21 febrero 2010

DILEMA KILOMÉTRICO






Llevo corriendo casi tres años y medio de manera dedicada -aunque muchos más años joggeando- y aún no sé con certeza cuando he de jubilar las zapatillas. Me cuesta un mundo determinar cuando una zapatilla, que aparentemente parece nueva, ya ha llegado al fin de su ciclo vital.
Por muchos consejos que he leído acerca de ello (incluso un quiromasajista amigo me ofreció un breve curso acerca de las zonas gastadas de la media suela y el talón). Pero sigo sin enterarme.
Actualmente tengo las siguientes zapatillas: Saucony Triump 5, Kayano 14, Brooks Trance 7 y New Balance 1224. Y de estos cuatro pares, tan sólo podría poner la mano en el fuego sobre la preservación de las propiedades más o menos innatas de dos pares: las New Balance 1224 porque me las cedió Javi (a él le hacían daño) y él tan sólo les hizo un centenar de kilómetros; y las Brooks Trance porque -exceptuando las NB- son las más nuevas. Pero de los otros dos pares no consigo determinar ni los kilómetros que acumulan (tampoco lo sé de estas dos últimas) ni el tiempo que llevo con ellas. Soy muy caótico en ese aspecto. Y, claro, eso supone un problema. Como lo supuso el abuso de las Asics 2100 -excelentes zapas-, que contribuyeron a mi lesión de tendinitis en el Aquiles izquierdo.
Ahora el programa de translación del Forerunner ofrece la posibilidad de añadir a cada ruta de entrenamiento o competición algunas notas, por lo que será más fácil ir indicando las kilómetros acumulados con las zapas y las condiciones del terreno en el que se han hecho los mismos, pero es absurdo en este momento anotar nada cuando se trata de zapatillas que ya están rodadas y -probablemente- algunas de ellas cerca de jubilación.
Y, claro, ya tengo el mono de adquirir otro par, aunque antes tendré que determinar si jubilo las Saucony o las Asics. Sencillamente, para no encontrarme con cinco pares.
Impagables serían vuestros sensatos consejos.

18 febrero 2010

PROPHECY, de JUDAS PRIEST

¡Qué grandes son los Judas! Es una de mis bandas preferidas. Han escrito algunas de las mejores páginas de la historia del Heavy Metal mundial y ahí siguen ¡Grandioso!
Y, evidentemente, estamos ante uno de los líderes de grandes bandas con más personalidad que ha dado este género, el camaleónico Rob Halford. Uno de esos tipos que la música -sea del género que sea- fabrica cada mucho tiempo. Sin duda, un fuera de serie.
La banda británica se reinventa siempre. Ha sido capaz de subsistir con la ausencia durante años del gran Rob, y ha sabido adaptarse a los nuevos tiempos con la irrupción en el mercado del doble CD "Nostradamus". Un trabajo conceptual dedicado al visionario francés del siglo XVI. Pero lo importante no es tanto esa visión conceptual del visionario sino toda ese virtuosismo musical que demuestran con su peculiar estilo (aconsejo escuchar ese doble CD porque es excelente), que no ha perdido frescura a pesar de los lustros que lleva en la brecha la banda británica.
Os dejo con el tema Prophecy del trabajo indicado.

17 febrero 2010

PEDIR AUSTERIDAD (IDEAL 17/02/2010)


Bajo el título "Pedir austeridad" publico hoy un artículo en Ideal. Pensé en escribir el artículo tras escuchar unas palabras al ministro de Fomento a cuento del mayúsculo cabreo que tenía por lo que cobran los controladores aéreos (¿le indigna en realidad su sueldo o que cobren más que él? Nunca se sabrá). A ver qué os parece.


Pedir austeridad a los españoles. Frase muy utilizada en estas fechas tan alejadas de esos años dorados de constructores y banqueros. Y, curiosamente, al escuchar esa frase interpreto más una orden que una amable petición de nuestros patricios salvapatrias. Y también interpreto, o al menos intuyo, que con esa frase se dirigen a esa masa anónima y amorfa que trabaja y paga impuestos (excluyamos por tanto a toda esa masa amorfa y anónima que ni trabaja ni paga impuestos). Deduzco que tampoco hay que meter en esa infame masa a quienes jamás se les exige nada, a ese colectivo de elegidos y alumbrados, que lejos de exigírseles, al contrario, son ayudados, aupados.

Como lo han sido los banqueros y grandes empresarios justo en el momento que se disponían a dejar su imperio caído a la deriva. A abandonar el barco, a pesar de ser los capitanes.

Porque para pedir austeridad a los españoles no es necesario que ésta sea voluntaria –pocas austeridades lo son- sino inducida, forzada ¿Cómo? Muy fácil: eliminando los cuatrocientos euros de subvención vía IRPF, incrementando los años para acceder a la jubilación, convirtiéndonos en operarios carcamales, por no hablar de los nulos incrementos retributivos o la subida del IVA que nos espera para el mes de julio. Pedimos austeridad a los españoles. Es la frase de moda.

La pronunció el ministro de Fomento a cuento del asunto de los controladores aéreos (no es legítimo que cobren tanto, mientras al resto de los españoles se les exige austeridad, o algo así dijo). De manera que mientras decía aquello yo me imaginaba que el ministro se imaginaba al mismo tiempo una beatífica sonrisa en nuestros rostros humildes y cetrinos.

Pero también lo dice el Presidente del Gobierno en los foros internacionales y en reuniones de oraciones laicas (nueva acuñación lingüística, junto a la de alianza de las civilizaciones), allá donde se le invita. Pero no dice: españoles, ni nos define como: austeros, sino como jornaleros, término que en sí mismo encierra austeridad a borbotones y nos deja indefensos ante al mísero jornal del dueño del cortijo.

Pero puestos a pedir austeridad, también se enganchan a esa moda los enormes empresarios, algo que suena como una especie de petición redundante, casi grosera. Austeridad como argumento para no negociar subidas, para renunciar a mejoras sociales o para no permanecer en la empresa más tiempo que el preciso, que pedido de esa manera pareciera que el insolidario, el derrochador, el manirroto es el trabajador, que al mismo tiempo es el ciudadano incomprensivo y egoísta, que observando cómo su gobierno se va a la deriva precipita aún más la caída y hace amago de negarse a que la enorme mano de ese leviatán ya no entre más en su escuálida saca. Egoístas y malos ciudadanos a todas luces que no están dispuestos a retrasar su jubilación por el bien de la colectividad, que a estas alturas uno ya no sabe qué o quién es. Algo parecido a esa prestación personal que aún está legislada en algunas leyes locales y que puede ser exigida por las autoridades.

Y si el ciudadano de a pie optara por no ser solidario que se atenga a las siguientes consecuencias: más pobreza, más paro, más impuestos, menos jubilación. Es decir, que siempre se llegará a la misma solución en esa inaudita espiral.

Que no se diga que no fuimos advertidos.

15 febrero 2010

SE SECAN LAS UBRES PÚBLICAS





Por cada diez personas que su jubilen, se repondrá una. Es lo que vino a decir esa ministra impasible, que más que informarnos cómo van las cuentas públicas parece arrojarnoslas a la cara.
Y no parece que sea una broma, entre otras cosas porque no está el asunto para bromear.
Se secan las ubres públicas.
Han dado su sustento a millones de empleados que pululan por las tres administraciones territoriales y las muchas superpuestas, institucionales y virtuales. Pero, al parecer, esas ubres no dan para más.
De hecho, España ha hecho los deberes al revés en materia de función pública. Y la mamá Europa ya está dando cachetes donde antes eran pequeños tirones de orejas. Hay que olvidarse de la precariedad, ha dicho. Y ha dado un plazo no demasiado largo para que esa interinidad sea historia. No en vano, es la función pública una de las materias en las que existe mayor exigencia de estandarización jurídica en el ámbito de la UE. Es decir, uno de los aspectos en los que las directivas más sangre hacen en la legislación patria.


De hecho, en estas fechas de los años dorados los distintos boletines institucionales echaban chispas, repletos de ofertas de empleo público, consolidaciones de empleo y otras fechorías administrativas. Pero este año abrirlos es encontrar el concepto del silencio. Esto se acaba, amigos, esto se acaba.
Para muestra un botón. La Junta de Andalucía, hasta ahora madre de todas las convocatorias que en el ancho mundo han sido -lógico, ya que es la Administración Pública que asume la mayoría de las competencias en Andalucía- ya está comenzando a dar cerrojazos en sus cientos de cortijos. Acercarse a ellos a pedir tan sólo una gota de agua que nos haga más agradable la travesía se está convirtiendo en algo imposible: sus pozos están casi secos.
Han comenzado por meter la tijera en enseñanza -ámbito en el que la UE ha dado dos años para regularizar ese desaguisado de precariedad- y ahora le toca a la Administración General, lugar en el que han tenido acogida cientos de titulados de nuestras universidades e institutos. Oposiciones tan señeras como las de auxiliares administrativos ya no se convocarán este año. No necesitamos ya tanto auxilio, han dicho los pollos.
Y si bajamos a la Administración Local, mejor llorar. Y lo poco que convocan no es para otra cosa que para consolidar ese desaguisado interno de eventuales que posteriormente pasaron a interinos y necesitan ser pasados a fijos. Eso sí, cumpliendo los munícipes sus promesas en la mayoría de los casos: tú, colega del partido o amigo de mis amigos (que son mis amigos), mientras yo sea alcalde, tu no harás una mínima oposición. Vamos, que aquí tienes tu vida resuelta. Palabra.
Y así estamos.

14 febrero 2010

Y POR AHÍ NO PASO





Hay que hacer algo.
Yo concibo el correr para disfrutar, para inmiscuirme en la naturaleza, para compartir sus colores, sus olores, sus sonidos. Corro porque me sienta bien y me permite seguir bebiendo cerveza, que es otra de mis pasiones. Y bombones, y algún chuletón que otro, y las imprescindibles tortas de pan de aceite de Alfacar - o de Pinos Puente, que también las hornean bien-. Y los excelentes bocatas de jamón serrano que me marco acompañados por una -o dos- 1925. Corro porque no quiero llegar a la senectud hecho un verdadero carcamal, un tipejo con sobrepeso y cara acartonada y oxidada. Un tipo que da pena. Corro porque pocas cosas me gustan más que disponer de tantas cosas con tan poca inversión.
Pero eso es una cosa y otra lo que me está ocurriendo en más ocasiones de las aconsejadas.
Desde que tengo el Forerunner, es cierto que controlo más. Sé con precisión a qué ritmo voy y cuántos kilómetros llevo. Y, además, utilizo la cinta de ritmo cardiaco, que antes -aún teniéndola- no utilizaba.


Y ese control conlleva cosas malas y cosas buenas. Cosas malas: puede ser obsesivo el control de distancia, velocidad y ritmo cardiaco. Cosas buenas: precisamente ese control te ofrece un mejor conocimiento de qué tipo de corredor eres y cuales son tus progresos e involuciones.

Y ahí está el núcleo del problema. Ahí está el asunto que me traía hoy. Resulta que desde hace algunos días observo como, con mucha frecuencia -ya digo, más de la necesaria- la velocidad de crucero que señala el cacharro en muchos tramos, a pesar de indicar un buen ritmo cardiaco e ir sin sensación de cansancio-, con facilidad es de 4,20, 4,25 o 4,30 el mil. Vas tranquilo, recreándote en tus kilómetros, en tu respiración, fundiéndote con el entorno, y miras desprevenidamente el cacharro y observas que este marca 4,25 el mil. Piensas un poco y llegas a la conclusión que ese tramo, en absoluto, es de bajada sino llano, normal, y agitas un poco la muñeca un segundo antes de volver a mirar la pantalla, para observar que ahora está marcando el endiablado aparato: 4,23 el mil. Agobiado, confundido, aturdido, miras el ritmo cardiaco y lo encuentras en unas plácidas 157 pulsaciones, muy adecuadas para mis características y edad e incrédulo aún te vas al casillero de la distancia para comprobar que con 12 kilómetros a tus espaldas no es motivo que digamos para ir tan fresco. Vale. He de admitir que en competición es habitual marcar esos ritmos, pero ya se sabe: la emoción, la competición, el estímulo de otros corredores..Es distinto. Además, eso ocurre sólo el día que compites y sueles ir al límite, etc., etc..


Y claro, te inquietas, te preocupas. Y te preguntas: ¿Que estaré haciendo bien?
No sé. No estoy dispuesto a que esta sea la esencia de mis entrenamientos, hasta ahora tan placenteros y tranquilos. Estimulantes y oníricos.
Alarmante, ya digo.Algo tendré que hacer.

13 febrero 2010

LA NOCHE DE LOS TIEMPOS, de Antonio Muñoz Molina



El pasado viernes compré la última novela de Antonio Muñoz Molina, "La noche de los tiempos".
Siempre he apreciado la buena pluma de Muñoz Molina. Su literatura siempre está a gran altura y posee una hechura muy elaborada.
Pero en concreto de esta novela he leído excelentes críticas y se afirma que no es una novela más de exilio y posguerra. Una novela muy extensa de casi mil páginas que habrá que leer deteniendo el tiempo y masticando las frases de un escritor que no suele utilizar palabras baldías. De ahí la complejidad de sus novelas.
Aunque esa complejidad no significa que estemos ante un escritor de prosa aburrida. En absoluto. El ubetense de nacimiento y granadino de adopción se las arregla siempre para atrapar al lector desde la primera línea y no soltarlo hasta la última. Además, contamos con la seguridad de su mesura y discreción en cuanto a la temática que aborda, que en literatura siempre es un valor añadido al tiempo que su estilo engarza con la estructura de la novela clásica, muy novedosa en su momento con aquella magnífica "Madame Bovary" de Gustav Flaubert y vigente todavía.
Estilo que agradezco y me gusta alternar con otros más novedosos y atrevidos, como es el caso del dominicano-americano Junot Díaz o esa ficción-ensayo (ejemplo de ello es "Ensayo sobre la ceguera" y también "Ensayo sobre la lucidez") que, en mi opinión, imprime el maestro Saramago a sus novelas.
Comentaré algo sobre "La noche de los tiempos" cuando sea leída (ya está en lista de espera en los anaqueles).

REFLEXIONES SOBRE LO QUE RODEA AL ENTORNO DE MI PRÓXIMA NOVELA MI LUGAR EN ESTOS MUNDOS (Y DE LOS LIBROS EN GENERAL)

En pocos días mi tercera novela Mi lugar en estos mundos verá la luz en la plataforma de Amazon , que a pesar de lo criticable que pueda se...