
Intentando cumplir el lema impuesto en este nuevo blog, cada día una reflexión o un nuevo tema, minutos antes de sentarme ante el teclado no tenía ni idea de qué iba a escribir hoy, y fue en ese momento cuando entró -ya tarde- el comentario de Manolo Pedreira y quedé impresionado por el realismo descarnado de sus palabras. Entonces releí los comentarios hechos por Paco, por Jesús, por Antonio, por Mario, por Alfa...y discerní distintos puntos de vista, pero todos muy sinceros y sensatos. Así que me pareció razonable volver a abordar este asunto, sobre el que nos están martilleando cada día y a cada hora en los distintos medios de comunicación ¿ Se nos cae el modelo de capitalismo como decía Mario ? No lo sé, pero parece sensato sostener que nada será igual a partir de ahora.
Decía hoy Fidalgo, Secretario General de CCOO, que aquí lo que ha estado ocurriendo es que todo el mecanismo financiero se sostenía sobre unos pies de barro. Y parecen coincidir muchos analistas en que existía una burbuja financiera que no se correspondía con la realidad. Casi todo estaba basado en opciones futuribles: hipotecas a muchos lustros, deudas que se iban alargando mes a mes a través de la tarjeta de crédito, dinero en bolsa, que en ocasiones era solamente virtual, ganancias futuras basadas en predicciones más o menos correctas o bien erróneas, un sistema económico basado más en los números y las expectativas que en las cifras reales, con el trasfondo de una sociedad basada en el consumismo, en la estupidez del derroche y las apariencias. Y levitando sobre todo eso un tanto por cierto minoritario de grandes ricos, moviendo su capital virtualmente y apostando a ganar en cualquier rincón del planeta y una mayoría de clases medias, medias-medias o medias-bajas, apostando a ser ricos, consumiendo a ritmo desproporcionado, hipotecándose peligrosamente y todo sostenido con trabajo precario o mal pagado. Y hablamos del sector rico del mundo: el no sé por qué denominado mundo occidental, y ante ese panorama un resto del mundo luchando denodadamente, incluso jugándose la vida, para entrar en ese paraíso dionisiaco de riqueza, consumismo y placer que perciben desde sus países. Por tanto, ¿qué ocurre cuando todo esa burbuja pincha y se descubre que todo el monte no era orégano? Pues, probablemente, pase lo que está pasando: que ya no seremos tan ricos, ni tan consumistas, ni tan derrochadores, pero ahora hay que convencer a quienes están al otro lado de la puerta de que nuestra suerte ha cambiado, aunque honestamente hablando, no tanto como para convencerles de que ya pertenecemos a su mundo paria.