Barcelona
es una ciudad predispuesta para la literatura. Lo venía a decir un lector del
blog del viajero, Adán, desde Chile, en un comentario anterior a raíz de un
artículo publicado por el viajero en la revista granadina Garnata —ya desaparecida— sobre las ciudades literarias (el cual
podrá leer el atento lector en el apartado de artículos de viajes en este mismo
libro). Y, precisamente, el viajero venía de visitar esta ciudad en estos días
y corroboraba ese hecho que ya había observado con la lectura, no solo en los
últimos bestseller de dos narradores catalanes: Carlos Ruiz Zafón e Ildefonso
Falcones, sino en esa novela que narra lo que marca un antes y un después de
esa Barcelona universal y diversa, que no es otra que la excelente La ciudad de los prodigios del
inagotable Eduardo Mendoza. Además, el premio Nobel de literatura, Vargas Llosa, se siente un catalán más porque
hizo de Barcelona uno de sus refugios escribidores. Por tanto, mucho de
literario ha de tener esta ciudad para que confluyan tantos autores y acontecimientos
relacionados con los libros.
Barcelona —igual que ocurre con
Madrid—, es una ciudad que se transforma en varias. Porque existen varias
ciudades superestructuradas de forma independiente, aunque, al mismo tiempo,
conectadas de una forma u otra. La Barcelona futbolera que habita y respira en
torno a ese equipo de sueños infinitos nada tendrá en común con esa Barcelona
golfa y babélica del Raval; y la medieval presencia del Barrio Gótico y el
Born, con la simbólica irrupción de Santa
María del Mar que tan amplia e irregular novela inspiró a Ildefonso
Falcones, probablemente jamás se den la mano con la Barcelona moderna, próspera
y rica de la Diagonal o del entorno de esos edificios vanguardistas
simbolizados por la torre Agbar; o, tal vez, esa variopinta y heterogénea
mezcla que representa esa montaña (también mágica)
de Montjuic que alberga tanto una espléndida muestra de pintura y escultura
románica y gótica contenida en su Museo Nacional de Arte de Cataluña como la
majestuosidad de su mediático Estadio Olímpico. Todo es inacabable e
inabordable en esta ciudad, símbolo del catalanismo.
Esas superestructuras que se
contienen en una misma ciudad, lógicamente, dan mucho juego para hacer
literatura, porque las ciudades literarias no se nutren solo de calles y plaza
pintorescas, históricas o artísticas sino de la variedad que conforman sus
gentes y sus relaciones, que son los elementos necesarios que pueden elevar a
categoría literaria a una ciudad. Y en todo eso Barcelona —como para muchos en
el fútbol— gana por goleada.
El viajero ha comprendido que Barcelona va siempre un paso por delante. Eso es muy evidente cuando se pasea por ella. Porque pocas ciudades ofrecen una modernidad tan avanzada como la Ciudad Condal dentro del territorio español; una modernidad que conecta sobremanera con lo más selecto de las ciudades europeas de nuestro entorno.
El viajero ha comprendido que Barcelona va siempre un paso por delante. Eso es muy evidente cuando se pasea por ella. Porque pocas ciudades ofrecen una modernidad tan avanzada como la Ciudad Condal dentro del territorio español; una modernidad que conecta sobremanera con lo más selecto de las ciudades europeas de nuestro entorno.
Locales
dedicados al ocio, revestidos de un diseño desconocido por estos lares,
comercios diseñados de la manera más vanguardista, gente vestida de la forma
más variopinta que pasea por esa infinita riada de personas llegadas de todo el
mundo que son sus Ramblas o un mercado antiguo, como el de La Boquería,
transformado en un lugar en el que los productos delicatessen se mezclan con
los más tradicionales. Todo es posible en esta Barcelona de principios del
siglo XXI, en la que el viajero se ha sentido muy a gusto en las vísperas
navideñas, que es cuando la ha visitado.
Me gusta mucho Barcelona, espero poder visitarlo algun dia
ResponderEliminarGracias por todos tus consejos.
Un saludo