No es cierto, claro que no. Se trata de un nuevo dicho. Tan nuevo que acabo de componerlo, una especie de versión de aquel refrán que aconseja no hablar del perro hasta que no se salga del cortijo.
Y os preguntaréis, ¿a qué viene esto? ¿Habrá estado José Antonio sin escribir un buen tiempo centrado tan sólo en componer esas pocas palabras? ¿Habrá sufrido una mutación preocupante? No exactamente, aunque algo de eso puede haber en mi subconsciente y no lo haya percibido.
El caso es que este que escribe desde este rincón virtual ha decidido inscribirse en la Subida del Veleta que se celebrará el próximo 7 de agosto.
He de confesar que este tipo de decisiones son más revelaciones que reflexiones. Ya me ocurrió con la primera maratón que hice en Madrid y me ha ocurrido ahora con la subida. Hablaba con Fernando Medina y otros compañeros de mi club -Caja Rural-, tras la dura prueba del Río Dílar -la que por cierto, hice sin demasiado sufrimiento y me salió bastante bien-. Ellos ya la habían hecho el año anterior y pensaban repetir. Y me convencí que yo también debería de estar allí por múltiples razones: está catalogada como la prueba más dura del mundo; se desarrolla en uno de los espacios naturales más hermosos de la tierra; y siendo de esta tierra y vivir en ella sería un sacrilegio no disfrutar de ese "privilegio". Además, los años pasan y ya nada será igual. Y, para colmo, hoy he podido intercambiar unas palabras con su pertinaz organizador, Enrique Carmona, y ya todo lo he visto claro. Ya digo, una revelación.
Por tanto, si nada lo impide estaré en la salida del Paseo del Salón el primer domingo de agosto.
Lógicamente, el plan de entrenamientos en este mes escaso tiene que ser obligatoriamente distinto y se resume a una cosa: cuestas y gomas.
En un próximo post fijaré más detalles y relataré entrenamientos. Todo lo que vaya recopilando sobre esta magna prueba.









