23 septiembre 2018

PERCEPCIÓN DEL FRACASO

Con ocasión de una reflexión en mi muro de Facebook de Antoine de Flové sobre el fracaso, consideré que es un asunto que da para un buen puñado de palabras, qué digo puñado, una novela río si hiciera falta, porque ¿qué no ha movido al mundo con más dinamismo que el fracaso? O al menos la percepción de él.
Pero, ¿qué es el fracaso? Me pregunto. De Flové dice que debe ser tu amigo, como la muerte. O sea, si es posible, el amigo con el que te vas de cañas y con el que te ríes de cualquier musaraña que pasa cerca, que es lo que hacen los buenos amigos cuando no tienen nada serio de qué hablar. Dicho así no suena tan terrible, pero puede serlo. No obstante, con el tiempo he llegado a considerar muy seriamente que el fracaso no existe sino la idea o percepción que tengamos de él, porque ¿qué es en realidad fracasar? No, no es fácil definir el concepto. 
Es posible que existan tantos conceptos de fracaso como de personas en el mundo. Para una persona que desee atesorar una fortuna antes de morir, fracasar será no atesorarla sino tener tan solo  lo suficiente para vivir, pero para una persona que desee tener lo suficiente para vivir, el fracaso se le representará como no tener lo suficiente. Más ejemplos: 
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Para un maratoniano de élite, fracasar será no correr la final olímpica de la especialidad, mientras que para un corredor aficionado, fracasar será no haber corrido jamás un maratón popular. Podríamos escribir aquí sobre millones de ejemplos, pero no creo que sea necesario. Sin embargo, este tipo de fracaso o percepción del mismo es más del tipo exterior, es decir, de algo que queramos conseguir de puertas afuera. Pero hay otro fracaso interior, el que puede llegar a sentir cualquier persona que considere que no ha hecho con su vida lo que deseaba hacer, sin necesidad de atesorar una fortuna o correr un maratón. Ese tipo de fracaso, al ser más interior, es mucho más difícil de captar, sobre todo porque se vive en el fuero interno, si bien podría proyectarse hacia el exterior fácilmente. Y ahí entra otro elemento fundamental: la percepción que tengamos de las cosas, incluso, la percepción que tengamos del fracaso mismo. Triunfar o no hacerlo en lo que sea que se emprenda puede considerarse fracaso o no, todo depende del nivel de autoexigencia que tengamos y de la idea que tengamos del triunfo en sí. 
Dicho todo esto, lo fundamental es cómo interpretemos esa percepción. Una percepción integral de algo, con toda seguridad, nos llevará a sentirnos fracasados. Me explico. Una persona que desee que su libro, su coche, su forma de ser, su físico o lo que sea, guste a todo el mundo, con toda seguridad se sentirá fracasada o parcialmente fracasada si alguien manifiesta que no le gusta; por contra, alguien que considere que es imposible que sus cosas gusten a todo el mundo, jamás se sentirá fracasada, sencillamente, interpretará como es debido, sin que una opinión o varias le hagan sentir fracasado. Si lo pensamos bien, en esta última frase está la clave de todo: en la percepción de las cosas que puedan considerarse fracaso o no. De hecho, yo no me sentiré fracasado si esta entrada no gusta a todo el mundo, diré, tan solo, que a alguien no le ha gustado. Tampoco consideraré que sea un éxito si le ha gustado a alguien. Ahí debe radicar el equilibro. Creo yo.      

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