No cabe ninguna duda de que el programa de Jordi Évole "Salvados" ha clavado una pica en Flandes en lo referente al maltrato continuado de animales destinados al consumo humano en mataderos y granjas. Sobre todo porque se trata de un asunto que todo el mundo sospecha, pero que poca gente quiere ver. Ver la carne en un plato bien cocinado o, incluso, en la carnicería, no es sinónimo a ver el sufrimiento del animal en esos grises mataderos industriales, por no hablar de su desdichada vida desde que nacen. Por tanto, podríamos hablar de un hito jamás visto en televisión, al menos en la televisión española, siempre tan dada a esconder lo políticamente incorrecto, a no ser que venda. Pero esto no vende. Todo lo contrario.
Los gobiernos, como es sabido, intentan que este tipo de cosas no se vean en televisión y sería ovbio decir que tampoco lo quiere la industria cárnica. Pero, es más, la mayoría de los consumidores tampoco lo desean, por aquello que es más fácil seguir ignorando que conocer la realidad. Porque de realidad -incluso hiperrrealidad- se trata. Una realidad que por muy escondida esté en la sociedad en esas cuatro frías paredes de los mataderos y las granjas no significa que no exista. Y ningún medio mejor que la televisión para evidenciar que existe y de qué manera. Porque no se ha denunciado tan solo el estado en el que están los cerdos como los de la foto sino la triste realidad de sus días y sus triste final.
Muchos no hemos necesitado ver estas imágenes para ganar conciencia, de hecho, la mayoría de la gente que es sensible con los animales, vegetariana, vegana o, de alguna manera, muy empática con ellos, no ha querido ver estas terribles imágenes porque suponen un sufrimiento excesivo para ellos, que están concienzados con esa realidad y desean que acabe cuanto antes, pero sí ha habido mucha gente que, tal vez, con menor sensibilidad hacia los animales y empatía, la ha conocido de primera mano. Por tanto, es a esa gente a la que, en realidad, iba dirigido el programa.
En un mundo cínico y con grandes dosis de monstruosidad como el nuestro no es extraño que exista esta realidad, la cual está muy bien maquillada tanto por la industria cárnica como por la terrible publicad engañosa y los gobiernos. Se trata de un tema económico y solo la economía hará que acabe todo esto. Por su parte, a muchos nos interesa que acabe no por cuestiones económicas sino por cuestiones éticas y morales, porque no es admisible que en un mundo pretendidamente civilizado sigan existiendo estos atentados contra los animales, que deberían ser nuestros compañeros en este viaje que es la vida y no nuestra comida.
Años atrás, la nutrición sostenía que la carne era imprescindible para el humano, que sin ella no era posible mantener los órganos vitales ni la vida misma, pero eso siempre ha sido una entelequia que hoy ya está superada. De hecho, muchos que ya somos vegetarianos o veganos seguimos vivos y coleando en este y con los órganos vitales en perfecto estado, a pesar de que nuestra alimentación no se base en productos de origen animal. Lo importante es estar bien informado y saber que todos los nutrientes que necesitamos están en la alimentación de origen vegetal; es más, mucho mejor proporcionada, mejor contenida y de mayor calidad, lo que redundará en una salud más saludable. De todas formas, los tiempos están cambiando y cada vez es menos sostenible el mantenimiento de las granjas industriales, tanto por los perversos efectos para el medio ambiente como por la inviabilidad económica.
La solución no sabemos cuándo ni cómo llegará, pero ya está en marcha la llamada carne limpia, elaborada en laboratorios a partir de células madre de los animales que hasta ahora se utilizan como alimento. Es decir, carne de mejor calidad y producción controlada sin necesidad de pasar por la aberración de maltratar de manera continúa y, finalmente, matar de la manera más vomitiva posible a los animales que, no olvidemos, sufren y sienten como nosotros aunque no lo puedan manifestar.