10 mayo 2014

MÚSICA: LORD WIND (POLONIA, 1994-Actualidad)


Inserto aquí un corte de una veterana banda polaca muy desconocida de folk-metal, pero que me ha llamado mucho la atención por hacer sin aspavientos un metal medieval muy mesurado. Al contrario que otras que reivindican, en ocasiones sin convicción, una estética muy artificiosa ésta parece trabajar muy bien los sonidos y las voces. Su nombre Lord Wind. Sus trabajos suelen ser muy melódicos, pero como banda metálica también utilizan las voces obviamente. Aconsejable. 

08 mayo 2014

EN LA MUERTE DE YAGO LAMELA, EN LA MUERTE DE UN CAMPEÓN

Ha muerto Yago Lamela. Cuando escribo estas líneas aún me encuentro sobrecogido por la inesperada noticia. Sabía de los problemas por los que atravesaba el magnífico atleta asturiano, pero llega un momento en que se corta el conocimiento de lo que conocemos del personaje y de lo que realmente conocemos de la persona. Sólo él mismo, familia y amigos sabían cómo se encontraba, algo que me parece totalmente lógico y necesario en esta jungla mediática en que se ha convertido nuestra sociedad.
Yago Lamela tenía tan sólo 36 años y fue, entre otras cosas, subcampeón del mundo, campeón de Europa sub-23 y recordman de Europa en salto de longitud. Iba camino de ser uno de los más grandes en esta disciplina, pero comenzó a lesionarse de forma importante y algo se cruzó en su mente y ya no se pudo recuperar. Siempre tendremos en mente su porte algo soberbio del que sabe que tiene cualidades físicas para romper cualquier récord y de su melena al viento. Pero nada mejor que reproducir aquí el artículo que le dediqué en 2008 en aquel Proyecto Florens que montamos mi Alter y amigo Jesús Lens y yo mismo en nuestros respectivos blogs: 

YAGO LAMELA: SALTANDO EN NUESTRA IMAGINACIÓN      


06 mayo 2014

CINE: DIAMANTES NEGROS (ESP-PORT, 2013)

En este pasado fin de semana, cinéfilo por excelencia, dediqué algo más de hora y media para ver 'Diamantes negros', la última película escrita y dirigida por Miguel Alcantud -me defraudó comprobar que había dirigido 'Águila roja', pero de algo hay que comer-. Una película-denuncia, un drama social apegado a la realidad. 
Ver 'Diamantes negros' te toca la fibra sensible; te hace ver que existe un inframundo que no percibes porque no lo conoces y que te gustaría gritar a los cuatro vientos. Sobre todo si sabes o intuyes cómo se cuecen las cosas en el fútbol español y europeo. 
De ahí que esta película-denuncia sea tan necesaria y acertada. Quiso la casualidad que viera esta película el mismo día en el que 'El follonero', Jordi Évole, emitiera su programa-denuncia sobre cómo se cuecen los negocios sucios y negros en el fútbol español y observas que lo que intuías o habías escuchado o leído por alguna parte de pronto se materializa.Los negocios son una cosa y las personas son otra. Pero ocurre que en este oscuro y laberíntico mundo de la corrupción que se mueve más allá del terreno de juego no parece haber distinción.
Un buen amigo que conoce a personas que se mueven en este proceloso mundo de los representantes y ojeadores, me había comentado el tremendo negocio y tráfico de niños de África y de otros continentes desfavorecidos. Y me había contado también la ingente cantidad de dinero negro que se mueve, así como la cantidad de rapiña alrededor de este negocio, pero como no conoces de primera mano este cerrado mundo no llegas a imaginarte mucho. Por eso haber visto 'Diamantes negros' me ha abierto los ojos, aunque tan sólo sea a través de una película de poco más de hora y media de duración. 
Una película muy gráfica y bien elaborada que expone sin barroquismos el deambular de dos chavales de Malí, talentosos con los pies pero caídos en manos de la peor rapiña, muy bien interpretada esa rapiña tanto por Guillermo Toledo como por Carlos Bardem. 
Se calcula que hay más de 20.000 niños africanos dispersos por las calles de Europa, dejados de la mano de Dios, rotos sus sueños y los de su familia. Cuesta imaginar lo que supone para una familia de Mali o de Tanzania o de Uganda dar todo su dinero pasado, presente y futuro para que uno de sus miembros intente sacarlos de su miseria para que al final sean muy pocos lo que lo consigan. Entre otras cosas, porque la mayoría llega a Europa -muchos a España- con la cabeza llena de sueños irrealizables. Le hacen ver que serán las próximas estrellas africanas de Europa cuando la realidad es que se trata de chavales que ni tan siquiera han llegado a jugar en equipos de élite de su tierra natal, entre otras cosas, porque no tienen más de dieciséis años.
Curiosamente las normas de la propia FIFA prohíbe el tráfico de los futbolistas menores de edad si no viajan para ser probados dentro del círculo familiar, pero evitar ese 'pequeño' trámite es fácil para la rapiña que se mueve en torno al mundo del fútbol: basta con falsificar fechas de nacimiento e incluso nombres. Total, ¿quién distingue a un negro de otro?, se preguntan jocosamente entre ellos.
Vista la película, no pude evitar pensar en ciertos dirigentes que se afanan siempre en probar chavales africanos en los equipos que controlan. Sus caretos no engaña. 
Por tanto, bien por Alcantud y bien por Évole por llevar a cabo este tipo de denuncias que, contribuirán, en un plazo medio y largo a erradicar este tipo de cosas, las cuales cuentan siempre con la benevolencia callada de altos mandatarios del oscuro mundo del fútbol, que son siempre los que se llevan la mayor parte del pastel si, al final, el chaval se convierte en una versión negra de Messi.     

02 mayo 2014

VOLVERÉIS A LOS CAMINOS

Camino de Alitaje con Piorno al fondo. Fotografía de J.A. Flores

Cuando ayer acababa mi entrenamiento pensé en escribir la entrada que ahora os relato. 
No se trata de una entrada que pretenda contar nada especial, aunque es posible que sí, depende cómo se mire.
Terminaba mi entrenamiento de casi diez kilómetros bajo un fuerte calor, inapropiado para estas fechas, y llegaba muy cansado. Me había costado subir la última cuesta, a menos de un kilómetro de la llegada, que se eleva sobre un antiguo paso a nivel. Son las única subidas que tiene la llana Vega. Sin embargo, las sensaciones al terminar eran viejas conocidas. Esas que te indican que estás muy cansado, pero que todo lo demás ha ido estupendamente. Nada de dolor, nada de vacío, nada de ansiedad por temor a alguna lesión...
Así que al llegar al coche, mientras grababa en el teléfono móvil las sensaciones del entrenamiento, como vengo haciendo desde que estoy recuperado, pensaba en la enorme capacidad que tiene nuestro organismo para regenerarse. El ejemplo más cercano lo tenía en mí mismo y por eso me pareció bueno contarlo, no sólo como autoconsumo propio, sino para que quien lea esto, y lo haga en un periodo de bajón por causa de una lesión, pueda obtener signos de esperanza. Eso siempre nos viene muy bien a los corredores. 
Siempre que me he lesionado, como nos suele pasar a todos los corredores, lo he visto todo negro. Acechan las dudas y las sombras sobre si habrá o no una pronta recuperación o, simplemente, sobre si llegará la recuperación. Pasan los días, y en ocasiones los meses, y no vemos signos de ella y ese dato nos vuelve a sumir en la negrura. Son los peores momentos por los que pueda atravesar el corredor: vislumbrar en el horizonte la posibilidad de no poder correr en el futuro. No digo correr para competir, sino correr simplemente para vivir.
La experiencia me ha enseñado que estas sombras de duda son, normalmente, exageradas. No hay base para ello. Sencillamente por una razón: aunque no lo creamos en ese momento, el organismo siempre acaba regenerándose y va apartando poco a poco la lesión, a no ser que se trate de algo crónico, que en ocasiones tampoco impide correr.
Mientras descansamos, leemos, nos divertimos o, incluso, trabajamos, el organismo sólo tiene una msión: regenerarse. Lo hace durante veinticuatro horas y sin descanso y lo hace de una forma silente, sin que nosotros lo percibamos, algo parecido a cómo crecemos o aprendemos. Poco a poco, sin prisa, pero tampoco sin pausa. Es algo mágico.
Y por mucho que le cueste siempre lo intenta. Se acaban cerrando tanto las heridas externas como las internas, aunque siempre es conveniente ayudarle en esa sin par batalla. 
Ayudarle no es nada difícil y lo menos que podemos hacer por él, aunque no nos lo exija, como si se tratara de tu mejor amigo. Respetando los descansos, preservándose en cuanto a esfuerzos, alimentándolo bien, tratándolo si hiciera falta con la ayuda de un profesional sanitario, pero sobre todo dejando que el tiempo se convierta en su mejor aliado.    
No siempre va a necesitar el mismo tiempo. Eso dependerá del alcance de la lesión. Pero a buen seguro que acabará venciendo a cualquier anomalía que se presente. 
Eso es algo que experimentamos muchas veces a lo largo de nuestra vida deportiva, pero siempre lo olvidamos. Lo olvidamos con mucha facilidad. La memoria que nosotros no poseemos la posee el organismo. Una especie de reloj interno ejerce un control exhaustivo sobre nuestras lesiones y sobre la recuperación. De ahí que en ocasiones volvamos a lesionarnos mil veces en la misma zona. Y eso es porque no lo hemos dejado recuperarse al cien por cien. La memoria del organismo es siempre infalible. Ojalá la nuestra también. 
Lo he experimentado a nivel personal infinidad de veces. Me he lesionado después de haber acabado pruebas duras, largas y complicados y en ese momento aciago no me he podido imaginar que estuve allí no mucho tiempo atrás. Pero tras un periodo corto de tiempo he vuelto a correr esas duras pruebas u otras más duras aún.  De nuevo he vuelto a lesionarme y de nuevo he vuelto. Es como una especie de espiral. 
Hace unos meses consideré seriamente que ya no podría correr más y ahora estoy planeando correr un maratón antes de acabe el año. Por eso me gustaría que esta entrada fuera un rayo de luz y esperanza para todos aquellos que están postrados. No dudéis que volveréis a los caminos.

28 abril 2014

LOS PARAÍSOS PERDIDOS


Con Mario, Paco, Paquillo y Francisco. Mucho 'pinero' junto.
Es probable que si no fuera por la importancia simbólica de la prueba que corrí el pasado domingo, no hubiera considerado escribir esta entrada. Pero tiene mucha importancia. Personal, claro.
Compruebo -porque así lo reflejo en la parte derecha de este blog- que la última vez que competí fue el día 10 de noviembre del año pasado, es decir, casi seis meses han transcurrido desde que pateé a buen ritmo los llanos de Antequera en esa fría mañana del segundo domingo de noviembre del año pasado. Se trataba de la última Media Maratón de la milenaria ciudad de los dolmenes y los molletes.
Desde entonces han pasado muchas cosas desde el punto de vista deportivo, casi todas negativas. En un mes, pasé de casi romper mi marca personal en la distancia a verme postrado por los incontables problemas musculares en ambos gemelos. Suspendí la última prueba de competición que quería hacer en 2013, que no era otra que la retomada Subida al Conjuro de Motril que tanta ilusión me hacía, y suspendí por completo los entrenamientos. No sabía qué diablos me pasaba. Probaba correr tras un par de semanas de descanso y volvía a caer con más estruendo si cabe en la misma lesión. La desesperación estaba ya rebosando.
Así que retomé la antigua idea de tratarme el problema vascular en ambas piernas. Consideré como una hipótesis que los diversos problemas vasculares se podían deber a ese problema. Total, me dije, si no puedo correr, ahora es el momento de actuar. De esa manera pasé por la consulta médica en la segunda semana de marzo y a los pocos días ya había sido intervenido.
Son esos días en los que ves muy lejanos los días de trono y gloria deportiva; aquellos en los que te podías plantear correr cualquier tipo de competición y entrenar bien siempre que te diera la gana. Lejanos pero no perdidos. Los paraísos perdidos siempre están a la vuelta de la esquina, me dije, aunque en ocasiones cueste verlos.
La recuperación fue otra travesía en el desierto, la cual ya no me inquietaba ni sorprendía. ¿Qué podía suponer un mes más o menos tras tantos postrado? Me ayudaba de la inestimable ayuda de la MBT, las largas caminatas y un fuerte optimismo y esperanza. Y así hasta ayer, en el que volví a retomar la competición. Por eso aludía al principio a la importancia simbólica de la prueba.
Una prueba que no tenía pensado correr, pero hablé con mi amigo Paco y entre su inactividad última y la mía -ambas por distintos motivos-, acabé animado a participar, inscribiéndonos in-extremis en una prueba que va a camino en convertirse en la más señera del atletismo local. Me refiero a la prueba del Padre Marcelino que ya ha entrado en su octava edición.
La idea no era competir, lógicamente. Ni tan siquiera conmigo mismo, que es como yo suelo competir siempre. La idea no era otra ver si se confirmaba la recuperación apuntada ya en los últimos entrenos, aguantar lo mejor posible el envite de los diez kilómetros por las calles más céntricas de Granada y al mismo tiempo retomar también esa idea antigua de correr juntos una prueba Paco y yo. 
Y casi lo conseguimos. O al menos, lo conseguimos hasta bien superada la mitad de la prueba. Paco percibió molestias en la pierna izquierda al paso por la mitad de la calle Recogidas, a falta de tres kilómetros y medio para acabar y a partir de ahí me sorprendí a mi mismo corriendo a ritmos similares a los que frecuentaba antes de la lesión y operación.
Si esos primeros seis kilómetros y medio fueron una delicia, corriendo y disfrutando de la compañía, del deporte, la buena mañana y la ciudad, los últimos tres y medio fueron un encuentro con las buenas sensaciones de antaño y con la esperanza de una mejoría anunciada.    

Con Paco, Francisco y Paquillo -hijo del primero-
Con Francisco y Paquillo en la línea de llegada.

23 abril 2014

MICRORRELATO-FÁBULA (SERPIENTE): LA DUDA DE EVA

Para Eva fue muy sorprendente ver aquel grabado en su escuela. Había escuchado de sus ancestros aquella historia maldita y antiquísima acerca del paraíso y la manzana, pero jamás la había comprendido.
Y seguía sin hacerlo. Tampoco nadie supo explicarle por qué su familia y ella misma se arrastraban por el suelo mientras las demás especies poseían varios miembros que les posibilitaba andar separando la panza de la tierra. Tenía que averiguar qué pasó en el pasado para que eso fuera así.  
Casualmente esa misma tarde una amiga le propuso ir al cine. Emitían la película 'Noé', protagonizada por ese actor que tanto le gustaba, ¿cómo era su nombre? '¡El que protagonizó 'Gladiator'!', le comentó a su amiga que tampoco recordaba su nombre. 
Tras ver la película y comprobar que en la misma aparecían imágenes en las que las de su especie reptaban en dirección a esa gran arca huyendo del diluvio comprendió que no todo estaba perdido. Se lo tenía que contar a su familia. 


No os perdáis los anteriores: 

Elefante

Loro

Lobo

21 abril 2014

PASIÓN EN LOS CAMINOS

Esta Semana Santa, tan alejada para mí de procesiones y pasos, ha sido extraordinariamente deportiva. A pesar de la convalecencia y de lo prematuro aún de comenzar a desarrollar deporte enérgico alguno, todo ha ido extrañamente bien.
Y digo extrañamente bien por lo que contaré a continuación. Si por estas fechas de hace 2014 años se produjo el milagro de los panes y los peces, milagrosa también ha sido para mí la súbita recuperación. O al menos, casi incomprensible. Pero todo puede tener una explicación -menos los milagros-.Veamos.
El pasado domingo probé correr, como expliqué en el lateral derecho de este blog, pero me encontré de bruces con la imposibilidad de hacerlo a partir del kilómetro cinco. De nuevo los sempiternos dolores que vengo arrastrando desde que acabó 2013. Así que fiel a mi filosofía, que es muy rudimentaria, consistente básicamente en tener paciencia, opté por montar en MTB, circunstancia ésta que -es probable- que ha podido ejercer algún tipo de influencia significativa de cara a la recuperación. Dos salidas -jueves y viernes Santos- que acumularon cerca de sesenta kilómetros. Nada de dolor, nada de molestias, todo a pedir de boca.
Un día antes, la doctora de cabera a la que le comenté mi dolencia, más que nada para que me derivara a un especialista, tuvo la virtud de localizar con precisión dónde tenía la rotura fibrilar, en un lugar muy aproximado al que yo suponía. 'Una radiografía no nos dirá nada y las resonancias las ha detenido por ahora el SAS', me dijo. No me sorprendí. De hecho, casi un mes antes ya había tenido yo que costearme una operación vascular porque el SAS no consideraba prioritaria la intervención.'Es probable que en unos veinte días tengamos en este centro -un nuevo centro de salud- un aparato para hacer ecografías y podamos practicar una a ver qué sale. Se verá si no es muy profunca', acabó diciéndome la doctora. De todas formas, la posibilidad de contar con ese aparato no sería inferior a veinte días.
Decía, pues, que envalentonado por los buenos resultados de las dos sesiones de bici y habiendo hecho los deberes con automasaje, crioterapia y Traumeel, el sábado -Santo- decidí probar suerte. Busque este camino de tierra para evitar el asfalto:


Y en este camino decidí comenzar a correr. 
El pasado domingo el dolor reapareció aproximádamente en el kilómetro cinco. En esta ocasión las molestias aparecieron en el kilómetro uno. Malas perspectivas, me dije. Pero eran molestias no dolor. Había esperanza. Así que continúe.
El camino era de tierra y el dolor no aparecía. Seguían las molestias, pero con éstas se puede correr. Con dolor nunca. Cuando volvía a mirar de nuevo el Polar llevaba casi tres kilómetros y el dolor no reaparecía. Seguían, eso sí, las molestias. Lo que no suponía que éstas practicamente desaparecía en el kilómetro cinco, que era el punto fatídico en el que solía recaer. Llegó el seis y también el siete y el dolor no apareció, al tiempo que las molestias casi remitieron por completo. Llegué al coche y quise besarlo pero estaba sucio, así que no lo hice. En su lugar, miré para atrás, observé el largo camino y me congracié con él. Ya casi había olvidado la dicha que supone llegar al coche con el deber cumplido.  
Más envalentonado aún, al día siguiente, domingo -Santo-, a pesar del fuerte aguacero, me fui a este camino:


Un camino de asfalto en esta ocasión para evitar el barro. E hice un total de nueve kilómetros, dos más que el día anterior. Un riesgo, me dije, pero había que probar.
Desde los primeros pasos me concentré en las molestias y en el hipotético dolor. La lluvia hacía un recorrido anárquico por mi rostro y el chubasquero iba rechazando agua como podía, pero no me importaba. Lo importante era comprobar si aparecían esas molestias o ese dolor. Pero nada apareció. No podía ser cierto, me dije. No operan tan rápido las recuperaciones, volví a decirme.
Pasaron los kilómetros: 1,2,3...hasta un total de nueve y el dolor no aparecía ni por asomo. No recé porque nunca lo hago, pero miré al cielo. Tan sólo conseguí que el agua cayera en mis ojos, pero no me importó. Las buenas notician estaban un poco más abajo, muy cerca de la tierra, en los gemelos. Sanos como lechugas.
¿Qué ha podido pasar? Se me ocurren cuatro posibilidades: 

1. Al localizar la microrrotura y trabajar sobre ella, la evolución fue rápida.
2. Al salir con la bici, mejoró el tono muscular y eso conllevó la curación de la microrrotura.
3.La recuperación estaba ya casi completada y yo no lo sabía.
4. La intervención vascular ha posibilitado un mejor riego sanguíneo, que es alimento de dioses para los músculos. (A este opción se suma la doctora que me ha visto hoy).

Por tanto, yo creo que ya si puedo decir que HE VUELTO A LOS CAMINOS.

UN VIAJE A PARÍS (I)

Existen ciudades que pueden ser contadas y otras que tiene que ser visitadas para poder contarse. Entre estas últimas está París.      No es...