Es lo que estoy percibiendo. Pasó raudo el día 22, el día de la ilusión de nuestra infancia. Las calles siguen reluciendo pero pareciera que esas luces especiales hayan pasado a un segundo plano. Son tantos los bombardeos diarios en los medios de comunicación sobre la crisis, que nadie ha sido capaz de abstraerse de esos mensajes. Es indudable que la capacidad económica de las familias ha bajado, principalmente en sectores cercanos a la construcción, pero existe un claro interés por generar esa psicosis colectiva. Eso está claro.
Existe la pérdida de poder económico, pero por encima de esa pérdida está el miedo. Un miedo indescriptible sobre qué puede pasar el año próximo y el siguiente al próximo. Estando como están las familias endeudadas y los bancos manteniendo el grifo financiero cerrado, el panorama es hartamente desolador.
Ha caído el consumo de manera alarmante y tal vez por eso la ilusión navideña, que ahora está claro, sólo se componía de materialismo obtuso, decía, la ilusión navideña se ha hecho añicos. A tan bajos niveles de profundidad estamos llegando, que agotado el becerro de oro ya no sabemos ver con ojos limpios estas fechas. Nuestros ojos ya sólo son los del "tío Gilito", cambiando el logotipo del euro por el del dólar. Esa es nuestra idea de estas fechas.
Pero hay algo positivo en la crisis -siempre lo hay incluso en las cosas más negativas-: todo parece mucho más humanizado. Se advierte más tranquilidad en las calles, como si los agobios de otros años, hubieran emigrado a otros lugares; los claxon de los coches parecen más apagados y los accesos a las grandes ciudades son menos insufribles. Al mismo tiempo, pareciera que los grandes almacenes se nieguen a entonar sus vulgares villancicos de Navidad y que sus horteros adornos navideños ahora fueran más discretos.
Un buen momento, sin duda, para volver a la mesa camilla, junto al brasero -aunque sea eléctrico- y junto a un buen plato de mantecados de Estepa y una buena botella de anís del Mono o de La Castellana, o ¿por qué no de Rute?, conversar en amistad, en familia, contar las tradiciones, recordar positivamente a quienes no están ya entre nosotros, y si es posible, olvidarnos de esa dinámica en la que estábamos situados, tan fútil, tan vacía.
Existe la pérdida de poder económico, pero por encima de esa pérdida está el miedo. Un miedo indescriptible sobre qué puede pasar el año próximo y el siguiente al próximo. Estando como están las familias endeudadas y los bancos manteniendo el grifo financiero cerrado, el panorama es hartamente desolador.
Ha caído el consumo de manera alarmante y tal vez por eso la ilusión navideña, que ahora está claro, sólo se componía de materialismo obtuso, decía, la ilusión navideña se ha hecho añicos. A tan bajos niveles de profundidad estamos llegando, que agotado el becerro de oro ya no sabemos ver con ojos limpios estas fechas. Nuestros ojos ya sólo son los del "tío Gilito", cambiando el logotipo del euro por el del dólar. Esa es nuestra idea de estas fechas.
Pero hay algo positivo en la crisis -siempre lo hay incluso en las cosas más negativas-: todo parece mucho más humanizado. Se advierte más tranquilidad en las calles, como si los agobios de otros años, hubieran emigrado a otros lugares; los claxon de los coches parecen más apagados y los accesos a las grandes ciudades son menos insufribles. Al mismo tiempo, pareciera que los grandes almacenes se nieguen a entonar sus vulgares villancicos de Navidad y que sus horteros adornos navideños ahora fueran más discretos.
Un buen momento, sin duda, para volver a la mesa camilla, junto al brasero -aunque sea eléctrico- y junto a un buen plato de mantecados de Estepa y una buena botella de anís del Mono o de La Castellana, o ¿por qué no de Rute?, conversar en amistad, en familia, contar las tradiciones, recordar positivamente a quienes no están ya entre nosotros, y si es posible, olvidarnos de esa dinámica en la que estábamos situados, tan fútil, tan vacía.
De todas formas los supermercados siguen estando llenos de gente y los carros a tope con la compra compulsiva. Lo que sí observo es esa ausencia de villancicos en las grandes superficies. ¿Será para ahorrar energía?
ResponderEliminarUn hurra por esa mesa camilla.
Me apunto a la mesa camilla o a esa chimenea de toda la vida. Por supuesto con unos buenos "mantecaos" y un inmejorable licorcillo de guindas.
ResponderEliminarY es que, por mucho consumo que haya o deja de haber, los buenos momentos no se pagan con dinero.
Os echamos de menos a ti y a Mati en la quedada de ayer. A ver si la próxima.
Un abrazo republicano y Feliz Año.
Toni Sagrel.
Es lo que llamó la atención a mí Gregorio, la ausencia de villancicos, jeje. Incluso por las calles comerciales de Granada, que siempre los ha habido, harto simplones. ¡ Hay que volver a la mesa camilla ! Por cierto, espero que el encuentro de ayer fuera como la seda.
ResponderEliminarLas tradiciones, Toni, hay que conservarlas. Hubo una época en la que casi no era políticamente correcto conservar las tradiciones, ya que sonaban a otra época, pero en mi opinión nada tiene que ver una cosa con la otra. A ver si en otra ocasión nos apuntamos, que nos ha cogido con otras cosas. Saludos y buena entrada de año.
Volvamos a esa mesa camilla, la cual yo la tengo con su brasero eléctrico. El anís si puede ser La Asturiana mejor, aunque no soy delicado con esto del aguardiente, je,je.
ResponderEliminarEstas navidades, me e he ausentado mas nunca de todo lo referente a grandes superficies y demás eventos.
Estar con mi familia, correr, amigos, cine y lectura han sido mis acompañantes en estas fechas. Un abrazo y que tengas una feliz entrada de año. Salud y Kms....
donde se ponga la mesa camilla....ultimo dia del mes ultimo dia del año aprobecho para desearte feliz año nuevo a ti y los tuyos. saludos roberto. p.d. que ha sido del señor x ? sigue entrenando ?
ResponderEliminarHas hecho lo correcto Paco. Más recogimiento y menos vida disoluta, jeje. Te deseo lo mejor para este año que empieza. Un abrazo.
ResponderEliminarRoberto, mucha alegría "verte" por aquí. También te deseo un buen año en compañia de los tuyos y un año al menos tan activo atleticamente hablando como el que nos deja.
x, ya tiene cosas que contarnos, en breve. Un abrazo.
Completamente de acuerdo. Baja el consumo, pero mientras no baje el consumismo -y estó costará- más de uno lo pasará fatal.
ResponderEliminarSaludos.