



Bajo el título "Pedir austeridad" publico hoy un artículo en Ideal. Pensé en escribir el artículo tras escuchar unas palabras al ministro de Fomento a cuento del mayúsculo cabreo que tenía por lo que cobran los controladores aéreos (¿le indigna en realidad su sueldo o que cobren más que él? Nunca se sabrá). A ver qué os parece.
Pedir austeridad a los españoles. Frase muy utilizada en estas fechas tan alejadas de esos años dorados de constructores y banqueros. Y, curiosamente, al escuchar esa frase interpreto más una orden que una amable petición de nuestros patricios salvapatrias. Y también interpreto, o al menos intuyo, que con esa frase se dirigen a esa masa anónima y amorfa que trabaja y paga impuestos (excluyamos por tanto a toda esa masa amorfa y anónima que ni trabaja ni paga impuestos). Deduzco que tampoco hay que meter en esa infame masa a quienes jamás se les exige nada, a ese colectivo de elegidos y alumbrados, que lejos de exigírseles, al contrario, son ayudados, aupados.
Como lo han sido los banqueros y grandes empresarios justo en el momento que se disponían a dejar su imperio caído a la deriva. A abandonar el barco, a pesar de ser los capitanes.
Porque para pedir austeridad a los españoles no es necesario que ésta sea voluntaria –pocas austeridades lo son- sino inducida, forzada ¿Cómo? Muy fácil: eliminando los cuatrocientos euros de subvención vía IRPF, incrementando los años para acceder a la jubilación, convirtiéndonos en operarios carcamales, por no hablar de los nulos incrementos retributivos o la subida del IVA que nos espera para el mes de julio. Pedimos austeridad a los españoles. Es la frase de moda.
La pronunció el ministro de Fomento a cuento del asunto de los controladores aéreos (no es legítimo que cobren tanto, mientras al resto de los españoles se les exige austeridad, o algo así dijo). De manera que mientras decía aquello yo me imaginaba que el ministro se imaginaba al mismo tiempo una beatífica sonrisa en nuestros rostros humildes y cetrinos.
Pero también lo dice el Presidente del Gobierno en los foros internacionales y en reuniones de oraciones laicas (nueva acuñación lingüística, junto a la de alianza de las civilizaciones), allá donde se le invita. Pero no dice: españoles, ni nos define como: austeros, sino como jornaleros, término que en sí mismo encierra austeridad a borbotones y nos deja indefensos ante al mísero jornal del dueño del cortijo.
Pero puestos a pedir austeridad, también se enganchan a esa moda los enormes empresarios, algo que suena como una especie de petición redundante, casi grosera. Austeridad como argumento para no negociar subidas, para renunciar a mejoras sociales o para no permanecer en la empresa más tiempo que el preciso, que pedido de esa manera pareciera que el insolidario, el derrochador, el manirroto es el trabajador, que al mismo tiempo es el ciudadano incomprensivo y egoísta, que observando cómo su gobierno se va a la deriva precipita aún más la caída y hace amago de negarse a que la enorme mano de ese leviatán ya no entre más en su escuálida saca. Egoístas y malos ciudadanos a todas luces que no están dispuestos a retrasar su jubilación por el bien de la colectividad, que a estas alturas uno ya no sabe qué o quién es. Algo parecido a esa prestación personal que aún está legislada en algunas leyes locales y que puede ser exigida por las autoridades.
Y si el ciudadano de a pie optara por no ser solidario que se atenga a las siguientes consecuencias: más pobreza, más paro, más impuestos, menos jubilación. Es decir, que siempre se llegará a la misma solución en esa inaudita espiral.
Que no se diga que no fuimos advertidos.
Existen ciudades que pueden ser contadas y otras que tiene que ser visitadas para poder contarse. Entre estas últimas está París. No es...