
Larga vida a Andrés Montes. Porque una persona de sus características, un profesional de su estirpe no puede fallecer jamás. Ocurre que siempre se marchan antes los buenos y quedan aquí los mediocres, medradores y políticamente correctos. Estos últimos pululan por todas la cadenas de televisión, pero no es fácil encontrar a un Andrés Montes a través del tubo catódico o como ahora se denomine en la era de la LCD, Plasma, LED o lo que fuere.
Aún tenemos en nuestro pabellón auditivo sus originales frases (¡la vida puede ser maravillosa!) o sus cariñosos apodos a jugadores de fútbol o basket (como Jugón bautizó a Xavi o Mr. Catering a Calderón), pero de entre todos sus recursos imaginativos ante el micrófono, me quedo con su fina ironía que utilizaba a la perfección con sus invitados, ya fueran Julio Salinas o Iturriaga. Éstos serán ahora los que más le lloren -al margen de su familia-, porque saben que ya los comentarios no podrán ser los mismos.
Aquel hombrecito, medio mulato, con aspecto de presentador de TV americana más que de española nos impactó a todos cuando se asomaba a Canal + y retransmitía partidos de la NBA a altas horas de la madrugada, llevando siempre una pajarita. Nos impactaron sus comentarios, su forma de retransmitir los partidos y su enciclopédico conocimiento de baloncesto.
Años después, aterrizado ya en las cadenas privadas -Cuatro y Sexta, finalmente-, su estilo seguía siendo el mismo. Un estilo, una escuela completamente distinta a lo conocido hasta ese momento. Comentarios que aderezaba con un infinito sentido del humor y una fina ironía, que no siempre era fácil de captar. De hecho, he escuchado a muchos conocidos míos decir que no entendían a "ese tío".
Probablemente no sea el momento de decirlo, pero me parecían especialmente interesantes sus silencios cuando salía algún miembro de nuestra "comprometida" y "deportiva" familiar real o pesebrero político, que evidenciaban perfectamente su forma de ver las cosas, su impostura política, su heterodoxia.
Andrés Montes era único y yo lo admiraba fervientemente. Por eso ayer por la noche cuando conocí la noticia de su muerte sentí que había fallecido un buen amigo.
Descansa en paz, Andrés. Eras el mejor.