
Quiero ver a todos esos carguillos de tres al cuarto con aire de grandeza caer estrepitosamente al suelo. A todos esos concejalillos que han subido como la espuma (advierto que me la juego y me aparto del lenguaje del Instituto Andaluz de la Mujer, porque cuando uso el masculino uso el genérico, como siempre hemos hecho en este país sin necesidad de ser o parecer machistas ¿o es que es necesario reproducir aquí el artículo de Javier Marías?); a todo ese personal de confianza y asesoramiento especial; a todos esos que han entrado o están a punto de entrar por la puerta falsa de la Administración General; a todos esos paniaguados que alzan su pico buscando el maná de las arcas públicas. Me dará igual que sean del partido que son, tan sólo quiero verlos caer y escuchar el ruido que hacen sus suntuosos cuerpos cuan caen. Como el que hacen los olmos.
Deseo ver esa estampa a un año vista porque no soportaría ver más a tanto Delegado Provincial criado en las ubres de su partido paseándose con su coche oficial y pasando la factura de tanto combustible contaminante a los sufridos andaluces. Porque no soportaría ver más a tanto baranda en las Diputaciones cebándose con las plazas públicas tras su cese como concejalillos o alcaldecillos. Porque no quiero saber más de tantos manuales de uso feminista del lenguaje. Porque no admito más que trafiquen con mis impuestos e impongan la golfería institucional como sistema. Porque no deseo como ciudadano una Administración Pública manipulada por cuatro paletos políticos. En definitiva, porque ya estoy harto de ver a tanto sinvergüenza junto.
Y porque quiero que Andalucía despierte, que lleva ya demasiados años dormida.
Y deseo ver esa estampa por encima de cualquier otra cosa porque por el bien de todos no quiero seguir viendo esta tierra necesitada de personas decentes y honestas; de personas que crean en el derecho y en lo público; en la inversión privada y en los emprendedores. Que crean en el esfuerzo y en el trabajo. Porque no quiero que esta tierra me venga más a la mente cuando veo la rabia de las gentes de Egipto o de Grecia.
Porque rezumo impotencia y malaleche por los poros de ver tanto golfo aprovechándose del poder y del dinero público, ocupando plazas bien retribuidas sin mérito ni esfuerzo por el sólo hecho de pertenecer a un partido o que pertenezca al mismo el padre, el tío, el amigo, mientras que miles de jóvenes andaluces se dejan las pestañas en largas noches de estudio, mientras sus padres de desviven y gastan sus cuartos para que accedan a una plaza pública por oposición y mérito y para ello se desviven. Como toda la vida ha sido.
Porque me llevan los demonios comprobar cómo hay tanta gente en paro sin tener un euro que llevarse a la boca mientras que la golfería institucional de la Junta se aprovecha de ERES falsos y prejubilaciones imposibles.
Porque hoy he ido a comprar al pequeño comercio al que voy siempre y me lo he encontrado cerrado porque su modesto y agobiado dueño me dijo que le habían denegado en la Junta una ayuda para emprender e iba a tener que cerrar, mientras que el dinero ha llovido a espuertas sin control ni fiscalización interna y externa.
Porque hoy una persona querida, medio llorando, me ha dicho que el juzgado ha largado a dos vecinos ancianos de su piso -su única propiedad- por no poder pagar una hipoteca mientras que la golfería galopante de este cínico gobierno andaluz y su entorno atesoran parné sin control y probablemente lo envían a paraísos fiscales.
Porque de no ver esa estampa de aquí a un año voy a tener que coger el petate e irme asqueado como tendrían que hacer todas las personas que tengan un mínimo de decencia. Y yo no querría dejar esta bella tierra. Mejor que se vayan ellos que son los que la están prostituyendo.
Por tanto, pongámonos todos de acuerdo por una vez y al margen de colores políticos echémosles el año que viene.
Aunque sea lo último que hagamos juntos.