¿Quién no se ha sentido alguna vez contradictorio? ¿Quién no ha considerado en alguna ocasión que lo que piensa o siente es contradictorio? Curiosamente, determinados pensadores marxistas aludieron a la contradicción como concepto a la hora de abordar sus planteamientos teóricos.
De todo eso escribo hoy en Ideal ¿Os lo vais a perder? Podéis leerlo en papel o aquí, vuestro blog:
CONTRADICCIÓN
'El movimiento mismo es una
contradicción' afirmó Engels. Y qué duda cabe que esta frase del pensador
alemán encierra mucha verdad. La vida es movimiento y el movimiento es
contradicción.
Las fuerzas del bien y del mal. El yin y el yang, la
dualidad de lo existente. Mal iría todo si se dirigiera en una sola dirección.
Un mundo unívoco, plano. Un mundo sin perfiles, sin aristas, donde todo es
coherente y nada es ambiguo. Sí, la contradicción está muy presente en nuestras
vidas; es más, la contradicción conforma nuestra propia existencia.
Cada día nos movemos en páramos de contradicción donde
el caos reina a su antojo, haciendo que la existencia se convierta en una mera
brizna de paja a merced del viento. Pero aún así, luchamos a diario contra las
fuerzas contradictorias; hacemos de esa lucha un intento de perfección que, en
realidad, no existe. Nos gusta cómo escribe alguien, pero odiamos su
personalidad; nos embelesa la música de determinados grupos o autores pero
excavamos en sus personalidades y sentimos rechazo; no nos gusta el careto del
vecino, pero reconocemos que es educado y nada ruidoso; odiamos la caza, pero
nuestro mejor amigo es cazador; odiamos los toros, pero miembros de nuestra
familia son taurinos confesos; nos gusta el azúcar pero también la sal; el
güisqui pero también la leche. Todo es un cúmulo de contradicciones sin
remedio.
La contradicción es como una hiedra que lo va
cubriendo todo. Se intenta extirpar, pero eso tan sólo consigue que la fuerza
de sus ramas acaben cubriéndolo todo. No hay remedio porque 'el movimiento
mismo es una contradicción'. Una especie de contrapeso que rige en las fuerzas
naturales, algo así como el día y la noche que son, tal vez, los ejemplos más
claros de contradicción que se conocen. Pero difícilmente se podría explicar el
día sin noche ni la noche sin día.
Si trasladamos esa misma contradicción al ser y sus
circunstancias, comprobamos que nada podría resultar tan contradictorio como el
ser mismo. Existen contradicciones vanas y contradicciones vitales. Las
primeras no implican riesgo ni son nocivas (dudar acerca de qué coche comprar,
qué camisa ponerse), pero, curiosamente, se nos va la vida en ellas. Están tan
presentes en nuestra existencia que consideramos que son importantes, pero no
lo son. Sin embargo, las contradicciones vitales -que son las importantes- se
suelen postergar. Están ahí tan recónditas que ni siquiera son percibidas, a
pesar de que nos permiten caminar cada día y nos sacuden el alma; forman parte
del movimiento y sin éste nada somos. En la inmovilidad, por su propia
naturaleza, no cabe la contradicción. De ahí que los grandes pensadores como el
citado Engels y el mismo Karl Marx, entre otros, a la hora de abordar sus
teorías, que pretendían sentar las bases del cambio social y económico del
mundo, tuvieran muy presente en sus obras el concepto de la contradicción como
antídoto contra el inmovilismo.
(PERO, NO DEJÉIS DE VISITAR LA ENTRADA ANTERIOR SOBRE LA PRUEBA DEL PADRE MARCELINO)
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