









AMIGOS-AS, VAMOS A REANUDAR LAS HISTORIAS DE X. Ha transcurrido algún tiempo porque uno se diluye en otros escritos y cosas menos prosaicas, pero hay una continuación porque toda historia que empieza tiene que tener un fin. Probablemente no os sea fácil recordar la última entrega que data del mes de mayo, pero recordarla es tan fácil como pinchar en la etiqueta X -en la que están todas las historias- o sencillamente aquí.
Espero que disfrutéis esta entrega tanto como yo la disfruto escribiéndola.
OPERACIÓN: CHICA DE SUS SUEÑOS
Aconteciera lo que aconteciera hace diez años –de lo que poco sabemos-, lo cierto, lo evidente, es que hubo un motivo concreto que hizo a Conchi desistir de correr.
Pero sabemos algo sobre cómo el embrión que generó esa atracción de X hacia Conchi, y cómo Luis, fiel amigo de X, le aconsejo que se olvidara de aquella chica, que no era para él.
Porque Luis, buen observador y conocedor del alma femenina, vislumbró que tras aquel aire de independencia de esa chica que corría asomaba un tenue aire de mujer fatal.
Hasta ese momento tan sólo se trataba de una intuición, ni tan siquiera de una elucubración, pero algo le decía que aquella joven espigada y atlética corría por algo más que por mantenerse física y mentalmente. Corría con cierta rabia y cierto resentimiento. Era lo que inspiraba el movimiento ondeante de su bien nutrida cola que de tan larga le tocaba la parte media de la espalda.
Pero hemos de seguir aún en aquel presente de hace diez años para seguir comprendiendo:
"Cuando se acabó por fin el “hall” de la Facultad, Luis y X seguían visitando a diario la cafetería. A Luis esa visita ya le traía sin cuidado, pero para X era vital y lo hacía por su amigo. Así que tras acabar su enésima chapuza –se les podrían presentar una media de diez al mes-, recogían las herramientas y se dirigían directamente al bar de la cafetería para verla pasar.
Pero Luis, mucho más pragmático y con los pies en el suelo, consideró que esa situación no podía seguir siendo así de manera infinita. Por tanto X -le dijo Luis-, si estás dispuesto a salir con esa chica yo creo que deberías anunciárselo. O al menos insinuárselo. Pero es que tengo miedo a que me rechace, dijo X. Lógicamente, dijo Luis, el asunto no es tan trivial: deberías de buscar una excusa para acercarte a ella. Podrías ponerte a correr. ¿Corre con ella? ¿Tú estás loco? ¿Has visto las zancadas que da?, vociferó X.
¿Has visto las zancada que da?
Ese fue el único argumento que se le ocurría a un tipo que quería conseguir a la chica de sus sueños. Obviamente, razón no le faltaba a X cuando pronunció aquello, pero no podía ser excusa para dejar pasar a la chica que había elegido. Pero había un problema: X, en aquel momento pesaba 105 kgrs., a pesar de no superar el metro ochenta de estatura y mucho nos tememos que su vida transcurría en otra dirección totalmente opuesta la de correr.
Luis, a pesar de su oposición para que saliera con esa chica, sabía que la opción de X no era otra que adelgazar para correr con ella (siempre que ella lo admitiera como compañero de entrenamiento), pero eso implicaba que X ya no podría acompañarlo más a sus sesiones de copas diarias y hasta altas horas de marcha los fines de semana. Pero bueno, un amigo es un amigo. Así que un día se lo dijo de forma rotunda y clara: mañana vas a comenzar a correr. Pero, Luis, que no, que yo no puedo...me canso. Ni media palabra más. Mañana quedamos a las ocho de la tarde, tras el currelo, dijo Luis contundente.
Y fue así como X comenzó a dar sus primeros y torpes pasos. Un tipo con enorme sobrepeso, con las piernas morchillosas y con aspecto totalmente antideportivo intentando correr por un camino, que nada más verlo parecía infinito.
El primer día de entrenamiento fue horrible y a punto estuvieron de sucumbir. Hacer un kilómetro seguido en siete minutos era algo inhumano, algo que debería estar prohibido comentaban ambos en el bar tras su “entrenamiento”.
La noche para ambos fue terrible: tenían agujetas hasta en el DNI como se suele decir. Pero aún así, a la tarde siguiente volvieron a intentarlo y, aunque muy duro, ese kilómetro ya no les resultó tan indigesto. Posteriormente se pusieron a hacer torpes abdominales y en el bar cambiaron el cubata por la cerveza.
Los empleados públicos de la Administración General de la Junta de Andalucía jamás hubieran imaginado que serían los portadores de la insignia del inconformismo que atraviesa esta región silente como pocas, una tarea que siempre ha estado asignada a universitarios, sindicatos de clase o partidos de izquierdas. Pero ante la ausencia de actores el empleado público no ha tenido más remedio que salir a escena.
Y lo ha hecho porque quienes reparten los papeles a su antojo les quiere apartar también del escenario y ese trabajador silencioso y dócil ha acabado aferrándose a las tablas que no son otras que las calles, avenidas y plazas existentes a lo largo y ancho de esta ajada Andalucía que sufre como nadie treinta años de parcialidad y mal gobierno.
Y es que lo que está ocurriendo en la función pública andaluza tal vez sea uno de los mayores atentados a este sector desde la época de las cesantías. Muchos años de despropósitos y actuaciones oscuras de aquellos que dirigen con la larga batuta que ofrecen unas urnas repetitivas y acríticas. Muchos años fraguándose algo que a propios y extraños les daba miedo poner nombre, pero que finalmente ha sido bautizado. Y ese bautismo no ha sido otro que la aprobación de un Decreto-Ley -el 5/2010, modificado torticeramente por el 6/2010- que pretende dar el carácter de Administración Pública a una administración paralela sin potestades públicas, creada al margen de la única que debe de existir: la Administración General, integrada por funcionarios de carrera y laborales fijos, que han accedido al empleo público superando oposiciones y concursos-oposiciones que son los procedimientos reglados y consecuentes con el artículo 103.3 de la Carta Magna.
Pero un buen día en los despachos del poder a alguien se le ocurrió que sería más fácil escapar a ese control de legalidad (huida del Derecho Administrativo) y alejarse de ese colectivo que jamás se alinea con el poder público porque éste es parcial, efímero y pasajero mientras que la permanencia en el puesto es sinónima de imparcialidad, además de una de las bases de nuestro estado de derecho. Y dijeron basta. Y con ese basta, en la Junta de Andalucía se comenzaron a crear empresas públicas, fundaciones y sociedades mercantiles y a contratar sin control, al principio con algunas reservas, pero comprobado el silencio reinante alrededor y el acatamiento servir de quienes debieron de oponerse, la contratación se hizo en masa.
En pocos años esta administración paralela -y en mi opinión ilegal- fue conformando sus plantillas con personal contratado al margen de los principios constitucionales de igualdad, mérito, capacidad y publicidad, reservándose los puestos directivos para afines al partido que dirige el gobierno andaluz y que actualmente ocupan multitud de exalcaldes, exconcejales, exdiputados, exdelegados provinciales y muchos otros ex de procedencia no aclarada. En pocas palabras, un asalto a la función pública andaluza sin precedentes del que tendría que tener exacto conocimiento el ciudadano andaluz. Eso también lo están denunciando los empleados públicos.
Y en esa exacerbada contratación se les fue la mano. Hasta el punto de que se comenta que son más de veinticinco mil los que están ocupando una plaza pública sin haber superado oposición o concurso-oposición alguna para ocupar el puesto en el que prestan sus servicios. Por tanto, sin contar con los requisitos legales exigidos que permitan ostentad la necesaria potestad administrativa y el ejercicio de autoridad, que son atributos legales reservados al personal funcionario.
Y como el mundo ya lleva muchos años del revés, el Decreto-Ley citado pretende dar carácter de fijeza a todos esos trabajadores integrantes de esa nueva Administración, que seguramente será a través de un concurso oposición a la medida, imposible de no superar, mientras que a los empleados públicos profesionales se les ofrece -se les invita- a formar parte de ella aunque, eso sí, con carácter voluntario. Una voluntariedad envenenada porque pasarán a esta nueva administración emergente perdiendo la condición de funcionario o laboral fijo en ese nuevo puesto, teniendo -eso sí- la opción de volver a su puesto antiguo, aunque jamás les explicarán que cuando decidan hacerlo encontrarán un páramo en el que ya no crece la hierba y los buitres hace tiempo que dejaron de buscar en los escombros.
Opino que toda esta aberración jurídica no será más que la punta de lanza de lo que está por venir en el resto de la función pública andaluza, porque del éxito de este experimento torticero dependerá su ulterior traslado a otros sectores más magros como el sanitario o el educativo, que ya deberían ir remojando sus barbas.
Estamos rozando la Navidad, qué duda cabe. Por tanto, conviene introducirse en ella, porque siempre hay una Navidad en nuestra interior que no es la que nos quieren hacer ver..
Os dejo con el artículo del último número de la revista Garnata, llamado:
RITOS NAVIDEÑOS
Pensar la Navidad como un producto de consumo creado por los grandes almacenes no es más que buscar en la superficie, aunque tampoco habría de identificarla, únicamente, con el sentir religioso católico, que es una forma de consumo más sofisticado, el mercado de almas. La Navidad, sin duda, tiene un trasfondo más antropológico y sociológico, algo apegado al hombre desde casi siempre, probablemente un sentimiento ontológico anterior al cristianismo mismo. O, incluso, podría quedarse tan sólo en la dimensión de los sentidos, sin más.
Pero sea lo que fuere -y para cada uno será una o varias de esas cosas- lo cierto es que forma parte de nuestras vidas de una forma o de otra. Incluso odiando estas fechas, que por causas diversas es algo muy común, siempre se toma partido por la Navidad. A nadie le es indiferente.
La literatura, el cine, la música en sus distintas acepciones, la pintura... cada una de las grandes formas de expresión del alma humana han homenajeado a esta época de alguna manera, por lo que resulta fácil deducir que estamos ante unos días del calendario que han dicho mucho al hombre a través de los tiempos. Y, realmente, así es por mucho que queramos pasar de puntillas entre la última y la primera semana de cada año.
Particularmente considero que el consumo desaforado empobrece estas fechas. Las hace acartonadas y les birla la pureza tradicional. De ahí, que cada uno deba buscar en estos días sus iconos concretos que en absoluto consisten en atiborrarse de artículos que comercios engalanados con alfombras rojas y purpurina exponen en sus escaparates.
Particularmente, cada Navidad invoco ritos invariables, ya que otros que me gustaría invocar ya no es posible hacerlo. Por ejemplo, me gustaría que se repitieran de forma indefinida esas Nochebuenas en mi pueblo con los amigos de la infancia, recorriendo casas para buscar el mantecado y la copa de anís o buscando el calor de la amistad y la vecindad antes y después de la Misa del Gallo, envueltos varios de nosotros en esas kilométricas bufandas de lana que nos hacían nuestras abuelas o nuestras madres. Pero lo artificial acabó con aquello que era natural. Por tanto, me conformo con volver a ver cada veinticuatro de diciembre "Qué bello es vivir", de Frank Capra o releyendo de nuevo (y volviendo a ver las distintas versiones cinematográficas) la imperecedera Canción de Navidad del Charles Dickens o los cuentos navideños de Chéjov. Es decir, que ante la ausencia de otras formas de interpretar y vivir estos días entrañables, me refugio en la literatura y en el cine, no descartando piezas musicales clásicas que solo escucho por estas fechas.
Como tampoco me dejará de emocionar -a pesar de que es algo muy simple- una modesta luz de navidad encendida en una calle remota de un pueblo solitario, silencioso y modesto, y si es posible (y eso dependerá de la climatología de cada año), la aparición de unos cuantos copos de nieve en una noche friísima y oscura.
Existen ciudades que pueden ser contadas y otras que tiene que ser visitadas para poder contarse. Entre estas últimas está París. No es...