Justo en la entrada al Estadio Olímpico.A falta de 300 metros.
(Foto de Mati, mi mujer).
La segunda. Eso es lo importante.

Es ostensible que el trabajo ya está hecho y hay que mostrarlo. (Foto de Mati)
No sabría decir con exactitud cuando tomé la decisión de correr la segunda maratón de mi vida. ¿ Fue en diciembre ? ¿ En enero ? No sé, no podría confirmarlo con exactitud. Pero sé que hubo un momento en el comencé a medir rutas de no menos de 31 kilómetros, busqué la ropa técnica de más abrigo y me lancé bajo la lluvia, bajo el frío, bajo la nieve a devorar kilómetros. Seguramente la decisión de correr la maratón de Sevilla había sido tomada cuando fenecía 2008 y la suerte ya estaba echada.
Un día después de correr la maratón de Sevilla estoy escribiendo en frío. No lo hice en caliente como hizo mi Alter ego, Jesús Lens, porque probablemente en ese momento, como en el poema de Neruda: podría escribir los versos (más tristes) esta noche. Tan sólo que el sentimiento de tristeza se tornaría en sufrimiento. Mucho sufrimiento.
¿Innecesario? ¿Buscado? Sí, ambas cosas: innecesario y buscado. Pero me pregunto y dejo la pregunta abierta: ¿cuántas cosas en la vida se hacen sin necesidad y buscando hacerlas? Y podríamos contestar con otra pregunta: ¿No está en esa búsqueda innecesaria la verdadera esencia de la vida? ¿No es esa búsqueda innecesaria la verdadera definición de la libertad?
Muchos interrogantes que derivan probablemente del sufrimiento al que nos sometemos los maratonianos.
Cuando mis amigos Paco y Emilio me llamaban para ver cómo había ido la prueba sevillana, les aconsejaba que jamás hicieran una maratón, por lo que ellos podrían encontrar en mis palabras grandes contradicciones ya que han sido muchas las charlas con ellos en las que les he cansado hablando de mi próxima maratón y de mis intensos entrenamientos, luego: ¿dónde está el término medio en estas trascendentales decisiones?

De izquierda a derecha: José Antonio, Jesús, Javi, Antonio, un amigo corredor de Granada y Javi Ruíz. (Foto de Mati)
Porque es una enorme decisión la que hay que tomar cuando decidimos correr una prueba de 42 kilómetros y sus 195 metros.
A lo largo de nuestras vidas, llevaremos a cabo acciones que jamás pensaríamos llevarlas, pero tomar la decisión de correr durante tres o cuatro horas no se puede tomar todos los días, ni tampoco a la ligera...
...Pero volvimos a tomar la decisión, tras la maratón de Madrid de 2007, y allí estábamos con un nutrido grupo de Las Verdes, dispuestos a reinar por las calles de Sevilla.
LA PRUEBA

Paso por el kilómetro 10, saliendo de la Isla de la
Cartuja (Foto de Mati)
Decir que no estoy satisfecho en lo personal sería mentir. Lo estoy. No sólo porque haya bajado en 8 minutos mi marca personal -si bien el circuito era más benigno que el de la capital de España- sino porque supe sufrir. Y mucho más que en Madrid. Considerando, además, que el sufrimiento en mi segunda gran prueba comenzó mucho antes que en Madrid y que debí arrastrar durante más kilómetros esas malas sensaciones.
En mi caso, hubo dos partes muy diferenciadas: los primeros 28 kilómetros y los 14 últimos.
En los primeros no sufrí más de lo necesario y el ritmo era hasta ese momento sensiblemente por debajo de los 5 minutos el mil. Pero esas buenas sensaciones - y es algo que sabemos quienes hemos corrido algún maratón- se han de tornar en algún momento.
En Madrid tuve la suerte de no entrar en el estado más agónico hasta el kilómetro 34, pero llegó como un hachazo. Sin embargo, en Sevilla, ese estado llegó seis kilómetros antes, y lo hizo de manera más ramplona y traicionera, hasta el punto que llegaron a aliarse varios elementos: la fatiga generada por el lactato acumulado y los problemas estomacales. Y os puedo asegurar que uno de los grandes jinetes del apocalipsis del corredor son los problemas estomacales. Sin embargo, en ningún momento perdí la calma y supe hidratarme bien e ingerir el gel que portaba en el momento necesario, cuando comencé a mostrar debilidad.
Decía que en Madrid, la agonía llegó como un hachazo faltando menos de ocho kilómetros para acabar, de manera que la mente no supo interpretar aquello. Pero ayer, en Sevilla, la cabeza funcionó a la perfección y supo manejar el timón con frialdad, sin que en ningún momento el ritmo cayera por debajo de 5,15 el mil. De esa manera y con fortaleza mental sabía que llegaría - a pesar de los insistentes deseos de detenerme - si era capaz de no forzar.
Percibía con claridad que el buen volumen de corredores que adelanté en la primera mitad del recorrido, ahora tomaban su alternativa y me adelantaban sin piedad, si bien eso tampoco me hizo perder la calma, porque si para algo sirve entrenar en soledad, no es para otra cosa que para reforzarse psicológicamente y comprender que el maratón es una prueba onanista por naturaleza donde no valen estrategias de grupo ni ritmos acompasados, a no ser que hablemos de atletas profesionales.
Así que comprendí que si la mente funcionaba y la musculatura de las piernas no fallaba, llegaría, no ya en las 3 horas y 25 minutos que me había planteado, pero no mucho más tarde. El tiempo real se quedó en 3 horas 32 minutos y 27 segundos, pero la mayoría de los corredores debemos restar en torno a 1 minuto y medio que perdimos debido al gran tapón que se produjo a la salida del Estadio Olímpico de Sevilla.
Sin embargo, he de decir que fui conservador durante toda la carrera. Temeroso de poder pinchar más allá del kilómetro 35, en ningún momento quise forzar la máquina como sí se suele hacer en medias maratones. Y he de reconocer que esa estrategia fue correcta, porque de lo contrario, los últimos siete u ocho kilómetros no hubiera podido hacerlos a un ritmo sostenido de 5,15 el mil. Más vale bajar el ritmo que no pinchar de forma estrepitosa y tener que detenerse en el peor de los casos. De ahí que la musculatura, en particular mis gemelos, mi bestia negra por excelencia, hayan llegado en perfecto estado, aunque he decir que poco a poco he ido transformando algo la técnica de carrera, intentando no cargar demasiado la pisada en estas zonas tan sensibles.
¿Correr un tercer maratón? Ahora no podría contestar con total sinceridad. Por lo pronto, no me cierro a esa posibilidad, si bien el sufrimiento está aún demasiado presente, algo que compartimos unánimamente el grupo de Las Verdes que corrimos ayer en Sevilla, con independencia del tiempo que hiciera cada uno.

Un buen momento para la reflexión (foto de Mati)
Por cierto, quiero felicitar a todos mis compañeros Verdes por el gran rendimiento que mostraron en el maratón de Sevilla y por saber sufrir con tanto estoicismo.
Hice mi segunda maratón. Eso es lo realmente importante.
Es ostensible que el trabajo ya está hecho y hay que mostrarlo. (Foto de Mati)
No sabría decir con exactitud cuando tomé la decisión de correr la segunda maratón de mi vida. ¿ Fue en diciembre ? ¿ En enero ? No sé, no podría confirmarlo con exactitud. Pero sé que hubo un momento en el comencé a medir rutas de no menos de 31 kilómetros, busqué la ropa técnica de más abrigo y me lancé bajo la lluvia, bajo el frío, bajo la nieve a devorar kilómetros. Seguramente la decisión de correr la maratón de Sevilla había sido tomada cuando fenecía 2008 y la suerte ya estaba echada.
Un día después de correr la maratón de Sevilla estoy escribiendo en frío. No lo hice en caliente como hizo mi Alter ego, Jesús Lens, porque probablemente en ese momento, como en el poema de Neruda: podría escribir los versos (más tristes) esta noche. Tan sólo que el sentimiento de tristeza se tornaría en sufrimiento. Mucho sufrimiento.
¿Innecesario? ¿Buscado? Sí, ambas cosas: innecesario y buscado. Pero me pregunto y dejo la pregunta abierta: ¿cuántas cosas en la vida se hacen sin necesidad y buscando hacerlas? Y podríamos contestar con otra pregunta: ¿No está en esa búsqueda innecesaria la verdadera esencia de la vida? ¿No es esa búsqueda innecesaria la verdadera definición de la libertad?
Muchos interrogantes que derivan probablemente del sufrimiento al que nos sometemos los maratonianos.
Cuando mis amigos Paco y Emilio me llamaban para ver cómo había ido la prueba sevillana, les aconsejaba que jamás hicieran una maratón, por lo que ellos podrían encontrar en mis palabras grandes contradicciones ya que han sido muchas las charlas con ellos en las que les he cansado hablando de mi próxima maratón y de mis intensos entrenamientos, luego: ¿dónde está el término medio en estas trascendentales decisiones?
De izquierda a derecha: José Antonio, Jesús, Javi, Antonio, un amigo corredor de Granada y Javi Ruíz. (Foto de Mati)
Porque es una enorme decisión la que hay que tomar cuando decidimos correr una prueba de 42 kilómetros y sus 195 metros.
A lo largo de nuestras vidas, llevaremos a cabo acciones que jamás pensaríamos llevarlas, pero tomar la decisión de correr durante tres o cuatro horas no se puede tomar todos los días, ni tampoco a la ligera...
...Pero volvimos a tomar la decisión, tras la maratón de Madrid de 2007, y allí estábamos con un nutrido grupo de Las Verdes, dispuestos a reinar por las calles de Sevilla.
LA PRUEBA
Paso por el kilómetro 10, saliendo de la Isla de la
Cartuja (Foto de Mati)
Decir que no estoy satisfecho en lo personal sería mentir. Lo estoy. No sólo porque haya bajado en 8 minutos mi marca personal -si bien el circuito era más benigno que el de la capital de España- sino porque supe sufrir. Y mucho más que en Madrid. Considerando, además, que el sufrimiento en mi segunda gran prueba comenzó mucho antes que en Madrid y que debí arrastrar durante más kilómetros esas malas sensaciones.
En mi caso, hubo dos partes muy diferenciadas: los primeros 28 kilómetros y los 14 últimos.
En los primeros no sufrí más de lo necesario y el ritmo era hasta ese momento sensiblemente por debajo de los 5 minutos el mil. Pero esas buenas sensaciones - y es algo que sabemos quienes hemos corrido algún maratón- se han de tornar en algún momento.
En Madrid tuve la suerte de no entrar en el estado más agónico hasta el kilómetro 34, pero llegó como un hachazo. Sin embargo, en Sevilla, ese estado llegó seis kilómetros antes, y lo hizo de manera más ramplona y traicionera, hasta el punto que llegaron a aliarse varios elementos: la fatiga generada por el lactato acumulado y los problemas estomacales. Y os puedo asegurar que uno de los grandes jinetes del apocalipsis del corredor son los problemas estomacales. Sin embargo, en ningún momento perdí la calma y supe hidratarme bien e ingerir el gel que portaba en el momento necesario, cuando comencé a mostrar debilidad.
Decía que en Madrid, la agonía llegó como un hachazo faltando menos de ocho kilómetros para acabar, de manera que la mente no supo interpretar aquello. Pero ayer, en Sevilla, la cabeza funcionó a la perfección y supo manejar el timón con frialdad, sin que en ningún momento el ritmo cayera por debajo de 5,15 el mil. De esa manera y con fortaleza mental sabía que llegaría - a pesar de los insistentes deseos de detenerme - si era capaz de no forzar.
Percibía con claridad que el buen volumen de corredores que adelanté en la primera mitad del recorrido, ahora tomaban su alternativa y me adelantaban sin piedad, si bien eso tampoco me hizo perder la calma, porque si para algo sirve entrenar en soledad, no es para otra cosa que para reforzarse psicológicamente y comprender que el maratón es una prueba onanista por naturaleza donde no valen estrategias de grupo ni ritmos acompasados, a no ser que hablemos de atletas profesionales.
Así que comprendí que si la mente funcionaba y la musculatura de las piernas no fallaba, llegaría, no ya en las 3 horas y 25 minutos que me había planteado, pero no mucho más tarde. El tiempo real se quedó en 3 horas 32 minutos y 27 segundos, pero la mayoría de los corredores debemos restar en torno a 1 minuto y medio que perdimos debido al gran tapón que se produjo a la salida del Estadio Olímpico de Sevilla.
Sin embargo, he de decir que fui conservador durante toda la carrera. Temeroso de poder pinchar más allá del kilómetro 35, en ningún momento quise forzar la máquina como sí se suele hacer en medias maratones. Y he de reconocer que esa estrategia fue correcta, porque de lo contrario, los últimos siete u ocho kilómetros no hubiera podido hacerlos a un ritmo sostenido de 5,15 el mil. Más vale bajar el ritmo que no pinchar de forma estrepitosa y tener que detenerse en el peor de los casos. De ahí que la musculatura, en particular mis gemelos, mi bestia negra por excelencia, hayan llegado en perfecto estado, aunque he decir que poco a poco he ido transformando algo la técnica de carrera, intentando no cargar demasiado la pisada en estas zonas tan sensibles.
¿Correr un tercer maratón? Ahora no podría contestar con total sinceridad. Por lo pronto, no me cierro a esa posibilidad, si bien el sufrimiento está aún demasiado presente, algo que compartimos unánimamente el grupo de Las Verdes que corrimos ayer en Sevilla, con independencia del tiempo que hiciera cada uno.
Un buen momento para la reflexión (foto de Mati)
Por cierto, quiero felicitar a todos mis compañeros Verdes por el gran rendimiento que mostraron en el maratón de Sevilla y por saber sufrir con tanto estoicismo.
Hice mi segunda maratón. Eso es lo realmente importante.