 agosto 2011

XXVII SUBIDA GRANADA-PICO VELETA (7/8/2011)


El muy preciado y prestigioso trofeo.


La noche previa a la prueba había sido corta en sueño. Por lo general –y mucho menos en periodo estival- no es común levantarse un domingo a las cinco de la mañana para ir a correr a las siete. Pero sabedor de que siempre olvido detalles importantes (calcetines, vaselinas, protectores solares...), opté por anticipar la madrugada, a pesar de la escasa costumbre de irme a dormir temprano –he de reconocer que soy más ave nocturna que diurna y leo y escribo por la noche-. Me obligué, pero mandaban los biorritmos y no fue fácil conciliar el sueño. Por tanto, la noche corta y las horas de sueño escasas.

Para aparcar en una zona con no demasiado aparcamiento ¿mejor coche o moto? Pequeña diatriba que hay que solucionar. Para evitar problemas de última hora, moto pues, la cual atraviesa rauda un centro de Granada aún silente y dormido, aspecto que engrandece y singulariza aún más este tipo de carreras, pero curiosamente no me pregunté en ningún momento ¿qué hago aquí?

El ambiente es aún desangelado en la zona de salida, apenas unos cuantos corredores y numeroso personal de la organización trayendo y llevando cosas desde las furgonetas anárquicamente aparcadas al final del Paseo del Salón, en la zona más cercana a Puente Verde. Justo desde allí se inicia la prueba, previas dos vueltas a ese bulevar señero granadino. Sorprendente el nutrido grupo de espectadores -familiares de los corredores los más- que nos animaron a las 7,15 horas, que el horario de salida.

Prudencia decían todos los consejos de foros y relatos vivenciales. Prudencia en todo momento, principalmente –nos decía el ganador de edición de 2005, Oscar Alarcón- en esos primeros 11 kilómetros de falso llano hasta Pinos Genil, que al ser fáciles la tendencia es acelerar. Prudencia y cabeza fría que ya llegarán las puertas del infierno.

Y llegaron. El infierno cada uno lo vive de forma distinta y cada uno es esclavo de su genética, su capacidad mental y física y resultado de su propio entrenamiento. Para muchos las puertas del infierno podrían estar en las mismísimas primeras rampas pasado el pueblo de Pinos Genil, pero para otros, los menos, probablemente no atisben el inframundo hasta bien pasada la zona de los Albergues, en la Hoya de la Mora.

Yo comencé a vislumbrar esas puertas cuando comprendí allá por el avituallamiento sólido del kilómetro 23 que mis abductores –principalmente el derecho, que es mi pierna vaga- se cargaban más de lo aconsejado. Subí tranquilo pero solvente las duras rampas de la antigua carretera de la Sierra y me incorporé a la nueva sin demasiados problemas a pesar de la dureza del recorrido en esa zona de carretera nueva, pero en ese avituallamiento tras comer con delectación unos trozos de melón, sandía y plátano y beber líquido, comprendí que la segunda parte de la carrera para mí ya no iba a ser lo mismo. Antes, a la altura del Hotel El Guerra, Roberto Gil, en mitad de la carretera me ofrecía, a elegir, agua fresquísima o isotónico –creí ver- fresquísimo. Opté por el agua. En ese momento iba bien, y él mismo me asegura en un comentario anterior que no llevaba aspecto de sufrimiento. Pero mis problemas musculares comenzaron unos kilómetros más tarde. Ya dije en el análisis de Ideal que este tipo de factores pertenecen al grupo de los desconocidos. Pero no llegué a percibir tal dolencia como lesión; no, al menos, que me moderara en el esfuerzo.

Para comprender esa aseveración basta con comprobar unos datos: la figurada media maratón la pasé sin demasiada fatiga en 2 horas y 10 minutos y al paso por El Dornajo, tan sólo cuatro kilómetros después, el Forer marcaba 2,42, es decir que empleé en esos duros cuatro kilómetros 32 minutos, o lo que es lo mismo, lo que supone correr cada kilómetro en, aproximadamente, ocho minutos. Dentro de ese intervalo de tiempo, lógicamente, se encontraba los minutos perdidos en el avituallamiento sólido, que no fueron excesivos. Estaba claro que tenía un problema.

Tenía un problema porque faltaban aún los siguientes 25 kilómetros y éstos eran los más duros de la prueba, no sólo por la dificultad orográfica, sino por la altura y la fatiga muscular ya acumulada.

Sin embargo, no me puse nervioso porque mi mente tardó poco en interpretar –al mismo tiempo que olvidar- que la segunda parte de la prueba nada tendría que ver con la primera. Así que con esa premisa inicié corriendo las primeras duras rampas del Dornajo produciéndose lo que ya era una realidad constatable: fuerte dolor y pinchazos en los abductores y una rigidez que daba la sensación fueran a partirse por la mitad. En esas circunstancias, la única opción que tenía era andar rápido. De esa forma, la zona se relajaba y me posibilitaba continuar.

No sabía con exactitud qué pasaría en los siguientes kilómetros, pero sí que subir el Dornajo corriendo iba a ser imposible, pensamiento éste que me produjo desazón porque entrené por allí y sentí muy buenas sensaciones: mi propósito e ilusión era subir esos mortíferos siete kilómetros iniciales corriendo, porque llegado a la zona de las Sabinillas podría buscar una mejor recuperación dada la menor dificultad de ese trayecto, para beber en el avituallamiento situado justo en el cruce que gira hacia la zona de los Albergues e intentar, sí era posible, subir esos pocos kilómetros hasta las puertas de la Hoya. Es lo que había hecho en el entrenamiento hace unas cuántas semanas y es lo que me planteaba hacer en esta prueba. Pero dada mi dolencia muscular –nueva en mi mapa fisiológico de lesiones- eso ya se quedaba en el plano de lo teórico.

La única opción era andar lo más rápido posible y, coyunturalmente, correr hasta que la zona dañada lo permitiera.

No recuerdo en qué punto de la subida al Dornajo apareció Víctor Bernier perfectamente pertrechado en su traje ciclista montando una bicicleta de carretera de aspecto inmejorable. Víctor me acompañó y animó durante varios kilómetros en los cuales le fui explicando mis dolencias. Posteriormente lo vería a falta de dos kilómetros aproximadamente. José Antonio que te veo muy bien, ya estás casi en la meta, me dijo mi paisano de adopción.

Como decía, me dio mucha rabia no poder subir El Dornajo y mucho más apenas arrancarme a correr por la zona de las Sabinillas, que sin saber porqué me parece estéticamente muy atractiva. Justo en ese trazado vi a lo lejos a José del Oliver con cámara en mano esperando mi paso y bromeando me puse a correr para la foto (¿habrá salido la foto?). Por tanto, si sobre el kilómetro treinta y cinco aún tenía ánimo de bromear no debía ser malo mi estado físico. Otra cosa era poder correr.

A partir de ahí, el cada vez más insistente goteo de corredores que iban andando me animó y ya comprendí que hasta el final de la prueba -unos quince kilómetros todavía- el andar rápido se iba a convertir en la "vedette principal". Ya me lo vino a decir Víctor: ahora te enfrentarás con los montañeros. Estos andan que vuelan.

Otro paso para mí simbólico -y psicológico- es el los "chiringuitos" de La Hoya de la Mora, unos metros antes de la barrera que impide el paso de vehículos. Por ahí, quería pasar corriendo y apretar los dientes si el dolor aparecía. En ese momento iba con un corredor jienense e íbamos hablando de entrenamientos y carreras. Le dije que por ahí iba a pasar corriendo y si se animaba. Él no se animó y yo pasé corriendo, pero a esas alturas -por encima de los 2750 metros ya-, el correr y el andar rápido prácticamente ya iban de la mano. De hecho, este corredor jienense llegó a mi altura al minuto de estar yo tomando liquido en el primer avituallamiento de carretera que conduce al Pico del Veleta. Un poco antes, el periodista de Ideal y también corredor, Manolo Pedreira, apostado con su bicicleta junto al Albergue militar me dijo que fuera pensando en el contenido del artículo para Ideal. Y cumplí su deseo en los siguientes kilómetros. Por tanto, si aún podía pensar en un artículo se demostraba una vez más que mi estado general no era malo. El problema, nuevamente, era poder correr.

A partir de ahí, la estampa es típica: corredores andando rápido y algún que otro intentando correr para parar casi enseguida. Ya estábamos a diez kilómetros de la meta.

Diez kilómetros que se hacen interminables. La estampa viene a ser ésta: en casi todo momento ves imponente el pico del Veleta. Lo ves cercano y tienes la sensación que ya lo estás tocando, pero olvidas que estás en alta montaña y que las carreteras en este terreno simulan una colmena: hay que rodear una y otra vez para llegar hasta arriba, complicándose cada vez el terreno. Pensaba más o menos en eso cuando me crucé al gran Daniel, que venía de correr la mini-subida, la "prueba de los niños" como él mismo me comentó con su gracejo habitual. Andó conmigo animándome durante unas decenas de metros.

Entonces fue cuando comencé a comprender la dificultad de andar rápido -o no- en altura y el porqué de la presencia de tanto bastón cuando semanas previas entrené por aquella zona. Definitivamente, correr por allí es casi imposible tras haber superado más de cuarenta kilómetros, pero andar se convierte en una tarea también titánica. Las piernas ya van rotas y el ritmo aeróbico cuenta ya mantenerlo. Son momentos en los que la prueba te abofetea la cara. Y efectivamente, corredores con experiencia montañera, pasaban raudos, tal y como aseveró Víctor. Pero si estaban ya por allí, también demostraban ser buenos corredores.

A falta de cuatro o cinco kilómetros ya no existe lucha interna sobre el correr y el andar. Quien haya realizado esta prueba sabe de lo que estoy hablando. Lo único que ya importa es llegar y, eso sí, dejar fuerzas para entrar en meta corriendo, asunto éste que se convierte una hazaña para muchos corredores. Hay quien ya no puede ni dar una zancada y llega andando y hay quien al llegar cae destrozado al suelo. La meta se encuentra en un desvío de la carretera y transcurre por un terreno muy irregular y pedregoso donde cuesta dar zancadas. Sin embargo, me sorprendí a mi mismo arrancando desde bastante antes del camino, en plena carretera, para doblar a la derecha y penetrar en el camino pedregoso sin problemas físicos, al margen de la afección muscular en los abductores. Llegué fuerte y pletórico y con un sabor agridulce. Dulce por haber culminado la prueba y agrio por no haber podido correr durante más kilómetros.

Pero en estas pruebas, definitivamente, mandan más los factores desconocidos que los conocidos y yo fui víctima de varios de ellos.

Como conclusión final diré que a pocas horas de haber terminado la muy temida y prestigiosa prueba del Veleta mi sensación ahora es más dulce que agria. He comprendido que esta prueba se puede hacer con muchas más garantías si se asume un entrenamiento más largo y sistemático que incluya gimnasio y mucho entrenamiento en altura.

Pero sí he sido sincero en toda la crónica también lo seré en la siguiente aseveración que suena un poco anormal y pretenciosa: no he tenido casi en ningún momento la sensación de sufrimiento infinito -aunque sí sufrimiento, por supuesto- que afirman sufrir muchos corredores. Es cierto que sufrí sobre los kilómetros 23 a 25, no tanto por un bajón de mi estado físico sino por la constatación de que algo no iba bien en mis abductores. Sin embargo, dicho esto, estoy totalmente seguro que el sufrimiento hubiera sido más infinito si no hubiera tenido esos problemas musculares y hubiera corrido muchos más kilómetros.

Asimismo, siguiendo con la racha de sinceridad he de decir, porque así lo entiendo, que acabar esta carrera es muy difícil, que hay que tener una buena base física, que hay que hacerse como corredor para emprender este tipo de pruebas, pero también afirmaré que si se alterna el correr con el andar puede estar al alcance de cualquier que cumpla con esos elementos mínimos. Otra cosa muy distinta es no dejar de correr en todo momento o, incluso, correr hasta el kilómetro cuarenta, algo que es posible conseguir -y me propongo hacerlo- con una preparación más concienzuda y temprana.

Por supuesto, dar la enhorabuena a todo el que ha conseguido llegar a la cima, con independencia del tiempo realizado -en mi caso, 6 horas y 45 minutos-, y agradecer muy sinceramente la excelente disposición de mi compañero de club Esquí-Atletismo Caja Rural, Bernardo de la Torre, -ya "veletero"- por esas cervezas Alhambra especial fresquísimas y esas viandas que nos tenía preparadas en Pradollano, al mismo tiempo que admirar la merecida progresión de mi también compañero de club Fernando Medina por esa progresión en su tercer "Veleta".

Gracias a todos (en el blog y en la vida real) por esos ánimos durante las semanas previas y animaros a que os inscribáis en el Veleta del 2012 donde muy probablemente nos veamos si las circunstancias acompañan.

Y si habéis llegado hasta aquí redoblar mi gratitud dada la extensión -que era necesaria- de esta sentida crónica.

08 agosto 2011

UNA PRUEBA NO PENSADA PARA MORTALES


Sí amigos, llegué a la cima. En 6 horas y 45 minutos. Salió todo perfecto, excepto una carga excesiva de mis abductores en torno al kilómetro 25 que afectó sobremanera a la segunda mitad del recorrido, el más duro con diferencia. Ocurrió a la altura de el Centro de Visitantes de El Dornajo. Tiempo habrá de hablar de esta prueba, de crónicarla, de reflexionar sobre ella, de poner algunas fotos si me hago de alguna.
Sin embargo, la premura periodística manda y ahora colgaré el artículo-análisis que escribo para Ideal y que podréis leer esta misma mañana de lunes dentro de amplio reportaje que firmará el periodista Manolo Pedreira. Os dejo con ese artículo por si no pudierais leerlo en la edición papel:

El día que me inscribí en la edición de este año de la Subida al Pico del Veleta escribí en mi bitácora personal que este tipo de decisiones obedecen más a una revelación que a una reflexión. Acababa de terminar la dura carrera del Río Dílar y animado por las buenas sensaciones, al día siguiente, nada más abrir el banco, formalicé mi inscripción. Algo similar me ocurrió cuando corrí mi primera maratón, en Madrid. Y es que, como ocurre en la vida ordinaria, en el mundo del corredor las gestas arriesgadas no superan la segunda vuelta del tapiz de la reflexión. Sabía que no había cumplido por completo los cánones de un entrenamiento especializado para esta prueba en los últimos tres meses, pero la suerte ya estaba echada. Ya digo, se trataba de una revelación.

Correr esta prueba pertenece al mundo de lo vivencial. Hay pruebas que puedes imaginártelas cuando te las cuentan a pesar de no haberlas realizado, pero ésta no, siendo ese su principal dilema: solo podrás hacerte una idea de su dureza corriéndola.

Si te precias como actor de teatro no podrás ver culminada tu trayectoria si no has interpretado jamás "To be or not To be", y en la misma medida ocurre en la órbita del corredor: no conseguirás ver culminada tu trayectoria si no has participado en alguna ocasión -y has finalizado- en esta prueba, considerada la más dura del mundo por carretera. Pero esa culminación como corredor resulta mucho más significativa si además has nacido en Granada porque desde el momento en que llegas allí arriba, en lo sucesivo, verás el Pico del Veleta con otros ojos.

Asumir la participación en esta prueba conlleva tener en cuenta muchos factores, unos conocidos y otros desconocidos. De entre los conocidos es básico asegurarte que cuentas con una preparación básica para asumir este reto y que has realizado, al menos, algún test de entrenamiento individualizado. Sin embargo, los desconocidos, por su propia naturaleza, han de ser intuidos y pueden ir desde una aniquiladora pájara en mitad de la carrera hasta una lesión muscular sobrevenida. Y, además, tener en cuenta una premisa nuclear: la necesidad de alternar el correr con el andar rápido, requisito común para la gran mayoría de los mortales participantes, dadas las imposibles rampas, la dificultad de respirar durante muchos kilómetros por encima de los dos mil quinientos metros de altura y el tremendo desgaste muscular que se produce. Un poco de todo eso sufrió este corredor que firma. Un mortal que ha culminado una prueba pensada para dioses, que son los que suelen frecuentar las alturas.

JOSÉ ANTONIO FLORES VERA

Dorsal 131


06 agosto 2011

REPORTAJE FOTOGRÁFICO VELETA




Ya quedan pocas horas para reencontrarnos con ese paisaje que os brindo. Un reportaje fotográfico que hice mientras subía -y bajaba- andando el pasado miércoles con el fin de aclimatarme a la altura.
Esas rampas que veis son aún más terribles subiéndolas que observándolas. Llegar ahí con vida, significa que ya faltan tan sólo unos cuántos kilómetros para culminar la gesta.












NUEVOS PROYECTOS LITERARIOS YA CONSOLIDADOS

  Me refiero a nuevos proyectos literarios ya consolidados, porque por su propia naturaleza un proyecto no es otra cosa que una intención qu...