Foto debida a Ana
Correr puede se prescindible -como casi todo en la vida-, si se opta por dejar esta actividad de forma meditada y racional, pero un retiro involuntario, no premeditado, no escogido, -como todo en la vida- podría ser el concepto más apropiado de pérdida de libertad. Se corre o se lee porque forma parte de la esencia de un individuo. Y si eso ya no es posible que ocurra ese individuo queda diezmado. Para siempre.
Por eso me refiero a ese regreso de los infiernos, si bien los vericuetos de este lugar teológico pueden ser infinitos. Como infinitos han sido esos kilómetros a los que debía enfrentarme en esta mañana granadina.
Si la existencia no es otra cosa que un lugar común hostil, correr se puede convertir en su crónico. El individuo corre porque debe hacerlo; porque está configurado para hacerlo; porque es lo natural y lo obvio; porque ha estado corriendo desde siempre; porque no debe renunciar a hacerlo. La sociedad evoluciona a un ritmo totalmente antagónico a la acción de correr. Donde correr se convierte en ocio aparecen los primeros demonios de la inactivad ¿Para qué correr? ¿Por qué correr? Si se valoran o se responden a estas preguntas con respuestas indiferentes sabremos, entonces, que el infierno existe.
El infierno existe. Existe si un individuo busca seguir la esencia de la naturaleza -correr- y no consigue hacerlo. Hablamos de la esencia de la lesión, entonces.
Que te persigan (las lesiones) no debe ser la respuesta de la naturaleza. Ésta debe responder de otra manera: agotando el petróleo, bajando la producción de vehículos, pero no desdotando al individuo de esa esencia natural. Por eso hoy debía correr la Media de Granada esta mañana.
Porque debía reinventarme. Porque tras algunos años de decisiones espontáneas que acababan siempre en participar en carreras y entrenamientos, contemplé las llamas del lugar de Azrael. Y debía purgarme de eso sin exorcisarme. No obstante, conocía que existía la penitencia. El regreso es la penitencia. El no tener energía desde el primer kilómetro prácticamente, el ir a un ritmo por debajo de lo acostumbrado, conociendo que, incluso, ese ritmo era suficientemente alto para mi estado actual. Pensando en cada kilómetro que debía retirarme, que me producía hastío y ansiedad saber que la mayoría de los corredores parecían ir mucho más enérgicos que yo. Sabiendo que iba perdiendo fuerza a cada paso. Sabiendo que la ilusión, la alegría, la fuerza, el empuje.., que nada de eso existía. Sabiendo que la mente ante la imposibilidad de provocar dolor en los gemelos avisaba a los diversos órganos que se activaran para posibilitar la retirada. Pero ésta no llego. ¿ Por qué ? Porque soy corredor.

Foto debida a Francisco J. de www.granadafotosdefondo.com
Se abre una nueva etapa. He decidido cuidar alguna divisa, si aún la poseo. Porque no corro para ganar, corro para correr, para sentirme unido a la naturaleza, para no despegarme de la esencia del individuo, porque aún apostaría que llegaran los tiempos en los que el individuo debía correr kilómetros o probablemente varias días para saborear algún alimento, porque hay que volver a la dieta del paleolítico, porque hay que negar que el individuo cada vez sea más una masa amorfa, ya escasamente pensante, siempre con exceso de colesterol, siempre con un cigarro en la boca, siempre conduciendo un coche, siempre con el mando del televisor en la mano. Porque no es ese el mundo que imaginaba. Por todo eso, sé que seguiré dedicándome a correr, a pesar de la visita a las infiernos y esa obligada penitencia que, en mi caso, hoy ha sido la Media Maratón de Granada. Total de tiempo empleado 1 hora, 39 minutos y 45 segundos. Seis minutos por encima del año anterior.
Mi grupo verdoso y dos amigos corredores.