Un 'bulldog francés' idéntico al 'pesao' del camino y del que me hice también amigo en Albarracín...pero eso ya es otra historia..., |
Los corredores y los perros. Mucho me temo que no tenemos mucha química entre nosotros. Probablemente interpreten que somos una amenaza para ellos porque, seguramente, en su instinto consideren que correr siempre es sinónimo de huir de algún peligro. No sabemos el motivo y, mucho me temo, que jamás llegaremos a conocerlo, a no ser que nosotros nos volvamos caninos o bien que ellos se conviertan en humanos ¿Es más probable lo segundo que lo primero? A saber.
El caso es que todos los que corremos de manera habitual, de una manera o de otra hemos tenido algún tipo de mala experiencia con la especie canina e, incluso, con su cejudo dueño, que en ocasiones es peor partido que el perro mismo.
En ese sentido recuerdo algunas. Aquella vez que iba corriendo con Mario por una zona agreste del Llano de la Perdíz y un perro grande y amenazante nos cortó el camino. Iba con su dueño y se lo reprendimos, contestando éste que aquello era campo, ¡que aquello era campo! dijo el 'cromagnon'. Es decir, que por ser campo se derogaban todas las normas que obligaban a llevarlo con bozal. Lógicamente, ante magna respuesta sesuda, optamos por no entrar al trapo.
O aquella otra en la que un can, en apariencia apacible, irrumpió en el camino por el que corríamos y le rompió un calcetín de un mordisco a Paco. O cuando me creí perdido cuando un 'bulldog' francés me cortó el paso en un vereda estrecha sin apenas salida, con toda esa fiera apariencia y aspecto de estar permanentemente enfadado. Pero en esto, como casi todo en la vida, lo aparente casi nunca es lo esencial, y aquel perro de aspecto bravo, aquella máquina de matar, se hizo amigo mío sin que yo se lo pidiera y se puso hasta un poco pesado corriendo a mi lado durante un buen rato. Pero al poco, pasó justo al revés: un perro con aspecto apacible, de esos que imaginas en las rodillas de una viejecita junto a una deliciosa chimenea, se me abalanzó de mala manera y si no consiguió morderme fue debido más a mi pericia, o tal vez a mi miedo, que no a su motivación clara y diáfana.
Pero de entre todas las anécdotas hay una que me ocurre con mucha asiduidad con un perro pequeño cuando paso por una ruta concreta y que tiene especial relevancia para mí, más que nada por la interpretación que yo hago de la situación y que yo relaciono con el rol que ese can cumple en la manada, pero la dejaré para otra ocasión para exponerla de manera más abierta y detallada.
En mi caso mis perras se abalanzan y persiguen a los corredores ¡porque quieren jugar! Eso si, son pequeñitas y cariñosas.
ResponderEliminarSuele ocurrir a menudo sobretodo por el paraje conocido como la FUENTE DE LA BICHA, que últimamente es un lugar demasiado transitable, de la cantidad de perros que van sueltos y sus propietarios te dicen la gran mayoría no temas que no muerde; pero el peligro está que vas corriendo y el animal se le metes debajo de las piernas y puede producirte una gran caída, y causarte importantes lesiones, ya que la gran mayoría de los propietarios no cumplen con la normativa vigente, un saludo de R. BOOTELLO.
ResponderEliminarExacto, otro peligro que no destaqué: cuando se enredan entre tus piernas, para jugar o porque se asustan.
ResponderEliminarAmigo Rafa, 'La Fuente de la Bicha' en unas semanas te la encontrarás limpias de 'colesteroles', que llega el frío. Sólo estaréis los aguerridos corredores que soléis correr por allí todo el año, llueva o truene. Saludos.
Con toda mi sinceridad, y con respeto para los que posean mascotas caninas... O-D-I-O los perros. Lo siento. No puedo con ellos. Acumula varias experiencias negativas con ellos y además intuyo que la aversión es mutua. Ellos también me odian. Y uno, cuando va corriendo por aquellos senderos perdidos, en la más absoluta soledad, se siento desamparado ante la amenazante silueta del puñetero perro.
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