Sería interesante hacer un estudio de cómo esta gente de la Junta de Andalucía se ha ido adueñando del sistema profesional de acceso a la función pública. Se trata, sin duda, de un trabajo continuado que copiaron de sus mayores en el gobierno del Estado, que desde su llegada al poder en 1982 -más en concreto, desde que aprobaron la Ley de Medidas Urgentes para la Reforma de la Función Pública de 1984- no han hecho otra cosa que introducir a los suyos en las distintas Administraciones Públicas por la vía de los hechos consumados y utilizando todo tipo de tácticas: desde la designación política de Directores Generales hasta la contratación de personal eventual y, posteriormente, la torticera e interesada utilización de la libre designación, que para colmo es un sistema de provisión de puestos de trabajo. En este último caso, al menos, se exige ser funcionario de carrera, y no dudo de que en algunos supuestos la libre designación haya sido acertada, pero en otros muchos casos ha servido para hacer plazas a la medida del funcionario o funcionaria propuesto. También fueron los iniciadores de las empresas públicas y fundaciones. No obstante, en la Junta de Andalucía han rizado el rizo de manera bestial, inicialmente, con medidas puntuales que posibilitaron que muchos interinos -los pata negra les llamaban. Muchos de ellos acólitos suyos- pudieran acceder con el paso de los años a la función pública tras sumarles méritos múltiples. Hubo casos en los que el interino llegaba a jubilarse y aún no había sacado su plaza. Plazas que eran interinas, pero jamás cubiertas por personal funcionario que iba accediendo a través de una oposición legal. Lógicamente las opciones para gente de la calle eran menores al tiempo que si incumplía lo que las leyes de función pública establecían para el interino: ocupar la plaza mientras no hubiera titular. En todo caso una solución muy puntual.
Además, en la Junta de Andalucía han utilizado múltiples procesos para ofrecerles trabajo a sus acólitos. Uno de los más jugosos y mejor pagados ha sido la designación de Delegados Provinciales de las distintas Consejerías. En muchos casos, el Delegado propuesto cuenta con un puesto de trabajo -casi siempre peor pagado- y obtiene con su nombramiento unos privilegios jamás soñados en su puesto anterior: coche y chófer, dietas, viajes, comidas, alta productividad y un excelente sueldo...y claro, el cambio siempre es más favorable. Pero en otros casos -muchos- el Delegado o Delegada no posee trabajo alguno y, de la noche a la mañana, se encuentra con una cuantiosa nómina -incluso la productividad que cobra quintuplica a la del empleado público profesional- y todos los privilegios que antes describía. En estos casos el cambio de situación era totalmente espectacular. Incluso proveyeron mecanismos de acceso para que casi todo acólito pudiera ser Delegado Provincial: tener una licenciatura en cualquier disciplina o bien haber sido concejal de algún lugar, por pequeño fuere. Es decir, se atinaba en la mayoría de los casos. Con esta estrategia, al mismo tiempo que se ofrecía un trabajo bien remunerado sin oposición ni problemas de acceso se controlaba la Delegación en cuestión.
Posteriormente, conocedores de que no había suficientes puestos para todos comenzaron a crear las empresas públicas y fundaciones -que sumultaneaban con la contratación de personal eventual y nombramientos de Delegados Provinciales, Directores Generales, Secretarios Generales y un largo etcétera-. Es probable que al principio -muy al principio- algunas cabezas pensantes dentro del seno del PSOE y de la Administración andaluza, planearan la necesidad de crear empresas públicas para fines más o menos lógicos y honestos (por ejemplo si hay que limpiar el margen de un río es defendible que se cree una empresa pública o bien para atender asuntos como la asistencia sanitaria urgente por la dificultad y rigidez del horario, aunque eso no significa que no sea necesario poner en marchar el sistema legal de acceso a la función pública que sigue siéndola), pero una vez advertidas las múltiples ventajas de crear empresas públicas y el poco control de los órganos fiscalizadores existentes, se fueron creando por cientos y ya no con el fin de desarrollar una labor especializada sino con el único fin de que fuera el nicho de nuevo empleo para afiliados, exalcaldes, exconcejales, exdiputados y muchos ex, hasta exmujeres, exmaridos, excuñados, en fin, todos los ex que se le pueda ocurrir al atento lector entraban en las empresas públicas. Ahora a la mayoría de esa gente la quieren hacer fijar por medio del Decreto-Ley 5/2010. E incluso, muchos de ellos ya son fijos porque les han sacado concursos a su medida y ya son laborales fijos. Algunos de ellos están ahora como Delegados Provinciales, ganado aún más.
Hablamos tan sólo del caso de la Junta de Andalucía, pero en Diputaciones y Ayuntamientos la sangría ha sido bestial. Por ejemplo, un chico de mi pueblo, sin formación ni inquietudes, que desde pequeño pertenece a las Juventudes Socialistas y es contratado para trabajar en la sede del PSOE, acaba de empleado público en Diputación como personal laboral. Ahora es asesor de su grupo provincial, además de concejal. Sigue sin haber pisado la universidad pero le han asegurado un puesto de por vida.
Mientras tanto, miles de chicos y chicas andaluces se rompen la crisma a diario para estudiar, agotan los recursos económicos de sus padres haciendo másteres inútiles y, como mucho, acabarán poniendo copas en un bar o archivando legajos en un sucio y oscuro sótano cobrando al mes no más de 600 €, luego ¿no estamos, entonces, ante una dictadura y un nepotismo bestial?
Jóvenes y suficientemente enchufados como es el caso de un conocido político granadino que sin oficio llegó a las más altas cúspides de las instituciones y, finalmente, le buscaron un retiro genialmente retribuido. Ahora es su hijo el que comienza a ocupar cargos.
No sé si hay jóvenes que lean este blog -seguro que sí- pero si lo hacen o lo hacen sus padres les doy un consejo: que estudien inglés, que cojan las maletas y se vayan de esta región enferma. Para no volver o, en todo caso, volver como los turrones, sólo en Navidad. Os aconsejo.