30 agosto 2010

UNA SITUACIÓN ESTRESANTE

Escritos unos cuantos relatos breves dedicados al mundo jurídico, que da mucho juego, le dedicamos uno a nuestro mundo, al de correr, con tensión y resultado incierto... Veamos.

J.L, ha planificado la tarde para correr, porque no en vano es uno de esos días en los que ni el Diluvio Universal le haría desistir de su cometido atlético. Además, está en juego su libertad personal y la demostración a sí mismo acerca de su capacidad para buscar tiempo libre dentro de su apretada agenda profesional y familiar.

Por tanto, desea hacer suya la mítica frase del doctor Sheehan, cuando pronunció aquello de “dejad que me ausente”.

El principal escollo, la agenda familiar, parece que está solucionado y nada parece que vaya a trastocar su sesión de correr en ese aspecto, pero cabe la posibilidad que su jefe le llame, como hace muchas tardes, para que ajuste el informe sobre la posibilidad de vender al por mayor esa marca de dentífrico blanqueante que acaban de exportar de Canadá y necesitan introducir en el mercado español. J.L., sabe que su trabajo no tiene horarios preestablecidos, a pesar de que en el contrato una cláusula asegura que su horario será de 8 a 15 horas. La empresa, lógicamente, incumplió desde los primeros días y luego llegó la crisis, etc., etc.

No obstante, siendo ya las cinco de la tarde y habiendo hecho la digestión debidamente –porque no en vano salió de la oficina al bar de la esquina a tomar un bocata de jamón con una cerveza 0,0-, el teléfono corporativo de la empresa aún no ha sonado por lo que abriga una racional esperanza de que no suene ya en toda la tarde.

Decidido –no puede esperar más porque le caería la noche corriendo- enfunda su ropa deportiva en el bolso y se dispone a elegir las zapatillas más adecuadas para el terreno por el que piensa correr. Baja al garaje y arranca el coche, experimentando en ese momento una confortable sensación de libertad. Justo en el momento en que se está abriendo la puerta del garaje el corazón, pareciendo imitar ese movimiento mecánico, se le vuelca y acelera porque acaba de sonar el teléfono corporativo de la empresa. Se compadece de su mala suerte y la autoestima se le cae mucho más abajo que donde pisa la suela de la zapatilla e incluso mucho más abajo que donde radican los infiernos. En ese momento se siente mucho más insignificante que el mismo Gregorio Samsa cuando una mañana despierta convertido en insecto. Hundido presiona el botón de recepción de llamada y escucha nítidamente la voz de su jefe que con su tono habitual, entre jovial y solemne, le dice:

-J.L, dime exactamente a dónde vas, que quiero ir a correr contigo. Que si me va bien me gustaría que corriéramos todas las tardes.

5 comentarios:

  1. ¿Correr con el jefe? hmmm... Mala espina me da a mí eso. Pero bueno, es un comienzo.

    He leído la entrada anterior y me es imposible sintetizar tantas y tantas vivencias y anécdotas del corredor habitual. Para ello te propongo que hagas una entrada abierta para que cada uno aporte poco a poco sus historias. Sería divertido y muy fructífero.

    SALUDOS

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  2. PELOTASS!!!
    A los/as jefes ni agua.

    Ya habréis visto y recibido por e-mail , sms y demás que la media de Guadix se cambia del 12 al 26 de Septiembre.

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  3. Pues cuenta la leyenda que así empezó el mobbing... con un acoso a los espacios personales del trabajador y curiosamente, esta misma leyenda, dice, que fué ahi, en tu historia, cuando nació la palabra correr, que viene del griego cor (que no) y del latin rer-reris (me pillen).
    Yo ya, hoy, después de saber que éstas por aqui "tocayo" me pondré mis zapatillas de ver, las de cerca, y después de haber corrido, duchado, cenado y descansado pasaré a leerte y ver si las flores que ambos llevamos en nuestros apellidos, sueltan sus pétalos para dejarse oler en tu blog.
    Un abrazo

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  4. Tal fue el estupor de J.L., ante esa llamada, apreciados Javi y Alfredo, que huele a mobbing todo eso, tal y como comenta mi tocayo y pariente -otro Flores, de peculiar y vital trayectoria-.
    Luego, ¿ no hubiera sido mejor para J.L., que esa llamada consistiera en pedir un informe para la venta del dentrífico? Ahí queda la duda....

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  5. Sin duda, las distancias mejor mantenerlas. Yo hay ciertas personas con las que compartiría ciertas aficiones, y sin duda correr la que menos. No creo que descubriese nuevos lazos o afinidades ocultas. ¡A vender dentífrico!

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Sin tu comentario, todo esto tiene mucho menos sentido. Es cómo escribir en el desierto.

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