22 diciembre 2020

EL HÉROE DE LA NAVIDAD: UNA REFLEXIÓN AMENA SOBRE LA NAVIDAD DE LA PANDEMIA

EL HÉROE DE LA NAVIDAD 


Uno tiene sus filias cinematográficas, a veces de vocación inconfesable, pero en esta ocasión he de confesarlo porque es el momento: me gusta el cine de género navideño; no es sinónimo de que me guste la Navidad o, al menos la que hemos montado entre todos a base de chequera (sería más contemporáneo decir tarjeta) y consumismo. 

Llevo tiempo sospechando que me gusta este tipo de cine porque, quizá, encuentre en él otro tipo de Navidad, en el que el verdadero héroe (quítenle al cine de Hollywood el héroe y se queda en nada) no es el triunfador de Wall Strett ni el chico guapo y deportista del instituto, sino el que reivindica el espíritu navideño y lo va contagiando a los demás, a pesar de las dificultades, de la poca predisposición de los demás, del cenizo que no hace más que susurrarte al oído que para qué tanto esfuerzo, si al final todo va a salir mal; pese a la incomprensión de todo el universo. Sí, ese es el verdadero héroe de este tipo de cine, aseveración que confirmaría el mismísimo Christopher Vogler. Y es que hasta ahora lo hemos tenido fácil: llegaba la víspera de la Navidad, luego esta, y bastaba con salir a ver las luces de la ciudad, comprar, comer en un restaurante, adquirir un par de regalos para los más queridos, consumir en definitiva, y ya está. Claro, nadie se esperaba que un virus que comenzó a dar topetazos allá por marzo haya decidido quedarse el resto del año. No, nadie lo esperaba. Y como lo que no se espera está exento de planificación, nada hemos planificado. Por tanto, no queda otra que convertirnos en héroes, tanto quienes consumismo como quienes proveen para que lo hagamos. Todos tenemos que ser héroes. Como en esas películas navideñas, donde el protagonista, de la nada, sin planificarlo, sin pensar en ello ni tan siquiera, decide emprender un viaje (o las circunstancias hacen que lo emprenda) y le da un giro copernicano a su vida, dejando atrás todo aquello de lo que le parecía imposible prescindir: un buen trabajo, un sueldo con muchos ceros, un gran apartamento, un gran coche, varios viajes exóticos al año, una vida social rica de fiesta en fiesta… para acabar sus días de nuevo en la casa de sus padres, en aquel recóndito pueblecillo casi siempre nevado de donde salió por piernas porque aquello no era vida ni futuro para una persona tan joven y con hambre de mundo.

Pero vuelve al lugar que un día abandonó, precisamente, porque las circunstancias han cambiado o ha cambiado él y lo que le parecía cutre y poca cosa, ahora se convierte en lo más importante de todo; y lo que le parecía muy importante y sofisticado, ahora se convierte en algo liliputiense y exento de interés. Porque quizá sea tiempo de introspección, de disfrutar de un buen paseo al aire libre, de alejarse de grandes multitudes, de no hacer cola en la paquetería; tiempo de volver a lo ancestral, a aquella época en la que bastaba con un polvorón y una copa de anís junto a una chimenea cuyo rumor crepitante de los maderos quemados era la mejor canción. Tal vez, un momento para resetear, y como aquel héroe de la Navidad regresar de nuevo a aquello de lo que huimos, sin sospechar que huíamos de nosotros mismos.  



4 comentarios:

  1. Así es tocayo, quizás haya llegado el tiempo en el que hayamos de dar un giro "copernicano" a nuestras vidas. Pero una cosa es que toque hacerlo. Y otra muy distinta, es que lo creamos oportuno. Muchas veces las películas no son calcos de la realidad. Y supongo que las navideñas no son una excepción. El "hombre" es un "ser" "sociable" por naturaleza. Entendiendo por sociable, salir a comer y beber, a emborracharse con "amigos", que debe de ser una buena forma de "sentirse querido", a consumir,... Y eso es lo que hace el 90% de las personas que pueden hacerlo. Y siguen haciéndolo hasta en estos duros tiempos en los que ser "responsables" no va con muchas personas. En mi opinión una persona ha de sentirse, de alguna forma "llamada" por ese ser superior que nos mueve como a marionetas, para dar ese giro "copernicano" a su vida. A volver a ese pueblo de donde es originario, del cual pensaba antes que, viviendo en él, las posibilidades de éxito en la vida eran pocas. Eso se ve pocas veces en la realidad. Aunque sí es verdad que a veces ocurre esto. También a veces ocurre que alguien se siente "llamado" a abandonar su vida materialista, e irse a algún lugar perdido para vivir de otra forma. Abandonan una buena posición, y empleos bastante suculentos, para vivir de la forma más sencilla.Pero no abundan estos casos. Yo sí he vuelto, o siempre he vivido en lo ancestral en este aspecto. Y disfruto en Navidad tomándome mi copilla de anís con un dulce cuando me levanto.Es realmente fantástico.Este ritual para mí es un pilar fundamental de la tradición navideña. No tengo chimenea en casa. Pero disfruto tanto como si la tuviera paladeando el contenido de ese medio chupito diario de alcohol dulce. .Este ritual para mí es un pilar fundamental de la tradición navideña. Disfrutar la Navidad de forma sensilla, como tú lo haces, tocayo, es algo que hace más entrañable, si cabe, la Navidad. ¡¡¡Feliz Navidad!!! para ti y los "tuyos" tocayo. Y para cualquier persona que pueda leer este comentario. Un abrazo-

    ResponderEliminar
  2. Acertado y completísimo comentario tocayo que demuestra haber comprendido muy bien el artículo. Un saludo amigo.

    ResponderEliminar
  3. Estimado amigo, a lo largo del año hay una serie de espectáculos marcados para engordar los bolsillos de los que más tienen. Es cierto, el pequeño comerciante, los restaurantes de los barrios en estos meses hacen su agosto para sobrellevar el resto del año, pero ya cada vez menos, bastante menos, muchísimo menos. Las grandes superficies, los Amazon, han barridos con ellos. Pero es tal la ceguera de las personas,  que hay unos bichos pululando por ahí que matan y hacen daño y, según he leído, los han ignorado y han salido ahí fuera, a ver el espectáculo, a las grandes superficies y a eventos. Pero, los que somos de una generación con una cierta sensibilidad sentimental, estas fechas son partes del recuerdo. Ése mundo ya no existe. Son cómo las fotografías en b&n que vemos donde esas personas murieron hace mucho o poco, ésos muebles no existen, ya pues forman parte de un pasado, las casas fueron reemplazadas por urbanizaciones y la sencillez se fue con aquellas personas. Esto que escribo, suena a sensiblero, es cierto. Pero hay una copla de Marifé de Triana que dice que "todo es mentira, todo es quimera".

    Un fuerte abrazo amigo

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Mala época para afrontar este virus, amigo. Precisamente necesita lo contrario a lo hacemos en esta época tan hedonista: no saber permanecer en un mismo lugar. Todo el mundo lo quiere todo y lo más pronto posible, y eso nos llevará a la destrucción en poco tiempo.. Un fuerte abrazo.

      Eliminar

Sin tu comentario, todo esto tiene mucho menos sentido. Es cómo escribir en el desierto.

UN NUEVO PROYECTO ARRIESGADO

  Tras acabar mis dos últimas novelas, Donde los hombres íntegros y Mi lugar en estos mundos , procesos ambos que me han llevado años, si en...