Si el pasado jueves corría torpe y con sensación de pesadez y debilidad, en esta mañana de viernes a eso de las nueve horas, cuando aún el sol apenas calentaba, me sentía mucho más ligero y versátil y eso es porque las sensaciones que estoy buscando con paciencia por los caminos y carreteras van llegando poco a poco.
La vía más rápida para que éstas lleguen es llevar a cabo esas sencillas técnicas que esbocé en la entrada anterior: no forzar, correr sin mirar el tiempo y buscar rutas nuevas, que sean amenas. Y un factor importante y principal: la paciencia.
En esta mañana de viernes hacía más de diez kilómetros rocosos, rodando entre caminos de olivos; caminos rotos y serpenteantes que tan bien van para procesos recuperatorios. Caminos que ayudan a reforzar las piernas y aclarar los pulmones y, de camino, eliminar esos gramos de más que se adquieren cuando se sale de viaje turístico (ya he comentado en más de una ocasión que cuando estoy fuera no escamoteo un buen filete, la cerveza que se tercie y los postres que me propongan. Pero, eso sí, no tomo copas).
Y con las buenas sensaciones llegan los nuevos proyectos. Y éstos -junto a lo ya corrido a lo largo del año- serán objeto en breve de una nueva sección en la parte derecha de vuestras pantallas. En el horizonte se barrunta, incluso, alguna maratón.
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