
Escribía "ave nocturna, aunque sin salir de mi nido" en clave metafórica - y no sólo porque el búho sea uno de mis animales preferidos, y así lo atestigua mi colección-, para excusar mi probable inasistencia al entrenamiento que se había planeado con algunos miembros del gupo de Las Verdes la mañana del domingo 25 de enero.
Para mí supone una gran noticia y acontecimiento poder entrenar con mi grupo, porque es una magnífica compañía y porque el entrenamiento en común siempre es más llevadero. Pero me puede el otro lado oscuro y nocturno. Ese en el que me erijo en ave nocturna y abro un libro en el silencio de la noche o navego por Internet.
Tal y como decía mi Álter Ego, Jesús Lens en su entrada que aconsejo no se pierdan, uno madruga de lunes a viernes porque no hay más remedio, pero no por elección personal. Ahora bien, no se ha de entender que no vaya conmigo madrugar. En absoluto. Es una práctica que siempre me ha satisfecho y lo he hecho durante más de dos años seguidos para acudir a carreras de competición, por poner un sólo ejemplo, y lo seguiré haciendo. Pero ocurre que el otro lado, el oscuro, es el que realmente me satisface. Cenar, ver una buena película y cuando ya todo se queda en silencio, abrir un buen libro, servirme una copa, comenzar una tableta de chocolate negro o unos bombones y disfrutar de lo lindo (el ritual del ave nocturna en su nido). Y pasar páginas del libro o rastrear páginas web o disfrutar de buena música con los auriculares bien instalados. Y en ocasiones, ver levemente en el horizonte la nueva luz que llega. Y eso, es incompatible con correr muy temprano, porque para entonces el cuerpo no habrá descansado lo suficiente y más que correr uno aullará por los caminos. Y porque queda todo el día.
Resulta que ahora en invierno, aunque los días sean cortos, la temperatura siempre acompaña, de manera que es factible salir a correr a cualquier hora.
Por tanto, descansado el cuerpo, celebrado el desayuno (porque para mí también es celebración) y transcurriendo todo relajado, un comienza a rebuscar en el armario de la ropa técnica para comenzar otra celebración, otro ritual: los prolegómenos del correr.

Así que así transcurrió esta mañana de domingo, en el día que escribo esto. Sobre las 13 horas comenzaron esos ritos, preparé la mochila de hidratación, el gel, las pastillas de glucosa, los guantes, el gorro, y todo lo necesario para afrontar dos horas y media de trote. Treinta podrían ser los kilómetros que haría hoy. La ruta: Pantano del Cubillas- Caparacena- Pinos Puente- Búcor- Cortijo de Enmedio y vuelta al lugar de partida. El ritmo: sobre los cinco minutos el kilómetro.
Un recorrido duro, rocoso, el típico que apenas te deja "llanear", porque cada pocos kilómetros aparece alguna rampa, por lo general no muy dura, pero que muestra la oposición de las piernas, el corazón y los pulmones, principalmente a medida que se acumulan los kilómetros. Y todo ello acompañado de una más que persistente lluvia, que jugueteaba en mi rostro, mezclándose con el sudor. No recuerdo apenas diez minutos de ruta en el que no haya llovido una gota.

Finalmente, la llegada al Cortijo de Enmedio la detuve en 1 hora y 8 minutos, por lo que me pareció adecuado avanzar algo más, hasta detener el kilómetro en 1, 15 minutos que con tiempo similar en la vuelta se convertiría en 2 horas y 30 minutos, aproximádamente. Por tanto, los kilómetros han podido estar entre 31 y 32 perfectamente, a espera de utilizar Geoogle Earth para hacer la pertinente medición aproximada.
Cuando vas a hacer una maratón necesitas hacer kilómetros. Eso es lo verdaderamente importante para acabar con ciertas garantías. Ahora bien, si el interés no está solamente en acabar, sino en hacerlo con el mejor tiempo posible, procederán las series, los cambios de ritmos y otros elementos que aseguren la calidad.
En mi caso, ese segundo factor no tiene apenas importancia. En Madrid, en 2007, acabé en 3 horas y 39 minutos, pero acabé, que era la intención desde el primer momento. He de reconocer que el tiempo fue mucho mejor que al que en teoría aspiraba ya que los entrenamientos fueron concienzudos y duros, pero no lo suficientes, quizá, para hacer menos de 4 horas. Sin embargo, ya llevaba varias medias maratones a mis espaldas y bastante competición, y eso posibilitó que pudiera detener el cronómetro 41 minutos antes del tiempo previsto.
Ahora en Sevilla, salvo imponderables de última hora, no espero hacer más tiempo. En primer lugar, porque el terreno de Sevilla no es el de Madrid; y en segundo lugar, porque creo que estoy haciendo más y más largas tiradas y no estoy en mal momento de forma.
Pero hay que seguir trabajando. Y mucho.
La semana acabó con un total de 76 a 78 kilómetros, una cifra no espectacular para preparar la distancia de Filípides.
Si el pasado lunes, adaptando el día a la tirada de 25 kilómetros, el cuerpo acabó "entero" y la resistencia aeróbica en perfectas condiciones, he de decir que en la superior tirada de hoy, por una ruta mucho más complicada que la de la Vega, a nivel aeróbico no ha habido problema alguno, e incluso he afrontado la última rampa de la residencia geriátrica "Entrealamos" con cierta facilidad, pero he de decir que las piernas han acabado muy tocadas, principalmente la zona en la que conviven sóleos, gemelos y algo más abajo el talón de Aquiles. En ambas piernas. A partir del kilómetro 23 o 24 bajar cualquier pequeño desnivel se ha convertido en un calvario, pero nada parecía indicar que estuviera fraguándose una lesión. Simplemente que la carga de kilómetros y la dureza del terreno han deteriorado esta zona muscular.
Sin embargo, si subía alguna rampa el dolor desaparecía casi por completo, ya que en estas circunstancias trabajan mucho más los isquiotibiales. Por tanto, cuando llegaba al punto final del recorrido, esa ha sido mi mayor inquietud, al pensar que en Sevilla aún tendría que correr entre 11 y 12 kilómetros más, y seguramente el dolor iría a más. No tendré más remedio que trabajar con gomas y estiramientos persistentes esas zonas musculares.
A día de hoy, faltando ya menos de un mes para la prueba, sé que no tendré problemas aeróbicos para acabar a un ritmo en torno a los 5 minutos el kilómetro, y me conformo con ello. No ambiciono "meter" series en estas cuatro semanas para bajar algunos segundos el kilómetro porque podría encontrarme con otros problemas más imperdonables: los musculares.
La semana que mañana comienza será complicada. Pocos días habrá para correr grandes tiradas.
Mañana recuperaré con no más de diez o doce kilómetros, pero ya nada podré hacer hasta el viernes. El fin de semana será clave para ampliar el volumen kilométrico, contando que, además, está la Media Maratón de Almería, en la que podré poner "fino" el organismo, dado que será mayor la velocidad en los 21 kilómetros, pero no será una ocasión para hacer mucho volumen kilométrico. De manera que el viernes se convertirá en el día de la tirada larga, sacrificando almuerzo y demás circunstancias que vengan con la vocación de dispersar el obligado entrenamiento.