Pero no olvidemos que esa cara oscura también forma parte del deportista. Porque quien piense que sus días de gloria serán eternos, no piensa con corrección. Sin embargo, hay que asumirlo. La grandeza de la psicología del deporte estriba en la asunción de las propias limitaciones y la convivencia con éstas.
Y es que si hay algo que es fácil perder no es otra cosa que los vaporosos momentos de dicha deportiva. Aunque todo, dentro de un orden y una disciplina, es recuperable. Tan sólo se trata de actitud.
Y con ella estoy trabajando. Desde principio de año no levanto cabeza. Los fines de semana intento correr cuando ya creo que estoy recuperado, cuando estoy seguro que los gemelos -que siempre han sido mi punto débil, como en otros corredores son los isquios o las rodillas- ya están completamente recuperados y vuelvo a caer con más estrépito si cabe. Corro los primeros kilómetros con la ilusión del atleta recuperado, pero a los tres, cuatro o cinco, comienzan las malas sensaciones en la zona. Intento pensar en otra cosa para no obsesionarme con esas molestias -que aún no son dolores-, pero no avanzo más de quinientos metros cuando tengo que detenerme ante la aparición del dolor. Estiro y ando un poco. Luego comienzo de nuevo a correr y va a peor.
Pero no pierdo la paciencia. Ni la actitud. Vuelvo a encerrarme en la cotidianidad de los días de semana y buena parte de la tarde la dedico a la crioterapia, al calor infrarrojo, al Compex y a los ultrasonidos y las molestias se alivian. Pero vuelvo a probar en el fin de semana siguiente y los problemas persisten.
Así que ahora he cambiado de criterio y estoy introduciendo más estiramiento y fortalecimiento de la zona, a la espera de una inminente intervención vascular en los gemelos, que en última instancia podría ser la solución. Es pronto para sacar conclusiones, si bien es el momento adecuado en el que la psicología ha de coger las riendas. Actitud y motivación no me falta. Tampoco paciencia. Puedo pedalear sin problemas y puedo dar largas caminatas contemplativas. Y, por ahora, con eso me basta.
Por lo demás, estoy convencido que con todas esas acciones pendientes y con la actitud positiva, ya estaré de nuevo subiendo lomas y bajando a valles, como máximo, a principios de mayo. A partir de esa fecha, espero que todo esto sea historia y una experiencia negativa pedagógica.