
El día que me inscribí en la edición de este año de la Subida al Pico del Veleta escribí en mi bitácora personal que este tipo de decisiones obedecen más a una revelación que a una reflexión. Acababa de terminar la dura carrera del Río Dílar y animado por las buenas sensaciones, al día siguiente, nada más abrir el banco, formalicé mi inscripción. Algo similar me ocurrió cuando corrí mi primera maratón, en Madrid. Y es que, como ocurre en la vida ordinaria, en el mundo del corredor las gestas arriesgadas no superan la segunda vuelta del tapiz de la reflexión. Sabía que no había cumplido por completo los cánones de un entrenamiento especializado para esta prueba en los últimos tres meses, pero la suerte ya estaba echada. Ya digo, se trataba de una revelación.
Correr esta prueba pertenece al mundo de lo vivencial. Hay pruebas que puedes imaginártelas cuando te las cuentan a pesar de no haberlas realizado, pero ésta no, siendo ese su principal dilema: solo podrás hacerte una idea de su dureza corriéndola.
Si te precias como actor de teatro no podrás ver culminada tu trayectoria si no has interpretado jamás "To be or not To be", y en la misma medida ocurre en la órbita del corredor: no conseguirás ver culminada tu trayectoria si no has participado en alguna ocasión -y has finalizado- en esta prueba, considerada la más dura del mundo por carretera. Pero esa culminación como corredor resulta mucho más significativa si además has nacido en Granada porque desde el momento en que llegas allí arriba, en lo sucesivo, verás el Pico del Veleta con otros ojos.
Asumir la participación en esta prueba conlleva tener en cuenta muchos factores, unos conocidos y otros desconocidos. De entre los conocidos es básico asegurarte que cuentas con una preparación básica para asumir este reto y que has realizado, al menos, algún test de entrenamiento individualizado. Sin embargo, los desconocidos, por su propia naturaleza, han de ser intuidos y pueden ir desde una aniquiladora pájara en mitad de la carrera hasta una lesión muscular sobrevenida. Y, además, tener en cuenta una premisa nuclear: la necesidad de alternar el correr con el andar rápido, requisito común para la gran mayoría de los mortales participantes, dadas las imposibles rampas, la dificultad de respirar durante muchos kilómetros por encima de los dos mil quinientos metros de altura y el tremendo desgaste muscular que se produce. Un poco de todo eso sufrió este corredor que firma. Un mortal que ha culminado una prueba pensada para dioses, que son los que suelen frecuentar las alturas.
JOSÉ ANTONIO FLORES VERA
Dorsal 131
Enhorabuena Jose Antonio:
ResponderEliminarUn gran tiempo para tu primera vez. Tengo un par de fotos tuyas en la salida para mandarte
Luis.
Igualmente te digo Luis, has cumplido sobradamente tu cometido. Te he visto hoy en Ideal y en un vídeo en Ideal Digital.
ResponderEliminarSi te parece puedes mandarme las fotos a floresvera@yahoo.es
Gracias y enhorabuena.
felicidades y enhorabuena jose antonio : no pude sacar fotos pues me quede sin pilas, cuando te vi por el nogal te vi muy entero y tu cara no reflejaba apenas sufrimiento aunque aun te quedaba loa segunda parte de la prueba y la mas dura, felicidades de nuevo saludos roberto
ResponderEliminarEnhorabuena. Efectivamente, como dices, estas prueba tienen dos caras: la de la certeza y la de la incerteza. La segunda es muy puñetera y hay que descubrirla sólo si se participa en ella. Tú lo has hecho, así que reitero mi enhorabuena. A disfrutar de la gesta
ResponderEliminarRoberto, muchas gracias por tu bonito detalle del agua y por tu excelente disposición. Sé que algún harás esta prueba.
ResponderEliminarJaví, ninguna opinión mejor que de quien ya ha sufrido y a la vez disfrutado esta dantesca prueba. En tus actuales circunstancias físicas la culminarías con muchísimos menos problemas. Te animo para el año próximo. Gracias.
Amigos, estoy a punto de subir una crónica larga y espero que no tediosa sobre la prueba, que espero disfrutéis leyéndola.
Saludos a todos.