En plena crisis le escriben y él dice, sin ningún tipo de complejo, que anima a los españoles a que tiren del carro. Que se sepa, hasta ahora, sólo los cuadrípedos han tirado del carro, y es que es posible que piense eso de sus súbditos.
Su discurso bien podría haber ido en la línea de reflexionar sobre una necesaria austeridad que habría de comenzar por su propia casa y su propia persona, por ejemplo, reduciendo el presupuesto destinado al "sostenimiento de la casa real", pero no incrementándolo porcentualmente por encima de pensionistas, funcionarios y convenios colectivos. Tirar del carro pero sin que ningún miembro de la casa real se baje del mismo.
Pero en cierto modo su discurso fue coherente. La monarquía sabe que si la crisis se perpetúa, cada vez sera menor el número de ciudadanos que admitan esta institución descarada, despilfarradora y medieval. Una institución sostenida totalmente con los impuestos de los ciudadanos, muchos de los cuales -cada vez más- no admiten que sus impuestos sirvan para sostener a una familia que se multiplica y crece de manera exponencial, que en nada contribuyen al conjunto del país y que cada vez necesita más recursos públicos para tirar de su particular y suntuoso carro. Una institución que no es transparente en cuanto a sus gastos, ingresos y negocios, y que lejos de mostrar austeridad parece disfrutar de sus privilegios allá por donde camina, sabiéndose protegidos por unos medios de comunicación de actitud vergonzosa y favorecedora de la casa real.
Por tanto, tuvo mucho sentido su discurso de Nochebuena: tirad todos del carro para que nosotros los elegidos, los sencillos miembros de esta casa, podamos seguir cómodamente subidos al mismo. A ver si algún día -sin que sirva de precedente, por favor- tienen el detalle de bajar y empujar también ellos, que son muchos y eso siempre ayuda. En fín, de vergüenza.
(espero que la fiscalía de la Audiencia Nacional esté de vacaciones y no lea ésto.)