Las crisis económicas jamás vienen solas. Toda una suerte de elementos las acompañan y muchos menesterosos y agoreros suelen sacar tajada, hacer caja o simplemente actuar como cenizos. Sobre todo este asunto versa el artículo que publico ayer en Ideal. Por si no pudisteis leerlo en papel, lo reproduzco a continuación.
LAS CRISIS PRODUCE MONSTRUOS
Que la crisis económica genera monstruos
lo sabemos. Al margen de teorías de la conspiración, que siempre surgen en
periodos críticos, en estos tiempos de incertidumbre la decadencia económica se
traslada a la moral con facilidad y de todas estas aguas pantanosas y
nauseabundas surgen los que vengo en llamar mercaderes de la crisis.
Éstos
pululan por todas partes. Conectas el televisor y están ahí; conectas la radio
mientras conduces y también están ahí; abres un periódico y cobran protagonismo
en sus titulares. Y no se trata tan sólo de personajes o personajillos que ocupan
cargos institucionales y corporativos importantes, que ésos ya sabemos más o
menos quienes son. Se trata de otra nueva especie que de manera cínica ha
comprendido que estando el personal contra la pared por la penuria económica,
es un buen momento para mermar también su moral e, incluso, su ética.
Suelen
anunciar como si de una catástrofe antediluviana se tratara que no hay futuro y
que nada tiene ya remedio, que de nada sirve crear ni formarse; que más vale
claudicar y dar por cerradas todas las buenas opciones que pudieran surgir del
alma humana y que la mejor forma de acabar con todo esto es entregando el
testigo cuanto antes y, de camino (porque es lo que buscan en última instancia),
atender a sus recomendaciones que de forma invariable contienen mensajes
mercantilistas y lucrativos. Basta tan sólo con observar atentamente para
descubrir que este tipo de personajes están por todas partes. Es más, por lo
general, al tratarse de gente con nombre y fama forjada a base de aparecer en
programas televisivos sensacionalistas suelen crear tendencias y sorprende ver
el enorme seguimiento que tienen tanto en los medios de comunicación como en
las redes sociales. Venden mal llamados libros, escriben columnas en prensa,
tienen programas propios en televisión o radio y se pavonean por todas partes
escupiendo mensajes vacuos, simplificados y tremendistas. Y, lógicamente, toda
esa parafernalia les hace cada vez más ricos a la vez que más depravados.
Pero
también la crisis crea otros especímenes a los que habría que encuadrar
llanamente en el grupo de los cenizos. No persiguen aumentar su cuenta
corriente pero disfrutan lanzando mensajes catastrofistas y sesgados, de manera
que alrededor de ellos nada se crea ni renueva. Es su manera de autoafirmarse. No
son famosos, pero deambulan a nuestro alrededor por doquier. Los tenemos cerca
en todos los actos de nuestra vida cotidiana. Y, quizá, de toda esa galería de
monstruos que está generando este periodo histórico son los más nocivos, ya que
de los primeros es posible zafarse, sencillamente negándose a participar de sus
paridas mediáticas, pero de los segundos no es tan fácil ya que conviven entre
nosotros como si se tratara de seres camuflados de otros planetas, propios de
una execrable película de ciencia ficción de los años cincuenta. Es más, alguno
de ellos podríamos ser hasta nosotros mismos.
Por tanto, no pensemos bajo ningún concepto que la crisis
económica siempre viene sola y aislada. Al contrario, siempre suele llegar
acompañada de otros elementos más aún nocivos y perniciosos.
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