Hoy, a un "habeas corpus" del maratón de Sevilla, he tenido un entrenamiento suave y muy agradable. ¿Se acuerdan de Paco, al que denominamos "compae"? Pues bien, ha sido con él con quien he corrido más de diez kilómetros por la Vega de nuestro pueblo.
Llevaba tiempo insistiéndole que saliéramos a correr porque no lo habíamos hecho juntos desde hacía mucho tiempo. Pero por fin, hoy hemos decidido juntarnos y trotar por una Vega radiante, casi calurosa.
Un trote suave, en el que no ha habido ni un minuto de tregua parlanchina.

Porque Paco y yo siempre tenemos muchas cosas que contarnos, y ha sido corriendo cuando hemos tenido las confidencias más exclusivas.
Y es por eso por lo que ha sido agradable. Porque hemos disfrutado de lo lindo al tiempo que he descubierto que sus cuitas sobre correr más rápido o más despacio han quedado despejadas, ya que su ritmo es constante y nada trotón.
Tal ha sido la vitalidad de ambos que hasta nos aventuramos a cruzar un río saltando de piedra en piedra. Es decir, que hemos vuelto al lugar donde comenzó todo.
Paco y yo comenzamos a correr juntos en plena adolescencia. Muchas han sido las tardes de trote suave por esa Vega inalterable. Muchas cosas han cambiado, pero permanece inalterable esa dualidad que nos permitía correr y hablar de mil y un temas, y en la misma medida permanece nuestra amistad.
He de confesar que a pesar de las distintas formas de concebir este deporte, correr para ambos forma parte de algo muy antiguo, casi tanto como esa amistad. Y es por eso por lo que siempre le insisto que deberíamos de quedar para correr de forma regular, aunque si bien es cierto que hay dos días que difícilmente nos saltamos: Nochebuena y Nochevieja.

Ambos junto a Javi, en la Prueba de Albolote
En el entreno de hoy, incluso, nos hemos atrevido con algunos cambios de ritmo que nos han ofrecido magníficas sensaciones. Los cambios, Paco, -le decía- no tienen porqué ser un infierno, simplemente acelerar y dejarse llevar durante un par de minutos, que eso mejora sobremanera. Y creo que se ha convencido que se pueden tener distintos niveles, pero que es posible entrenar juntos, porque todos finalmente debemos recorrer el mismo camino. Y ese no puede ser otro que el de los orígenes.
Llevaba tiempo insistiéndole que saliéramos a correr porque no lo habíamos hecho juntos desde hacía mucho tiempo. Pero por fin, hoy hemos decidido juntarnos y trotar por una Vega radiante, casi calurosa.
Un trote suave, en el que no ha habido ni un minuto de tregua parlanchina.
Porque Paco y yo siempre tenemos muchas cosas que contarnos, y ha sido corriendo cuando hemos tenido las confidencias más exclusivas.
Y es por eso por lo que ha sido agradable. Porque hemos disfrutado de lo lindo al tiempo que he descubierto que sus cuitas sobre correr más rápido o más despacio han quedado despejadas, ya que su ritmo es constante y nada trotón.
Tal ha sido la vitalidad de ambos que hasta nos aventuramos a cruzar un río saltando de piedra en piedra. Es decir, que hemos vuelto al lugar donde comenzó todo.
Paco y yo comenzamos a correr juntos en plena adolescencia. Muchas han sido las tardes de trote suave por esa Vega inalterable. Muchas cosas han cambiado, pero permanece inalterable esa dualidad que nos permitía correr y hablar de mil y un temas, y en la misma medida permanece nuestra amistad.
He de confesar que a pesar de las distintas formas de concebir este deporte, correr para ambos forma parte de algo muy antiguo, casi tanto como esa amistad. Y es por eso por lo que siempre le insisto que deberíamos de quedar para correr de forma regular, aunque si bien es cierto que hay dos días que difícilmente nos saltamos: Nochebuena y Nochevieja.
Ambos junto a Javi, en la Prueba de Albolote
En el entreno de hoy, incluso, nos hemos atrevido con algunos cambios de ritmo que nos han ofrecido magníficas sensaciones. Los cambios, Paco, -le decía- no tienen porqué ser un infierno, simplemente acelerar y dejarse llevar durante un par de minutos, que eso mejora sobremanera. Y creo que se ha convencido que se pueden tener distintos niveles, pero que es posible entrenar juntos, porque todos finalmente debemos recorrer el mismo camino. Y ese no puede ser otro que el de los orígenes.