
Este entorno ha servido para cumplir el entrenamiento
esta tarde. FOTO DE LUIS MARTÍN.
Amigos-as, siguiendo con la iniciativa de esta especie de bitácora de entrenamiento maratoniano, me apetece contaros el entrenamiento de hoy y los planificados para el fin de semana - únicos días en los que he podido entrenar estas dos últimas semanas- así como anhelos, sensaciones, dudas...en fin toda esa onerosa carga que ha de arrastrar un modesto corredor que está a punto de afrontar su segunda maratón.
El escenario elegido hoy ha sido el Pantano del Cubillas.
Os aseguro que no me apetece nada pisar asfalto porque se están rebelando mis piernas y esos pequeños dolores están consiguiendo preocuparme. Quizá se deba a un excesivo contacto con el asfalto, pero lo cierto es que he rotado las cuatro zapatillas de las que dispongo y alterno y el dolor está apareciendo, incluso, con las más nuevas. Sin embargo, parece contenerse cuando calzo las Asics 2100.
De hecho, esta tarde he calzado por segunda vez -la primera vez que las calcé fue en la subida que hicimos al Castillo de Moclín- las Brooks que compramos Javi y yo en USA a través de Internet, y se ha reproducido de nuevo el dolor de los pies, porque he de especificar que el dolor está más centrado en pies que en piernas. Espero que no sea importante.
La tarde, en Granada, no era la más adecuada para correr y ni siquiera para salir, pero había que hacerlo. Así que como estaba previsto, salté el almuerzo, confiado en los efectos benéficos de la pizza tomada la noche anterior y enfilé hacia el Pantano del Cubillas, como decía.
Quiso el destino que nada más salir del coche para disponerme a correr, comenzara una copiosa nevada, que por suerte apenas duró unos minutos, pero comprendí que era el preludio de una tarde horrible. Dudé si sería buena idea comenzar el entrenamiento. Pero lo cierto es que no había más opción. Cuando sólo dispones de tres días semanales para entrenar, se convierte en un lujo renunciar a un entrenamiento.
Finalmente opté por la idea de rodear en dos ocasiones el Pantano, lo que ha supuesto un total de 21 kilómetros a un ritmo muy relajado, típico del propio de rodaje acumulativo, totalmente alejado de la calidad. El ritmo ha estado unos segundos por encima de cinco minutos el mil, pero también es cierto que la ruta no era totalmente llana.
A lo largo del trayecto, he sido testigo de copiosa nieve, lluvia, viento y frío, mucho frío; de manera que la pregunta: ¿Que hago aquí? , carecía de sentido en tales circunstancias. Sencillamente debía estar allí.
Ha sido un entrenamiento duro, pero la evolución aeróbica ha ido correctamente, aunque -como decía- el dolor de los pies apareció sobre el kilómetro 13 del recorrido.
Mañana no será prudente hacer muchos kilómetros, pero sí hay que hacer algunos.
La opción de correr en tierra no parece posible, así que buscaré la ruta más benigna posible, y no serán más de 12 kilómetros los que recorra.
Pero llegará el domingo, y será innegociable la tirada de 31 o 32 kilómetros. Creedme si os digo que no sé en qué condiciones estaré y si podré cumplirlo, pero en esta ocasión el querer nada tiene que ver con el deber.
esta tarde. FOTO DE LUIS MARTÍN.
Amigos-as, siguiendo con la iniciativa de esta especie de bitácora de entrenamiento maratoniano, me apetece contaros el entrenamiento de hoy y los planificados para el fin de semana - únicos días en los que he podido entrenar estas dos últimas semanas- así como anhelos, sensaciones, dudas...en fin toda esa onerosa carga que ha de arrastrar un modesto corredor que está a punto de afrontar su segunda maratón.
El escenario elegido hoy ha sido el Pantano del Cubillas.
Os aseguro que no me apetece nada pisar asfalto porque se están rebelando mis piernas y esos pequeños dolores están consiguiendo preocuparme. Quizá se deba a un excesivo contacto con el asfalto, pero lo cierto es que he rotado las cuatro zapatillas de las que dispongo y alterno y el dolor está apareciendo, incluso, con las más nuevas. Sin embargo, parece contenerse cuando calzo las Asics 2100.
De hecho, esta tarde he calzado por segunda vez -la primera vez que las calcé fue en la subida que hicimos al Castillo de Moclín- las Brooks que compramos Javi y yo en USA a través de Internet, y se ha reproducido de nuevo el dolor de los pies, porque he de especificar que el dolor está más centrado en pies que en piernas. Espero que no sea importante.
La tarde, en Granada, no era la más adecuada para correr y ni siquiera para salir, pero había que hacerlo. Así que como estaba previsto, salté el almuerzo, confiado en los efectos benéficos de la pizza tomada la noche anterior y enfilé hacia el Pantano del Cubillas, como decía.
Quiso el destino que nada más salir del coche para disponerme a correr, comenzara una copiosa nevada, que por suerte apenas duró unos minutos, pero comprendí que era el preludio de una tarde horrible. Dudé si sería buena idea comenzar el entrenamiento. Pero lo cierto es que no había más opción. Cuando sólo dispones de tres días semanales para entrenar, se convierte en un lujo renunciar a un entrenamiento.
Finalmente opté por la idea de rodear en dos ocasiones el Pantano, lo que ha supuesto un total de 21 kilómetros a un ritmo muy relajado, típico del propio de rodaje acumulativo, totalmente alejado de la calidad. El ritmo ha estado unos segundos por encima de cinco minutos el mil, pero también es cierto que la ruta no era totalmente llana.
A lo largo del trayecto, he sido testigo de copiosa nieve, lluvia, viento y frío, mucho frío; de manera que la pregunta: ¿Que hago aquí? , carecía de sentido en tales circunstancias. Sencillamente debía estar allí.
Ha sido un entrenamiento duro, pero la evolución aeróbica ha ido correctamente, aunque -como decía- el dolor de los pies apareció sobre el kilómetro 13 del recorrido.
Mañana no será prudente hacer muchos kilómetros, pero sí hay que hacer algunos.
La opción de correr en tierra no parece posible, así que buscaré la ruta más benigna posible, y no serán más de 12 kilómetros los que recorra.
Pero llegará el domingo, y será innegociable la tirada de 31 o 32 kilómetros. Creedme si os digo que no sé en qué condiciones estaré y si podré cumplirlo, pero en esta ocasión el querer nada tiene que ver con el deber.