
Por cada diez personas que su jubilen, se repondrá una. Es lo que vino a decir esa ministra impasible, que más que informarnos cómo van las cuentas públicas parece arrojarnoslas a la cara.
Y no parece que sea una broma, entre otras cosas porque no está el asunto para bromear.
Se secan las ubres públicas.
Han dado su sustento a millones de empleados que pululan por las tres administraciones territoriales y las muchas superpuestas, institucionales y virtuales. Pero, al parecer, esas ubres no dan para más.
De hecho, España ha hecho los deberes al revés en materia de función pública. Y la mamá Europa ya está dando cachetes donde antes eran pequeños tirones de orejas. Hay que olvidarse de la precariedad, ha dicho. Y ha dado un plazo no demasiado largo para que esa interinidad sea historia. No en vano, es la función pública una de las materias en las que existe mayor exigencia de estandarización jurídica en el ámbito de la UE. Es decir, uno de los aspectos en los que las directivas más sangre hacen en la legislación patria.

De hecho, en estas fechas de los años dorados los distintos boletines institucionales echaban chispas, repletos de ofertas de empleo público, consolidaciones de empleo y otras fechorías administrativas. Pero este año abrirlos es encontrar el concepto del silencio. Esto se acaba, amigos, esto se acaba.

Para muestra un botón. La Junta de Andalucía, hasta ahora madre de todas las convocatorias que en el ancho mundo han sido -lógico, ya que es la Administración Pública que asume la mayoría de las competencias en Andalucía- ya está comenzando a dar cerrojazos en sus cientos de cortijos. Acercarse a ellos a pedir tan sólo una gota de agua que nos haga más agradable la travesía se está convirtiendo en algo imposible: sus pozos están casi secos.
Han comenzado por meter la tijera en enseñanza -ámbito en el que la UE ha dado dos años para regularizar ese desaguisado de precariedad- y ahora le toca a la Administración General, lugar en el que han tenido acogida cientos de titulados de nuestras universidades e institutos. Oposiciones tan señeras como las de auxiliares administrativos ya no se convocarán este año. No necesitamos ya tanto auxilio, han dicho los pollos.
Y si bajamos a la Administración Local, mejor llorar. Y lo poco que convocan no es para otra cosa que para consolidar ese desaguisado interno de eventuales que posteriormente pasaron a interinos y necesitan ser pasados a fijos. Eso sí, cumpliendo los munícipes sus promesas en la mayoría de los casos: tú, colega del partido o amigo de mis amigos (que son mis amigos), mientras yo sea alcalde, tu no harás una mínima oposición. Vamos, que aquí tienes tu vida resuelta. Palabra.
Y así estamos.