
Fue una revelación inquietante.
No me la esperaba y me quedé helado. No
sé si por la forma tan casual en que lo dijo o por la revelación en sí.
-¿Unas sombras? -le pregunté-.
-Sí, unas sombras muy negras, que se
movían un poco.
-Madre, seguramente que lo que se
movía eran las cortinas. Sobre todo si estaba la ventana abierta.
-No, las cortinas no se movían porque
era en invierno, uno de los días más fríos.
-Es probable que fueran los
claroscuros que forman los faros de los coches al pasar por la calle.
-Estoy acostumbrada a ver el reflejo
de los faros de los coches que entran por las ranuras de las ventanas.
Precisamente la luz que entra es clara y no oscura.
-Pero..¿tenían alguna forma humana? -me
atreví a preguntar-
-Sí. Al principio me pareció que sí,
pero luego se tornaron sin forma alguna, como una especie de círculo. Les
hablé.
-¿Cómo que le hablaste?
-Sí. Les pregunté que a qué venían.
-Madre, ¡por Dios!. ¿Le hablaste a
unas sombras?
-Sí. Podrían tratarse de espíritus de
muertos. A veces nos visitan para comunicarnos algo.
Escruté el rostro de mi madre. Siempre
había sido sensata. Era una persona ya mayor pero no parecía ninguno de los
males que deprecian la mente de las personas mayores, tales como el Alzheimer o
la demencia senil.
-¿Y qué paso? -me esforcé en no ser
condescendiente-
-Les pregunté: ¿Qué queréis? ¿A qué
venís?
-¿Hubo alguna respuesta? ¿Alguna
señal? ¿Algún movimiento?
-No nada. Pero desde que les hablé no
han vuelto a aparecer.
Posteriormente seguimos hablando de cosas insustanciales,
de ésas que se hablan
con los padres o con algún miembro de la familia. Sin
embargo, no he conseguido quitarme esa revelación de la mente.
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