Con este primer microrrelato-fábula inicio un nuevo -quién sabe- subgenero de microrrelato, que seguramente no es nada nuevo, pero sí novedoso aquí. Hay muchas opciones, tantas como animales nos rodean y el microrrelato es un género divertido y corto -pero exigente, ya que no puedes desperdiciar ni una mínima palabra- que disfruto escribiendo. Tengo ya unos cuantos previstos. A ver hasta dónde llegamos. Empezamos con el león, como rey que dicen que es -esperemos que no como el Borbón-.
Siempre
había sido respetado por la comunidad de leones, como ejemplar preeminente. Había defendido con éxito a su
leona del cortejo de los demás leones e, incluso, de los más jóvenes y había educado lo mejor que supo a su cuantiosa manada. Pero aquello último era
insostenible. Una situación imprevista que, últimamente, le había convertido en el individuo
menos respetado del grupo y en el hazmerreir de todos. El motivo de toda su
desgracia y desvelo era uno de sus hijos de la última manada,
un joven león de tres años, el cual le había salido díscolo e irreverente. Había hablado con él con todo el tacto del mundo; había evitado, como represalia, que se emparejada con leona alguna e, incluso, como última medida radical lo había amenazado con el ostracismo y el destierro. Pero todo resultó infructuoso. Su hijo seguía en sus trece: había decidido, de manera irreversible, ser
vegetariano.
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