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17 diciembre 2010
LA MAGIA DE CORRER
16 diciembre 2010
ESTADO DE ALARMA Y OTROS ESTADOS TRANSITORIOS MENTALES O VISCERALES

España, desde que es un país democrático oficialmente, es decir, desde la entrada en vigor de la Constitución española a finales de 1978 ha atravesado diversas circunstancias que podrían haber justificado la aprobación del Estado de Alarma. Desde la perpetración de salvajes atentados terroristas de ETA hasta el más salvaje de todos, el ocurrido el 11 de marzo de 2004, perpetrado por el radicalismo islámico, pasando por el fallido golpe de estado del 23 de febrero de 1981, nunca se ha declarado el Estado de Alarma, con la salvedad del decretado de forma parcial y efímera en Valencia ese mismo 23 de febrero donde el general Milán delBosch sacó los tanques a la calle.
De hecho, el gobierno no las tiene todas consigo en cuanto a la razón y los motivos que justifican ese estado militar -y habrá que esperar lo que dictaminen los tribunales y en particular el Tribunal Constitucional si es que llega a ese órgano el asunto-, ya que la Ley Orgánica 4/1981, de 1 de junio, de los Estados de Alarma, Excepción y Sitio, de acuerdo con el artículo 116 de la Constitución, en su artículo 4 regula que para decretar tal estado ha de existir una " Paralización de servicios públicos esenciales para la comunidad, cuando no se garantice lo dispuesto en los artículos 28.2 y 37.2 de la Constitución (artículo ambos que aluden, respectivamente, a que se han de asegurar los servicios de la comunidad, tanto en el derecho a la huelga como en situaciones de conflicto colectivo), y concurra alguna de las demás circunstancias o situaciones contenidas en este artículo". Las circunstancias que han de concurrir, de acuerdo también con este mismo artículo son: catástrofes, calamidades o desgracias públicas, tales como terremotos, inundaciones, incendios urbanos y forestales o accidentes de gran magnitud. O bien, crisis sanitarias, tales como epidemias y situaciones de contaminación graves. O también situaciones de desabastecimiento de productos de primera necesidad.
Por tanto, en mi opinión, interpretar que se dieron esas circunstancias es algo artificioso, principalmente, porque no existía oficialmente convocada una huelga ni existía un conflicto colectivo concreto en el momento en el que algunos controladores abandonaron su puesto de trabajo.
No seré yo quien defienda a los controladores porque cometieron una fechoría descomunal que debería costarle el puesto de trabajo a más de uno por la vía del régimen disciplinario y penal si fuera necesario, pero de ahí a justificar un Estado de Alarma -con el que perdemos todos porque se militariza la sociedad civil- hay un abismo. A esa gente se les expedienta y si fuera necesario se les expulsa de su puesto de trabajo, pero nada más.
Además, también hay que poner a la luz el porqué de la protesta este colectivo, algo que se pasado por alto.
Este colectivo en su momento fueron funcionarios de carrera; hoy, tan sólo, son personal laboral fijo que, como todos los trabajadores, están dotados de un convenio, producto de una negociación colectiva. Pues bien, el gobierno progre de Zapatero ha ignorado ese derecho constitucional a la negociación colectiva y ha legislado por Decreto y plantea ya la privatización de este servicio. De ahí la descomunal rabia de un colectivo, que se siente ultrajado.
Un colectivo que cobra mucho dinero pero que hace casi diez veces más de horas extraordinarias que la legislación permite; un colectivo al que los distintos gobiernos le han ido ofreciendo tartas, caramelos, bombones y otras fruslerías dulces y que no se han negado a tomarlas, igual que haríamos todos los trabajadores que nos ofrecieran ganar 300.000 € al año ¿Son culpables por no haberse negado a cobrar esas cantidades ofensivas? ¿O son más culpables quienes les han ofrecido esas cantidades?
Hace pocos años, en la época de las vacas gordas, cualquier paleto ganaba esas cantidades en dinero totalmente negro revendiendo pisos o haciendo negocios turbios a espaldas de la legalidad y el fisco -al menos los controladores pagan impuestos y hacen un trabajo de alto riesgo que salva muchas vidas humanas, ya que se trata de tráfico aéreo (que le pregunten a cualquier piloto sobre qué camino seguir con su avión si no fuera por las indicaciones de las torres de control)-, o es que el pastón por medrar que se han metido en los bolsillos a lo largo de los años que llevan en cargos públicos Chaves, el Pepiño, la Pajín, o cualquiera de estos impresentables que nos gobiernan, ¿no merecerían la aplicación de un verdadero Estado de Alarma y hasta de Sitio? ¿No merecerían la aplicación de todos los Estados posibles los miles de políticos golfos que cuentan con prebendas públicas, sueldos indecentes, jubilaciones máximas en pocos años, viajes, comidas y otras indecencias pagadas con los impuestos de todos?
En mi opinión, este gobierno -una vez más- ha vuelto a errar porque de qué otra forma se puede denominar poner en manos de militares a un grupo de trabajadores, que a pesar de la asquerosa fechoría que han llevado a cabo, no son más que trabajadores, mientras que las mafias rusas se pasean por Marbella (¡Qué casualidad:Andalucía!); mientras muchos Alcaldes, Concejales, Diputados, etc., etc., roban a diario aprovechando de sus puestos e influencias; mientras el Rey se ha entendido a las mil maravillas con los mayores golfos del reino; mientras que los partidos políticos han saqueado Ayuntamientos, Diputaciones, Comunidades, Ministerios; mientras todo eso ocurre en este enfermo país a un grupo de trabajadores los entregan a los militares, posibilitando de paso que cualquier trabajador pueda ser "alarmado" en cualquier momento: basureros que se niegan a recoger las basuras de las calles, bomberos que se niegan a apagar incendios, futbolistas que se niegan a saltar al campo, funcionarios que se niegan a firmar resoluciones ilegales... en fin, cualquiera ya en este país puede ser víctima de un Estado de Alarma, que es lo que, probablemente, desea conseguir este gobierno con el único fin de mantenerse en el poder.
Para cagarse. O mejor, coger el primer tren que salga de este enfermo país.
13 diciembre 2010
BARCELONA ES LITERATURA
10 diciembre 2010


Cambiamos de escena. Os dejo con el primer artículo que publico en Garnata: CIUDADES LITERARIAS.
Hay ciudades que rezuman literatura. La configuración de sus calles, de sus plazas e, incluso, la puesta en escena de muchos de sus habitantes tienen un halo especial que observado atentamente se puede convertir en una novela o en una poesía.
Para que así sea tienen que confluir diversas razones que no es posible catalogar sumariamente, aunque basta dirigir esa observación en un sentido concreto para comprenderlo.
No sabemos con exactitud si en una ciudad que visitamos por primera vez vemos literatura porque hemos leído acerca de ella o bien porque nos evoca pasajes literarios que nos recuerdan a esa ciudad. Pero está claro que no todas las ciudades gozan de ese privilegio.
De entre las que si lo gozan se encuentra Granada, pero sería injusto afirmar que toda la ciudad es literaria, aunque sí es cierto que algunas zonas pudieran dar buen material para una buena literatura costumbrista.
Cuando leí "El segundo hijo del mercader de sedas" del desaparecido Felipe Romero comprendí que, a pesar de situarnos en una Granada lejana en el tiempo, esta ciudad seguía poseyendo esas señas de identidad literaria que, probablemente, inspiraron al buen escritor granadino. Recuerdo que paseé por lugares reflejados en el libro y sentí esas buenas sensaciones literarias que te ofrecen determinados libros. Luego, el paso del tiempo no ha podido borrar esa seña de identidad que actúa como genética propia e intransferible, a pesar de los muchos atentados que los políticos actuales están infringiendo a nuestras ciudades, principalmente, a nuestros centros históricos.
Esa sensación también la experimento siempre cuando visito Jaén que, además, al ser una ciudad de vocación interior y bien resguardada ofrece elementos que la historia dejó para siempre en sus calles. Una ciudad, que fue elegida por diversas civilizaciones para esconder sus tesoros, debe ofrecer, sin duda, esa confianza de ciudad ajada e impenetrable que, en mi opinión, la hace tan fértil para la literatura.
Confieso que si una ciudad en una primera visita me ha proporcionado las mismas sensaciones que obtuve leyendo sobre ella en alguna obra literaria, una segunda visita me pone siempre en guardia porque temo no encontrar en sus calles y plazas esas señas de identidad literaria congénita. Si eso ocurre, todo lo leído, todo lo visto sobre ella pierde inmediatamente su encanto y lo más lamentable es que en más ocasiones de las aconsejadas es la mano del político inculto la que está detrás de ese destrozo irreparable y eso siempre me entristece y desespera.
De ahí que a veces sea más aconsejable guardar en la retina la imagen de esa primera visión y seguir disfrutando de las palabras que lúcidas plumas han escrito sobre esa ciudad idealizada.
Porque la literatura, al fin y al cabo, no es otra cosa que imaginar a través de la palabra algo que en la realidad es probable que no exista.
08 diciembre 2010
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03 diciembre 2010
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