
Es una subida dantesca, lo sé; un día frío de invierno, lo sé; un sufrimiento que asoma a flor de piel en esas rampas, todo eso lo sé, pero quienes corremos somos así de inconsecuentes y contamos con ese grado de locura, imprescindible para llevar a cabo este tipo de gestas, a la que no acuden más de 250 corredores, provistos de una piel curtida y un corazón agrandado.
Consideré ilusionante cerrar bien un mal año y no lo dudé. Y a pocas horas tras la finalización de la prueba percibo que ha sido una sabia decisión, honestamente
De nuestro grupo Las Verdes, cinco fuimos los "valientes", pero había uno más en espíritu que hubiera estado atacando esas rectas con el coraje y facilidad que le caracteriza. Se trata de Antonio, que en gran parte fue el que nos arengó a todos a acudir. Su rodilla - que no sus aposentos - se lo han impedido, pero eso será efímero.
Hace unos meses, yo hubiera desistido de hacer esta prueba. Arrastrando casi todo el año, de forma intermitente unos gemelos afectados no era posible comprometerse en nada exigente. Pero por suerte, siguiendo las pautas indicadas de tratamiento, de estiramiento, de medias largas protectoras y de una actitud positiva, todo eso por ahora es historia. De ahí que la prueba de hoy haya puesto el cierre de oro a este "anno horribilis", algo que consideraba incierto.
Ahora, en breve, comenzará 2009 y con él un nuevo año de proyectos deportivos, y dedicado a esto de correr como estoy dedicado, habrá que ir puliendo los aspectos que exigen mayor atención, porque si una afición te arrastra más vale seguir sus criterio.
Finalmente dar la enhorabuena a mis acompañantes del grupo: Javi, Victor, Jesús y Onio, porque, amigos, habéis demostrado que cuando se quiere se puede. Esa es la grandeza del correr, la grandeza del individuo.