No estuve en la prueba de Dílar.
¿Fuí prudente por la ya casi desaparecida contractura de la espalda? ¿Fuí cobarde al saber que mi estado de forma ha bajado varios niveles? ¿He perdido el hábito de madrugar el domingo para competir? ¿En definitiva, me estoy volviendo un golfo y cebando como un oso?

La respuesta es no a casi todas las preguntas. Si acaso, la respuesta sí podría responder a cierta lógica en el caso de la primera y la segunda preguntas: la contractura persistía y en el test que hice el sábado, como bien anotó Alfredo, en las pocas bajadas que corrí percibía molestias no demasiado agudas. Y sí, he perdido cierta forma.
Seguramente mi buen amigo Roberto me buscó en esa cuerda del 5,20-5,30 el mil y a Mario le extrañó no verme, pero la decisión de no ir apenas se fraguó horas antes.
Y es que en verdad, amigos y amigas, cuesta mucho remontar vuelo cuando se planea tan bajo como yo lo estoy haciendo ahora.
El sábado, en ese test que hice, corrí por la Vega a lo largo de 13,5 kms y me sobraron tres. Por tanto, en Dílar me hubiera detenido antes que Mario y eso que mi paisano está en mucho mejor forma que yo actualmente. De hecho, mi carrera hubiera sido accidentada y frustrante, y cuando ocurre esto ponerse tras un dorsal, como indicó Javi, es algo inverosimil.
Sin embargo, nada de la planificación que aquí diseñé ha cambiado, vale, se ha visto levemente alterada por esa contractura en la espalda ya prácticamente superada, pero nada más. Sigo vivo. De hecho, en este semana espero estar alrededor de los 30 kms., más los veinte y pico que quiero hacer en bicicleta.
La forma llegará poco a poco, porque aunque no me lo crea ni yo mismo, quiero estar en todos los medios maratones del otoño.