Os
cuento.
Varios
compañeros que trabajamos como empleados públicos en la Junta de Andalucía
tenemos en estas fechas grandes dudas y un importante dilema que pronto hemos
de resolver, toda vez que el 25 de marzo se celebrarán las elecciones al
Parlamento de Andalucía -del que saldrá el gobierno para los próximos cuatro
años- y hemos de inclinarnos por una opción política que no nos perjudique como
ciudadanos ni tampoco como profesionales de la
Administración autonómica.
Todos
esos compañeros ostentadores de tales dudas y ese importante dilema que corre
por las oficinas públicas somos, mayoritariamente, funcionarios de carrera y
algún personal laboral fijo con muchos trienios de experiencia a sus espaldas.
Además, particularmente, estamos demostrando mucha sensibilidad y crítica feroz
hacia ese desaguisado que ha montado el gobierno andaluz del PSOE en torno a
esa pretendida reordenación del sector público, que no obedece a otro fin que
intentar introducir en la Administración General de la Junta de Andalucía a un buen número de personas pertenecientes al partido en el poder y a su entorno, todo
ello sin necesidad de pasar sistema selectivo alguno. Además, desde el
principio están contando con la ayuda de los dos sindicatos más importantes del
Estado, CCOO y UGT, algo que ha desalmado las entendederas de propios y
extraños. Es decir que la Administración -y el partido que la sustenta- actúa
de espaldas a la legalidad alejándose de los intereses generales para centrarse
en los particulares. Todo lo contrario al cometido que le otorga a la
Administración Pública el artículo 103 de la Constitución de 1978, si es que ésta tiene predicamento
alguno en los tiempos que corren.
Para
llevar a cabo ese malvado y torticero fin, los prohombres -no utilizo el término promujeres porque jamás he escuchado tal término y la Pajín ya no se encuentra
en los altos palacios públicos- de la Administración Autonómica, han montado
todo un entramado seudojurídico consistente en empresas públicas, sociedades
instrumentales y otras seudoformas que engarzándose en unas denominadas
agencias se confundan con el follaje de los empleados públicos verdaderos, que
son los que entraron en la Administración por la vías legales de acceso a la
función pública. Se trata de una vía basada en hechos consumados muy frecuentada
en países bananeros, qué al parecer por esos lares funciona muy bien. Y, claro, todo ese intento al ser
seudojurídico está deteniéndose en los altos palacios del Poder Judicial,
gracias a la iniciativa onerosa y demandante de los empleados públicos y de
sindicatos contrarios a esa reordenación.
Por
lo que ahora, casi llegada la fecha de decidir en las urnas, nos encontramos
ante ese gran dilema. Principalmente lo tienen compañeros y compañeras que
jamás han votado a la derecha en elección alguna. Lo han hecho a opciones de izquierdas e, incluso, muchos de ellos al mismo PSOE. Pero ahora perciben
que se la están jugando. Como ciudadanos y como profesionales.
Y saben que de seguir gobernando el PSOE podría darse el tiro de gracia a su carrera profesional e, incluso, a su profesión en sí, por no hablar ya de la paulatina eliminación de los servicios públicos. Por su parte, hay quienes están contemplando con inquietud la forma de hacer del PP en el Gobierno Central y desconfían de los severos recortes que está llevando a cabo Rajoy y su gobierno. Hay otras opciones políticas, pero no parecen convencer, bien porque son seguidistas del partido en el poder o bien porque, a pesar de sus buenas intenciones con los empleados públicos, no tendrán la suficiente fuerza para desbancar al actual partido en el poder y acabarán restando opciones al que parece comulgar con la desazón de los empleados públicos y que, según las encuestas, está destinado a gobernar en Andalucía. De hecho, ya lo está haciendo en casi todo el Estado.
Por tanto, existe cierto clima de desasosiego, el dilema es mayúsculo y las dudas asfixiantes.
Un poco lo que debió sentir el personaje que interpreta James Franco en la película 127 horas: o perder el brazo derecho o perder sencillamente la vida.