Cuando subía las primeras rampas, antes de llegar a Tablones, en la siempre dura prueba de fondo de Órgiva, sabía que mi concurso iba a ser mediocre, principalmente, con relación a participaciones pasadas. Cuando llevas un tiempo corriendo interpretas las sensaciones, que son como una especie de información sofisticada que la mente transmite al resto del cuerpo. En ocasiones, esa información nos anima a forzar porque existe margen de mejora en el ritmo; en otras, es todo lo contrario. Y hoy ha sido todo lo contrario.
Demasiadas cosas en contra: poco rodaje (a pesar de estar casi en junio es la primera prueba dura que hago en 2012), el cansancio de las rampas en el entrenamiento de Tiena del pasado jueves (no he logrado recuperar bien) y el fuerte calor, que lo es para todos, pero a mí me afecta de modo especial. Es uno de mis muchos defectos como corredor. Prefiero el frío, la lluvia, la nieve e, incluso, el viento. Debí nacer en Noruega. Porque mucho ha sido el calor en esta mañana oficiosamente veraniega en plena Alpujarra granadina.
Por tanto, la mejor opción era dosificar y reservar mucho más de lo que exige la sensatez. De esa manera, la llegada estaba asegurada por debajo de la hora y media, pero forzando más, el sufrimiento podría haber sido muy alto; y arriesgando sin sensatez alguna, la pájara en la bajada hubiera estado asegurada. Eso ya ocurrió un año y os aseguro que se pasa muy mal.
Lógicamente, tanta dosis de sensatez a veces se transforma en conformismo y son muchas las ocasiones en las que piensas a lo largo de los dieciocho kilómetros y medio que podrías forzar algo más porque llevas margen de mejora. Podrías subir más rápido o podrías bajar con más intensidad, pero esta carrera podría encuadrarse dentro del grupo de las que traicionan y son muchos los corredores que sucumben en la bajada por no dosificar bien en la subida o, incluso, en la bajada misma. Además, ocurre que un corredor si presta atención a sus sensaciones sabe desde el primer kilómetro que no está corriendo bien, pero que con paciencia y más entrenamiento llegarán mejores sensaciones. Siempre llegan.
La prueba de Órgiva, decía, son de las que traicionan. Puede llegar un momento en que te encuentras bien en la subida y decidas dilapidar toda la energía, pero lo sueles acabar pagando. De ahí, que sea una de las pruebas en las que más corredores desfallece, precisamente, en los últimos kilómetros. Y así se lo decía al responsable de la web del Ayuntamiento, cuando me invitó amablemente a que opinara sobre la prueba: "mucha gente piensa que en esta prueba la dureza está en la subida, pero no, está en la bajada", dije, y "también sería conveniente que comenzara una hora antes porque es una época de mucha calor", concluí.
Pero no me gustaría dejar de destacar un factor fundamental en esta prueba, además, de la excelente organización y la posibilidad de contar con toda la carretera para nosotros, los corredores; me refiero a la bolsa del corredor. Una de las mejores. Probablemente, la mejor de todas las pruebas del circuito, lo que demuestra que cuando hay motivación en hacer bien las cosas, se hacen. Compuesta de -tomen nota-: camiseta técnica de excelente calidad (con relación a la camiseta, sugiero a la organización que para el próximo año lleve la inscripción de la prueba en la espalda, que es algo que nos gusta a los corredores), tarrina de riquísimos tomates de la modalidad cherry, frasquito de aceite de calidad, tarrina pequeña de miel de flores, un producto alpujarreño por excelencia. Incluso, han tenido el detalle de aportar unas tiritas, muy necesarias para los dedos del pie del corredor y una muestra de protección solar, que nos ha servido para recordar que hoy hubiera sido sensato haberla utilizado. Por no hablar de los excelentes regalos que se sortean, eso sí, excesivamente tarde, tras una entrega de trofeos demasiado ceremoniosa y autocomplaciente.
Como también dije en esa invitación a hablar de la prueba: esta prueba va camino de convertirse en una de las mejores del circuito. Que tomen nota algunos ayuntamientos.