05 junio 2014

LA MUY VERDADERA Y REAL HISTORIA DE LA ABDICACIÓN (HUMOR BORBÓNICO)

Seamos prácticos. Si ya está decidido; si no va ha haber proceso constituyente para iniciar la reforma de la Constitución; si ya el heredero le ha tomado apego al trono sin reinar aún; si ya sueña con más fama, poder y fortuna; si nadie de los que mandan de verdad está dispuesto a mover un dedo para que la cosa cambie, pues seamos prácticos y hagamos como los británicos (aunque estos si que llevan en los genes la monarquía, inseparable del nacimiento como nación; hasta los holligans la defienden, palabra): riámonos y contemos chascarrillos y chistes de esta tropa borbónica, que desde que se alzaron con la corona española -con no demasiadas interrupciones- allá en el año 1700 de la mano de Felipe de Anjou, nieto de Luis XIV de Francia y que se puso el nombre de Felipe V. Por tanto, ya tenían gana de que el V se convirtiera en VI. Soñaban con ello. 

Última portada de la revista 'El Jueves', censurada
por su grupo editor RBA. Este hecho ha
provocado la dimisión de varios de sus más 
prestigiosos humoristas. Primeras 'víctimas' del nuevo 
rey de todos los españoles, vascones, catalanes
 y demás pueblos patrios.  
Ya antes en la segunda mitad el siglo XVI los 
Borbones ya habían hecho sus pinitos en la Corona de Navarra, pero eso es otra historia. Aunqueo les sirvió bastante para posicionarse. Observaban cómo la Casa Austria se estaba desmoronando con los ineficaces Austrias Menores y aprovecharon bien la ocasión para ocupar el trono español. Listos y oportunistas como pocos. Y así siguen: aferrados al poder y a la riqueza, sin que haya necesidad que sean buenos estadistas, gente seria o ética. Es igual: esto es España. Qué más da. 
Pero no me enrollaré, porque lo yo quiero aquí hoy es contar la verdadera historia de la abdicación de Juan Carlos I. No fue como no lo contaron. Veamos. 

Resulta que estaban en Zarzuela dando una recepción, como un día cualquiera. En esta ocasión se recibía al presidente de la Cámara de Comercio de Estados Unidos, que son tipos muy importantes allí. 
Y este tipo, conocedor de la afición enóloga del rey, le trajo un excelente caldo californiano. Y el rey, no pudiendo esperar, mandó que lo descorcharán. Se sirvió y de forma espontánea -porque nuestro exrey es de sencillo que te cagas- exclamó con esa media lengua que dios le ha dado: '!Qué zdico..¡' Le gustó tanto el vino que no pudo evitar alabar su calidad. 
En la sala estaban los periodistas acreditados por Zarzuela para sus distintos medios. Pero ese día había un becario sustituyendo a uno de ellos que se encontraba mal, no se sabe de qué medio de comunicación. Y como becario que era, por aquello de los nervios y la falta de experiencia en estos menesteres regios, al escuchar esa exclamación del rey, no dudó un segundo en coger su smartphone y tuitear: 'El Rey acaba de decir: ¡Que abdico! Y claro, ya navegando el mensaje por la red a velocidad de vértigo y tratándose de un asunto de Estado, la noticia se extendió como la pólvora hasta acabar en los ordenadores centrales de los medios de comunicación de medio mundo. Y ya nada se pudo hacer.
Así que eso fue todo. Que de malentendidos está repleta la historia de la humanidad. 

     

04 junio 2014

CONCURSOS LITERARIOS

Advierto que esta entrada es de consumo propio, retroalimentada y específica, muy específica. Inicialmente de interés para quienes suelan frecuentar, conocer e interesarse por los certámenes literarios. O a lo mejor ni tan siquiera de interés para éstos. En todo caso, no la haré excesivamente larga porque me gustaría que todo el mundo la pudiera leer, propios y extraños. Al menos por aquello del interés general. A ver si consigo hacerla interesante.

Hay que decir que hay escritores consagrados que jamás se han presentado a ningún concurso literario. Y hay escritores totalmente desconocidos que suelen ganar muchos de estos certámenes. Leía el caso de un escritor totalmente desconocido para el gran público que llevaba ganados más de mil, creo. Por su parte -por ejemplo- Pérez-Reverte no suele frecuentarlos y todo el mundo sabe lo que vende. Arthur Conan Doyle, tampoco obtuvo nunca en vida ningún premio, a pesar de que su personaje Sherlock Holmes formaba ya parte del imaginario colectivo de Londres, Inglaterra y medio mundo.  Por tanto, no seré yo quien defina dónde está la calidad literaria. 
Los grandes certámenes, donde hay dinero y fama, están previstos para nombres conocidos y más que concursos son premios. Y, por tanto, suelen premiar una trayectoria o gente vinculada a la editorial que sustenta el certamen. Pero también es cierto que hay certámenes de mucha importancia que lo ganan gente hasta ese momento desconocida pero con mucho talento literario. Éstos certámenes suelen ser los más prestigiosos y auténticos y es importante que no se pierdan.   
Por su parte, los certámenes de ámbito más pequeño, generalmente local o regional, no están pensados para gente consagrada. Es posible que sea la rampa de lanzamiento, pero generalmente no. Por tanto, a este tipo de certámenes se presenta gente sin nombre, pero eso no significa que no posean talento literario. Hay de todo. Y también hay de todo en cuanto a la apreciación de los obras que se presentan. Más que nada porque esos jurados tampoco son profesionales. Por lo general, esos jurados están compuestos por gente interesada en la literatura y que como tales tienen sus gustos literarios concretos. De ahí que no siempre quien gana sea el que más talento literario aporta sino el que más gusta a esos lectores del jurado. O, incluso, es posible que gane quien más encaja en la forma de concebir la literatura que tienen los miembros de ese jurado (no profesional). Uno es lo que lee o ha leído durante toda su vida. 
Por lo general, este tipo de certámenes más de ámbito local y regional suelen ser de relato corto. Entre otras cosas porque no hay suficiente gente o tiempo para leer no sé cuántas novelas. El relato corto se lee más rápido y más rápidamente también se capta la esencia del texto. Hablo de relato corto libre, ya que los que se atreven a enviar un relato libre a un concurso con modalidad específica (terror o que la trama se tenga que desarrollar en el Valle de los Pedroches), no lo ganarán por bueno que sea el relato.

Pero hacer más gráfico todo esto, hablaré de mi corta experiencia personal que es la que más conozco. Por lo general, nunca me han interesado demasiado los concursos (será porque una vez formé parte de uno), pero comprendo que es una forma de extenderte públicamente. Y porque a quienes nos gusta escribir nos gusta publicar, aunque escribir -al menos para mí- sea lo más importante (pero, ojo, también publicar). Por tanto, midiéndolo mucho, desde hace algún tiempo, he optado a presentarme a alguno de relato corto -también lo hice en artículo periodístico, pero de éstos hay menos-.
Y no me puedo quejar. sabedor que es difícil ganarlos (por varios motivos que ahora no valoraré), me he sentido a gusto con un segundo premio o tercer premio o con formar parte de la publicación que se ha hecho para integrar a los finalistas. En ese sentido ha habido un porcentaje alto de acierto, pero en otros casos -hay  que decirlo- la respuesta ha sido el silencio. Nada que objetar. Se trata de un juego en el que se gana o se pierde, y si cuando un relato mío ha sido seleccionado o ha ganado algún premio he considerado que no es para tanto, tan sólo que ha gustado a un puñado de personas del jurado no profesional, también he pensado de similar forma cuando ha ocurrido al contrario. 
Sin embargo, dicho esto he de decir que también me he equivocado en alguna ocasión enviando algo a un concurso -cosa, ya digo, que no hago con mucha frecuencia, sólo cuando me apetece o tengo algo que enviar-. Y esa equivocación me ha pasado hace poco. No diré nombres ni lugares.
Envíe un relato de corte histórico muy vinculado a la localidad -que conozco bien- que convocaba el concurso y quedé satisfecho. Pero no reparé o no recordé que el jurado -que sé como funciona en ese caso concreto-, no iba a tener en cuenta la singularidad -no digo la calidad, que en eso no entro y es siempre subjetivo-, ya que se trata de un jurado al que le cuesta salir de un tipo de literatura en concreto, esa que utiliza muchas metáforas y tiene una impronta de prosa poética (el fervor de su mirada se encendió como si se tratará de un fuego fatuo, por ejemplo), de hecho todos los años suele ganar un relato de este tipo. Mucho 'poeta' en ese jurado, cosa que ya sabía. 
Así que nada más enviarlo me arrepentí, pero ya estaba hecho. Abrigué la posibilidad de que el jurado hubiera cambiado, pero no, no lo había hecho. No lo ha hecho en muchos años. Por tanto, todo el trabajo de documentación para el relato de siete páginas de nada sirvió. Todo esfuerzo por dejar entrever en el mismo una época importante por un hecho casual que aconteció en la localidad de nada sirvió. Y sí, eso sí me fastidio. No tanto que el  relato no hubiera sido seleccionado -lo cual siempre admito porque son las reglas del juego-, sino que no se hubiera sabido ver su singularidad. Allá ellos. No volverá a pasar. 
En todo caso, ya digo, lo importante es escribir. Lo demás es siempre añadido y secundario.                 

02 junio 2014

MICRORRELATO-FÁBULA: (CUCARACHA): LA MISIÓN

Lo único cierto es que Ramona había desaparecido. Nadie sabía qué había podido pasar. Cuando se supo hubo mucho revuelo en la comunidad. Todos sabían del riesgo que suponía llevar a cabo esa misión. Era algo que se aceptaba con entereza. Salieron para la misma veinte, las más preparadas, pero volvieron sólo diez. Otras nueve habían sido aplastadas por un enorme zapato humano, con una escoba o, incluso, envenenadas con algún líquido frío y viscoso que salía de un bote a través de un minúsculo orificio. Nada que objetar. La misión en ese archivo de antiguos libros y legajos era muy arriesgada, todas lo sabían. No se podía luchar contra el destino. Se sumaron las bajas y se recuperaron los cuerpos -o partes de ellos- de las nueve malogradas para homenajearlas y honrarlas por los ritos ancestrales, pero nada se supo de Ramona. Es más, era la primera vez que no se había recuperado un cuerpo o parte de él. Todo el mundo estaba de los nervios, hasta que un buen día llegó una carta. Era de la desaparecida. Se miraron unas a otras sin comprender hasta que, finalmente, Gertrudis, su amiga de alma, se decidió a leerla: 
'¿Cómo va todo por ahí, chicas? Sé que habéis llorado mi desaparición, pero no sufráis por mí. Sigo donde me dejasteis. No sé cómo ocurrió, pero lo cierto es que comencé a leer uno de esos viejos libros del archivo. Trataba de un humano que por la mañana al levantarse se había convertido en uno de los nuestros, ¡uno de los nuestros! ¡No os parece impresionante!. No creeríais lo importante que fue esa historia y su autor para sus congéneres. Y tras ese viejo libro leí otro y después otro. Desde entonces no he podido parar de leer. ¡Nuestra historia entre los humanos es tan interesante....¡            

01 junio 2014

SABER ESCUCHARSE

El pasado jueves estuve a punto de inscribirme en la prueba de Órgiva. Órgiva-Lanjarón-vuelta. Duro correctivo para las piernas, el corazón y los pulmones. Una prueba con vocación épica. Casi diecinueve kilómetros subiendo rampas y bajándolas. Siempre me ha gustado esta prueba y siempre he intentado correrla. De hecho, pocas veces he fallado.
Pero este año ha podido más la prudencia.
Me dije: tranqui, vas bien, pero tranqui. Y me hice caso. Recordé lo que sufrí hace dos sábados para terminar dieciocho kilómetros en llano, y volví a constatar este último sábado que a pesar de no sufrir tanto -porque hice dos kilómetros menos- también sufrí. Vale, es cierto que suelo salir a horas en las que el termómetro casi está en treinta grados (curiosamente el sábado, comenzó a ponerse tormentoso cuando acabé mi entrenamiento), pero eso no quita para saber de primera mano que no estás bien, lechón.
Por tanto, el pasado jueves hice lo correcto no inscribiéndome en esta prueba. Me veía llegando a las calles de Órgiva con la mirada perdida, con el estómago revuelto y comprobando cómo me adelantaban hasta los niños de teta y no quise hacerle ese daño a mi autoestima. Mejor déjala que vaya aumentando poco a poco, me dije. Y, ya digo, me hice caso por enésima vez.
Y es que hay que aprender a saber escucharse. No es fácil. Yo antes apenas lo hacía y me costó años hacerlo. Es más, pasé de no escuchar mi cuerpo a escucharlo con atención y solemnidad; y he pasado de no hacerme caso a hacerme el mayor caso posible, casi como su fuera una orden militar, si  yo supiera lo que significa eso.
Ahora sigo mi ritmo progresivo sin grandes aspavientos. Y gracias ese ritmo constante y progresivo me suelo llevar gratas sorpresas. Por ejemplo, la que me llevé el pasado jueves por la tarde.
El entorno del Torreón -al fondo- a la salida de Albolote.
Salí a hacer una ruta sin grandes pretensiones. Iba a ir a la Vega, pero como aún no había decidido no ir a Órgiva, opté por meter algo de cuestas. Así que me fui a la salida de Albolote, hacia esa bonita zona que te dirige hacia el Torreón, el Pantano del Cubillas o las inmediaciones de estos lugares ubicados en la  histórica zona del contorno de Sierra Elvira. 
Sabía que el circuito que había programado no era largo -9,200 kms.-, pero contaba con dos dificultades que debía superar. Llevaba sin subir cuestas bastante tiempo, desde antes de mi intervención, y me venía bien espabilar un poco. Lo sorprendente -y es lo mágico de este deporte- es que me vi subiendo la cuesta de la Residencia Entreálamos, una vez superado el extinto campo de golf del pelotazo de los años del ídem, con una facilidad desconocida. Se trata de una rampa de unos seiscientos metros que siempre notas en las piernas, pero en esta ocasión más que subir parecía que bajaba. Aún me estoy preguntando qué paso. Iguales sensaciones tuve en la minúscula carretera que une la carretera principal con el Torreón. Así da gusto correr, me dije. Gracias dije no sé a quién. Y con esas sensaciones llegué a casa. No es de extrañar, por tanto, que con esas endorfinas subidas estuviera a punto de inscribirme a la prueba de Órgiva. 
Dos días después, el sábado pasado, programé dieciséis kilómetros en llano por la Vega y me costó. Sobre todo a partir del trece. Por tanto, ahí está la clave: meter kilómetros progresivamente.
A las próximas pruebas del circuito es casi seguro que sí iré. Y es posible que a una bastante simpática y nueva, que le propondré a mi amigo Paco por si quiere acompañarme.  Estoy seguro que cuando sepa dónde es podría aceptar.      
       

28 mayo 2014

EL ROL DE LOS PERROS (O COSAS QUE OCURREN CUANDO CORRES)

'Perro semihundido'
(Pinturas negras de Goya)
En el mundo animal también existen jerarquías y roles. Y, dentro de este mundo, en el canino -quizá por ser uno de los más cercanos al ser humano- aún más. Quizá, porque adquieren por instinto hábitos de sus dueños -dicen que el perro acaba pareciéndose a su dueño con el paso del tiempo- o porque la cercanía hace a estos animales cada vez más humanos y menos caninos. Fuere por lo que fuere, interesado como estoy en el mundo del perro y por el especial cuidado que he de poner, dada la mala sintonía que existe entre este animal y los que solemos correr habitualmente por caminos, veredas y carreteras, por los motivos que fueren, decía, he aprendido a observar que en el mundo canino existe un comportamiento especial que seguramente no pasó desapercibido para el desaparecido etólogo y Nobel Konrad Lorenz. 
Quienes corremos tenemos asumido que no gustamos demasiado a estos animales. Seguramente, porque supone para ellos una amenaza ver a una persona corriendo, síntoma que su instinto probablemente traduzca como señal de alarma o peligro. Por tanto, esa acción de correr les pone agresivos e inquietos. De ahí, que todos los que corremos habitualmente hayamos tenido, en mayor o menor grado, alguna mala experiencia con alguno de ellos cuando hemos atravesado caminos, veredas y carreteras. 
            Particularmente, en alguna ocasión, la he tenido, sin que -por suerte- ninguna haya destacado por violenta o accidentada, pero a punto ha estado. Recuerdo aquel perro de apariencia inofensiva que en algún lugar de la Vega de Pinos Puente logró romper de un mordisco el calcetín de mi amigo Paco mientras corríamos (el mío intentó romperlo también pero ya no le dio abasto) o aquel pequeño y amenazante líder de una manada de perros abandonados en la población de Caparacena, que logró que hiciera mi mejor serie de quinientos metros, sin proponérmelo. 
Pero de entre todos, hay un caso muy curioso que experimento siempre que corro por un lugar muy próximo a la antigua arquería -hoy cortijo- árabe de Alitaje, en el término municipal de Pinos Puente, cuando me dirijo en dirección al término de Fuente Vaqueros, en un lugar conocido como Cortijo de Las Cruces. Es un cortijo habitado y está aislado en la mitad de la Vega, a mitad de camino entre ambos municipios. Por tanto, como modernos Cerberos, existen canes que  protegen de eventuales cacos, Suelen ladrar de manera amplificada y con corazón pero, por suerte, están atados. De lo contrario, sería imposible pasar por allí. Así que siempre que lo hago, confío en que sus dueños no se hayan descuidado en las ataduras.
En el canino grupo, casi siempre, hay uno suelto. Y lo está porque sus amos saben que no haría daño ni a una mosca, a pesar de que ladra de manera más apasionada que los atados y más fieros -por eso lo hace-. No sé exactamente de qué raza es, pero se trata de un perro minúsculo. Su altura apenas supera la altura de mis zapatillas y su, más que dudosa, capacidad de morder, si es que alguna vez lo consiguiera, apenas provocaría otra cosa que un pequeño rasguño, o incluso, ni tan siquiera eso, saliendo él mismo mucho más perjudicado dada su poca solidez dental. De ahí que sus dueños, con buen criterio, no teman que muerda a nadie, entre otras cosas, porque no le es posible funcionalmente.

 Pero el caso es que este can -podría ser un caniche o algo así- es avispado y asume bien su rol, que es lo que venía a exponer al principio. Se envalentona cuando los fieros ladran, mientras se retuercen para deshacerse de sus ataduras, y me persigue a lo largo de unos cincuenta metros hasta casi topar con mis zapatillas. Es tal su pasión por defender la propiedad y, de camino, exhibirse ante sus amigos mayores, que cuando me persigue alcanza tal velocidad que casi flota en el aire, ya que sus cuatro cortas patas no dan para más. Muy excitado, lleva a cabo esa acción unos pocos segundos e inmediatamente, exhausto, abandona la persecución en la misma proporción que cesa el ladrido de sus agresivos compañeros. Al principio, no me fiaba demasiado, a pesar de su pequeñez y nula fiereza, pero después de repetirse por enésima vez la misma escena y comprensivo sobre la ejecución de su rol y buen nombre de cara a sus mayores, sigo corriendo sin molestarlo a la espera de que se canse y dé media vuelta. Siempre ocurre lo mismo. De hecho, casi tenemos un pacto tácito: yo sigo mi camino sin azoramiento ni inquietud y él se retira ufano con la cabeza alta, convencido de haber quedado como un héroe ante sus congéneres, más fieros y peligrosos. 

26 mayo 2014

MICRORRELATO-FÁBULA (HIENA): EL MANUAL

La máxima preocupación de Clotilde, la joven hiena del Serengeti, era ocultar el voluminoso manual que le había llegado esa mañana, enviado por Amazon USA. Lo importante era que no lo viera nadie; pero menos que nadie, su madre Ofelia, la hiena que pasaba por ser la más insigne entre las damas de la ladera sur del vasto territorio. Descendiente del gran maestre de las hienas africanas, hacedoras de todas las virtudes que el gran creador les había otorgado. Ofelia, la hiena más capaz, la más dotada de sabiduría y destreza, heredera de todos los rasgos que han de conformar el carácter de la hiena como especie.
Que Clotilde fuera su hija mayor no era otra cosa que una maldad del destino, según se decía la joven hiena. Un alarde que no quería para ella, pero que por mor de la cuidada cuna le había tocado representar. La descendiente destinada a ocupar el lugar de la madre cuando ésta desapareciera y con ello perpetuar los rasgos universales e innatos del clan. 
De ahí que fuera tan importante que aquel voluminoso manual no cayera en manos de nadie. Un manual de título: 'Cómo ser una verdadera hiena', que la iluminaría con letra y gráficos sobre el arte ancestral de cómo desempeñar el papel de verdadera hiena líder, virtud de la que carecía. Esa que dictaba el camino perfecto para no amedrentarse ante las dentelladas de buitres y demás carroñeros de enorme potencial y carisma.



Leer los microrrelatos-fábula anteriores: 

SERPIENTE

ELEFANTE

LORO

LOBO

BUITRE

LEÓN



23 mayo 2014

POR QUÉ YA NO VOTO

   Yo anduve una época en política. Jamás estuve metido hasta el tuétano, es más, ni tan siquiera llegué a militar -palabro y hecho que nunca me ha gustado-. La lista en la que me integré, IU, permitía -no sé ahora- este tipo de integraciones de préstamo, a las que se llamaban 'independiente'. Así que sin pertenecer al PCE pude trabajar a gusto, gracias a compañeros que siendo del PCE la mayoría, fueron gente muy abierta y amiga. Eran momentos de ilusión y, como me moví sólo a nivel local, de buenas a primeras me convertí en concejal de varias cosas en mi pueblo, cosa bonita, por cierto. Luego, por malas artes de unos cuantos -incluidos gentes del propio PCE-, perdimos las elecciones locales y ya no me volví a presentar en puestos de arriba. Busqué el último lugar de la lista, más que nada para apoyar moralmente a compañeros que habían trabajado conmigo en el ayuntamiento de Pinos Puente y seguían ahí, en la brecha. Una especie de homenaje a la amistad.
  Posteriormente, comencé a desilusionarme con la política, hasta acabar por no votar a nadie. Bueno, miento, he votado en las últimas elecciones a las que se ha presentado al PACMA, que es un partido muy simpático con un ideario básico en favorecer los derechos de los animales que, por lo general, me gustan más que las personas. Pero ya ni a este voto. No porque ya no me resulté simpático y honesto, sino porque he pasado de desilusionarme con los partidos a desilusionarme con el sistema político e institucional.
   Así que ya no voto a nadie. En ningún tipo de elecciones. Y no lo hago porque de hacerlo siempre me quedará la terrible duda de sospechar que con mi voto -aunque sea al PACMA- acabaré por refrendar este régimen corrupto en que se  ha convertido España y Europa.
  Lo sé. Sé que no votando podría ser peor. Que podría acabar entrando un dictador, que podrían acabar desapareciendo las instituciones, incluso la democracia. Pero qué tipo de de instituciones y democracia tenemos para tener que lamentarnos que desaparezcan, me pregunto.  
  Mi terrible duda de que con mi voto voy a refrendar este sistema corrupto no la tuve de la noche a la mañana. Es más, tardó en instalarse. Pero al fin lo ha hecho. Y cuando lo hace, ¿cómo te la quitas de encima? Es como cuando pierdes la confianza en tu novia, en tu mujer o en tu mejor amigo. No sé.
  Me dio por pensar que votando -aunque fuera al PACMA- iba a acabar apoyando a toda esta manada de sinvergüenzas que pululan por la cosa pública. Que iba a acabar apoyando el latrocinio del Urdanga, la impunidad de la infanta, a seguir viéndole el careto al príncipe -camino ya de rey- a seguir echando la pota ante la falta de transparencia del Jefe del Estado y demás miembros de la casa-cosa, a seguir manteniendo el estomacante sueldo de la Maleni en el Banco Europeo de Inversiones, la impunidad de todos los ladrones de los ERES y de la Gürtel, las sueldos millonarios de todos los pájaros que pululan por las instituciones patria y europeas. Incluso acabe pensando que con mi voto iba a contribuir a seguir manteniendo todos los privilegios de toda la Casta. A seguir favoreciendo que viajen gratis, coman ídem y vivan como Dios. A que sigan favoreciéndose de esa inmunidad, que sirve tanto para robar como para mentir. A que acaben su retiro en grandes multinacionales tocándose los dídimos y ganando una pasta, es decir, a que utilicen el cargo para seguir forrándose. A que sigan con esa endogamia nauseabunda en la que tu colocas a mi hijo y yo coloco al tuyo. A que siga la Botella diciendo paridas cada vez más insoportables en los actos públicos. A que sigan solicitando declaraciones al Chaves, aunque sólo sea para que nos divirtamos un rato. A que sigan marcando el paso los bancos y las multinacionales y no las leyes.
   En fin que como acabé sospechando que con mi voto iba a seguir favoreciendo todo esto, pedí disculpas en mi mente al PACMA y opté por dejar de ir a ningún colegio electoral, a no ser que con mala suerte -que la suelo tener para estas cosas- me obliguen a integrar una de esas mesas electorales, por aquello del civismos ciudadano.   

UN VIAJE A PARÍS (I)

Existen ciudades que pueden ser contadas y otras que tiene que ser visitadas para poder contarse. Entre estas últimas está París.      No es...