31 marzo 2009

CIGARRAS Y HORMIGAS


La urgencia de la actualidad, que ha sido la prueba de Málaga, imposibitó que pudiera este fín de semana pasado reproducir "Cigarras y hormigas", un artículo que publiqué el pasado sábado en Ideal y que es una visión de la crisis, comenzando el artículo con el arquetipo de la famosa fábula.
Resulta que en Ideal se ha eliminado la opción de leer los artículos de opinión en formato digital, así que no queda más remedio que acudir a la versión papel.
Reproduzco el artículo para vuestra consideración y por si no lo hubieráis leído en edición papel.



CIGARRAS Y HORMIGAS

Hace bien poco, en época de vacas gordas, producía sonrojo ser hormiga. Serlo desprendía una especie de hedor insoportable a perdedor. De hecho, todo el mundo se apuntaba al partido de la cigarra y ningún valor se concedía a las palabras de los antepasados cuando apostaban por el esfuerzo personal y el trabajo, visto como mal bíblico al tiempo que aconsejable.

Habiendo riqueza todo el mundo quiere su parte, que considera le es legítima y que le corresponde sin paliativos.

Pero, claro, llega el invierno para la cigarra. Y con la llegada del invierno ésta aporrea la puerta del partido de la hormiga e intenta asaltar sus despensas, llenas gracias a esa devoción por el esfuerzo.

No me cabe duda que España se ha convertido en una metáfora de la famosa fábula, con el añadido de que en nuestro idílico país los inviernos también eran prolijos en abundancia, ese cuerno que parecía tener dimensiones infinitas. Aunque todo se acaba.

En los últimos años nadie, ni particulares, ni empresas, ni administraciones públicas, nadie, se ha preguntado de donde provenía la riqueza. Simplemente, como ocurre con la fruta de los árboles, bastaba tan sólo con alzar los brazos y coger lo que se quisiera, sin importar ni su origen ni su destino.

Existiendo riqueza todos ganamos, afirmaban unos y otros. Se vendían bien los pisos porque siempre hay quien los compra, dijo un ministro y España es el país en el que es más fácil hacerse rico, dijo otro; había lista de espera para automóviles de alta cilindrada y se despreciaban los utilitarios; escaseaban las mesas de restaurantes caros y se ignoraban los menús; incluso los armarios estaban llenos de visones y otros derivados. Aunque nadie reparaba que nos estábamos pudriendo de éxito superfluo.

En definitiva, todo el mundo miraba hacia otra parte. El ciudadano porque pretendía alcanzar un nivel de vida infinito sin hacer preguntas y el potentado porque ya había roto el saco de la ambición hacía tiempo y no era época de remiendo alguno. Por su parte las administraciones públicas vivían una especie de orgía recaudatoria derivada de la venta de inmuebles y elevado consumo y si a algún jefe intermedio se le ocurría hacer preguntas era amordazado a la silla y puesto con los brazos en cruz de cara a la pared.

Y, en fin, -se decían- porque a unos cuantos descerebrados se les ocurra alzar la voz contra todo este desaguisado, no hay razón para detener la maquinaria de hacer dinero fácil.

Comenzó a sangrar por los poros el país más poderoso del planeta, justo en el momento en el que uno de los mayores artífices del caos dejaba la presidencia. Pero esa sangría no sería más que el preludio de una sangría a nivel universal que ya se acerca, según los expertos económicos, a la recesión. Y ya se sabe que no estando acostumbrados a ceder, recesión suena como una palabra maldita.

El premio Nobel de economía, Paul Krurgman, ha visitado recientemente España y ha dicho que el panorama es terrorífico para este país, que no se recuperará hasta que no lo haga la zona UE. Incluso ha comentado que sería precisa una bajada de precios y de sueldos, que es algo parecido a intentar convencer a muchos millones de cigarras a que introduzcan austeridad en su vida y sigan los pasos de las hormigas. Pero si se ha nacido para cigarra difícilmente se podrá vivir como hormiga.




29 marzo 2009

UNA CARRERA PARA NO OLVIDAR



Son los momentos agónicos -o felices- de llegada
a las instalaciones de Carranque (Foto gentileza de Ana)

Probablemente el título más sensato sería el resultante de eliminar el adverbio de negación. Pero hay que ser optimista.
Hay carreras en las que sacas un par de conclusiones y otras en las que no sacas ninguna. Pero de todas, incluso de las más insulsas y básicas, se aprende algo. Como he aprendido de ésta.
Todos sabemos que un gran sacrificio conlleva un gran descanso. El sacrificio fue palpable durante los meses anteriores al Maratón de Sevilla. Concluí la prueba, aproximadamente, en el tiempo previsto, pero no deseé correr ni en la semana siguiente, ni en posterior, ni tan siquiera en la tercera semana. Tan sólo realicé la prueba de Loja, que es corta y la hice con bastante tranquilidad.
Sin embargo, comencé a correr el día 18 de marzo, a razón de no más de 11 ó 12 kilómetros diarios, una media de tres a cuatro días semanales. Y así ha sido también en la semana inmediatamente anterior a la Media Maratón de Málaga.
No entrenar por encima de los 15 kilómetros en alguna de las salidas sabía que pasaría factura para una prueba de 21 kilómetros, pero hoy he de decir que no han existido consecuencias demasiado nocivas.
He podido hacer esos 21 kilómetros sin demasiados problemas, pero no he podido o no he sabido ir al ritmo de los primeros 1o kilómetros -en torno a los 4,15 el mil-.
Precisamente superados esos iniciales diez kilómetros la fuerza bajó considerablemente, situación ésta que manifiesta claramente el nivel de entrenamiento de los últimos días. De manera que desde ese punto kilométrico hasta el 21 he pretendido vivir de las rentas. Pobres rentas, desde luego, pero suficientes para alcanzar la meta sin demasiados problemas.
Ante la pronunciada falta de ritmo, comprendí inmediatamente que lo más aconsejable era adaptar éste a las circunstancias. Y éstas han consistido en perder en torno a los 6 ó 7 en los restantes 11 kilómetros.
Pero no es algo que me haya importado en absoluto, ya que estaba completamente meditado y razonado.
Decía al principio que es una carrera para no olvidar. Entre otras cosas por la adquisición de una lección, que no por mucho conocer se convierte en menos importante: el correr siempre es menor de edad.
Daremos todo lo que podamos dar en competición, pero no existiendo una base de entrenamientos programados y adecuados, los resultado serán pobres, con independencia de que en el pasado nos sonriera la marca.
Es ésta una gran lección.
La otra consiste en saber encontrar momentos para sufrir y encontrar momentos para renunciar a ese sufrimiento. Y hoy renuncié a ese sufrimiento. Pero he de decir que renuncié a él por el simple hecho de no saber cómo sufrir ante la falta de energía. De manera que te llegas a preguntar si es posible perder forma en un el plazo de un mes.
En principio, cuando sales de la preparación de un maratón adaptas el organismo para asumir una importante carga de kilómetros pero, por lo general, no lo adaptas a la velocidad, a no ser que el plan de entrenamiento incluya series o repeticiones. Así que acabado ese monumental esfuerzo podría ser un momento idóneo para afinar el cuerpo. Y si eso no se hace, acudes a las pruebas con lo puesto, como suelo decir.
No obstante, sabía que mi rendimiento hoy no iba a ser otro. En la anterior entrada dije que no estaba para bajar de 1,37 y me he quedado en 1,37 y unos segundos, aunque con malas sensaciones que sí es algo más inquietante.
La mejora tendrá que llegar a partir de ahora, pero llegará si nos ponemos mano a la obra.

En otro orden de cosas, esta mañana de domingo hemos disfrutado de una idónea climatología en la capital de la Costa del Sol, a pesar de que malos y buenos agoreros pronosticaban lluvia. Sufrimos algunas rachas de aire en la zona de la costa, cerca de la Malagueta, pero nada importante.
Un buen ambiente, desde luego, como es habitual en esta prueba, si bien percibí ausencia de algunos detalles, que omitiéndolos podrían convertir a la Media de Málaga en una de las más importantes del país. En mi opinión, ha faltada una mejor señalización - a excepción de los dos últimos kilómetros-, ausencia de esponjas en los avituallamientos, y algún producto sólido - plátanos, por ejemplo- en la llegada. La camiseta técnica incluida en la bolsa del corredor, excelente.
Y de lo mejor, la buena compañía en la ruta de Mario y Gregorio y poder encontrarnos con un montón de amigos del grupo de Las Verdes: Antonio, Javi, Víctor, José Manuel y compañeros de mi club Esquí Caja Rural de Atletismo. Jesús Lens se encontraba en Segovia corriendo la Media Maratón de esa ciudad, entre cuestas y frío. Además pudimos saludar a amigos de este blog como es el caso de Pedro García Carrasco, que se ha desplazado desde el norte de la provincia de Almería. No corrió, tal y como anunció, Paco Montoro, si bien Mario comentó que le vió entre el público en el Paseo Marítimo.
Con la llegada de la primavera, existe un avispero de pruebas de todos los tipos. Las más inmediatas son cortas, como son el caso de Santa Fé o Huétor Tájar, entre otras, por lo que sería un buen momento para cosechar todo el fondo obtenido y comenzar a adquirir más velocidad que permita acabar estas pruebas con mejores sensaciones. Dicho queda.

28 marzo 2009

TOCA CORRER EN MÁLAGA



Cinco semanas después del maratón de Sevilla, y con pocos kilómetros hechos desde entonces, me propongo hacer por segundo año consecutivo la Media Maratón de la vecina Málaga. Una prueba que el año anterior me satisfizo, a pesar de no haber sentido en ella buenas sensaciones en ningún momento. Eran los meses en los que atravesaba la larga travesía del desierto que solemos atravesar los corredores ciclícamente y, para colmo, el estomago se rebeló desde el primer kilómetro prácticamente, descolgándome de Abel sin remedio, a pesar de que planteamos salir y llegar juntos.
Quizá por eso este año tenga ilusión de contar con buenas sensaciones, aunque no podré contar con buena marca.
El lógico desgaste muscular tras el maratón más los pocos kilómetros acumulados desde entonces no permitirán ir todo lo rápido que quisiera. De manera que será difícil que baje de 1 hora y 37 minutos, a no ser que me encontrará bien desde el principio o a medida que avance la carrera.
Por tanto, mi apuesta estará encaminada a buscar el máximo disfrute corriendo y culminar la 12 media maratón de mi corta existencia de corredor concienzudo.
Así que sigue sin llegar ese momento anhelado de bajar los 90 minutos, a pesar de que el trazado malagueño es oportuno para ello. No me va a ser posible dominar el promedio que me permita bajar ese tiempo. Ni por asomo.

En estas dos semanas de entrenamiento, a razón de tres o cuatro días a la semana, e ido acumulando alrededor de 50 kilómetros semanales, que comenzarán a dar sus frutos en un plazo medio. Lo importante es que tras una dura prueba de 42 kilómetros sigan intactas las ganas de seguir corriendo y disfrutando de este deporte. Es lo que más me motiva.
La mejora llegará o no, pero estoy convencido que no decaerá el interés por seguir corriendo. Las competiciones, no obstante, seguirán siendo elegidas en función de parámetros de oportunidad, sin forzar en absoluto.

Contaremos cómo ha ido en Málaga. Con poder contar que he tenido magníficas sensacio
nes me conformaría. A ver.

24 marzo 2009

OTRA RUTA UNIVERSAL POR LA MANCHA

Leía en El País del pasado domingo que sólo dos manchegos contaban con rutas turísticas propias por La Mancha. Uno de ellos no necesita presentación: nuestro universal Cervantes; el otro es mucho más actual: Pedro Almodóvar.
De las distintas rutas basadas en El Quijote hablé hace unas cuantas entradas, pero ahora me propongo hablar de la zona que tanto ha influido en el cine del director español más universal.
Pedro Almodóvar nació en el corazón de la provincia de Ciudad Real, en un pueblo pequeño llamado Calzada de Calatrava, uno de los tantos pueblos que pertenecieron a la Ord
en religiosa-guerrera, fundada en el S.XIII, que dispuso su sede central a muy pocos kilómetros del pueblo del famoso director.



Calatrava la Nueva, o el Castillo de Calatrava es una mole inmensa de origen árabe, que gana protagonismo al emer
ger majestuosa en una zona de vastas llanuras. Allí estuvo organizada la plana mayor de la famosa Orden y suyos fueron todos los pueblos y tierras de esa región; de hecho, la mayoría de los pueblos de la comarca utilizan la denominación Calatrava.
Calatrava la Nueva, es llamada así porque supuso la alternativa a Calatrava la Vieja, un castillo mucho más pequeño -también denominado de Salvatierra-, muy cerca del anterior, y del que sólo quedan leves vestigios.
Pedro Almodóvar nació en esa zona, como decía, en Calzada de Calatrava.

Nunca me gustó demasiado el cine de Almodóvar, pero por casualidad en una ruta anterior, Mati y yo, acabamos visitando su pueblo, si bien el argumento principal era ver la inmensa fortaleza.
Los pueblos de Castilla-La Mancha son muy similares en paisanaje y estética a los andaluces, si bien mucho más austeros en las formas. De modo que pasear por las calles de Calzada de Calatrava me hizo comprender una parte importante de su cine.
Cuando hace algún tiempo
vi la película "Volver" y contemplé esas imágenes de la casa familiar del pueblo, esa impresionante escena del funeral en comitiva por las calles o el ambiente pueblerino del cementerio, inmediatamente me vino a la mente el pueblo de Almodóvar y comprendí que la esencia de su cine surge de esos recuerdos de su pueblo. Las historias imaginativas que nos cuenta en sus películas son el resultado de su memoria infantil en esas calles; de su madre, de sus vecinas....de su padre, con el que no tuvo una relación ejemplar.



Por tanto, no me parece extraño que Pedro Almodóvar evoque su pueblo y lo relacione con muchas de las escenas que fabrica en sus películas. En "Volver" esa relación se me antoja antológica, y por eso me parece una de sus mejores películas. De hecho, le oí contar hace unos días en televisión que esas historias de apariciones de muertos las había escuchado siempre de boca de sus abuelas, como las escuché yo, como seguramente las escuchasteis vosotros. En "Volver" esa historia de apariciones es una ingeniosa metáfora, una oscura historia familiar, como seguramente fueron todas las historias de apariciones que escuchamos cuando niños a nuestras abuelas.

22 marzo 2009

CORREDOR QUE BUSCA LA LLUVIA


Lluvia. Pintura de Gonzalo Espinosa.


La llegada de la primavera ya había sido anunciada con una anterioridad suficiente, pero el sábado por la tarde
decidía burlonamente no facilitar la entrada de la estación más amiga de las flores.
Había "regresado" a los caminos coincidiendo con esas tardes soleadas, casi calurosas y la propuesta era correr a diario, a razón de diez a doce kilómetros, para ir aclimatando el corazón, los pulmones y los músculos a una actividad venidera más intensa.
Pero soy un corredor que busca la lluvia. O la lluvia me busca a mí.
En las semanas anteriores, algunos alumnos-as, me decían que llevaba la lluvia a su población. Estaba impartiendo unos cursos para un Ayuntamiento y siempre aparecía la lluvia de fondo. Pero hablamos de los meses de enero y febrero, que tradicionalmente están muy vinculados a este fenómeno climatológico.
Sin embargo nada hacia suponer que en el primer día de primavera la tormenta me sorprendiera en mitad de la Vega.
Retomé la actividad el jueves, con diez kilómetros en el Pantano del Cubillas, sintiéndome francamente débil, principalmente en los primeros cinco kilómetros. Continué el viernes con once kilómetros por la Vega de Pinos Puente, sintiéndome mucho mejor y elevando el ritmo. Y he continuado en la tarde del sábado por distinta ruta de esa misma Vega, que posee ya una marcada imagen primaveral, sintiéndome ya francamente mejor.
En los primeros kilómetros comenzaron a aparecer algunas gotas, las cuales se fueron incrementando en la misma medida que llegaba a mis fosas nasales el insustituible olor de tierra recién mojada. Este olor natural y el del pan recién hecho posiblemente sean aún los vestigios de la verdadera fraternidad del hombre con la naturaleza. Ambos destilan pureza a raudales.
En esas gotas ya amplias me encontraba reconfortado. La luz de la tarde había adquirido un color de acuarela y los campos de la Vega se alborozaban con el color dorado de un sol con vocación de ocaso. Todo era perfecto en esa estampa y mis piernas, corazón y pulmones parecían estimularse ante sin par decorado.
Sin embargo, un trueno alejado y unas nubes negras por encima de mi cabeza hacían presagiar una tormenta no tan idílica. Y así fue.
En pocos minutos, los caminos no supieron digerir tanta agua y en tan poco tiempo y las zonas menos apelmazadas de tierra, se fueron convirtiendo en lodo.
Cuando corro, puedo soportar la intensa lluvia; incluso el frío o la ropa mojada, pero no soporto correr con las zapatillas cargadas de barro. Las piernas se convierten en bloques y la estabilidad se hace difícil.
En la zona de las obras del AVE (habría que replantearse tanto progreso), los pies se hundían en el barro como lo harían en mantequilla y salir de esos "pozos" no era tarea fácil. Así transcurrieron un par de kilómetros, hasta que comenzó el camino más hecho y mejor apelmazado. En ese camino más sólido, los charcos asumieron a la perfección su tarea higiénica y fueron despojando poco a poco las grandes plastas de barro acumuladas en las Asics 2100 a las que apodé en su momento jocosamente "Asics Émbarras".
Los cuatro kilómetros restantes fueron agradables, lluviosos pero agradables. A esas alturas me encontraba completamente mojado y cubierto de barro, pero me mostraba feliz por haber corrido otro día más bajo el agua, asumiendo ya que es algo vocacional.

19 marzo 2009

CARTAS A UN JOVEN POETA, de Rainer Maria Rilke


Con algo de retraso retomamos la entrada poética que varios blogs solemos escribir los miércoles.
Hoy quiero hablar de Rilke. Fue uno de los poetas que más leí y más me marcó en este idílico mar que es la poesía.
El poeta nacido en Praga en 1875 fue para mí un completo descubrimiento. Acostumbrado a vagar por los anaqueles de librerías, un buen día topé con un libro, casi un opúsculo que rezaba: "Cartas a un joven poeta", y no dudé en comprarlo.
Asocio ese pequeño libro a un verano tórrido y conservo en la memoria el hecho de llevarlo siempre conmigo. Seguramente lo releí cientos de veces. ¿ Pero que era lo que me subyugaba de ese pequeño libro ? Todas y cada una de sus palabras.
Al poeta Rilke le escribió una sucesión de cartas un joven aspirante a poeta. El poeta austro-alemán, por aquel entonces ya había saboreado las mieles del éxito y tenía un nombre en la poesía de su país. Pero lejos de tirar aquellas misivas a la basura, consiguió que las respuestas se convirtieran en una prosa de deliciosa lectura.
Los consejos dados al joven poeta, la visión de la vida, la observación de la naturaleza, la interpretación de los sentimientos, todo lo importante de la existencia estaba contenido en ese opúsculo que, lógicamente, aún conservo y que por su ajada encuadernación se deduce la filiación con él establecida.
A raíz de leer aquella pequeña obra seguí leyendo su poesía, y en cada verso y poema me ratificaba en el hecho de estar ante uno de los poetas más grandes de la historia de la poesía. Os dejo con uno de sus poemas:


Soledad

La soledad es como lluvia.
Se alza del mar hacia los atardeceres;
desde llanuras lejanas y remotas
se va hacia el cielo, que la posee siempre.
Y sólo entonces cae sobre la ciudad.

Llueve la soledad en las horas inciertas,
cuando todas las calles se vuelven hacia el alba
y cuando los cuerpos que nada encontraron
se separan desencantados y tristes,
y cuando las personas que se odian
tienen que dormir juntas en la misma cama:

luego la soledad se marcha con los ríos...

18 marzo 2009

VENDER EL ALMA AL DIABLO



El problema de la crisis es que existe demasiada gente que ha perdido su capacidad
de asombrarse ante el magno espectáculo que puede ofrecer cada día la existencia.
Lo preciado no es lo perdido en la bolsa o en el laberinto negro de los negocios inmobiliarios sino lo perdido con anterioridad. Y me temo que eso sea ya irrecuperable.
Cuando hace unos cuantos años la única condición que había que aceptar para ser rico era vender tu alma al diablo, fueron muchos los que consideraron que ganaban con el cambio.
Pero una minoría dijo que ese alma no estaba en venta, a medida que los otros muchos, creyéndose favorecidos por el cambio, comenzaron a vender espíritu, mente, ideas, principios y dignidad, todo incluido en un amplio paquete que hacía las delicias del diablo, que por entonces estaba haciendo sus mejores negocios.

Pero más allá de la metáfora está la realidad, siempre más cruel y presente, y conviene llamar a las cosas por su nombre. Veamos.
Observábamos unos años atrás que se miraba con gesto burlón a quien no había aún dado pelotazo alguno. La cigarra humillaba a la hormiga cada día. No contar con ganancias, a más negras mejor, ni saborear el caviar o montar en coches de gran cilindrada no era otra cosa que ser un paria del sistema.
Sólo había tiempo para las grandes cifras, los grandes negocios, los grandes banquetes, tirando de todo ese proceloso mundo, en primer lugar, representantes de la cosa pública y advenedizos de los asuntos privados. En realidad, nadie consideraba que nada pudiera invertirse. Pero se invirtió. Y con ese cambio de signo comenzaron los lamentos.

Y ahora nos encontramos en otra realidad. Una realidad distinta, tal vez más sensata. Será mucha la gente que sufrirá por esta crisis feroz y mucha la que se quedará sin empleo ni recursos. Es la cara más amarga de esta situación. Sin embargo, otras circunstancias mejorarán y la estulticia materialista dejará paso a un mundo más sosegado, honesto y espiritual. Pero claro, habrá mucha gente que habiendo vendido su alma y espíritu ya no puedan recuperarlo: no les queda ni un céntimo en el bolsillo para hacerlo.
Además, resulta que el diablo ha puesto por las nubes lo que compró a precio de saldo.

UN VIAJE A PARÍS (I)

Existen ciudades que pueden ser contadas y otras que tiene que ser visitadas para poder contarse. Entre estas últimas está París.      No es...